Barcelona: tras las huellas de Gaudí

Este arquitecto catalán ha logrado atraer a más de ocho millones de personas al año a esta ciudad española con sus obras inspiradas en la naturaleza. Parque Güell, la Sagrada Familia y las Casas de La Pedrera y Batlló, su gran legado.

Redacción Especiales
02 de febrero de 2017 - 08:57 p. m.
Originalmente el Parque Guell era un proyecto residencial, pero a mitad de camino se decidió convertirlo en un espacio para el disfrute de la ciudad.
Originalmente el Parque Guell era un proyecto residencial, pero a mitad de camino se decidió convertirlo en un espacio para el disfrute de la ciudad.
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Dicen que fue arquitecto, pero sus manos eran de artista. Advierten que no fue un buen estudiante, pero que asistía por gusto a clases de filosofía, estética e historia. Aseguran que iba un paso más adelante que su generación, pero siempre estuvo inspirado en el origen, en la naturaleza. Todo eso afirman del hombre que hizo de Barcelona un museo a cielo abierto y que hoy ha logrado que más de ocho millones de personas visiten esta ciudad cada año: Antoni Gaudí.

La arquitectura en Barcelona está llena de contrastes y por eso es tan llamativa. Los peculiares y originales diseños de Gaudí son opuestos al concurrido barrio Gótico o al paseo de Las Ramblas, y a pesar de esto, confluyen todos en un mismo espacio. Su convivencia es armónica. En cada esquina está la huella de Gaudí. Por eso no es descabellado asegurar que la ciudad no sería tan atractiva sin las creaciones de este modernista, que en su momento fue tan criticado por los arquitectos de renombre. Si visita las obras de este catalán, ya conocerá más de la mitad de Barcelona.

La Sagrada Familia, su obra máxima, es tal vez la razón por la cual se asoman tantos turistas a esta costa del mar Mediterráneo. Y no es para menos. Esta iglesia rompe con todos los esquemas. La estructura hace alusión a un bosque, en donde viven las figuras más importantes de la religión católica. Al interior, por ejemplo, sus columnas tienen la forma de árboles. No hay rincón al que no llegue la luz gracias a sus enormes vitrales de colores, que simulan el papel de las flores en el paisaje.

El templo es como un libro. Su infraestructura es una narración de la historia de la vida de Jesús desde su nacimiento hasta su asunción. Su fachada principal expone el regocijo de los fieles, los apóstoles y la naturaleza por la llegada del Mesías. La alegría sobresale en los gestos de sus protagonistas y el escenario decorado con animales. Cuando se sale al otro lado de la iglesia, en la fachada de la Pasión, esas caras cambian y la tristeza es evidente: crucificaron a Cristo.

Son 13 escenas y más de 100 esculturas, que siguen un orden ascendente en forma de ese y que exponen cronológicamente los hechos del calvario de Jesús. Gaudí era tan preciso y obsesionado con la semejanza entre nuestro entorno y la arquitectura, que sobre la fachada de la Pasión se refleja todos los días el ocaso del sol.

La Sagrada Familia aún no está terminada, a pesar de que se empezó a construir en 1882. Se espera que los trabajos culminen en 2026 y no hay que preocuparse por la intervención de otros arquitectos, pues se está edificando lo que falta a partir de unos planos que dejó Gaudí, quien era consciente de que su proyecto quedaría en manos de las siguientes generaciones.

Muy cerca de este punto están las casas Milá, La Pedrera y Batlló, otros íconos arquitectónicos. La primera fue construida en 1906 y declarada Patrimonio por la Unesco en 1984. Este edificio parece una cantera a cielo abierto y fue tan significativo su impacto en esa época que hubo quienes se unieron para poder demolerla. Sin embargo, Gaudí obtuvo el apoyo para evitarlo y hoy es un espacio no sólo residencial sino recreativo, en el que se realizan eventos artísticos y sobresale un museo sobre la vida de este genio y una recreación de un apartamento de la familia burguesa española de entonces.

Battló fue construida por la misma época, pero en esta casa Gaudí explora mejor su imaginación y juega de una manera extraordinaria con el color y la luz. Su fachada es ondulada y además de piedra utiliza otros materiales como vidrios de colores que la vuelven todavía más llamativa. Hay dos elementos que se destacan: la parte superior del edificio tiene forma de lomo de un animal con grandes escamas tornasoladas y las barandas de los balcones de máscaras.

El último lugar que queremos destacar en este recorrido es el Parque Güell, un espacio que nació como un proyecto de urbanización para familias adineradas, pero que por falta de compradores Gaudí y su dueño, Eusebi Güell, tuvieron que parar y solo se construyeron dos casas.

Tras su fracaso, se convirtió en un jardín privado que Güell cedía para actividades, y luego, cuando murió, en un parque público. Al entrar lo primero que se ve son un par de viviendas al mejor destilo de Hansel y Gretel.  La de la izquierda era para la conserjería, y la de la derecha la residencia del portero, de ahí su nombre de Casa del Guarda. Las dos están construidas con la tradicional bóveda tabicada a la catalana y recubiertas de mosaico de cerámica.

Luego siguen las famosas escalinatas del dragón donde están el escudo de Cataluña y más arriba el dragón con recubrimiento de mosaico, que se ha convertido en la imagen más popular del parque.

Éstas conducen hasta la Sala Hipóstila, donde se iba a ubicar el mercado de la urbanización. Allí residen 86 grandes columnas que sostienen un techo ondulado, que también funciona como el piso de la Plaza de la Naturaleza, en la segunda planta de la construcción, desde la cual se contempla una extraordinaria panorámica de la ciudad. 

Finalmente sobresale el Pórtico de la Lavandera, que tiene la forma de una gran ola sobre unas columnas inclinadas y es considerado uno de los mejores ejemplos de la arquitectura orgánica que defendía Gaudí y que lo posicionaron como uno de los más creativos y mejores arquitectos del mundo.


 

Por Redacción Especiales

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