Bikealone, un español que recorre el mundo en bicicleta
Ha viajado por tres continentes: Europa, África y ahora América. Tiene un pasaporte lleno de sellos y una cabeza llena de sueños. Desiertos, montañas, mares, ríos y cascadas se pueden observar en su cuenta de Instagram.
Isadora Salcedo, especial para El Espectador
José Javier Ayllón no pasa inadvertido. Sus 1,90 cm de estatura, en un país como Colombia, donde la altura promedio de un hombre adulto es de 1,72 cm, hace que todos levanten su vista hacia él cuando camina. No es de aquí, su acento español lo confirma.
Nació en Madrid, pero creció en Pedro Muñoz, un municipio español ubicado en la provincia de Ciudad Real, que integra la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha; por ello, se considera manchego. Un día, fiel a las enseñanzas de El Quijote, icono literario de esa comunidad, decidió seguir sus sueños e ideales, aunque lo tildaran de “loco”.
En el 2016, empezó a preparar su viaje por el mundo en bicicleta. “Ahorré durante tres años, al principio de forma normal y luego ya de forma ‘psicótica’ ”, recuerda. Así, su sueño se había convertido en una meta. Decidió que el 2 de febrero de 2019 arrancaría la aventura, que hasta hoy suma 27 países, aproximadamente mil 400 horas y 20 mil kilómetros pedaleados.
“Para mí, la bicicleta es la perfección de un viaje, pues su ritmo me permite tener contacto con la gente y disfrutar los paisajes; además, era la forma más barata para recorrer el mundo, podía ir por sitios que en coche no y hacer deporte todos los días, una de mis pasiones”, comenta.
Asombro, admiración, compasión y entusiasmo son algunos de los sentimientos que se pueden percibir en las expresiones de los rostros de quienes ven pasar por su lado a este ‘loco’ viajero en bicicleta. Empatía y generosidad despierta en muchas personas, quienes le brindan su apoyo y le dan ánimo y energía para continuar el camino.
Ahora viaja más liviano. Inició con 70 kg de equipaje y hoy sólo lleva 50; confiesa que iba demasiado cargado. “Todas esas cosas representaban mis miedos, eran por si acaso y nada ocurrió”. Ya no planifica tanto los asuntos logísticos del viaje, pero para él es inevitable mirar los mapas de rutas que hacen brillar sus ojos, lo embelesan y lo ilusionan con la siguiente aventura.
Estaba en África cuando la pandemia de COVID-19 lo obligó a hacer una pausa y volver a casa. Allí pudo deleitar otra vez su paladar con esos sabores de su tierra que tanta falta le hacían: “Las croquetas de mi mamá, la tortilla de papa, la paella, el gazpacho, el tiramisú, los guisos de mi madre y mi abuela y la comida que me preparaba yo cuando tenía todo lo que quería para cocinar”.
Después de la cuarentena obligatoria, recorrió el camino de Santiago (España), porque le apetecía un viaje más social, y luego se llevó la bicicleta a las Islas Canarias, donde estuvo dos meses y medio antes de venir a Colombia.
(Puede interesarle: Colombia, el destino ideal para el turismo en bicicleta)
El 21 de enero aterrizó en Medellín. Desde entonces, su bicicleta y sus pies han dejado huellas por todo el sur de Antioquia, Caldas, Zipaquirá, el sur de Cundinamarca, Villa de Leyva, El Cocuy, Sogamoso, Paipa, San Gil, Barichara, Bucaramanga, Barrancabermeja, El Banco y Santa Marta. “Lo que más me ha gustado de Colombia son sus montañas. Los desayunos no tanto. Me encantó Barichara porque no sólo es tan bonito como Villa de Leyva, sino que tiene una atmósfera tranquila. Me sentí muy cómodo allí”, comenta.
Es disciplinado, perseverante, organizado, curioso y apasionado por aprender, conocer y vivir cosas nuevas. Tiene 36 años, pero parece que hubiera vivido más. No por su apariencia, sino por su experiencia. Escucharlo es un deleite y un bálsamo para el alma. En las siguientes líneas plasmo su voz porque mis palabras se quedan cortas ante la grandeza de las suyas.
