Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Cuando comenzó el Tour de Francia, en Bélgica, Egan Bernal fue el favorito de algunos. Pero con el paso de las etapas, de sus demostraciones de fortaleza en la montaña y de sus palabras medidas para no decir mucho, tampoco muy poco, los adeptos aumentaron y por montones. Al punto de que en las salas de prensa su apellido se escuchó con entonación española, inglesa, y alemana, todas diferentes para hacer referencia a un mismo hombre.
Se hablaba de él y de su cordura en los instantes críticos, de su potencia para arrancar para arriba cuando otros apenas pueden mantener el ritmo, pero sobre todo, de su juventud. (Egan Bernal: "Mierda, creo que gané mi primer Tour de Francia")
Gino Bartali ganó su primer Tour con 24 años y 13 días, cuando su país ya se desbocaba por el fanatismo nacionalista y por un fascismo que veía en las gestas deportivas una manera más de demostrar el poderío italiano. Su compatriota, Fausto Coppi, lo haría con 30 años, 10 antes de que la malaria contraída en Burkina Faso acabara con su vida.
Jacques Anquetil, el francés estratega que no triunfaba en las pruebas, sino que las resolvía, pues pensaba en variables, tiempos, distancias, fortalezas de los rivales y se conformaba con sacar ventaja en la contrarreloj para defenderse a muerte después (los aficionados lo silbaban porque no era entretenido verlo en acción), se impuso por primera vez en el velódromo de madera dentro del Parque de los Príncipes cuando tenía 23 años y 193 días.
El belga Eddy Merckx se inauguró en 1969, luego de ser suspendido por dopaje en el Giro de Italia, a los 24 años y 33 días. Bernard Hinault lo hizo con 24 años y 251 días y el español Miguel Induraín con 27 años y 11 días.
(Cuando Egan Bernal dejó el ciclismo por el periodismo)
En otras palabras, Egan ha tenido un mejor comienzo que todos los históricos de la carrera más importante del mundo, pues hoy será en París, con 22 años y 95 días, el ciclista más joven en vestirse de amarillo con el Arco del Triunfo a sus espaldas en la era moderna, es decir, tras la Segunda Guerra Mundial.
“Nunca había visto a un ciclista tan completo. Egan Bernal es regular en el plano y demoledor en la montaña. Es único y eso hace que un gran campeón quede en la retina”, dice Gianni Mura, uno de los periodistas más experimentados de Europa y quien apenas se está acostumbrando al computador, pues hace un año tuvo que dejar su máquina de escribir en casa porque no había nadie dispuesto a tomarle los dictados diarios en la redacción del periódico italiano La Repubblica.
(En video: Egan Bernal, a una etapa de convertirse en campeón del Tour de Francia)
Bernal asombra por su prudencia y su fantasía. También con su manera de atacar, en solitario, como les gusta ir a los campeones, como en teoría deberían ir. Y genera empatía por su sinceridad y sus lágrimas, y por frases como “tengo ganas de llorar” apenas asumió el liderato el viernes pasado en una jornada en la que la naturaleza no permitió el final preparado. Por estos días, que se habla tanto de Egan, existe el debate sobre su lugar de nacimiento, algo que no trasciende más allá de una anécdota, de su mamá con la fuente reventada viajando a Bogotá para que la atendieran en el antiguo Hospital San Pedro Claver. Sí, Egan abrió por primera vez los ojos en la capital, pero se hizo en Zipaquirá.
Y así como Efraín Forero, el primer campeón de la Vuelta a Colombia (1951), Bernal se ha ganado el derecho de que a él también lo llamen “indomable”. Y así como El Zipa fue recibido por una multitud en el barrio Muzú de Bogotá para ver al primer campeón de todos, Egan será ovacionado por cientos, incluso miles, en una de las avenidas más importantes de Europa, en los Campos Elíseos, donde el placer de ser el mejor de los mejores suele ser, por lo que han dicho otros vencedores del Tour, indescriptible.
El último domingo de cada edición del Tour de Francia tiene más cosas que el simple paseo triunfal por las calles de París. Desde el desayuno en el hotel de concentración hay actividades que bien podrían ser tomadas con el rigor del protocolo. En el desayuno, el ganador, en este caso Egan, da un pequeño discurso para el resto de sus compañeros y, a manera de arenga, da las gracias a toda la organización del Ineos. Después, antes del inicio de la etapa (128 kilómetros) los campeones de la diferentes modalidades deben atender entrevistas en la firma de planilla, dar el saludo a los aficionados que lleguen hasta Rambouillet y atender otro diálogo en el punto de salida.
Ya con la bandera abajo, las felicitaciones de los amigos, de los compatriotas en competencia (Rigoberto Urán, Nairo Quintana y Sergio Luis Henao), y las cámaras haciendo primeros planos en busca de gestos, sonrisas, de intentar leer las palabras.
Así como ocurrió con Chris Froome durante cuatro años y Geraint Thomas en 2018, una copa saldrá del carro de Dave Brailsford y habrá champán, seguramente un Moet & Chandon, el mismo que bebió la caravana en su paso por Épernay, la cuna del líquido espumoso en Francia. Y el lote irá a un ritmo ligero antes de entrar a las calles parisinas y todo será lento para deleitar a las gentes agolpadas en las avenidas de la Ciudad Luz, y el Ineos tendrá rodeado a Egan, tan humano, tan cordial con los demás.
Luego, sin importar quién sea el ganador del último embalaje de esta edición, el equipo británico se formará en línea, con el colombiano en el centro, y así cruzará la meta, todos entrelazados, con las piernas llevando el equilibrio.
Pero ahí no termina todo. Cada escuadra, dependiendo el orden en el que finalizó la clasificación por equipos, dará otra vuelta por el circuito parisino y dirá adiós. Y será el turno de la subida al podio, primero por la clasificación de los jóvenes, esa que aseguró ya hace más de una semana y después por el maillot amarillo, ese por el que el ciclismo colombiano trabajó desde 1975, cuando Cochise Rodríguez se convirtió en el primer escarabajo en la Grande Bouclé.
Y la imagen de postal, la de guardar en la mente, porque por primera vez los colombianos estaremos relatando el itinerario de uno de los nuestros. Ya vendrá la cena del campeón con unos pocos invitados, la reunión con la familia y los amigos, y el dormir hasta tarde al otro día y el levantarse siendo el campeón del Tour de Francia. Lo que el niño maravilla y Colombia siempre han soñado.