La Cocha, castigo de los dioses
Un lugar paradisiaco, cuya hermosura y encanto, según las creencias populares, tuvieron su origen en una dramática historia de amor.
Marcela Osorio / La Cocha, Nariño
Eran tiempos ancestrales, cuando grandes pueblos indígenas que habitaban los valles y selvas del país vivían en armonía con la naturaleza y rendían culto a la madre tierra, que les proveía lo necesario para subsistir. Fue entonces cuando una princesa indígena, esposa del cacique de la región, cayó en desgracia al descubrirse su infidelidad.
La joven tuvo que huir con su amante para evitar ser castigada por su traición. La leyenda cuenta que en su desesperado escape los prófugos encontraron un niño a quien le pidieron agua para mitigar su sed. Luego de beber del precioso líquido, la mujer roció un poco de agua sobre su cabeza para refrescarse, pero el temor se apoderó de ella y su acompañante cuando vieron cómo el líquido que caía al suelo crecía desmesuradamente, tanto que logró llenar el valle. Los dioses castigaron la perfidia de la princesa con la muerte y así se formó la Laguna de La Cocha.
La totuma de la cual bebieron los amantes se convirtió en la isla de La Corota, un pequeño pedazo de tierra que se encuentra en el centro de la que se considera la segunda masa de agua continental más grande del país, después de la de Tota en Boyacá. Quienes creen en el mito aseguran que cuando el cacique llora por la infidelidad de su esposa, La Cocha se desborda e inunda a las poblaciones vecinas.
La Cocha, que en lengua quechua quiere decir laguna, mide 20 kilómetros de largo por 5 km de ancho, tiene una profundidad de 75 metros y está ubicada en la vertiente oriental del Nudo de los Pastos, a 20 kilómetros de la zona urbana de Pasto, a 2.800 metros sobre el nivel del mar.
Sus riberas son habitadas por poblaciones de pescadores y agricultores, descendientes de antiguas culturas indígenas, como los quillacingas. Además, los visitantes pueden encontrar tranquilos y cómodos lugares de descanso, como el hotel Sindamanoy, con más de 70 habitaciones, o el chalet Walter Sulzer, construido por un arquitecto suizo con materiales propios de la región y ayudado por el trabajo de los campesinos, colonos e indígenas.
Cerca de 85 lanchas están dispuestas siempre en los pequeños muelles para llevar a los turistas al paraíso vegetal de La Corota, una pequeña isla que se ha convertido en santuario de flora y fauna pues allí se condensan alrededor de 500 tipos de plantas y especies como ranas caminadoras, mieleros azules, golondrinas, palomas y vencejos; además de los patos y pollas de agua que se pueden ver cerca de la totora, hierba que protege la laguna.
El terruño flotante cuenta con un sendero ecológico de casi medio kilómetro que conecta el embarcadero con un mirador ubicado al otro extremo. La paz, la tranquilidad y la armonía que dominan el lugar son aún más perceptibles al llegar al paraje más alto del sendero, en donde reposa el ‘Árbol de los deseos’, un punto de concentración energética que, según los lugareños, tiene propiedades curativas.
La Corota también es un lugar de peregrinación para los nariñenses. A la entrada de la isla se alza una pequeña iglesia a la que los creyentes acuden para hacer peticiones, pues aseguran que al orar allí se alivian los problemas económicos, sentimentales y hasta las enfermedades.
Las frías aguas de la laguna, cuya temperatura promedio es de 10° centígrados, son el escenario de las competencias de natación que se realizan cada año en el mes de febrero y en las que participan competidores aficionados, en su mayoría provenientes de lugares cercanos de la Costa Pacífica, y a quienes se les premia por su resistencia al frío.
Precisamente la baja temperatura de la laguna crea el ambiente ideal para el cultivo de trucha arco iris y guapuchas, especies que se convirtieron no sólo en la base de la alimentación, sino en una importante fuente de ingresos para los habitantes, pues los turistas tienen la oportunidad de practicar la pesca.
Paisajes de ensueño, contacto con la naturaleza, tranquilidad, belleza y buena energía son algunas de las cosas que ofrece este lugar paradisiaco, que oculta en sus entrañas leyendas y mitos que lo convierten en uno de los destinos turísticos más atractivos de Nariño.
Santuario ecológico
La Laguna de La Cocha forma parte de la cuenca alta del río Guamués y de un corredor biológico que se extiende hasta el norte del Ecuador. El Guamués es el principal afluente del Putumayo, cuya cuenca alta ha sido reconocida como una de las regiones del planeta más ricas en biodiversidad y endemismo, especialmente en aves, anfibios, plantas leñosas y orquídeas.
