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Hasta antes del inicio de la pandemia de COVID-19 el turismo en Colombia lucía como uno de los sectores con mayor potencial para el desarrollo del país: un crecimiento sostenido desde la primera década del 2000, sumado al Acuerdo de Paz firmado en 2016 (aplaudido por la comunidad internacional), perfilaron a Colombia como uno de los destinos emergentes más atractivos a nivel internacional.
Sin embargo, la pandemia se tomó el mundo en 2020 y el turismo sufrió su mayor descalabro tras siete décadas de expansión continua. En efecto: para 2020 las actividades turísticas se redujeron aproximadamente en 90 % según la Organización Mundial del Turismo, y Colombia no fue la excepción.
Como si fuera poco, en 2021 Colombia entra en un estallido social protagonizado por un paro nacional con protestas multitudinarias — y sin perspectivas claras de finalización— con amplias posibilidades de convertirse en la mayor movilización social en la historia reciente del país. Así las cosas, ¿qué podemos esperar del turismo del Colombia en el futuro próximo?
En primer lugar, la crisis de salubridad derivada de la pandemia está vinculada con la crisis ecológica y, por lo tanto, refleja la complicada relación actual entre la sociedad y la naturaleza. Dicha relación, fundada en la sobreexplotación de los recursos naturales es cada día menos sostenible (no tenemos un planeta de repuesto) y desde la década de 1970, cada año demandamos más insumos de los que el planeta puede producir. El sobregiro ecológico acumulado por la especie humana es terrorífico.
Al respecto, el indicador de la huella ecológica de la humanidad es iluminador. Por lo tanto, a menos que surjan una o varias soluciones tecnológicas contundentes, vamos por una senda que nos llevaría hacía una crisis energética nunca vista, en un contexto de calentamiento climático y pérdida masiva de biodiversidad. Es decir que esta puede ser la primera pandemia del siglo XXI pero probablemente no será la última. En este contexto, frenar el crecimiento económico depredador tendría que suceder, bien sea de manera planificada o en la forma de un colapso trágico.
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¿Qué nos dice esto sobre el turismo del futuro cercano? A pesar de lo oscuro de este panorama, las crisis son oportunidades. Suponiendo que del decrecimiento económico no podemos escapar, entonces, propongo algunos interrogantes que podrían brindar un segundo aire al desarrollo del turismo, estimulando nuevos campos de acción e investigación: ¿Cuáles prácticas turísticas se deben mantener igual? ¿Cuáles deben decrecer e, incluso, erradicarse? ¿Cómo hacerlo? ¿Para qué hacerlo?
Antes de una respuesta mínima, es apropiado considerar, en segundo lugar, la otra crisis que enfrenta el turismo en Colombia: un estallido social a lo largo y ancho del país que incluye protestas pacíficas en contra de la corrupción, demandas por el cumplimiento del Acuerdo de Paz, denuncias sobre la ausencia de oportunidades (laborales y educativas) y la inequidad creciente, entre otras muchas causas; plantones, bloqueos, enfrentamientos con la fuerza pública, violaciones a los derechos humanos, contra-protestas que reclaman un regreso a la “normalidad” pre paro nacional, en contra del vandalismo y la criminalidad que, a su vez, aprovechan el momento de caos y de fractura del contrato social para intensificar su actividad delictiva.
Entonces ¿cómo el turismo puede sobrevivir y, por qué no, aportar a solucionar esta complicada situación?
Es complicado dar respuestas contundentes y, por lo tanto, es mejor reflexionar a partir de preguntas: ¿Será el momento adecuado para priorizar las dimensiones social y ambiental del desarrollo turístico, sobre la búsqueda de ganancias económicas? ¿Es posible tener ganancias económicas menores pero valorar en mayor medida los logros sociales y ambientales? ¿Podría el turismo centrarse en mitigar la pobreza y reducir las injusticias e inequidades sociales y territoriales? ¿Sería un momento clave para invertir e impulsar el desarrollo de proyectos turísticos alternativos como el turismo comunitario o el turismo social, cultural y de naturaleza? ¿Podemos elevar la importancia del turismo local y regional ante una disminución critica turismo internacional?
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Sin duda las cosas no volverán a ser iguales para el mundo ni para Colombia. Sin embargo, en nuestra capacidad de adaptación, flexibilidad y toma de conciencia ecológica y social, se encuentran varias de las oportunidades para que el desarrollo del turismo responda y aporte a los retos que enfrentamos de cara al siglo XXI.
*Docente investigador de la facultad de Administración de Empresas Turísticas y Hoteleras de la Universidad Externado de Colombia.