La aventura de pasar la noche en una casa en el aire
Un hostal suspendido a 20 metros del suelo se ha convertido en una llamativa atracción para aventureros de todas partes del mundo. Escalada, hamacas en el aire y péndulo son algunas de las actividades favoritas.
Esteban Dávila Náder
El miedo, o más bien las ansias de superarlo, fueron las que impulsaron a Nilton López a vivir bajo sus propias reglas. Y ya han pasado 13 años, un tiempo que el paisa aprovechó para convertir la escalada, su terapia contra la acrofobia, en una pasión, una fuente de trabajo y el motor creativo detrás del hostal que todo amante de la aventura sueña con visitar: La Casa en el Aire.
Casi inspirado en la canción del maestro Rafael Escalona, este hospedaje hecho en madera es perfecto para los adictos a la adrenalina. La única forma de llegar es luego de un trayecto que incluye una caminata de un kilómetro hasta la vereda La Peña, en el municipio de Abejorral (Antioquia), pasando por un cable de canopy de 400 metros hasta la base del cerro San Vicente, para rematar escalando 20 metros. Pero antes de llegar hasta ese punto vale la pena conocer su historia y la de su creador.
Como les pasa a muchos, Nilton no sabe exactamente de dónde proviene su temor a las alturas, sin embargo, dice que podría relacionarse con la sobreprotección materna. “Mi mamá era la que me decía ‘no se suba ahí que se cae, no haga tal cosa’. Esos comentarios hacen que uno les coja miedo a las alturas”. Aunque bien podría tratarse de una cuestión de instinto, muy común en los seres humanos.
Al cumplir 22 años conoció a través de amigos la escalada y, a modo de reto, se le midió a este deporte del que pronto se volvería aficionado gracias a la seguridad y diversión que le proporciona. “Volví a nacer”, cuenta con un marcado acento antioqueño. Pronto, lo que era un hobby se convirtió en disciplina. Al punto de ocupar los primeros lugares en campeonatos y programar viajes sólo para trepar por lugares tan inverosímiles como la Mesa de los Santos y El Peñol, municipios como Maceo y Suesca, e incluso fuera del país, en Argentina y Ecuador.
Con el tiempo se convirtió en instructor de trabajos en altura, profesión que hoy lo tiene a cargo del mantenimiento del edificio Coltejer, el más alto de Medellín y uno de los más emblemáticos de la ciudad por su forma de aguja. Pero el trabajo no lo es todo. Nilton explica que, con la oportunidad de nacer de nuevo, también renació el sueño de muchos durante la niñez: tener una casa en un árbol.
Una meta que hizo realidad cuando, con ayuda de un amigo, logró adquirir un terreno al lado del cerro San Vicente, en el municipio de Abejorral, una zona en la que el turismo es un terreno tan inexplorado como la escalada. “La primera vez que nos vieron con morrales, cuerdas y cascos pensaban que éramos extraterrestres”, comenta López.
Con el terreno, la madera y el acero listos, sólo fue necesario armar una buena maqueta y publicar una solicitud de voluntarios por Facebook a la que atendieron 22 personas. Luego de un mes de obra abrió sus puertas en diciembre de 2012. La Casa en el Aire, a dos horas y media de Medellín, tiene capacidad para diez personas, cocina, muebles, camas, baño con ducha, una terraza perfecta para hacer asados y un balcón con vista a los atardeceres que sólo el valle del río Buey, con sus montañas y cascadas, puede entregar.
Aunque suena atractivo, las verdaderas protagonistas son las hamacas que cuelgan de un cable de acero a 35 metros de altura para descansar mientras se pone el sol. Otros planes para quienes disfrutan las actividades extremas incluyen el péndulo, que consiste en saltar al vacío desde el balcón de la casa, sujeto de arneses y cuerdas, y hacer rappel desde la cima del cerro, a 550 metros de altura, hasta el aerohostal, con una parada en la mitad del trayecto para hacer un picnic.
La expedición al santuario de las lechuzas, caminata perfecta para conocer todos los detalles sobre la fauna y la flora del lugar, y el picnic en la cima del cerro San Vicente son programas más tranquilos y ecológicos. Hay que aclarar que las actividades tienen un costo adicional a los $56.000 que cuesta la noche por persona, pues requieren de la compañía de guías expertos. Estando allí no se puede dejar de pasear por Abejorral, un municipio que aún conserva su arquitectura colonial y que es Patrimonio Histórico Cultural de la Nación.
