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Un paraíso en medio de la selva y el océano Pacífico

El ecolodge El Almejal en Bahía Solano, Chocó, es el único hotel de Colombia en ganar tres premios nacionales. El Espectador viajó hasta allí para conocer los secretos que esconde este lugar.

Daniel Montoya Ardila
03 de julio de 2024 - 05:34 p. m.
César Isaza, gerente del “ecolodge” El Almejal, en el corregimiento de El Valle, en Bahía Solano, Chocó.
César Isaza, gerente del “ecolodge” El Almejal, en el corregimiento de El Valle, en Bahía Solano, Chocó.
Foto: Daniel Montoya Ardila
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Al hablar de la costa en Colombia todos se remiten al mismo lugar y al mismo imaginario: las paradisiacas playas del Caribe, a la orilla del océano Atlántico. Sin embargo, aunque todos lo hayan aprendido en el colegio, a veces se pierde de vista que el país tiene dos salidas al mar, el único de Suramérica con esta característica. El Pacífico colombiano es otro paraíso, más escondido que el otro, que ofrece una de las experiencias mejor valoradas por los extranjeros. “El turismo nace como una motivación de los europeos de tomar el sol y las vacaciones a la orilla del mar; para ellos son muy importantes. Por eso, nuestros visitantes son 50 % extranjeros y 50 % nacionales, amantes a la naturaleza que conectan con los valores de la conservación y la sostenibilidad”, dice César Isaza, gerente del ecolodge El Almejal.

Para llegar a este alejado, pero turístico lugar desde la capital del país es necesario tomar dos aviones: uno hasta el Aeropuerto Olaya Herrera en Medellín —donde Carlos Gardel dio su última exhalación de vida— y otro hasta el Aeropuerto José Celestino Mutis de Bahía Solano. Desde el cielo, las nubes abren paso al océano Pacífico que se pinta de azul y se confunde con la impenetrable selva que complementa el paisaje. Ya en el departamento de Chocó, que hace parte de uno de los 36 hotspots de biodiversidad en el mundo —puntos del planeta que apenas ocupan el 1,4 % de superficie, pero albergan el 60 % de la biodiversidad—, donde llueve 300 días al año, siendo agosto, septiembre y octubre los meses con más precipitaciones. Hay que viajar por vía terrestre durante unos 50 minutos para llegar al corregimiento de El Valle.

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Allí, a la orilla de la playa de El Almejal, se erige el ecohotel del mismo nombre que desde 1982 atiende a sus visitantes con el río Valle y la selva húmeda tropical entre sus mayores atractivos. “A pesar de estar frente al mar, este no es nuestro mayor atractivo; es la naturaleza”, sostiene César. Sin embargo, no solo humanos llegan a estas tranquilas y cálidas aguas del Pacífico colombiano. Del 15 de junio al 20 de octubre, la ballena jorobada, que recorre más de 8.000 kilómetros cada año desde la Antártida —en la migración animal más larga del mundo—, viaja a Colombia para engendrar y parir a sus ballenatos. Además, es el lugar predilecto del 21 al octubre al 26 de diciembre para la tortuga golfina, la más pequeña de las marinas, para dejar sus huevos en la playa y esperar que les toque una vida más fácil o, por lo menos, más larga.

“El proyecto de avistamiento de ballenas en Colombia nació en 1991 y el primer hotel en hacerlo fue El Almejal”, manifiesta el gerente. Es tan grande la conexión de este sitio con las ballenas que, en 2003, la soprano colombo-suiza Martha Senn y el doctor Jorge Reynolds —responsable del primer marcapasos artificial externo del mundo— emitieron el primer y único concierto en vivo a dúo entre el canto humano y el canto de las ballenas. Esta alabanza a la vida fue grabada con ayuda de un hidrófono en las aguas de El Valle y toda la operación se dirigió desde El Almejal. Fue inmortalizado en el álbum musical Pacificando. Además de estas dos actividades es posible visitar el Parque Nacional Natural Utría, que desde 1987 recibe a visitantes extranjeros y colombianos para conocer algo de las especies endémicas de esta zona del país. Además, hace una labor de conservación y conciencia de que este mundo es tan nuestro como de los animales que lo habitaron antes que los humanos.

Alrededor de esta consigna se erigen los pilares del ecoturismo que el hotel cuida como su activo más preciado. El primero es la interpretación de la naturaleza, entender el entorno, respetarlo y aprovecharlo responsablemente. El segundo es la sostenibilidad, desde hace 25 años los huéspedes de El Almejal no pueden comprar botellas de plástico y la materia orgánica es aprovechada al 100 % para reducir los desechos que puedan terminar en el océano. El tercero es la conservación como el patrimonio que traiga prosperidad a la población local. Por ejemplo, la recolección de huevos de tortuga para llevarlos a un tortugario y luego de nacidos liberarlos en la costa es una actividad turística. Y cuarto: la participación de la comunidad, que permite que los que alguna vez fueron empleados del hotel hoy sean empresarios. “Nosotros somos un hotel, pero no vendemos noches, vendemos experiencias y estas son operadas por empresarios locales que se capacitan para dirigir su propia compañía” afirma.

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Ríos y Paisajes, Antony Venturas, Natu Ventura Pacífica y Tundó Tours son las operadoras del avistamiento de ballenas, liberación de tortugas, tour de ranas venenosas, tour nocturno de reptiles, paseo por el río Valle y otras actividades ofrecidas por el hotel, además del hospedaje y la alimentación. En este último punto no es un secreto que el Pacífico colombiano es una zona bendecida por su multiplicidad de sabores marinos, pero nunca dejará de sorprender cómo las manos prodigiosas de las cocineras locales hacen posibles semejantes manjares de dioses, al alcance de unos simples mortales. Pargo rojo, atún albacora, sopa de queso costeño y demás platillos componen la carta que pueden disfrutar por igual extranjeros y nacionales.

“El Almejal quiere dejar una semilla en sus huéspedes. Enseñarles que la naturaleza es frágil y sofisticada, y que sin ella no podríamos tener aire, agua ni alimento; para que sean más conscientes de su huella ecológica al volver de un viaje como este”. Una travesía llena de aves, mariposas y mamíferos que permiten reconectar con la naturaleza. Abra la puerta a descubrir sensaciones, sabores y aromas que a lo mejor lo sorprendan gratamente. El Almejal es una perla escondida en el Pacífico colombiano en medio de una Colombia distinta a la que se está acostumbrado, que es mucho más que una playa, una selva y un nido de vida tan grande como la creación del mundo.

*Invitación de ProColombia.

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Daniel Montoya Ardila

Por Daniel Montoya Ardila

Periodista de la Universidad Externado de Colombia apasionado por los deportes, especialmente el fútbol. Tiene diplomado en táctica y estrategia en fútbol.@27DanielMontoyadmontoya@elespectador.com

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