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Escapada a Stuttgart: recorrido por una tierra de encanto ubicada al sur de Alemania

Joyas arquitectónicas, vida nocturna, atractivos históricos y mucho más. Recomendaciones de viaje.

Camilo Bernal*
06 de octubre de 2024 - 03:00 p. m.
La Schlossplatz, principal punto de encuentro, limita al occidente con la peatonal Königstrasse y el edifico Königsbau de vistosas columnas, donde hay cafés para sentarse y ver la vida trascurrir.
La Schlossplatz, principal punto de encuentro, limita al occidente con la peatonal Königstrasse y el edifico Königsbau de vistosas columnas, donde hay cafés para sentarse y ver la vida trascurrir.
Foto: Camilo Bernal

Me dirijo desde Flughafen Stuttgart, el aeropuerto de la ciudad, en U- Bahn con destino al centro. Transito en medio de una zona boscosa que deja entrever los rayos de sol, que dibujan sombras cambiantes en el interior del vagón donde voy. En un costado descampado de la vía, dos caballos galopan libres la pradera por unos instantes frente a mis ojos, mientras sigo la escena hasta que los pierdo de vista. Arribo sobre una colina, desde donde aprecio una ciudad misteriosa, entre bosques y montañas.

En situación

Habitada por cerca de seiscientas mil personas, situada en un valle rodeado de cerros y bañada por el río Neckar, Stuttgart es la capital de Baden-Württemberg, uno de los estados más ricos y prósperos de Alemania. Siempre quise conocerla porque me encanta su nombre y por el estrecho vínculo que tiene con los caballos. Su nombre proviene de la abreviación Stutten Garden (Jardín de Yeguas), ya que en principio, fue una zona destinada para la cría de estos animales.

Una vez en la urbe, estoy en su plaza principal; la Schlossplatz. Este espacio ubicado en el corazón de la ciudad, es su principal punto de encuentro y sitio de partida ideal para empezar mi recorrido. Rodeado de edificaciones como el Neues Schloss (Castillo Nuevo) y el Altes Schloss (Castillo Antiguo), donde duques y reyes solían vivir, aquí suceden diferentes eventos como conciertos al aire libre, festivales gastronómicos y mercadillos durante todo el año.

La plaza es atravesada por la Königstrasse, una larga calle peatonal que recorre el centro y que llega hasta Stuttgart Hauptbahnhof, la Estación Central de Trenes de la ciudad. Sobre esta vía y sus alrededores se encuentran numerosas de tiendas de ropa, galerías, negocios y restaurantes, convirtiéndola en una de las zonas más populares para ir de compras, comer y sentir el pulso de la ciudad.

Los colores de Stuttgart

A primera vista me atrae el color en sus calles. Desde el naranja de sus modernos autobuses ecológicos, hasta los avisos neón de sus edificios. Observo con detenimiento las combinaciones de colores y el diseño gráfico utilizado en sus carteles comerciales y siento que son, a diferencia de otros lugares, particularmente vistosos.

Pero si se trata de otorgarle un color a la ciudad, Stuttgart es verde. Rodeada de suaves colinas y bosques, en su territorio la naturaleza y lo urbano coexisten amigablemente. Más de la mitad está cubierta de parques y lagos; además, está rodeada por extensos viñedos que la hacen una región muy atractiva y privilegiada. También aquí se encuentra la Selva Negra; un extenso y espeso bosque que inspiró mundos de fantasía y misterio donde los hermanos Grimm, ambientaron historias como Blancanieves, Caperucita Roja, Hänsel y Gretel y la Bella Durmiente, entre otros famosos cuentos infantiles.

Percibiendo la ciudad

Camino la Königstrasse, la extensa calle peatonal de ida y vuelta detallando su actividad comercial. Entro a una tienda Müller, una importante cadena alemana con gran variedad de artículos y productos, buscando un suvenir para mi papá.

En las estanterías de la sección de juguetería, cientos de figuritas en miniatura, especiales para coleccionistas, cuidadosamente pintadas a mano de todos los animales imaginables, entre ellos, caballitos de todas las razas posibles. Un recuerdo muy típico fabricado por Schleich, la marca local de gran tradición, visible en innumerables jugueterías alrededor del mundo.

Pienso en un caballo, pues le da el nombre a la ciudad y está en su escudo y bandera, así como en el símbolo de Porsche. Son tan bonitos y hay tantos que se me dificulta escoger. Al final, me decido por uno negro con una mancha blanca en su frente. Lo miro desde todos los ángulos y como todo lo hecho en Alemania es de una perfección única. Tal como esta ciudad; tan pequeña y tan inmensamente hermosa. Lo compro y lo guardo en mi bolsillo para que me acompañe, como amuleto, durante mi estadía.

