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¿Qué debe tener en cuenta a la hora de comprar un portátil?

Las especificaciones alrededor de un portátil pueden ser entre eternas y complicadas. En esta guía le explicamos cómo atravesar la jungla de siglas y conceptos en aspectos como almacenamiento, memoria y procesador para que usted pueda hacer una compra que se ajuste a sus necesidades.

Santiago La Rotta
05 de octubre de 2021 - 07:02 p. m.
Prácticamente todas las compras de tecnología son como comprar zapatos: no todos sirven para lo mismo y no todos le quedan bien a todas las personas.
Prácticamente todas las compras de tecnología son como comprar zapatos: no todos sirven para lo mismo y no todos le quedan bien a todas las personas.
Foto: Getty Images/fStop - Endai Huedl

Comprar tecnología puede ser una experiencia angustiante. Entre las siglas, los números y las unidades todo el proceso puede sentirse como haber aterrizado en un planeta extraño y quedar a merced de los primeros habitantes que se encuentran, que en este caso suelen estar vinculados a una marca u otra.

Este escenario es perfecto para perderse y terminar comprando algo que no se ajusta a sus necesidades y presupuesto.

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Si bien podríamos hacer una guía de computadores de escritorio, vamos a centrarnos primero en equipos portátiles. ¿Por qué? Para este punto de la pandemia resulta más claro (evidente para algunos, incluso) que el mundo del trabajo parece haber cambiado para siempre. Uno de los aspectos que lentamente emerge es la posible obsolescencia de las oficinas como las conocemos: lo presencial, aunque no desaparecerá, dará paso para un mayor protagonismo de lo remoto. Y en este escenario la movilidad es clave: poder cerrar un computador y moverse para una reunión en un espacio de trabajo colectivo o desde una ciudad más amable de la que suele habitar normalmente. Esta es una primera aclaración, más de forma.

Pero aquí va una segunda, más de fondo. Prácticamente todas las compras de tecnología (por no decir todas, como por superstición estadística) son un poco como comprar zapatos: no todos sirven para lo mismo y no todos le quedan bien a todas las personas. En otras palabras, el criterio clave acá es ¿para qué quiere un computador, qué tipo de usuario es usted y cuáles son sus necesidades?

Almacenamiento y memoria

Estos son dos términos que pueden confundirse fácilmente, principalmente porque suelen asumirse bajo la misma palabra (memoria) y que comparten unidad (GB, de gigabyte).

Lo primero es el almacenamiento, que siempre suele ser una cifra más grande. Esto se refiere, literalmente, a la capacidad del computador para guardar programas, documentos, fotos, todo. Las opciones más comunes en el mercado pueden arrancar en los 256GB, que es una cifra entre modesta y baja para un PC (aunque esto se puede remediar de otra forma, de la que ya hablaremos).

Las siglas que encontrará son HDD o SSD. El Hard Disk Drive (HDD) se refiere al disco duro, pero a una unidad mecánica, con un disco que gira a grandes velocidades bajo un lector que, como su nombre lo indica, va leyendo y escribiendo información en ese disco.

Es la tecnología que ha predominado hasta nuestros días, por lo cual puede resultar redundante que una tecnología de disco duro para almacenamiento se llame, precisamente, disco duro. La desventaja de esta tecnología es que, al tener piezas mecánicas, estos dispositivos tienen una probabilidad más alta de sufrir daños mediante movimientos repentinos (caídas, por ejemplo) o simplemente dañarse por el desgaste normal en el tiempo.

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La alternativa aquí llega de la mano de la otra sigla, SSD, o disco de estado sólido. En pocas palabras, esta tecnología es como tener una memoria USB muy grande, en la que la información ya no se almacena mediante el movimiento de mecanismos, sino de una forma “digital” y compacta. Al no tener piezas mecánicas en movimiento, los SSD son mucho menos propensos a dañarse en general, pero sobre todo mediante el movimiento. Su desgaste en el tiempo es menor y, además, son dispositivos mucho más livianos y compactos.

Estas dos últimas son características muy importantes, pues pueden impactar dramáticamente el diseño y funcionalidad de un PC para ciertos usuarios: los equipos que incorporan esta tecnología tienden a ser más compactos y livianos, lo que puede funcionar muy bien para alguien que deba estar en constante movimiento (un viajero frecuente o un trabajador remoto que alterna con frecuencia locaciones).

Por su funcionamiento interno, un SSD también presenta una transferencia de información mucho más rápida entre el disco y el resto del sistema. En esencia, se trata de un componente que aumenta la velocidad de respuesta de un PC dramáticamente (y ojo que la palabra no se usa ligeramente aquí).

La pregunta más rápida aquí, entonces, podría ser: ¿si SSD es una tecnología muy superior al disco duro tradicional, por qué siquiera estamos hablando de HDD? Básicamente, porque los discos de estado sólido suelen ser bastante más caros versus la capacidad que ofrecen, lo que al final se refleja en el precio de todo el equipo.

