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Poco se habla de Enric Mas en este Tour de Francia 2019. Quizá se le tiene olvidado, algo que al parecer no le molesta. Quizá sea porque Julian Alaphilippe lo eclipsa y porque las cámaras y las luces buscan al francés. De hecho, en el bus del Deceuninck Quick Step, la gente se agolpa para tomarle fotos al líder de la carrera y ese alboroto lo aprovecha el español, menudito y de rostro huesudo, para salir por un lado con su bicicleta e ir a la firma de planilla.
¿Cómo se le reconoce si a lo lejos los ciclistas lucen iguales por la indumentaria? Pues sus dientes grandes, de un blanco perla, lo delatan. También por la nariz afilada. Enric es la esperanza de los españoles en la carrera luego de la caída de Mikel Landa, uno más para los belgas que se remiten a decir que está donde está porque se la pasa a rueda.
(El hombre que cuida las piernas de Nairo en el Tour de Francia)
“Pues estoy contento porque es mi primer Tour y voy dentro del top 10. Sí, es cierto, Julian me hace la vida más fácil y gracias a él nadie me mira. Que la gente esté pendiente del primero, que se sorprenda cuando los demás mostremos algo”, reflexiona el corredor de 24 años, segundo en la última edición de la Vuelta a España, por detrás de Simon Yates y por delante de Miguel Ángel López. Si usted mira a Mas da la sensación de que está por debajo de su peso, la corporalidad se reduce a lo necesario y los músculos sobresalen. No le cuesta subir unos cuantos kilos en el invierno, tampoco bajarlos en pleno verano. “Trato de estar finito, de pesarme todos los días”, apunta un pedalista que es más risas que respuestas.
Mas es defensor de las sensaciones en carrera y crítico de quienes miran el potenciómetro y dejan los impulsos para seguir los vatios. Acepta sin problemas que desde muy pequeño lo compararon con Alberto Contador y que un día pidió que lo grabaran para salir de la duda. Cuando vio el pedaleo similar se impresionó por la semejanza, pero no se asustó. “Curiosidades y ya. Él a mi edad había ganado mucho y yo voy a mi ritmo”. Pues a su ritmo y con su consistencia ha demostrado que es un escalador ligero y que no le teme, como otros que suben bien, a la contrarreloj. “Me siento cómodo y creo que el viernes, en la crono individual, les puedo sacar tiempo a rivales importantes. Sin embargo, el ciclista ha evolucionado tanto que la mayoría se defiende en cualquier terreno”.
(Dave Brailsford, el caballero del ciclismo mundial)
Se dice que podría llegar al Movistar la próxima temporada, tras la inminente salida de Nairo Quintana a finales de 2019, que sería la apuesta para el nuevo proyecto que está creando Eusebio Unzué, uno que tenga como máximo líder a un español, con deportistas anglosajones a cambio de los latinoamericanos que se le están yendo. “No sé nada”, responde con un gesto de picardía, muestra de que sí sabe, pero que no lo quiere contar, porque desde muy niño se acostumbró a la economía de las palabras.
Los franceses todavía no le prestan atención; puede que se la gane ahora que llegan los Pirineos, ascensos en los que Alaphilippe sufre, y mucho. Aunque con ese espíritu de aventura del hoy líder nunca se sabe. “No sé si está para ganar el Tour, pero me ha ayudado bastante y cuando toque lo haré por él”.
Enric Mas no es conformista, sí muy reflexivo. No tiene intenciones de ser gregario y sus aspiraciones son las de cualquiera: tener un equipo que lo lleve y le dé la Libertad de hacer las cosas a su manera. “Vengo a aprender, pero no me la quiero pasar toda la vida en esas”, afirma con su voz mesurada y baja. Levanta una ceja cuando se le insinúa si en la alta montaña reventará el lote con un ataque muy de los suyos. Ese gesto infiere la astucia de que lo hará, no se sabe cuándo, si en el Tourmalet u hoy, cuando el pelotón suba dos premios de primera categoría (el d’Ancizan da bonificación).
Por el momento, Mas no está en la lista de favoritos, solo de los españoles que lo conocen y que saben de las condiciones que tiene, y sus ambiciones, y de lo lúcido que puede ser a pesar de su edad. No en vano, Unzué lo mira de cerca, le coquetea y le propone un gran proyecto a un ciclista del que pocos hablan.
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