Punto de vista

Salgo del lugar y unas cuadras más adelante subo por unas empinadas escaleras hasta Panoramastrasse; una calle cercana, donde aprecio todo el centro y los bosques que cubren las colinas cercanas donde reside la gente más adinerada de la ciudad.

Desde allí observo la Stuttgarter Fernsehturm, la torre de telecomunicaciones que con 214 metros se eleva en medio de las montañas circundantes sobre la pequeña pero sofisticada urbe. A pesar de su tamaño es uno de los centros urbanos más industrializados del país, donde nacieron exclusivas marcas como Mercedes Benz y Porsche, y se encuentran sus respectivas fábricas e imponentes museos. Primerísimo primer mundo por donde se le mire y contrario a lo que la gran mayoría de gente pudiera pensar, el primer mundo, por lo menos en Alemania está bastante lejos del lujo extravagante y las apariencias. Aquí la sobriedad y autenticidad reinan. Sencillez, simplicidad y respeto son símbolos de distinción.

Espacio para el descanso

Me hospedo en Alexanderstrasse 30, un lugar acogedor y familiar como pocos. A diferencia de las grandes cadenas de hostales europeas ubicadas en enormes edificios, de extensos pasillos y un sinnúmero de habitaciones repletas de viajeros, donde no se puede cocinar, en Alex 30 preparo mis alimentos a diario y hay nevera donde guardarlos. El hostal queda ubicado en una antigua casona, de pocas habitaciones y pisos de madera. En sus paredes algunos carteles recuerdan hacer silencio después de las veintidós horas para el descanso de sus huéspedes. Sin duda, una excelente opción para alojarme y sentirme como en casa.

Si bien la ciudad es un paraíso para los amantes del motor, no vine para visitar el museo de historia del automóvil de Mercedes Benz o el de Porsche. Vine a ver y recorrer sus calles en busca de aquellos rasgos que no son evidentes.

El latido del lugar

Los beats retumban a lo lejos, me aproximo al Altes Schloss (Castillo Antiguo), ubicado en un costado de la Schlossplatz. A medida que avanzo, el sonido repetitivo y contundente de la música electrónica se escucha cada vez más fuerte. Al doblar la esquina encuentro el epicentro sonoro. Un grupo de trabajadores, hombres y mujeres de overoles naranja y gorras negras, desmontan una feria acompañados de un bafle donde suena techno para estimular su jornada. Me detengo por unos momentos para observar la escena: concentrados en su labor desmantelan poco a poco el escenario, realizando su trabajo de forma repetitiva y constante, una y otra vez al compás de este género musical. Aquí el sonido armónico y orgánico de esta música no se escucha por moda, es simplemente la banda sonora que marca el ritmo y el estilo de vida de todo lo que aquí sucede.

Vistosamente atractiva

Desde el centro de la ciudad todo está muy cerca y el trasporte público; metro, tranvía y autobús llega a toda la región. Sin embargo elijo caminar.

Stuttgart es una ciudad para apreciar su arquitectura. No hay edificios altos y ofrece una interesante mezcla entre modernidad y tradición. Me detengo en el Kunstmuseum (museo de Arte), un enorme cubo de cristal que, sobre la peatonal Königstrasse, forma un fascinante contraste con edificios históricos alrededor de la Schlossplatz. En su interior, observo la obra “All systems fail” (Todos los sistemas fallan) de la artista británica Sarah Morris, quien, a través de pinturas abstractas, dibujos e instalaciones cinematográficas, hace una crítica del pesimismo generalizado sobre la cultura y el progreso, la digitalización de las interacciones humanas y el fracaso de las estructuras políticas y sociales en la actualidad.

Stuttgart 21, la estación de la discordia

Observo de lejos, en uno de los extremos de la peatonal Königstrasse, la estrella de Mercedes Benz que gira lentamente sobre la parte más alta de la torre de 56 metros de Stuttgart HBF, la Estación Central de Trenes de Stuttgart.

Frente al emblemático edifico, lonas recubren toda el área circundante que se encuentra en obra, debido al proyecto Stuttgart 21, el plan de renovación urbana más importante de Europa. Un inmenso megaproyecto que pretende modernizar la red de alta velocidad y la operación de trenes haciéndola más eficiente. A primera vista, una obra de infraestructura e ingeniería moderna sin precedentes.

Entro por uno de sus accesos que, a través de un túnel peatonal, conduce a las plataformas. En su interior vallas publicitarias explican en detalle lo que parece la maqueta de un mundo de ciencia ficción.

Conciencia y movilización

Sin embargo el megaproyecto, tuvo desde sus inicios, una masiva resistencia ciudadana por considerar la obra un proyecto innecesario. Marchas, protestas y cuestionamientos debido a fallas de planificación que dispararon los costos frente a otras prioridades, así como el impacto ambiental que generó al eliminar numerosos árboles centenarios que habitaban el lugar.

