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Felipe Ceballos fue premiado por desarrollar una solución para permitir el rastreo de vehículos corporativos y su consumo de combustible, todo posible bajo un entorno de código abierto.
Hablamos con él desde San Francisco.
“Conocí Linux cuando estaba en la Universidad Mariana en Pasto. Esto fue en 2002. Toda la universidad fui apasionado por Linux, cacharreaba y hacía cosas por mi cuenta. Cuando empecé a trabajar comencé a usar los productos de Red Hat. Y empecé a hacer las certificaciones. La primera fue RHCE, que es ingeniero certificado Red Hat, en 2008.
Comencé a estudiar ingeniería de sistemas y fue un amigo quien me empezó a hablar de Linux. Me dijo que todo era un poquito complicado porque es a punta de comandos. Y bueno, dije que era mejor probarlo de una vez. Instalé lo básico en segundo semestre y me encantó conocer Linux. Desde ahí no lo pude dejar. Para aprender a trabajar con este sistema operativo uno tiene que leer mucho y cacharrearle al tema. Es interesante esa metodología de ir aprendiendo uno solo y con la comunidad.
Claro, habría podido ser cualquier otra cosa. Pero lo que me llamó la atención es que con Linux uno tiene la versatilidad de conocer qué está pasando por debajo con el sistema operativo y tener como el control. Es decir “yo quiero hacer esto” y es como si fuera plastilina, uno puede moldear las cosas como quiera, hacer exactamente lo que yo quiero. No es como Windows cuando sale un pantallazo azul y nadie sabe qué pasó. Con Linux uno sabe por qué se cae el sistema, aprende cómo solucionarlo. Siempre hay mayor control.
No me ha interesado irme por el lado del hardware. Tuve una ventaja, y me siento afortunado, y fue conocer todo el camino del software temprano en la carrera porque esto me dio tiempo de enfocarme y hacer un camino desde temprano, desde abajo. Muchas veces cuando las personas conocen Linux en las universidades ya van muy adelante y es apenas un brochazo, les parece interesante y siguen. Yo desde el principio tuve la oportunidad de sumergirme en el código abierto.
El premio que gané fue por un proyecto que implementamos el año pasado. Era, en pocas palabras un sistema de georreferenciación en el que muchos carros reportan sus coordenadas, como un Google Maps, pero sólo para una base de datos de la empresa con un volumen de tráfico muy alto. Esta compañía a su vez recolecta los datos de otras empresas en el país, como Ecopetrol y la Policía, que no sólo incluyen ubicación de sus vehículos, sino también el consumo de combustible. Es algo gigantesco.
Nuestro cliente, Data Traffic, tenía una plataforma con un tipo de procesadores muy común y sólo tenían un número determinado de servidores: si se caía uno, pues perdone, pero se iba todo el servicio. Los equipos ya no daban el ancho de la operación de la empresa. La solución que implementamos nosotros fue montar una plataforma de virtualización para correr sobre mejores equipos. Fue uno de los primeros proyectos en Latinoamérica de estas características. Pero esto implicaba escribir todo de nuevo para estos equipos. Es como pasar de una moto a un carro de carreras. Los cambios fueron de esa magnitud.
El software de código abierto (OSS) es algo bien interesante. Compartir el conocimiento nos permite evolucionar en todos los campos, no sólo se trata de ingeniería de sistemas. El modelo que propone el código abierto seguirá creciendo. Hacia allá apunta el futuro. Es algo que trae beneficios no sólo en el campo económico, sino para la sociedad en general.
En Latinoamérica el OSS Nos permite crecimiento en sociedad porque no hay necesidad de licenciamientos e incurrir en gastos muy grandes. Por ejemplo, en Brasil hay un proyecto llamado Telecentros. Son como una especie de cafés internet a los que la gente va, conoce y explora internet y cosas de tecnología. Todos son computadores con Linux, así que no hay que pagar por Windows ni Office. Se trata de ampliar el conocimiento. La ventaja evidente del código abierto es la posibilidad de mejorarlo con el tiempo gracias a la comunidad.
La comunidad ha ido creciendo bastante en Colombia y en Latinoamérica. Cada vez es más notorio que empresas pequeñas, medianas y grandes han ido adoptando Linux como el corazón de sus desarrollos. La gente sabe que es bueno, estable y tiene el soporte de la comunidad.
Colombia no ha aportado mucho en temas de desarrollo. Pero hacia allá vamos. Hay que retribuirle a la comunidad. En las universidades todavía están muy enfocadas en enseñar las herramientas del software propietario. Esto debería cambiar. Debería haber una mejor mezcla”.