Para ti, ¿qué significa viajar?
Viajar para mí es coger la vida de una persona y llevarla al siguiente nivel. Supongamos que en la vida tienes una serie de estímulos que se mueven en un rango entre +10 y -10, que va de lo más a lo menos emocionante, pasando por cero que es el punto neutro. En tu vida normal vives entre -2 y +2, ya viajar es ir de -4 a +4 y hacerlo en bicicleta es llevarlo del -7 a +7. Entonces, ese margen que se amplía tanto para lo bueno como para lo malo, es el objetivo que yo persigo: darle a mi vida un salto de emoción, de estímulos, de perfección, de autoconocimiento. Conocer otras personas, otras culturas, otros lugares. Ver lo bonito, lo peligroso, lo duro y lo difícil que es el mundo; ver todo eso y vivir esa experiencia en un rango lo más amplio posible, tanto para un lado como para el otro.
¿Qué has encontrado en común en todos los países que has visitado?
Básicamente, que todas las personas en sus momentos más primarios tenemos las mismas preocupaciones y anhelos: ser felices, tener dinero, vivir bien, que nos quieran, estar en compañía, sentirnos aceptados, que nuestros seres queridos no sufran; nos traspasan a todos.
¿En qué país has vivido la mejor experiencia?
Mauritania. Fue mi primer país auténtico de África. Lo que yo viví fue aventura absoluta y plena: desierto, viento, camellos, estrellas, acampadas espectaculares, ciudades africanas; lo tiene todo. Además, es extremadamente seguro, no sé si habrá otro más seguro en el mundo; me cuesta pensar que alguien robe algo allí. Fue una experiencia tan brutal, tan bonita, que siempre lo voy a recomendar, siempre lo llevo conmigo. De hecho, en mi cuenta tengo dos historias destacadas de Mauritania que yo recomiendo a todos que las miren porque ahí puse todo lo que viví y es estupendo; yo también lo miro habitualmente porque es impresionante ese país.
¿Cuál ha sido la mejor ruta?
Como ruta y belleza, las Islas Canarias fue impresionante. Suiza, precioso también. Boyacá, en Colombia, espectacular.
¿Cuál ha sido la ruta más dura?
El norte de Guinea Conakry. Está entre el desierto del Sahara y el África Ecuatorial. Es entre desierto, trópico, una zona árida y tiene unas condiciones de vida muy difíciles, muy pobres, mucho calor y hay tantas enfermedades que puedes coger. La carretera es mala, la comida también, es extremadamente difícil.
¿Cuál país quieres visitar y por qué?
Argentina. Por los Andes, la cordillera y porque tengo muy buenos amigos allí que quiero visitar.
¿Cuál ha sido el sitio más extraño, loco o raro donde has acampado?
El sitio que más me impactó fue Mauritania. Yo crucé el país en una época muy difícil, de mucho viento, mucho polvo y tormentas de arena. Entonces, durante todo el día ibas con el viento en los oídos, incluso con los tapones puestos porque era imposible; sin embargo, en la noche, cuando el viento se apagaba, era un silencio impresionante que te constreñía, como que se te venía encima, todo plano, todo arena, solitario, y cuando sales de la carpa, está el cielo a reventar de estrellas. No se te olvida nunca.
¿Cuál ha sido el problema más difícil con el que has tenido que lidiar?
Sin duda, el problema más duro para mí es mi cabeza, mis sentimientos, mis inseguridades, mis miedos, mis heridas del pasado.
(Puede leer también: La bicicleta es el medio de transporte más saludable)
Según tus planes, ¿qué te quedaría pendiente por conocer de nuestro país?
Quiero conocer todo el país. Por mencionarte, el Eje Cafetero, Chocó, el río Meta, la Costa, el Urabá antioqueño, el Huila, el Nevado del Tolima, Manizales, Pereira, bajar hasta Nariño, el desierto de la Tatacoa.
Si tuvieras la oportunidad de volver a nacer, ¿en cuál de los lugares que has conocido te gustaría?