Nilton, como su casa en el aire, no es una persona común. Este parapentista, buzo, skater y ciclista que no sabe qué hubiera sido de su vida de no haber conocido la escalada, es un hombre de experiencias, presto a cualquier idea que se pueda presentar.
El miedo, o más bien las ansias de superarlo, fueron las que impulsaron a Nilton López a vivir bajo sus propias reglas. Y ya han pasado 13 años, un tiempo que el paisa aprovechó para convertir la escalada, su terapia contra la acrofobia, en una pasión, una fuente de trabajo y el motor creativo detrás del hostal que todo amante de la aventura sueña con visitar: La Casa en el Aire.
Casi inspirado en la canción del maestro Rafael Escalona, este hospedaje hecho en madera es perfecto para los adictos a la adrenalina. La única forma de llegar es luego de un trayecto que incluye una caminata de un kilómetro hasta la vereda La Peña, en el municipio de Abejorral (Antioquia), pasando por un cable de canopy de 400 metros hasta la base del cerro San Vicente, para rematar escalando 20 metros. Pero antes de llegar hasta ese punto vale la pena conocer su historia y la de su creador.
Como les pasa a muchos, Nilton no sabe exactamente de dónde proviene su temor a las alturas, sin embargo, dice que podría relacionarse con la sobreprotección materna. “Mi mamá era la que me decía ‘no se suba ahí que se cae, no haga tal cosa’. Esos comentarios hacen que uno les coja miedo a las alturas”. Aunque bien podría tratarse de una cuestión de instinto, muy común en los seres humanos.
Al cumplir 22 años conoció a través de amigos la escalada y, a modo de reto, se le midió a este deporte del que pronto se volvería aficionado gracias a la seguridad y diversión que le proporciona. “Volví a nacer”, cuenta con un marcado acento antioqueño. Pronto, lo que era un hobby se convirtió en disciplina. Al punto de ocupar los primeros lugares en campeonatos y programar viajes sólo para trepar por lugares tan inverosímiles como la Mesa de los Santos y El Peñol, municipios como Maceo y Suesca, e incluso fuera del país, en Argentina y Ecuador.
Con el tiempo se convirtió en instructor de trabajos en altura, profesión que hoy lo tiene a cargo del mantenimiento del edificio Coltejer, el más alto de Medellín y uno de los más emblemáticos de la ciudad por su forma de aguja. Pero el trabajo no lo es todo. Nilton explica que, con la oportunidad de nacer de nuevo, también renació el sueño de muchos durante la niñez: tener una casa en un árbol.
Una meta que hizo realidad cuando, con ayuda de un amigo, logró adquirir un terreno al lado del cerro San Vicente, en el municipio de Abejorral, una zona en la que el turismo es un terreno tan inexplorado como la escalada. “La primera vez que nos vieron con morrales, cuerdas y cascos pensaban que éramos extraterrestres”, comenta López.
Con el terreno, la madera y el acero listos, sólo fue necesario armar una buena maqueta y publicar una solicitud de voluntarios por Facebook a la que atendieron 22 personas. Luego de un mes de obra abrió sus puertas en diciembre de 2012. La Casa en el Aire, a dos horas y media de Medellín, tiene capacidad para diez personas, cocina, muebles, camas, baño con ducha, una terraza perfecta para hacer asados y un balcón con vista a los atardeceres que sólo el valle del río Buey, con sus montañas y cascadas, puede entregar.
Aunque suena atractivo, las verdaderas protagonistas son las hamacas que cuelgan de un cable de acero a 35 metros de altura para descansar mientras se pone el sol. Otros planes para quienes disfrutan las actividades extremas incluyen el péndulo, que consiste en saltar al vacío desde el balcón de la casa, sujeto de arneses y cuerdas, y hacer rappel desde la cima del cerro, a 550 metros de altura, hasta el aerohostal, con una parada en la mitad del trayecto para hacer un picnic.
La expedición al santuario de las lechuzas, caminata perfecta para conocer todos los detalles sobre la fauna y la flora del lugar, y el picnic en la cima del cerro San Vicente son programas más tranquilos y ecológicos. Hay que aclarar que las actividades tienen un costo adicional a los $56.000 que cuesta la noche por persona, pues requieren de la compañía de guías expertos. Estando allí no se puede dejar de pasear por Abejorral, un municipio que aún conserva su arquitectura colonial y que es Patrimonio Histórico Cultural de la Nación.
Nilton, como su casa en el aire, no es una persona común. Este parapentista, buzo, skater y ciclista que no sabe qué hubiera sido de su vida de no haber conocido la escalada, es un hombre de experiencias, presto a cualquier idea que se pueda presentar.