En sus túneles de acceso algunos ventanales dejan ver un área extensa que fue bosque y hogar de ardillas, conejos y pájaros, y que ahora es un espacio de campamentos; lleno de grúas de construcción y todo tipo de maquinaria. La obra según cálculos oficiales estará lista en 2027, luego de varios años de retraso.

Joyas arquitectónicas

Iluminadas de azul neón, las ventanas de la Stadtbibliothek, la biblioteca pública de Stuttgart, son una mirada al futuro. Un espacio alucinante en forma de cubo, cuyo interior es de un blanco impecable. Aquí me siento en una película cinematográfica de ambiente futurista; su sistema de devolución de libros es realizado por dispositivos electrónicos que ubican cada ejemplar en su lugar. Una maravilla arquitectónica al servicio de la cultura.

Y es que esta zona del Milaneo, el centro comercial más popular de la ciudad, donde está la biblioteca es muy interesante por las edificaciones que se ven. Es el caso del edificio ZUp donde se encuentra ubicada la sede de la prestigiosa revista Readers Digest. Curvas suaves y trazos retro tipo años 70 caracterizan esta obra en forma de Z. Materiales especiales derivados del plástico permiten crear formas y efectos fascinantes en este edificio. Pasar la mano por su superficie es un verdadero placer para los sentidos.

Vida nocturna

Cae la noche y me antojo de un Riesling, el vino blanco de carácter cítrico, principal producto de la región. A tres cuadras de donde me hospedo hay un Lidl, mi supermercado favorito. A donde vaya busco uno, porque es donde mejores precios consigo. Además de vino llevo jamón de cerdo, queso y baguete, cuatro productos que no suman más de nueve euros. Delante mío una señora alemana, rubia, de lentes y con un inmenso mercado, se da cuenta que llevo pocas cosas. Sonríe y amablemente me cede el paso a la caja. Su gesto de cortesía y buena onda son un excelente preámbulo para iniciar mi recorrido.

Transito las calles de Theodor – Heuss strasse, Wilhelmsplatz y Geisstrasse ubicadas muy cerca de la calle peatonal. Hay de todo y para todos los gustos, desde clubes de ambientes informales, hasta terrazas al aire libre y refinados clubes de jazz.

Stuttgart es en apariencia muy tranquila, sin embargo su movida cultural y su vibrante vida nocturna la hacen una ciudad sofisticada del nivel de Berlín, Hamburgo o Munich. Bares, discotecas y clubes de todo tipo y diversos géneros, conforman un colorido abanico de posibilidades para los amantes de la noche.

Buscando la mejor opción

Apasionado del techno, crecí con el género, y estando en Alemania encuentro la cultura en toda su dimensión. Miro Resident Advisor, una guía con toda la programación de clubes alrededor del mundo. Veo un aviso que pinta interesante: fiesta de Vision Ekstase en Lehmann, el club techno más representativo de la ciudad. La fiesta es organizada por uno de los colectivos alemanes más importantes del momento. Sus fiestas enfocadas al techno de vanguardia, performances y libertad personal como sexo libre y consensuado a quien lo desee, son una invitación abierta a una atmósfera musical de respeto, libre de prejuicios y exploración compartida.

Una noche electrizante

Transito uno de los senderos que rodea la ciudad mientras observo la inmensa luna llena que emerge entre las montañas dibujando con su luz la silueta del bosque. Arribo sobre la media noche al lugar ubicado cerca de Berliner Platz, en el subsuelo de un complejo empresarial y comercial. Hay una larga fila que bordea el club y se introduce por un sótano que funciona como parqueadero. Imperceptibles e invisibles de día, al caer la noche salen los habitantes de la oscuridad. En la fila de ingreso solo se habla alemán, y por los rasgos de quienes observo, advierto que la fiesta será un voltaje.

Stuttgart tiene una de las escenas underground más fuertes y representativas del mundo, solo comparada con la de Berlín o Londres. Una escena con mucha fuerza, que se mantiene al margen de todo lo comercial y se conserva bajo el amparo de la noche como una máquina colectiva, subcultural y anónima.

Al llegar al filtro, el bouncer, un tipo alto, afro pide mi identificación, mientras me escanea con su mirada para ver si tengo la energía para ingresar. Al cabo de algunos segundos me dice: ¡enjoy! Luego otro tipo re grande me requisa y me entrega un par de pegantinas para la cámara del celular, porque está totalmente prohibido tomar fotos, no solo en Lehmann, sino en todos los clubes de música electrónica en Alemania. Pago veinte euros en taquilla y voy pa dentro.