En Italia estaría bien. Italia para mí es un país muy bonito, allí hice mi primer viaje así en solitario.
¿Cómo te ves en la vejez?
En la vejez me gustaría verme como me gustaría verme ahora, o el año que viene, o dentro de 10, 20 o 50 años, que es haciendo lo que sienta que quiero hacer. Lo único que deseo cuando yo sea viejo es seguir teniendo la fuerza de voluntad y la decisión para seguir el camino que sienta que tengo que seguir. No me podría perdonar quedarme haciendo algo o en un lugar o con una persona si no quiero estar, sólo por miedo al cambio.
¿Quién era José Javier antes de este viaje y quién es ahora?
Dos años antes del viaje empezó un poco el cambio. Antes era una persona insegura, materialista, poco enfocada en lo que realmente quería, una persona que necesitaba estar acompañada, que no conocía nada de sí misma, ni de otras personas, ni del mundo, ni del ser humano, ni de la naturaleza, ni de su planeta. Hoy, al conocer gente de muchos sitios, diferentes culturas, formas y condiciones de vida, entiendo o intento entender a cada persona con la que me cruzo, pues comprendo que su forma de ser tiene mucho que ver con lo que ha sido su vida hasta ese momento, lo que ha sido la historia del lugar donde vive y lo que le ha ocurrido a las personas que la rodean; intento no juzgar a nadie. Ahora soy más tranquilo, seguro, decidido, valiente, fuerte, conozco mis límites y sé gestionar mis miedos.
Una palabra por cada país visitado. ¿España?
Mía.
¿Andorra?
Breve.
¿Francia?
Comienzo.
¿Bélgica?
Lluvia.
¿Países Bajos?
Ámsterdam.
¿Luxemburgo?
Caro.
¿Alemania?
Frialdad.
¿Suiza?
Montaña.
¿Italia?
Hermano.
¿Malta?
Eva.
¿Túnez?
Islam.
¿Argelia?
Cerrado.
¿Marruecos?
Hospitalidad.
¿Mauritania?
Aventura.
¿Senegal?
Parásitos.
¿Gambia?
Descanso.
¿Guinea- Bisáu?
Pobreza.
¿Guinea-Conakry?
Dureza extrema.
¿Sierra Leona?
Tristeza.
¿Liberia?
Corazón roto.
¿Costa de Marfil?
Escape.
¿Colombia?
Belleza.
¿Un libro?
Mi libro de cabecera es Conversaciones con Dios.
¿Un poema?
Me gusta mucho “Y la muerte no tendrá señorío”, de Dylan Thomas.
¿Un ritmo o género musical?
Las bandas sonoras de las películas.
¿Una canción?
“The Silence”, de Manchester Orchestra.
¿Un olor?
A tierra mojada.
¿Un sabor?
La fruta ácida.
¿Una comida?
La paella.
¿Una bebida?
El jugo de naranja natural.
¿Un plan?
Me encanta salir a cenar ceviche o sushi en un restaurante caro.
¿Un viajero que admires?
Al súper mega mítico Salva Rodríguez, un chico español que estuvo 10 años viajando en bicicleta él solo y sin volver a España. Es un crack.
¿Un momento?
Lo que siento cuando estoy viendo un atardecer bonito y estoy solo, incomparable.
¿Una persona?
Facundo Cabral, un poeta argentino.
¿Cuál es el mejor paisaje que han visto tus ojos?
El desierto de Mauritania y los Himalayas en Nepal.
¿Montaña, mar o río?
Montaña.
¿Frío o calor?
Frío.
¿Atardeceres o amaneceres?
Atardeceres.
¿Qué te pone el freno?
Nada.
¿A qué le pones freno?
A la gente que quiere reflejar sus miedos en mi vida, que me advierten sobre miedos totalmente irracionales que tienen ellos en sus vidas y los reflejan en mí; y también, de forma radical, al racismo, a la xenofobia y a la intolerancia.
