Karmata Rúa, un resguardo indígena abierto al etnoturismo para preservar su identidad
Esta iniciativa, llena de rituales, vivencias místicas y espacios de conexión con la naturaleza, se encuentra en Jardín (Antioquia).
Jeimmy Paola Sierra, Agencia EFE
La comunidad indígena Emberá Chami abrió las puertas del resguardo Karmata Rúa, en el municipio colombiano de Jardín, en una apuesta por el etnoturismo con una ruta ancestral que permite sumergirse en su cultura, disfrutar de su gastronomía, y conocer su cosmovisión y forma de vida.
Esta novedosa iniciativa, llena de rituales, vivencias místicas y espacios de conexión con la naturaleza, nació de la mano de la caja de compensación Comfenalco y tomó forma con los ancestros del territorio como aliados para preservar sus tradiciones y explorar nuevas economías.
“Construimos esta ruta de turismo étnico sustentado en algo que se denomina ‘el camino de nuestros ancestros’ para romper el paradigma y abrir un poco la puerta hacia esta nueva economía que es el turismo con un proyecto para fortalecer y rescatar la cultura y la identidad”, explicó Freddy Alonso Tascón, gobernador indígena de este resguardo, en el departamento de Antioquia.
Un camino ancestral
En El Crucero, una de las 10 paradas que componen el recorrido, inicia el viaje hacia las entrañas de Karmata Rúa, que significa "Tierra de la Pringamosa", un territorio habitado por 1.923 personas y 520 familias, donde las montañas y los ríos hablan y sus pobladores hacen memoria a través de la danza, la pintura y la artesanía.
Desde la entrada al camino ancestral se da el encuentro con la madre tierra, en una ruta marcada por la constante interacción con los indígenas para conocer expresiones sociales, culturales y productivas. Pero antes de ese contacto, los turistas tienen una parada obligada en la quebrada San Bartolo para un ritual con un jaibaná, una especie de chamán que en la comunidad es visto como un sabio y médico tradicional.
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"Comencé con baños de armonización, dándoles la bienvenida, entregando las manillas y conjurando", explica a EFE el jaibaná José Arnulfo Vaguiaza, quien se comunica con el "mundo de los espíritus" en los lugares sagrados que albergan ese sitio de exuberante naturaleza, ubicado a 120 kilómetros al sur de Medellín
El guía explica que los visitantes deben liberarse de las "malas energías" en esa quebrada antes de ingresar al resguardo, para otorgarles el "permiso" para circular dentro del territorio con un "acompañamiento espiritual".
Después de ese contacto con plantas medicinales, el humo de tabaco y la artesanía empieza la caminata por un sendero empinado hasta llegar a estaciones como La Cruz y El Atrio, donde los relatos de espíritus, de mitos y leyendas concentran la atención para ilustrar una parte de la cosmovisión del pueblo embera chami.
Más adelante viene el encuentro con la gastronomía, que tuvo un primer tiempo con un desayuno típico con envueltos de mazorca y huevos con especias y cogollos de sidra, para complementar la experiencia con arepas de mote y la chicha, una bebida fermentada a base de maíz, durante una ruta que puede tardar hasta siete horas en recorrerse.
Un rincón cultural
El paso por el territorio colonial, las tiendas y un trapiche, para adentrarse en la vida cotidiana de esta comunidad, permite conocer el componente artístico y cultural de Karmata Rúa, presente en sus manillas y collares en chaquiras, y en la pintura exhibida en un sitio especial y colorido: la escuela de arte Dojura Warrana.
"En este espacio mágico trabajamos con niños, jóvenes y adultos rescatando nuestras tradiciones y nuestra oralidad con poesías y cuentos, pinturas faciales, en cuadros y en tejidos, también con el teatro y danza indígena", contó a EFE Kamukara Kau, líder cultural del resguardo.
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En esta área también hace su aporte Alexa Yagarí Panchi, una joven indígena trans del colectivo “Wërapara”, dedicada a fabricar cerámicas precolombinas para mantener el legado de una familia de mujeres alfareras.
“En mis cerámicas se llevan un pedazo de la historia de mi comunidad, una esencia que no se ha acabado”, comentó la artesana.
El turista también puede experimentar la pintura facial y corporal hecha con tintura que obtienen de la jagua, una de las manifestaciones más importantes de la cultura, que está relacionada con su concepción del mundo, según James Tascón, un artista indígena que dibuja "por inspiración".
"Lo mío es algo cósmico, las montañas, los caminos”, dice mientras pone su arte en la piel de una turista.
Es una forma de engrandecer la oferta turística. "Esperamos que la gente se lleve una experiencia de cultura ancestral, que vean de dónde nacemos, de dónde somos porque somos una mezcla de campesinos e indígenas", subraya Tascón.
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La ruta tiene como gran clausura la laguna Dojura, donde sabios, maestros y jaibanás se reúne para un último ritual y una "vaporización de cierre" con plantas para despedir a los turistas con una conexión espiritual en otro lugar sagrado.
