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Guía de viaje: un destino para los que aman la naturaleza, la aventura y la comida

Chinácota, en Norte de Santander, es uno esos destinos que han tenido un crecimiento acelerado en los últimos años, gracias a sus atractivos naturales y sitios de interés histórico y cultural.

María Alejandra Moreno
17 de febrero de 2021 - 04:45 p. m.
El “glamping” Sabor a Mí está ubicado en la vereda Iscalá.
El “glamping” Sabor a Mí está ubicado en la vereda Iscalá.
Foto: Juancho Torres
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La casita bonita del Norte de Santander, así es conocido el municipio de Chinácota, que claramente hace honor a ese calificativo, pues apenas se llega al lugar, luego de cuarenta minutos por carretera desde Cúcuta, se observan casas coloniales con amplios jardines, espacios naturales coloridos y el contraste de su infraestructura con la imponencia de las montañas, que en todo momento amenizan el paisaje.

Tranquilidad es la sensación que prevalece durante la visita. Ahí, el canto de los pájaros, el bramido de las vacas y los ladridos de los perros son algunos de los sonidos que desconectan al viajero del ajetreo urbano e invitan a los turistas a disfrutar de la naturaleza y vivir momentos únicos.

“Turismo de naturaleza, sostenible y comunitario es lo que promovemos. Después de todo este confinamiento causado por la pandemia, tener estos espacios es un regalo para disfrutar la vida”, señala Diego Barajas, quien es gestor cultural y además hace parte de Kaipakema Travel, empresa que diseña experiencias para que sus visitantes puedan no solo descansar y disfrutar de la naturaleza, sino vivir aventuras extremas y aprender de la cultura.

Y es que, como destaca Barajas, “la cultura y la identidad nos permiten cuidar y compartir lo que somos”. Por eso, quienes visiten Chinácota y hagan un tour, podrán aprender primero a soltar todas las cargas, despejar la mente y disfrutar como niños.

Uno de los planes que ofrecen es hacer senderismo y antes de iniciar con la caminata, el equipo —conformado por psicólogos, financieros y artistas, todos apasionados por el turismo— dirige una actividad para bailar como marionetas, hacer estiramientos y conocerse con el grupo, que por medidas de bioseguridad no es numeroso y todos deben usar siempre la mascarilla facial.

El Sendero Indígena es uno de los recorridos que más buscan las personas, pues allí, como lo dejó escrito Silvio Galvis Sierra, poeta chitarero, “cada camino tiene una historia que paso a paso se construyó; al recorrerlos surgen recuerdos y hasta recrean, como entre sueños, el propio mito que allí nació”.

Al recorrer esos pasos, se recuerda como los chinácotas, comunidad indígena, fueron los primeros pobladores del territorio, se movilizaban por esos caminos para hacer sus rituales y recolectar sus alimentos. La caminata se inicia en la vereda Cuéllar hasta llegar a la entrada del sendero ancestral. En esa caminata, que dura unos veinte minutos, se puede apreciar la biodiversidad del lugar.

(Lea también: 7 destinos en Colombia donde el turismo es responsable y sostenible)

“Esos caminos ancestrales tienen historia de más de tres siglos, pero aún se siente en sus piedras el magnetismo y la mítica que fue un lugar sagrado”, comentó Rafael Méndez, administrador logístico de Kaipakema Travel.

Antes de llegar al camino empedrado la sugerencia es quitarse los zapatos, porque es un espacio sagrado y allí, mientras se siente el frío de las piedras, empieza el viaje sonoro, que consiste en identificar todos los sonidos que emite el bosque y agradecer por la vida. De ahí, en un recorrido de diez minutos, se llega a la cuenca hídrica de la quebrada Iscalá, que conecta con el puente de la paz, donde se realiza un descenso en rapel.

El puente de la paz es uno de los símbolos históricos en Colombia. Ahí se firmó el Tratado de Chinácota, que le dio fin a la Guerra de los Mil Días. “Somos una tierra de paz, esa es nuestra esencia y eso es lo que queremos que todos los turistas sientan. Por eso en nuestro recorrido también visitamos la Casa de la Cultura, en la que está una copia del tratado, para que también puedan aprender más de nosotros y conectarse con la cultura”, dijo Diego Barajas.

La Casa de la Cultura Manuel Briceño Jáuregui está en el centro del municipio, cerca del parque Ramón González Valencia y la iglesia de San Juan Bautista. Ahí cuentan con material fotográfico y audiovisual para ver algo de la cultura culinaria, la medicina tradicional y algo de su economía; pero también es un lugar donde se han dedicado a formar artistas y bailarines como Jennifer Molina Sánchez, quien asegura que “es un espacio donde se puede aprender de la historia de Chinácota, sus bailes y tradiciones, que en medio de la pandemia ha sido un espacio para soñar y tener esperanza de que todo va a mejorar”.

Esa esperanza es un estado que de manera implícita se siente en Chinácota al recorrer sus calles. “Todo va a mejorar. Es solo cuestión de tiempo y debemos hacer todo con buena actitud”, indicó Alshir Villada Martínez, dueño de la Hacienda Santa Helena, un lugar con más de cien años de historia, que hizo parte de los resguardos militares de Ramón González Valencia, presidente de Colombia en el período 1909-1910.

Hoy la hacienda es uno de los lugares turísticos más representativos del municipio, que abre sus puertas para que los visitantes y lugareños tengan un tiempo de descanso en donde pueden ver las estrellas, hacer caminatas y deleitarse con un delicioso café cultivado en la hacienda. Como Alshir, en el municipio hay varios emprendedores que se suman al turismo sostenible y de naturaleza, que es el mejor aliado para reactivar la economía y contribuir al bienestar de las personas.

Chinácota es uno de esos destinos que ha tenido un crecimiento acelerado en los últimos años, gracias a sus atractivos naturales, sitios de interés histórico y cultural y una amplia oferta de infraestructura hotelera y gastronómica. Actualmente hay más de veinte restaurantes de primera categoría y una capacidad de 2.500 camas en todo el municipio.

Los glampings son los que están mandando la parada. Uno que apenas abrirá sus puertas es Iscalama Glamping, que significa “tierra prometida”, un proyecto que, como señala su dueño, Luis Carlos Duarte, “está hecho con todo el amor del mundo y con el objetivo es ser referente a nivel nacional e internacional”. La apertura será gradual, en primer lugar con conocidos y personas amantes de la naturaleza, para que puedan hacer sus comentarios y seguir estudiando el mercado y así satisfacer las necesidades de quienes los visitan.

(Lea también: 7 glampings cerca de Bogotá para disfrutar del lujo de la tranquilidad)

Sabor a Mí es otro de los lugares que tiene experiencias únicas para sus huéspedes. Allí los turistas pueden hacer caminatas, ver flores y algunos cultivos. Tiene un restaurante local para los viajeros y quienes hacen tour gastronómico en el municipio. El chocolate caliente, el queso de hoja y el pan son ideales para paliar el frío, mientras contempla las montañas.

En Chinácota es frecuente que sus visitantes sean de Cúcuta u otras regiones del país, por lo que han diseñado experiencias gastronómicas autóctonas para que las personas se involucren con sus tradiciones. Quienes la visiten no pueden dejar de probar los cacaítos chitareros, la gelatina de mano de res, el kumis con brandy, la chicha de ojo, el sancocho azul y los tirulíes, por mencionar algunos.

* Invitación del Fondo Nacional de Turismo (Fontur).

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robert(oqcfe)18 de febrero de 2021 - 03:13 p. m.
Los indígenas de este territorio se llamaban chitareros.
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