El viento no siempre va a su favor. La soledad, el cansancio y el miedo a veces se le arriman, pero él pedalea más fuerte; sabe que las circunstancias son dinámicas, así que, con la certeza de que estas van a cambiar y con la satisfacción que le produce el camino, la gente y los paisajes, no hay tormenta de arena ni de agua que lo detenga.
José Javier Ayllón no pasa inadvertido. Sus 1,90 cm de estatura, en un país como Colombia, donde la altura promedio de un hombre adulto es de 1,72 cm, hace que todos levanten su vista hacia él cuando camina. No es de aquí, su acento español lo confirma.
Nació en Madrid, pero creció en Pedro Muñoz, un municipio español ubicado en la provincia de Ciudad Real, que integra la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha; por ello, se considera manchego. Un día, fiel a las enseñanzas de El Quijote, icono literario de esa comunidad, decidió seguir sus sueños e ideales, aunque lo tildaran de “loco”.
En el 2016, empezó a preparar su viaje por el mundo en bicicleta. “Ahorré durante tres años, al principio de forma normal y luego ya de forma ‘psicótica’ ”, recuerda. Así, su sueño se había convertido en una meta. Decidió que el 2 de febrero de 2019 arrancaría la aventura, que hasta hoy suma 27 países, aproximadamente mil 400 horas y 20 mil kilómetros pedaleados.
“Para mí, la bicicleta es la perfección de un viaje, pues su ritmo me permite tener contacto con la gente y disfrutar los paisajes; además, era la forma más barata para recorrer el mundo, podía ir por sitios que en coche no y hacer deporte todos los días, una de mis pasiones”, comenta.
Asombro, admiración, compasión y entusiasmo son algunos de los sentimientos que se pueden percibir en las expresiones de los rostros de quienes ven pasar por su lado a este ‘loco’ viajero en bicicleta. Empatía y generosidad despierta en muchas personas, quienes le brindan su apoyo y le dan ánimo y energía para continuar el camino.
Ahora viaja más liviano. Inició con 70 kg de equipaje y hoy sólo lleva 50; confiesa que iba demasiado cargado. “Todas esas cosas representaban mis miedos, eran por si acaso y nada ocurrió”. Ya no planifica tanto los asuntos logísticos del viaje, pero para él es inevitable mirar los mapas de rutas que hacen brillar sus ojos, lo embelesan y lo ilusionan con la siguiente aventura.
Estaba en África cuando la pandemia de COVID-19 lo obligó a hacer una pausa y volver a casa. Allí pudo deleitar otra vez su paladar con esos sabores de su tierra que tanta falta le hacían: “Las croquetas de mi mamá, la tortilla de papa, la paella, el gazpacho, el tiramisú, los guisos de mi madre y mi abuela y la comida que me preparaba yo cuando tenía todo lo que quería para cocinar”.
Después de la cuarentena obligatoria, recorrió el camino de Santiago (España), porque le apetecía un viaje más social, y luego se llevó la bicicleta a las Islas Canarias, donde estuvo dos meses y medio antes de venir a Colombia.
(Puede interesarle: Colombia, el destino ideal para el turismo en bicicleta)
El 21 de enero aterrizó en Medellín. Desde entonces, su bicicleta y sus pies han dejado huellas por todo el sur de Antioquia, Caldas, Zipaquirá, el sur de Cundinamarca, Villa de Leyva, El Cocuy, Sogamoso, Paipa, San Gil, Barichara, Bucaramanga, Barrancabermeja, El Banco y Santa Marta. “Lo que más me ha gustado de Colombia son sus montañas. Los desayunos no tanto. Me encantó Barichara porque no sólo es tan bonito como Villa de Leyva, sino que tiene una atmósfera tranquila. Me sentí muy cómodo allí”, comenta.
Es disciplinado, perseverante, organizado, curioso y apasionado por aprender, conocer y vivir cosas nuevas. Tiene 36 años, pero parece que hubiera vivido más. No por su apariencia, sino por su experiencia. Escucharlo es un deleite y un bálsamo para el alma. En las siguientes líneas plasmo su voz porque mis palabras se quedan cortas ante la grandeza de las suyas.
Para ti, ¿qué significa viajar?
