Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Uno de los grandes retos de la era digital gira alrededor de la conectividad del usuario, de la pregunta acerca de ¿cómo enganchar a las personas a la red? Este es un asunto que pasa por varias etapas, desde llevar internet a la gente (lo que entraña un buen número de retos técnicos y de infraestructura) hasta la conexión final de la persona: ¿desde qué dispositivo se sube a internet?
Colombia lleva ya varios años dirigiendo sus esfuerzos y recursos hacia estos problemas con una agresiva campaña de conexión nacional (principalmente a través de fibra óptica), así como una dotación de equipos para sectores claves en la transformación del país a la que se aspira mediante el acceso masivo a la información y a los beneficios de internet. Sectores como la educación.
Pero como en muchos otros lugares, el reto ahora quizá es surtir de contenido a todos los nuevos usuarios del gran ecosistema que se ha ido habilitando mediante la conectividad y la entrega de equipos que, en el caso de la educación, se ha concentrado principalmente en bibliotecas y colegios públicos.
La preocupación por el contenido es el motor detrás de la Biblioteca Digital para Niños que ha construido Manuvo, una empresa especializada en crear productos culturales digitales: es una plataforma de distribución y consumo de literatura infantil en formato digital.
Vale aclarar que la biblioteca es una plataforma web que, contrario a otras experiencias de distribución digital de libros, permite la consulta inmediata del contenido, sin necesidad de descargas por parte del usuario. En otras palabras, se trata de una especie de streaming de libros.
El modelo, que es alimentado por un software llamado Odiseo (diseñado y distribuido por la rama de Manuvo en México), está pensado para hacerles el quite a varios de los problemas de acceso clásicos del libro digital y que en buena parte tienen que ver con la generación de una copia del material para el usuario.
Usualmente, la descarga de una copia personal implica que el usuario debe tener un software especial para leer el material; este programa (en muchas ocasiones un producto Adobe) es la forma de controlar que el contenido no pueda ser replicado por la persona (pirateado, le dirían algunos).
La eliminación de este prerrequisito nivela el terreno de juego, pues cualquier usuario potencial sólo debe manejar un navegador (Google Chrome, en este caso) y hasta ahí llegarían los requerimientos técnicos. La simplicidad del modelo es ideal para clientes como sistemas de bibliotecas públicas, con miles de dispositivos y de usuarios.
En este momento, la lista de clientes de la plataforma incluye la red de bibliotecas del Banco de la República, BibloRed en Bogotá y la de Comfenalco en Medellín.
Vivir en la nube, ser una experiencia enteramente web, también permite hacerle el quite al mercado de las aplicaciones, un tema que también genera sus propias barreras de acceso de cara al usuario final, pero que también puede no ser el más justo con los generadores del contenido, con las editoriales.
“Nosotros trabajamos con una editorial canadiense llamada Ink Robin, que hoy hace más dinero con nosotros que a través de la venta de sus propias aplicaciones”, cuenta Catalina Holguín, directora de Manuvo para Colombia. Esto se explica en parte porque, para el caso de Apple, al menos 30 % de las ganancias por venta de una aplicación se queda con ellos.
Claro, el negocio de las aplicaciones gira alrededor de la venta masiva del producto. Masivo acá es sinónimo de millones de descargas, números a los que no suelen aspirar libros infantiles digitales. En este escenario, saltarse al intermediario (Apple y su tienda de app) resulta no sólo lucrativo, sino acaso necesario,
Los productos que se encuentran en la plataforma de Manuvo son de varios tipos: con animaciones, sin animaciones, interactivos, sólo despliegue de textos e ilustraciones… La compañía, además de proveer la plataforma, también se encarga de adaptar el contenido para entornos digitales, una labor que puede ser diseñar la experiencia en línea desde cero (partiendo del libro físico) o la traducción de una aplicación hacia el lenguaje web, en su mayoría Java y HTML.
Holguín cuenta que “en las bibliotecas también hacemos talleres con padres y niños para mostrar qué se puede hacer con esta plataforma y para entusiasmar a todos con la lectura. En algunos hemos visto cómo, después de la sesión, algunos papás han salido a suscribirse a la biblioteca para poder acceder a los libros desde su casa. Esos son usuarios a los que, tal vez, no se hubiera llegado de otra forma”.