Reseña del iPhone X: el futuro según Apple

El dispositivo propone una interacción con la tecnología con menos fricciones y parece señalar un camino hacia el ideal de construir dispositivos indispensables y casi invisibles. Es el celular más costoso del mercado.

Santiago La Rotta.
30 de diciembre de 2017 - 01:30 a. m.
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El iPhone X es quizá el paso más certero que Apple ha dado en el camino hacia un mundo de tecnología útil y siempre presente, pero acaso invisible, transparente: una especie de minimalismo exacerbado que entregue computación de alto rendimiento, con todas las complicaciones que esto trae.

Un movimiento certero, pero apenas un primer movimiento. La promesa absoluta de invisibilidad con funcionalidad sigue siendo un unicornio y puede que se mantenga así por siempre. Pero la dirección tomada por Apple es un buen indicador del camino que seguirá la industria en computación móvil, una senda que, por cierto, ya tomaron varios fabricantes.

Contra todo pronóstico, en este equipo, menos resulta siendo más. Es de las pocas veces en que la ausencia deliberada de un componente suma a la experiencia general del dispositivo. No es algo que suceda con frecuencia con Apple. Basta invocar los fantasmas de todos los puertos del MacBook Pro o el puerto de audio de sus modelos recientes de iPhone. Pero hay que decirlo: adiós al botón principal (home).

¿Significa que hay que desearle larga vida al reconocimiento facial? Quizá. En poco más de un mes de pruebas continuas con el iPhone X, esta tecnología funciona en casi todos los escenarios, en casi todas las ocasiones. Claro, es fácil argumentar que no se pagan US$1.000 (o $4’300.000) por el casi. Y buena parte de esto es cierto.

Pero los niveles de error son similares a los de la lectura errada del lector de huella cuando el dedo está sucio o mojado, por ejemplo. Y ciertamente son inferiores a los de las mediciones biométricas de otros fabricantes. Hay que tener en cuenta que esta tecnología, en general, puede tener potenciales peligros y problemas.

El casi acá resulta relevante, pues es un pequeño escollo en una experiencia que, por otro lado, se siente transparente, acaso natural: un teléfono que se desbloquea con tan sólo mirarlo, que muestra información de las notificaciones cuando lee la cara del usuario. La interacción es mínima, pero significativa. Y sí, pueden parecer cambios pequeños (y acaso lo son). No es como si las personas solieran perder horas o minutos enteros tratando de acceder a sus dispositivos con el lector de huella un intento a la vez. Pero la introducción de un nuevo modo de hacer las cosas, además de las posibilidades de una tecnología que funciona cerca de la perfección, vuelve todo más interesante. No se siente sólo como un experimento, sino más como un avance.

El ejemplo es manido, pero no por eso menos cierto: aplicaciones como Instagram no hubieran aparecido sin la proliferación y el mejoramiento exponencial de las cámaras en los teléfonos. Si el reconocimiento facial agarra tracción entre la comunidad de desarrolladores, podrían aparecer nuevas aplicaciones o caminos para rediseñar funciones y tareas. Por el momento sólo están los animoji, que únicamente funcionan a través de iMessage, pero que resultan intensamente divertidos, aunque quizá por un tiempo corto.

El iPhone X dista mucho de ser el primer teléfono en transformarse en un repositorio para la pantalla, en prescindir de los biseles, para utilizar toda la superficie posible en el despliegue de contenido. Pero la ausencia de botón principal (virtual o físico) introduce un nivel extra de aprovechamiento que resulta una de las apuestas más atractivas y arriesgadas de Apple en varios años y ciclos de diseño. Como dijo un usuario de Reddit: “Ya era hora”.

De fondo, ¿estas características ameritan pagar su exorbitante precio? Es una pregunta compleja, pues depende de la capacidad de compra de cada usuario y de sus necesidades diarias, y porque, en últimas, es una cuestión que no está totalmente anudada a la existencia del reconocimiento facial y la ausencia del botón principal. (Lea "La revolución del iPhone, 10 años después")

En buena parte, el iPhone X comparte varios de los componentes críticos con el iPhone 8 Plus, su antecesor directo en la línea de productos de Apple: la memoria RAM, el procesador y uno de los lentes de la cámara trasera son exactamente iguales. Y aunque el primero tiene más pantalla, pero con un cuerpo más pequeño, el 8 Plus es un clarísimo ganador en rendimiento de la batería, por ejemplo. Esto puede ser un factor decisivo para un usuario extremo, con un uso intensivo y quizá enfermizo de mensajería instantánea, videos, juegos o las tres combinadas.

El rendimiento de batería del iPhone X es adecuado, aunque no fantástico. Aunque aquí debe tenerse en cuenta que hay que alimentar una pantalla más grande (5,8 pulgadas) que, sin embargo, utiliza menos energía al ser OLED. De nuevo, la vida de la batería es adecuada, aunque no sorprendente. Para sorpresas en este campo, la opción es un iPhone 8 Plus, si no quiere ir al universo Android.

En nuestras pruebas, así como en reseñas de sitios especializados, la cámara del iPhone X está en el tope de lo mejor de la industria, una lista que suele incluir al Google Pixel 2, Huawei Mate 10 Pro o Galaxy Note 8. El modo de zoom del teléfono de Apple recibe una mejora con un lente de largo alcance con mayor apertura, además de estabilización óptica. La combinación de sensores de imagen y procesamiento digital de la toma produce fotografías con colores bien contrastados y texturas ricas en detalle, incluso cuando el rango dinámico (HDR) está apagado. Nada nuevo que reportar en este aspecto y, la verdad, por ese precio sería inaceptable que hubiera fallas, como también sería inaceptable que hubiera ralentización inducida en la vejez del dispositivo. (Lea "Apple espera mejor fin de año que analistas gracias al iPhone X")

Por Santiago La Rotta.

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