Viajar para mí es coger la vida de una persona y llevarla al siguiente nivel. Supongamos que en la vida tienes una serie de estímulos que se mueven en un rango entre +10 y -10, que va de lo más a lo menos emocionante, pasando por cero que es el punto neutro. En tu vida normal vives entre -2 y +2, ya viajar es ir de -4 a +4 y hacerlo en bicicleta es llevarlo del -7 a +7. Entonces, ese margen que se amplía tanto para lo bueno como para lo malo, es el objetivo que yo persigo: darle a mi vida un salto de emoción, de estímulos, de perfección, de autoconocimiento. Conocer otras personas, otras culturas, otros lugares. Ver lo bonito, lo peligroso, lo duro y lo difícil que es el mundo; ver todo eso y vivir esa experiencia en un rango lo más amplio posible, tanto para un lado como para el otro.
¿Qué has encontrado en común en todos los países que has visitado?
Básicamente, que todas las personas en sus momentos más primarios tenemos las mismas preocupaciones y anhelos: ser felices, tener dinero, vivir bien, que nos quieran, estar en compañía, sentirnos aceptados, que nuestros seres queridos no sufran; nos traspasan a todos.
¿En qué país has vivido la mejor experiencia?
Mauritania. Fue mi primer país auténtico de África. Lo que yo viví fue aventura absoluta y plena: desierto, viento, camellos, estrellas, acampadas espectaculares, ciudades africanas; lo tiene todo. Además, es extremadamente seguro, no sé si habrá otro más seguro en el mundo; me cuesta pensar que alguien robe algo allí. Fue una experiencia tan brutal, tan bonita, que siempre lo voy a recomendar, siempre lo llevo conmigo. De hecho, en mi cuenta tengo dos historias destacadas de Mauritania que yo recomiendo a todos que las miren porque ahí puse todo lo que viví y es estupendo; yo también lo miro habitualmente porque es impresionante ese país.
¿Cuál ha sido la mejor ruta?
Como ruta y belleza, las Islas Canarias fue impresionante. Suiza, precioso también. Boyacá, en Colombia, espectacular.
¿Cuál ha sido la ruta más dura?
El norte de Guinea Conakry. Está entre el desierto del Sahara y el África Ecuatorial. Es entre desierto, trópico, una zona árida y tiene unas condiciones de vida muy difíciles, muy pobres, mucho calor y hay tantas enfermedades que puedes coger. La carretera es mala, la comida también, es extremadamente difícil.
¿Cuál país quieres visitar y por qué?
Argentina. Por los Andes, la cordillera y porque tengo muy buenos amigos allí que quiero visitar.
¿Cuál ha sido el sitio más extraño, loco o raro donde has acampado?
El sitio que más me impactó fue Mauritania. Yo crucé el país en una época muy difícil, de mucho viento, mucho polvo y tormentas de arena. Entonces, durante todo el día ibas con el viento en los oídos, incluso con los tapones puestos porque era imposible; sin embargo, en la noche, cuando el viento se apagaba, era un silencio impresionante que te constreñía, como que se te venía encima, todo plano, todo arena, solitario, y cuando sales de la carpa, está el cielo a reventar de estrellas. No se te olvida nunca.
¿Cuál ha sido el problema más difícil con el que has tenido que lidiar?
Sin duda, el problema más duro para mí es mi cabeza, mis sentimientos, mis inseguridades, mis miedos, mis heridas del pasado.
(Puede leer también: La bicicleta es el medio de transporte más saludable)
Según tus planes, ¿qué te quedaría pendiente por conocer de nuestro país?
Quiero conocer todo el país. Por mencionarte, el Eje Cafetero, Chocó, el río Meta, la Costa, el Urabá antioqueño, el Huila, el Nevado del Tolima, Manizales, Pereira, bajar hasta Nariño, el desierto de la Tatacoa.
Si tuvieras la oportunidad de volver a nacer, ¿en cuál de los lugares que has conocido te gustaría?
En Italia estaría bien. Italia para mí es un país muy bonito, allí hice mi primer viaje así en solitario.
¿Cómo te ves en la vejez?
