Un desafío humano y de ingeniería
Estudiantes de la Universidad Javeriana obtuvieron el cuarto lugar en esta competencia, considerada una especie de mundial de robótica.
Santiago La Rotta
Lo primero que el equipo construyó fue la base del robot, la parte en donde van los motores y las llantas de esta pequeña máquina que, con más de mil líneas de código, está hecha para una cosa únicamente: encestar.
Esta es una sección particularmente delicada de la máquina, pues el movimiento lo es todo en una partida del VEX Worlds, una especie de mundial de robótica que, para este año, planteó como reto una suerte de baloncesto a punta de metal, electricidad y silicio. Los motores que alimentan el movimiento son una de las partes más propensas a recalentarse. Un motor que no funciona es un robot estático, o sea, el final de todo.
Y así sucedió en la semifinal del torneo, cuando el equipo del Semillero de Robótica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Javeriana enfrentó al rival que se interponía entre ellos y la final de un evento que agrupó más de 60 universidades del mundo. “Si hubiéramos tenido el spray de nitrógeno líquido habríamos podido enfriar el motor antes de enfrentar a los mexicanos. Pero no nos dejaron montar la lata al avión. La buscamos allá, en Kentucky, y no la encontramos. Yo creo que enfriando el motor hubiéramos ganado”, cuenta Néstor Eduardo Ribero, uno de los integrantes del equipo y estudiante de ingeniería electrónica.
Resulta fácil juzgar los hechos con las cartas ya jugadas, con el juego muerto. Pero antes de esto, los resultados: el equipo de la Javeriana quedó en el cuarto puesto a nivel mundial, el tercero en Latinoamérica, primero en Suramérica, y se ubicó como el grupo con la mejor defensa y el sexto en ataque. Los resultados, los mejores para una participación colombiana en el evento, parecen darle la razón a Ribero.
Más aún si se tiene en cuenta que esta es la segunda participación de miembros del Semillero en el evento. Este grupo nació después de la versión de 2015 de la competencia. Para ese entonces, el equipo (que contaba con menos integrantes que en la actualidad) logró llegar al puesto número 42 del VEX Worlds, en su categoría para universidades. La mejoría es notable y promisoria, incluso.
Para este año, el evento fue certificado por la organización de Récords Mundiales Guinness como la competencia más grande de robótica del planeta: participaron 1.075 equipos de 30 países en cinco programas, con estudiantes de primaria, bachillerato y universitarios.
Encestar podrá sonar como un asunto sencillo. No lo es, al menos para construir un robot que lo haga. Entre el primer prototipo y el diseño final, el equipo probó al menos tres grandes versiones, con varias más pequeñas en la mitad, en un proceso que les llevó 10 meses. Casi un año para construir y probar los mecanismos de captura y disparo de las bolas, el sistema de movimiento, programar los más de seis sensores que miden cosas como distancia y posición de la máquina y escribir el código para controlar el robot, entre otras cosas. Ahora, hay que construir dos de estos, uno más grande y complejo que el otro.
Las partidas duran un par de minutos y se dividen en dos modos: autónomo y controlado. El primero, de ahí su nombre, implica que la máquina debe identificar las bolas y encestar por su cuenta. Después viene el otro, que suele ser la parte más movida de cada enfrentamiento. En este punto no sólo cuenta la ingeniería, sino la estrategia, pues los robots pueden impactar a los contrarios para bloquearlos. No se trata de vandalizar las otras máquinas, pero, al igual que en el baloncesto, el contacto contra un rival inferior puede resultar altamente provechoso. O no.
En los cuartos de final, el equipo de la Universidad Xi’an Jiao Tong, en China, que se enfrentó al del Semillero, se dedicó a atacar la parte más baja, la base del movimiento, del robot más pequeño del grupo. El contacto fue implacable y, como resultado, los rivales fundieron su motor. Eso, además de los puntos acumulados, les permitió a los estudiantes colombianos pasar a la semifinal.
Pero eso mismo, el impacto permanente, debilitó la base de uno de los robots del equipo de la Javeriana y en la partida contra la Universidad Tecnológica de la Huasteca Hidalguense, de México, pasó lo que pasó: el motor se recalentó y hasta ahí llegó el campeonato. Los mexicanos quedaron en el segundo lugar de la división de diseño (en la que concursaban los colombianos también), que fue dominada por el Vaughn College of Aeronautics & Technology, de Nueva York. El equipo colombiano se hizo con un premio que resalta la creatividad en el diseño de una solución para los retos del torneo. Esto puntualmente se refiere al sistema de elevación del robot, el único en hacerlo diagonalmente en la competencia.
