Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El aniversario de los ataques del 11 de septiembre es un buen tiempo para reflexionar en el mundo que hemos construido desde entonces. Para este punto es claro que muchas de las cosas que fueron implementadas justo después de los ataques, especialmente en áreas como la vigilancia masiva de los gobiernos, son profundamente problemáticas para la privacidad, la justicia y la democracia en cualquier parte del planeta.
“El 9/11 le dio a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) el impulso que necesitaba para cambiar a una estrategia de recolección de información doméstica que, por otro lado, igualaba la que ya tenía en marcha en el exterior. En ese momento nos dijeron, de forma abstracta, que entregar nuestra privacidad nos permitiría estar más seguros”, dicen Cindy Cohn y Matthew Guariglia, de la Electronic Frontier Foundation (EFF), una de las ONG de derechos digitales más grandes del mundo.
Lea también: Panorama: Así está el mundo 20 años después del atentado del 11 de septiembre
Pero el 11S no sólo involucró a gobiernos e instituciones estatales, sino también a cientos de empresas privadas. Desde los infames contratistas de vigilancia privada que hicieron millones en Irak y Afganistán, hasta las empresas del sector tecnológico.
Un informe que justo fue publicado esta semana para coincidir con los 20 años de los ataques contra las Torres Gemelas, detalla cómo las grandes empresas de tecnología se hicieron con millonarios contratos gubernamentales durante la llamada guerra contra el terror.
“Desde 2004 hasta hoy, las grandes empresas tecnológicas han experimentado un enorme aumento de la demanda federal de sus servicios, en particular del Pentágono y del Departamento de Seguridad Interior”, señala el reporte, publicado en conjunto por las organizaciones Action Center on Race and the Economy y los grupos de justicia social LittleSis y MPower Change
Cuatro de los cinco organismos que más gastan en contratos de grandes tecnologías son “fundamentales para la política exterior o se crearon como resultado directo de la guerra mundial contra el terrorismo”, señala el informe.
“Amazon y Microsoft han liderado la tendencia en los últimos años, con Amazon firmando casi cinco veces más y Microsoft firmando ocho veces más contratos federales y subcontratos en 2019 en comparación con 2015”, según el documento.
Para Cohn y Guariglia, de EFF, una de las principales consecuencias de la llamada guerra contra el terror en el ámbito tecnológico tiene que ver con la forma como se piensa y se ve la información, especialmente la de carácter privado.
Lea también: “No debemos tener miedo”: el discurso de Biden sobre los 20 años del 9/11
“La infraestructura de seguridad que fue forjada en la época después del 11 de septiembre sigue con nosotros. El efecto más claro de esto es que seguimos atados a la mentalidad que la vigilancia y recolección de la información privada puede asegurar a una nación. Sin embargo, después de todos estos años, no hay evidencia clara de que la seguridad llega a través de este camino. De lo que sí hay copiosa evidencia es de la metástasis del aparato de vigilancia. Lo que hoy sabemos es que todas estas herramientas han sido dirigidas para otros fines (distintas a la prevención del terrorismo) y han terminado siendo usadas en labores de policía política, entre otras”, dicen estos investigadores.
Esta especie de mantra ha guiado los despliegues de tecnología como reconocimient facial y captura de datos biométricos, que hoy se realiza en multitud de instancias (muchas de ellas privadas) bajo el entendido de que así se mejora la seguridad pública, pero sin ofrecer evidencia sobre qué efectos tienen estas herramientas en el bien público.
Aunque puede sonar anecdótico, la multiplicación de cámaras de vigilancia en todos los aspectos de la vida quizá le ha servido más a los noticieros del medio día que a la seguridad pública.
Por su parte, los autores del informe sobre las empresas de tecnología, llaman la atención sobre el llamado fenómeno de las puertas giratorias, que es bastante común en sectores como telecomunicaciones, en donde funcionarios de entidades reguladoras terminan trabajando para empresas que solían ser foco de esa regulación o viceversa.
Vea también: Atentado 11S: Las dos horas que cambiaron a Estados Unidos
Para este caso, los autores de este reporte se centraron en las puertas giratorias entre las grandes empresas tecnológicas y las agencias de seguridad estadounidenses, en las que antiguos altos funcionarios del gobierno estadounidense pasaron a desempeñar funciones importantes en las empresas tecnológicas. El informe citó como ejemplo al exfuncionario del Departamento de Estado Jared Cohen, ahora en Google, así como a Steve Pandelides, de Amazon, antes del FBI, y a Joseph D. Rozek, de Microsoft, que ayudó a fundar el Departamento de Seguridad Interior.
Pero como nada suele ser blanco o negro, en la zona gris de estos 20 años también ha habido una explosión de tecnologías y herramientas para brindar mejor ciberseguridad para los ciudadanos. Cohn y Guariglia lo exponen de esta forma: “También hemos visto que, con la presión pública, gobiernos como el de Estados Unidos, han recortado o desmantelado algunas de las iniciativas que fueron implementadas justo después de los ataques. La mejor noticia, sin embargo, es el crecimiento del ecosistema de seguridad y cifrado que le ha permitido a la gente del común tener mejores y más seguras herramientas para comunicarse y defenderse de la vigilancia masiva de los gobiernos o las corporaciones”.