Dicho de otra forma: cada GB de almacenamiento en un SSD es notablemente más caro que en un disco duro tradicional. Y esto lo que ha estimulado en el mercado es que haya buenas máquinas, ligeras y compactas, que suelen tener cifras muy modestas de almacenamiento en SSD, que quizá parezcan mínimas, o acaso ridículas para muchos usuarios.

Ahora bien, hay formas y caminos para hacerle un poco el quite a un SSD con poco almacenamiento. La primera es comprar un disco duro externo. Sí, es una inversión extra, pero da la opción de tener un respaldo portátil para toda la información que quizá no necesite en el día a día, pero que igual es importante para usted.

Vale la pena aclarar que para discos externos también hay opciones entre HDD y SSD. Si el dinero es problema, un buen HDD no va a representar mayores problemas, toda vez se trate de una opción extra de almacenamiento, no si lo va a convertir en su disco duro principal porque entonces estaría borrando un poco las ventajas de haber invertido en un SSD para el almacenamiento interno de su PC.

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Otra opción, que puede tener más sentido para un usuario que quizá no tenga tanta liquidez, es utilizar un proveedor de almacenamiento en la nube. Si tiene poca información, las cuentas gratis de servicios como Google o Dropbox funcionan más que bien. Si ya se trata de un almacenamiento más nutrido, estos servicios también cuentan con suscripciones mensuales (o con pagos anuales, algo más reducidos) que le dan la opción de tener todo su trabajo siempre en línea.

Este modelo tiene una ventaja y una desventaja, que además dependen del mismo factor: la disponibilidad de internet (y en algunos casos, dependiendo del peso de sus archivos, estaríamos hablando de buen internet). Si su disponibilidad de red es alta y continua, adelante. Si es más bien esporádica, tal vez habría que repensar un poco este modelo de trabajo o, al menos, tener muy presente qué archivos o datos necesita tener sin conexión para poder seguir con sus labores.

En este momento, es medianamente común que los computadores más asequibles se presenten con 256GB de almacenamiento en SSD Esta es una cifra bastante modesta pero que, de nuevo, puede ampliarse mediante el uso de la nube o un disco duro externo. En HDD, el panorama es bastante más generoso, con 1TB (1.000 GB) siendo una cifra que normalmente se puede encontrar sin que esto implique ofrecer en venta un riñón.

La memoria RAM

Ahora bien, el otro término a tener en cuenta en este apartado es la memoria RAM, cuya sigla en inglés significa Random Access Memory. En palabras sencillas, esto amplía (de cierta forma) la capacidad del computador de manejar más tareas al mismo tiempo.

Este tipo de memoria actúa como una especie de intermediario entre el disco duro y el procesador de un equipo.

Una forma sencilla de verlo, reduccionista incluso, es que a mayor RAM, más capacidad tiene el PC para sostener la operación continua y óptima de varios programas al tiempo. O, si se quiere, con mayor RAM, su máquina también puede desplegar software más complejo, como herramientas de edición de video o modelación en 3D, por poner sólo dos ejemplos. En toda esta operación también interviene el procesador, pero de él hablaremos luego.

Por lo general, el RAM en su forma física pareciera como si a una memoria USB se le quitara el plástico que la recubre y quedara sólo el componente. Suelen ser barras que se insertan en una tarjeta madre (la pieza central que controla buena parte de lo que sucede en un PC). Al ser componentes que se ponen, también se pueden retirar. Lo anterior significa que uno podría incrementar la memoria RAM para muchos computadores con el tiempo, pues se trataría de comprar una “barra más poderosa”, o sea, más RAM.

Esto es importante porque puede alargar notablemente la vida útil de su PC. Pero hay una tendencia creciente de los fabricantes hacia la integración directa del RAM en la tarjeta madre: que no se trate de componentes que se puedan remover, sino que vengan soldados en la pieza, lo que elimina la posibilidad de intercambiarlo y, con el tiempo, acceder a mejoras.

La integración en la tarjeta madre produce computadores más compactos en menor espacio, lo que beneficia su diseño y peso e incluso permite cosas como la inclusión de baterías más grandes en algunos casos. Pero la desventaja fundamental es que el RAM que viene no podrá ser ampliado y esto elimina la posibilidad de extender la vida útil de su equipo.

¿Qué significa esto en términos de siglas? Que el RAM que se puede remover se conoce como SDRAM, mientras que el fijo es SRAM (en inglés, Static RAM). Esta no es una especificación muy común en las descripciones de venta de muchos sitios en línea o en vitrinas de almacenes físicos, pero hacer la pregunta puede llevar a evitar una mala compra en un aspecto que bien puede parecer fundamental para muchos usuarios.

Aparte de esto, el RAM suele venir acompañado de otra sigla y un número. Los más comunes en este momento son DDR2, DDR3 y DDR4. Esta especificación se refiere, de nuevo de forma algo burda, a la velocidad de este tipo de memoria. El estándar más viejo que aún se puede conseguir en el mercado con algo de “facilidad” es el 2. El más común y rápido actualmente es 4, pero aún hay bastantes equipos que incorporan el 3. De ser posible, ir por el más alto y nuevo no está de más. Entre este año y el siguiente se espera que la versión 5 ya entre de lleno en el mercado (algo que originalmente estaba presupuestado para 2019. En 2020, bueno, ocurrió la pandemia y nada salió como se suponía que debía salir).