En la vejez me gustaría verme como me gustaría verme ahora, o el año que viene, o dentro de 10, 20 o 50 años, que es haciendo lo que sienta que quiero hacer. Lo único que deseo cuando yo sea viejo es seguir teniendo la fuerza de voluntad y la decisión para seguir el camino que sienta que tengo que seguir. No me podría perdonar quedarme haciendo algo o en un lugar o con una persona si no quiero estar, sólo por miedo al cambio.
¿Quién era José Javier antes de este viaje y quién es ahora?
Dos años antes del viaje empezó un poco el cambio. Antes era una persona insegura, materialista, poco enfocada en lo que realmente quería, una persona que necesitaba estar acompañada, que no conocía nada de sí misma, ni de otras personas, ni del mundo, ni del ser humano, ni de la naturaleza, ni de su planeta. Hoy, al conocer gente de muchos sitios, diferentes culturas, formas y condiciones de vida, entiendo o intento entender a cada persona con la que me cruzo, pues comprendo que su forma de ser tiene mucho que ver con lo que ha sido su vida hasta ese momento, lo que ha sido la historia del lugar donde vive y lo que le ha ocurrido a las personas que la rodean; intento no juzgar a nadie. Ahora soy más tranquilo, seguro, decidido, valiente, fuerte, conozco mis límites y sé gestionar mis miedos.
Una palabra por cada país visitado. ¿España?
Mía.
¿Andorra?
Breve.
¿Francia?
Comienzo.
¿Bélgica?
Lluvia.
¿Países Bajos?
Ámsterdam.
¿Luxemburgo?
Caro.
¿Alemania?
Frialdad.
¿Suiza?
Montaña.
¿Italia?
Hermano.
¿Malta?
Eva.
¿Túnez?
Islam.
¿Argelia?
Cerrado.
¿Marruecos?
Hospitalidad.
¿Mauritania?
Aventura.
¿Senegal?
Parásitos.
¿Gambia?
Descanso.
¿Guinea- Bisáu?
Pobreza.
¿Guinea-Conakry?
Dureza extrema.
¿Sierra Leona?
Tristeza.
¿Liberia?
Corazón roto.
¿Costa de Marfil?
Escape.
¿Colombia?
Belleza.
¿Un libro?
Mi libro de cabecera es Conversaciones con Dios.
¿Un poema?
Me gusta mucho “Y la muerte no tendrá señorío”, de Dylan Thomas.
¿Un ritmo o género musical?
Las bandas sonoras de las películas.
¿Una canción?
“The Silence”, de Manchester Orchestra.
¿Un olor?
A tierra mojada.
¿Un sabor?
La fruta ácida.
¿Una comida?
La paella.
¿Una bebida?
El jugo de naranja natural.
¿Un plan?
Me encanta salir a cenar ceviche o sushi en un restaurante caro.
¿Un viajero que admires?
Al súper mega mítico Salva Rodríguez, un chico español que estuvo 10 años viajando en bicicleta él solo y sin volver a España. Es un crack.
¿Un momento?
Lo que siento cuando estoy viendo un atardecer bonito y estoy solo, incomparable.
¿Una persona?
Facundo Cabral, un poeta argentino.
¿Cuál es el mejor paisaje que han visto tus ojos?
El desierto de Mauritania y los Himalayas en Nepal.
¿Montaña, mar o río?
Montaña.
¿Frío o calor?
Frío.
¿Atardeceres o amaneceres?
Atardeceres.
¿Qué te pone el freno?
Nada.
¿A qué le pones freno?
A la gente que quiere reflejar sus miedos en mi vida, que me advierten sobre miedos totalmente irracionales que tienen ellos en sus vidas y los reflejan en mí; y también, de forma radical, al racismo, a la xenofobia y a la intolerancia.
El viento no siempre va a su favor. La soledad, el cansancio y el miedo a veces se le arriman, pero él pedalea más fuerte; sabe que las circunstancias son dinámicas, así que, con la certeza de que estas van a cambiar y con la satisfacción que le produce el camino, la gente y los paisajes, no hay tormenta de arena ni de agua que lo detenga.