Lo primero que el equipo construyó fue la base del robot, la parte en donde van los motores y las llantas de esta pequeña máquina que, con más de mil líneas de código, está hecha para una cosa únicamente: encestar.
Esta es una sección particularmente delicada de la máquina, pues el movimiento lo es todo en una partida del VEX Worlds, una especie de mundial de robótica que, para este año, planteó como reto una suerte de baloncesto a punta de metal, electricidad y silicio. Los motores que alimentan el movimiento son una de las partes más propensas a recalentarse. Un motor que no funciona es un robot estático, o sea, el final de todo.
Y así sucedió en la semifinal del torneo, cuando el equipo del Semillero de Robótica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Javeriana enfrentó al rival que se interponía entre ellos y la final de un evento que agrupó más de 60 universidades del mundo. “Si hubiéramos tenido el spray de nitrógeno líquido habríamos podido enfriar el motor antes de enfrentar a los mexicanos. Pero no nos dejaron montar la lata al avión. La buscamos allá, en Kentucky, y no la encontramos. Yo creo que enfriando el motor hubiéramos ganado”, cuenta Néstor Eduardo Ribero, uno de los integrantes del equipo y estudiante de ingeniería electrónica.
Resulta fácil juzgar los hechos con las cartas ya jugadas, con el juego muerto. Pero antes de esto, los resultados: el equipo de la Javeriana quedó en el cuarto puesto a nivel mundial, el tercero en Latinoamérica, primero en Suramérica, y se ubicó como el grupo con la mejor defensa y el sexto en ataque. Los resultados, los mejores para una participación colombiana en el evento, parecen darle la razón a Ribero.
Más aún si se tiene en cuenta que esta es la segunda participación de miembros del Semillero en el evento. Este grupo nació después de la versión de 2015 de la competencia. Para ese entonces, el equipo (que contaba con menos integrantes que en la actualidad) logró llegar al puesto número 42 del VEX Worlds, en su categoría para universidades. La mejoría es notable y promisoria, incluso.
Para este año, el evento fue certificado por la organización de Récords Mundiales Guinness como la competencia más grande de robótica del planeta: participaron 1.075 equipos de 30 países en cinco programas, con estudiantes de primaria, bachillerato y universitarios.
Encestar podrá sonar como un asunto sencillo. No lo es, al menos para construir un robot que lo haga. Entre el primer prototipo y el diseño final, el equipo probó al menos tres grandes versiones, con varias más pequeñas en la mitad, en un proceso que les llevó 10 meses. Casi un año para construir y probar los mecanismos de captura y disparo de las bolas, el sistema de movimiento, programar los más de seis sensores que miden cosas como distancia y posición de la máquina y escribir el código para controlar el robot, entre otras cosas. Ahora, hay que construir dos de estos, uno más grande y complejo que el otro.
Las partidas duran un par de minutos y se dividen en dos modos: autónomo y controlado. El primero, de ahí su nombre, implica que la máquina debe identificar las bolas y encestar por su cuenta. Después viene el otro, que suele ser la parte más movida de cada enfrentamiento. En este punto no sólo cuenta la ingeniería, sino la estrategia, pues los robots pueden impactar a los contrarios para bloquearlos. No se trata de vandalizar las otras máquinas, pero, al igual que en el baloncesto, el contacto contra un rival inferior puede resultar altamente provechoso. O no.
En los cuartos de final, el equipo de la Universidad Xi’an Jiao Tong, en China, que se enfrentó al del Semillero, se dedicó a atacar la parte más baja, la base del movimiento, del robot más pequeño del grupo. El contacto fue implacable y, como resultado, los rivales fundieron su motor. Eso, además de los puntos acumulados, les permitió a los estudiantes colombianos pasar a la semifinal.
Pero eso mismo, el impacto permanente, debilitó la base de uno de los robots del equipo de la Javeriana y en la partida contra la Universidad Tecnológica de la Huasteca Hidalguense, de México, pasó lo que pasó: el motor se recalentó y hasta ahí llegó el campeonato. Los mexicanos quedaron en el segundo lugar de la división de diseño (en la que concursaban los colombianos también), que fue dominada por el Vaughn College of Aeronautics & Technology, de Nueva York. El equipo colombiano se hizo con un premio que resalta la creatividad en el diseño de una solución para los retos del torneo. Esto puntualmente se refiere al sistema de elevación del robot, el único en hacerlo diagonalmente en la competencia.