El sonido impecable invade todo el espacio de techno. Los latidos de los bajos y los riff del secuenciador del sound system retumban en cada rincón y generan una atmósfera delirante.

Cuerpos brillantes llenos de sudor bailando bajo rayos de luz que se cruzan en el aire. Seres en estado de gozo, con los ojos cerrados, dibujan movimientos distorsionados en el espacio bajo las luces roboscópicas. Movimientos de baile que se propagan entre la multitud y se fijan, gracias a los data flash, para siempre en mi memoria.

Observo gente muy atractiva de almas milenarias, mucha piel, piercings, tatuajes y cabellos rapados. Ropas oscuras, cuero, taches y botas. Hombres rubios de barba con aspecto vikingo. Chicas rapadas, algunas en topless en la zona oscura donde todo sucede; besos, lamidas, lenguas, sexo desenfrenado hombres con hombres, mujeres con mujeres, todos contra todos. Todos fuera de sí.

En algunos rincones del club, acechando entre las sombras, seres oscuros buscan alimentarse de la fuerza vital y la energía de algún alma desprevenida.

En una esquina, cerca de una columna donde estoy, una chica blanca como la leche, y rapada, interroga con la mirada a sus dos compañeras. Su expresión ansiosa es muy provocadora. Se lame sus labios rojos con deseo, mientras las demás esperan sus besos en un éxtasis de languidez. Observo el estremecedor contacto de su boca con sus cuellos, y sus ojos abiertos de par en par reflejan la dureza de la piedra y la turbiedad vidriosa de su mirada permite ver un ser de otro mundo. Se besan, se chupan y se comen entre sí, convirtiéndose las tres en un solo cuerpo que arde en deseo.

En el booth del club suena dj Future 666. Me abandono sin reservas a un viaje musical que me lleva por estados de alegría, tristeza, miedo, confusión, y euforia. Sonidos que me permiten construir paisajes de exilio y utopía, con la idea de encontrar el cielo, en esta vida que por momentos parece un infierno.

Oscuro delirio

Parto del club antes que sea de día. Desorientado por la espesa niebla que lo cubre todo, salgo por un acceso desconocido sin darme cuenta. El manto blanco no deja ver más allá de dos metros a la redonda y tengo la sensación inquietante de entrar en otra dimensión. El frío es estremecedor y empiezo a transitar un sombrío camino que se adentra en la oscuridad de una zona boscosa. Siento la extraña presencia de alguien que viene detrás mío, volteo a mirar y no veo a nadie. El crujido de mis pasos sobre las piedras, en medio de la bruma, me altera aún más. Poco a poco, la espesa niebla hace visibles lápidas, cruces metálicas, tumbas desencajadas y la imagen de un ángel que mutilado me observa con la mirada desorbitada. Siento fuertes palpitaciones en todo el cuerpo. Algo se mueve y quiero salir corriendo pero mis piernas no responden. No entiendo en qué momento el sueño se convirtió en pesadilla.

Otra mirada

Es domingo y como todos los domingos en Alemania no hay nada ni nadie en las calles. Regreso en la tarde al complejo donde queda Lehmann club para recapitular todo lo que pasó y encontrar el punto donde me perdí y fui a parar a tan escalofriante dimensión.

Descubro un mágico espacio; el Hoppenlauffriedhof, el más antiguo e importante cementerio convertido en monumento histórico que se conserva en el corazón de Stuttgart. Fundado en 1626 y cerrado en 1880, se observan cientos de tumbas y sus lápidas de piedra, algunas recubiertas de lama verde, otras de mármol o hierro fundido, que dan testimonio de quienes encontraron aquí su lugar de descanso final. Hoy el cementerio es un espacio donde se puede pasear y dedicar un tiempo a pensar, leer, o disfrutar del silencio.

Camino entre las tumbas reflexionando sobre la noche anterior y nuestro efímero paso por esta existencia. Al fin y al cabo riqueza es poder experimentar plenamente la vida. Me siento en una banca del cementerio, escucho el canto de los pájaros y observo los rayos del sol que atraviesan las ramas de los árboles. Pienso en la humildad porque es aquí, en este lugar donde finalmente terminan todas las vanidades y apariencias de este mundo.

De regreso, es media noche y el U-Bahn en que viajo se desliza suavemente en medio del bosque. Llevo los auriculares puestos y escucho los suaves beats de profundas atmósferas electrónicas. Esta vez por la ventana no se ven los caballos galopando la pradera. Esta vez observo la oscuridad de una ciudad muy rica; tierra de caballos, viñedos, bosques y lugares encantados, que esconde grandes misterios y tesoros. De mi bolsillo saco una manzana y la muerdo, mientras observo el caballito que le llevo a mi padre de recuerdo.

*Periodista y viajero.

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Por Camilo Bernal*

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