En 1977 se creó en la laguna un Santuario de Flora para proteger la diversidad de especies acuáticas y terrestres de La Cocha y La Corota.
Eran tiempos ancestrales, cuando grandes pueblos indígenas que habitaban los valles y selvas del país vivían en armonía con la naturaleza y rendían culto a la madre tierra, que les proveía lo necesario para subsistir. Fue entonces cuando una princesa indígena, esposa del cacique de la región, cayó en desgracia al descubrirse su infidelidad.
La joven tuvo que huir con su amante para evitar ser castigada por su traición. La leyenda cuenta que en su desesperado escape los prófugos encontraron un niño a quien le pidieron agua para mitigar su sed. Luego de beber del precioso líquido, la mujer roció un poco de agua sobre su cabeza para refrescarse, pero el temor se apoderó de ella y su acompañante cuando vieron cómo el líquido que caía al suelo crecía desmesuradamente, tanto que logró llenar el valle. Los dioses castigaron la perfidia de la princesa con la muerte y así se formó la Laguna de La Cocha.
La totuma de la cual bebieron los amantes se convirtió en la isla de La Corota, un pequeño pedazo de tierra que se encuentra en el centro de la que se considera la segunda masa de agua continental más grande del país, después de la de Tota en Boyacá. Quienes creen en el mito aseguran que cuando el cacique llora por la infidelidad de su esposa, La Cocha se desborda e inunda a las poblaciones vecinas.
La Cocha, que en lengua quechua quiere decir laguna, mide 20 kilómetros de largo por 5 km de ancho, tiene una profundidad de 75 metros y está ubicada en la vertiente oriental del Nudo de los Pastos, a 20 kilómetros de la zona urbana de Pasto, a 2.800 metros sobre el nivel del mar.
Sus riberas son habitadas por poblaciones de pescadores y agricultores, descendientes de antiguas culturas indígenas, como los quillacingas. Además, los visitantes pueden encontrar tranquilos y cómodos lugares de descanso, como el hotel Sindamanoy, con más de 70 habitaciones, o el chalet Walter Sulzer, construido por un arquitecto suizo con materiales propios de la región y ayudado por el trabajo de los campesinos, colonos e indígenas.
Cerca de 85 lanchas están dispuestas siempre en los pequeños muelles para llevar a los turistas al paraíso vegetal de La Corota, una pequeña isla que se ha convertido en santuario de flora y fauna pues allí se condensan alrededor de 500 tipos de plantas y especies como ranas caminadoras, mieleros azules, golondrinas, palomas y vencejos; además de los patos y pollas de agua que se pueden ver cerca de la totora, hierba que protege la laguna.
El terruño flotante cuenta con un sendero ecológico de casi medio kilómetro que conecta el embarcadero con un mirador ubicado al otro extremo. La paz, la tranquilidad y la armonía que dominan el lugar son aún más perceptibles al llegar al paraje más alto del sendero, en donde reposa el ‘Árbol de los deseos’, un punto de concentración energética que, según los lugareños, tiene propiedades curativas.
La Corota también es un lugar de peregrinación para los nariñenses. A la entrada de la isla se alza una pequeña iglesia a la que los creyentes acuden para hacer peticiones, pues aseguran que al orar allí se alivian los problemas económicos, sentimentales y hasta las enfermedades.
Las frías aguas de la laguna, cuya temperatura promedio es de 10° centígrados, son el escenario de las competencias de natación que se realizan cada año en el mes de febrero y en las que participan competidores aficionados, en su mayoría provenientes de lugares cercanos de la Costa Pacífica, y a quienes se les premia por su resistencia al frío.
Precisamente la baja temperatura de la laguna crea el ambiente ideal para el cultivo de trucha arco iris y guapuchas, especies que se convirtieron no sólo en la base de la alimentación, sino en una importante fuente de ingresos para los habitantes, pues los turistas tienen la oportunidad de practicar la pesca.
Paisajes de ensueño, contacto con la naturaleza, tranquilidad, belleza y buena energía son algunas de las cosas que ofrece este lugar paradisiaco, que oculta en sus entrañas leyendas y mitos que lo convierten en uno de los destinos turísticos más atractivos de Nariño.
Santuario ecológico
La Laguna de La Cocha forma parte de la cuenca alta del río Guamués y de un corredor biológico que se extiende hasta el norte del Ecuador. El Guamués es el principal afluente del Putumayo, cuya cuenca alta ha sido reconocida como una de las regiones del planeta más ricas en biodiversidad y endemismo, especialmente en aves, anfibios, plantas leñosas y orquídeas.
En 1977 se creó en la laguna un Santuario de Flora para proteger la diversidad de especies acuáticas y terrestres de La Cocha y La Corota.