Buceo en Santa Marta: otra ciudad bajo el mar
Sus cualidades geográficas y diversas de vida marina han hecho de la ciudad un espacio atractivo e ideal para el buceo.
Andrés Montes Alba
Bucear es vivir el fin del afán. Bajo el agua no hay tiempos, no hay frenesí y la mirada se pierde descubriendo colores, texturas y los maravillosos seres vivos que hay bajo el mar.
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Hay que decirlo las veces que sean necesarias: Colombia es el segundo país más biodiverso del mundo. Y ese dato, tan solo ese, en turismo significa oportunidades de desarrollo, empleo y vidas dignas que respetan los entornos y que son capaces de descubrirse diariamente.
Desde los tiempos de Leonardo da Vinci, el ser humano ha sentido y explorado la necesidad de entender y observar lo más profundo del océano. Y solo desde el siglo XVII empezaron a crearse los primeros equipos de buzos. Desde entonces, diferentes entusiastas, fanáticos de la adrenalina y la naturaleza se han dado sus mañas para hacer de esta práctica algo seguro, viable y único. Una experiencia que en las aguas de los mares colombianos se puede vivir y sentir de una forma diferente.
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Estos tiempos pandémicos han modificado comportamientos. Bioseguridad, protocolos, distanciamiento, ventilación y sanidad. Todos son términos que hoy marcan el deber ser de las cosas. Por eso, el buceo es quizás una de las actividades turísticas más seguras de hacer y de las más placenteras.
Colombia, con sus dos extensas costas sobre el Pacífico y el Atlántico, tiene un sinfín de clubes de buceo. Nada más sumando los que hay en Taganga, Santa Marta y Rodadero, son más de 30 clubes, con un promedio de tres a cinco instructores, en los que se puede bucear de forma recreativa y también existen los que certifican a quienes quieren adentrarse y recibir una certificación profesional como buzo.
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“La facilidad al acceso que hay en los mares de Santa Marta da la posibilidad de encontrar diversos puntos, cada uno muy cerca del otro. Por ejemplo, en Panamá, en la isla de Coiba, es un lugar mágico para bucear. Allí se pueden ver ballenas y tortugas, pero queda casi a dos horas del puerto. En cambio de la bahía de Santa Marta todo queda a cinco minutos en lancha, y si es para el Tayrona no superan los 15 minutos de trayecto”, dice Álex Cacante, fundador e instructor de Dive Pro Buceo, uno de los varios clubes que ofrecen planes que oscilan entre los $280.000 y $400.000 para la inmersión recreativa, que consta de dos experiencias de una hora, la primera más de técnica y respiración, y la segunda ya más enfocada en descender y disfrutar de la vista de peces, plantas y corales. Si se le agarra rápido la técnica de respirar por la boca a través del regulador, una boquilla que conecta al tanque de aire comprimido, se logra descender más de 12 metros.
Ya para quienes buscan una certificación, el valor está por encima de los $900.000 y consta de algunas horas teóricas y más de tres días de inmersiones.
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Como todo, hay muchas cosas que radican en la experiencia. Uno de los diferenciales de Cacante es que es ingeniero ambiental y MSc en ciencias marinas, un conocimiento que aprovecha para explicar a quienes bucean las cualidades de la vida marina en Santa Marta.
“No todos los lugares donde hay mar existen los corales, pero acá sí. Y es gracias a la Sierra Nevada. Por esa protección de la Sierra es que los corales pueden crecer y prosperar. Adicionalmente, aquí hay esponjas y corales del tamaño de una persona, porque las escorrentías, que son las aguas que vienen de la montaña, esas corrientes traen nutrientes de los que se alimentan estos corales”, explica Cacante, quien ya suma más de 10 años de experiencia y de estudios marinos.
Otro atractivo que ha hecho de Santa Marta un lugar ideal para el buceo es el costo. En la relación dólar frente al peso colombiano, hacer horas de práctica o pagar cursos certificados en la Confederación Mundial de Actividades Subacuáticas ha hecho atractivo el país para el turismo extranjero que, por supuesto, ha perdido flujo de visitantes ante tantas restricciones de movilidad en materia de transporte aéreo. Es por eso que hoy en la ciudad y en sus playas se ofrecen paquetes de buceo a precios más bajos de los habituales, para así capturar la atención del turista nacional.