La pregunta aquí ahora es cuánto RAM necesito. Como ya se dijo al principio, esta cifra varía mucho dependiendo del tipo de usuario que usted sea. Pero, a pesar de esta aclaración, la recomendación básica es que no compre nada que tenga menos de 8GB, que bien podría considerarse como la parte más baja para estándares actuales.

Tenga en cuenta que, con el tiempo, las aplicaciones y programas tienden a complejizarse, lo que a su vez demanda más recursos de su máquina. Si bien su compra de PC sucede hoy, hay que tener un poco en cuenta las necesidades futuras, de cierta forma.

Quizá el número ideal en este momento sea 16GB en RAM. Esto bien puede suplir sus necesidades actuales y soportar las futuras con cierta comodidad. Y si a esto le suma un disco de SSD, comenzará a ver un desempeño bastante bueno en su máquina, sin mayores grandilocuencias.

Hablemos del procesador

El procesador es el otro componente que resulta fundamental a la hora de entender cómo funciona un computador. Para ser justos, hay muchas otras piezas indispensables, como la tarjeta madre, pero no son componentes que suelen ser comunes en las hojas de especificaciones de estos dispositivos a la hora de ir a hacer una compra. El procesador sí.

El procesador comúnmente se conoce como el cerebro del PC y, en palabras sencillas, es el encargado de ejecutar las operaciones que permiten abrir un programa y usarlo o correr un sistema operativo. Su rol y desempeño, aunque esencial, puede verse comprometido si no está acompañado de una cantidad de RAM suficiente o un buen disco duro. Esa es la razón por la que esta guía empezó un poco al revés.

Muchas descripciones de venta suelen centrarse en el procesador y olvidan un poco que el mayor desempeño de estos dispositivos proviene de una buena combinación entre estas tres piezas. En otras palabras, un muy buen procesador es necesario, pero acompañado de malas especificaciones en otros departamentos puede no ser suficiente.

En el mundo de los procesadores hay dos grandes marcas: Intel y AMD, aunque el primer nombre suele ser más popular, pues su participación en el mercado es mayor. Ambos tienen grandes opciones para una multitud de usos, por lo que quizá resulte poco práctico hacer una recomendación para un procesador específico.

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Aunque sí hay unos criterios guía. Por ejemplo, en el mundo Intel, sus generaciones más contemporáneas de productos están en la serie Core i, que viene acompañada de un número, como 3, 5 o 7. Entre más alto el número, diciéndolo burdamente, más capacidades tiene el procesador (sus velocidades pueden ser mayores o más alto su número de núcleos, de “cerebros”). Lo ideal para un uso que resista varios años de actualizaciones en software (bien sea sistema operativo o programas más complejos) vendría siendo uno de la serie de 5 o 7.

Cada serie tiene generaciones, pues los fabricantes van actualizando sus modelos de procesadores. Lo ideal, en la medida en que el dinero lo asista, es tratar de escoger una generación reciente, teniendo en cuenta que tampoco es indispensable tener la última porque sí. De nuevo, recuerde que el criterio que gobierna todo el ejercicio de compra es ser sincero con sus necesidades y su presupuesto.

Tamaño y puertos

En términos de diseño, las opciones más populares en el mercado vienen entre 13 y 14 pulgadas, aunque, claro, hay más grandes y pequeñas. La razón por la que son las más comunes es sencilla: ofrecen una relación tamaño-uso-portabilidad que resulta bastante conveniente, en especial si se trata de personas que deben trasladarse con frecuencia y/o trabajar en espacios que pueden ser algo reducidos, como el asiento de un avión o una mesa de alguna cafetería, por ejemplo.

Las pulgadas en este aspecto hacen referencia al tamaño de la pantalla. Con 13 o 14 pulgadas hay un nivel de visualización decente (se puede ver una película en un viaje o en un hotel sin mayores problemas) o tener buenas sesiones de productividad. Pero, de nuevo, esto depende de para qué usa usted su computador. Un equipo con 15 o 16 pulgadas ofrece, claro, más espacio de visualización, pero a la vez puede comenzar a ser una pesadilla para cargarlo diariamente en un morral a la espalda.

El tipo del monitor también es importante, pues bien puede ser IPS o TN. Las especificaciones y ventajas y desventajas de cada uno las puede consultar en nuestra guía para comprar monitores.

En cuanto a puertos, la recomendación básica acá es sencilla: más sí que resulta mejor. Pero no es sólo un asunto de cantidad, pues sería ideal que su equipo pudiera venir con al menos un puerto USB-C, que es la nueva generación de este conector. Aunque aún está en su fase de popularización, está llamado a ser el puerto estándar en un horizonte de tiempo no muy largo, ya que permite una óptima transferencia de datos, así como también permite el traslado de electricidad.

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Camilo(14305)05 de octubre de 2021 - 09:03 p. m.
Le falto uno, verificar que traiga TPM 2.0 para que sea compatible con Windows 11: https://www.groovypost.com/howto/check-if-your-pc-has-tpm-for-windows-11/
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