“Esperamos que la gente se lleve una experiencia de cultura ancestral, que vean de dónde nacemos, de dónde somos, una mezcla de campesinos e indígenas”, expresa a EFE el secretario de turismo de Jardín, Jeison Acevedo.
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La comunidad indígena Emberá Chami abrió las puertas del resguardo Karmata Rúa, en el municipio colombiano de Jardín, en una apuesta por el etnoturismo con una ruta ancestral que permite sumergirse en su cultura, disfrutar de su gastronomía, y conocer su cosmovisión y forma de vida.
Esta novedosa iniciativa, llena de rituales, vivencias místicas y espacios de conexión con la naturaleza, nació de la mano de la caja de compensación Comfenalco y tomó forma con los ancestros del territorio como aliados para preservar sus tradiciones y explorar nuevas economías.
“Construimos esta ruta de turismo étnico sustentado en algo que se denomina ‘el camino de nuestros ancestros’ para romper el paradigma y abrir un poco la puerta hacia esta nueva economía que es el turismo con un proyecto para fortalecer y rescatar la cultura y la identidad”, explicó Freddy Alonso Tascón, gobernador indígena de este resguardo, en el departamento de Antioquia.
Un camino ancestral
En El Crucero, una de las 10 paradas que componen el recorrido, inicia el viaje hacia las entrañas de Karmata Rúa, que significa "Tierra de la Pringamosa", un territorio habitado por 1.923 personas y 520 familias, donde las montañas y los ríos hablan y sus pobladores hacen memoria a través de la danza, la pintura y la artesanía.
Desde la entrada al camino ancestral se da el encuentro con la madre tierra, en una ruta marcada por la constante interacción con los indígenas para conocer expresiones sociales, culturales y productivas. Pero antes de ese contacto, los turistas tienen una parada obligada en la quebrada San Bartolo para un ritual con un jaibaná, una especie de chamán que en la comunidad es visto como un sabio y médico tradicional.
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"Comencé con baños de armonización, dándoles la bienvenida, entregando las manillas y conjurando", explica a EFE el jaibaná José Arnulfo Vaguiaza, quien se comunica con el "mundo de los espíritus" en los lugares sagrados que albergan ese sitio de exuberante naturaleza, ubicado a 120 kilómetros al sur de Medellín
El guía explica que los visitantes deben liberarse de las "malas energías" en esa quebrada antes de ingresar al resguardo, para otorgarles el "permiso" para circular dentro del territorio con un "acompañamiento espiritual".
Después de ese contacto con plantas medicinales, el humo de tabaco y la artesanía empieza la caminata por un sendero empinado hasta llegar a estaciones como La Cruz y El Atrio, donde los relatos de espíritus, de mitos y leyendas concentran la atención para ilustrar una parte de la cosmovisión del pueblo embera chami.
Más adelante viene el encuentro con la gastronomía, que tuvo un primer tiempo con un desayuno típico con envueltos de mazorca y huevos con especias y cogollos de sidra, para complementar la experiencia con arepas de mote y la chicha, una bebida fermentada a base de maíz, durante una ruta que puede tardar hasta siete horas en recorrerse.
Un rincón cultural
El paso por el territorio colonial, las tiendas y un trapiche, para adentrarse en la vida cotidiana de esta comunidad, permite conocer el componente artístico y cultural de Karmata Rúa, presente en sus manillas y collares en chaquiras, y en la pintura exhibida en un sitio especial y colorido: la escuela de arte Dojura Warrana.
"En este espacio mágico trabajamos con niños, jóvenes y adultos rescatando nuestras tradiciones y nuestra oralidad con poesías y cuentos, pinturas faciales, en cuadros y en tejidos, también con el teatro y danza indígena", contó a EFE Kamukara Kau, líder cultural del resguardo.
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“En mis cerámicas se llevan un pedazo de la historia de mi comunidad, una esencia que no se ha acabado”, comentó la artesana.
El turista también puede experimentar la pintura facial y corporal hecha con tintura que obtienen de la jagua, una de las manifestaciones más importantes de la cultura, que está relacionada con su concepción del mundo, según James Tascón, un artista indígena que dibuja "por inspiración".
"Lo mío es algo cósmico, las montañas, los caminos”, dice mientras pone su arte en la piel de una turista.
Es una forma de engrandecer la oferta turística. "Esperamos que la gente se lleve una experiencia de cultura ancestral, que vean de dónde nacemos, de dónde somos porque somos una mezcla de campesinos e indígenas", subraya Tascón.
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La ruta tiene como gran clausura la laguna Dojura, donde sabios, maestros y jaibanás se reúne para un último ritual y una "vaporización de cierre" con plantas para despedir a los turistas con una conexión espiritual en otro lugar sagrado.
“Esperamos que la gente se lleve una experiencia de cultura ancestral, que vean de dónde nacemos, de dónde somos, una mezcla de campesinos e indígenas”, expresa a EFE el secretario de turismo de Jardín, Jeison Acevedo.
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