Que sea a mar abierto, que cada persona use su propio regulador y que, obviamente, no hay ningún riesgo de contagio bajo el agua, hacen de la práctica del buceo un entorno seguro y un espacio ideal para hacer y apoyar al turismo de naturaleza.
Además de los atractivos ya mencionados de Santa Marta, Colombia alberga algunos de los sitios de buceo más asombrosos del mundo, incluida la tercera barrera de arrecifes de coral más grande a nivel global. Por ejemplo, según Procolombia, otros sitios del país para disfrutar del buceo están en Chocó, que cuenta con una estrecha franja que alberga el 10 % de la biodiversidad mundial, mientras que en la isla de Malpelo se puede bucear junto a tiburones martillo y sedosos, así como la ballena jorobada.
Si el mar siempre ha sido un sinónimo de tranquilidad, hacer buceo es sentir la posibilidad de vivir sin afán.
Bucear es vivir el fin del afán. Bajo el agua no hay tiempos, no hay frenesí y la mirada se pierde descubriendo colores, texturas y los maravillosos seres vivos que hay bajo el mar.
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Desde los tiempos de Leonardo da Vinci, el ser humano ha sentido y explorado la necesidad de entender y observar lo más profundo del océano. Y solo desde el siglo XVII empezaron a crearse los primeros equipos de buzos. Desde entonces, diferentes entusiastas, fanáticos de la adrenalina y la naturaleza se han dado sus mañas para hacer de esta práctica algo seguro, viable y único. Una experiencia que en las aguas de los mares colombianos se puede vivir y sentir de una forma diferente.
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Colombia, con sus dos extensas costas sobre el Pacífico y el Atlántico, tiene un sinfín de clubes de buceo. Nada más sumando los que hay en Taganga, Santa Marta y Rodadero, son más de 30 clubes, con un promedio de tres a cinco instructores, en los que se puede bucear de forma recreativa y también existen los que certifican a quienes quieren adentrarse y recibir una certificación profesional como buzo.
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Ya para quienes buscan una certificación, el valor está por encima de los $900.000 y consta de algunas horas teóricas y más de tres días de inmersiones.
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“No todos los lugares donde hay mar existen los corales, pero acá sí. Y es gracias a la Sierra Nevada. Por esa protección de la Sierra es que los corales pueden crecer y prosperar. Adicionalmente, aquí hay esponjas y corales del tamaño de una persona, porque las escorrentías, que son las aguas que vienen de la montaña, esas corrientes traen nutrientes de los que se alimentan estos corales”, explica Cacante, quien ya suma más de 10 años de experiencia y de estudios marinos.
Otro atractivo que ha hecho de Santa Marta un lugar ideal para el buceo es el costo. En la relación dólar frente al peso colombiano, hacer horas de práctica o pagar cursos certificados en la Confederación Mundial de Actividades Subacuáticas ha hecho atractivo el país para el turismo extranjero que, por supuesto, ha perdido flujo de visitantes ante tantas restricciones de movilidad en materia de transporte aéreo. Es por eso que hoy en la ciudad y en sus playas se ofrecen paquetes de buceo a precios más bajos de los habituales, para así capturar la atención del turista nacional.
Que sea a mar abierto, que cada persona use su propio regulador y que, obviamente, no hay ningún riesgo de contagio bajo el agua, hacen de la práctica del buceo un entorno seguro y un espacio ideal para hacer y apoyar al turismo de naturaleza.
Además de los atractivos ya mencionados de Santa Marta, Colombia alberga algunos de los sitios de buceo más asombrosos del mundo, incluida la tercera barrera de arrecifes de coral más grande a nivel global. Por ejemplo, según Procolombia, otros sitios del país para disfrutar del buceo están en Chocó, que cuenta con una estrecha franja que alberga el 10 % de la biodiversidad mundial, mientras que en la isla de Malpelo se puede bucear junto a tiburones martillo y sedosos, así como la ballena jorobada.
Si el mar siempre ha sido un sinónimo de tranquilidad, hacer buceo es sentir la posibilidad de vivir sin afán.