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Navidad en Cartagena: el naufragio, los frailes y las luces en las murallas

La Navidad es tan antigua como Cartagena, fue, durante 300 años, un enclave hispánico en territorio indígena.

Pedro Mendoza
21 de diciembre de 2024 - 07:00 p. m.
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El 24 de diciembre en la Colonia, estaban los cantos nocturnos, el ayuno como “Vigilia” todo ese día. Terminaba en una cena, en el mejor caso con pavo, antes de la misa de Gallo, a las doce de la noche, que era de rigor y el centro de la celebración del nacimiento de Jesús.

Muchos años atrás Cristóbal Colón sufriría el hundimiento de una de sus naves, un 24 de diciembre. Estableció el primer asentamiento en lo que aún no sabía que era el Nuevo Mundo, dando así origen al Fuerte Navidad, en memoria de la fecha del naufragio.

La ciudad tiene un circuito de 50 puntos, especialmente en el Centro Histórico.
La ciudad tiene un circuito de 50 puntos, especialmente en el Centro Histórico.
Foto: Pedro Mendoza

Era la Nochebuena de 1492, y el mar Caribe se presentaba sereno. Cristóbal Colón, el intrépido navegante que había desafiado los límites del mundo, ya había explorado varias islas en su travesía hacia lo desconocido.

Para los marinos de la época, la Navidad en alta mar se celebraba con abrazos y un buen trago, rituales destinados a ahuyentar los espíritus y atraer vientos favorables. Hoy en día en alta mar aún se celebra así.

La historia cuenta que Colón, tras un día de exploraciones, se retiró temprano a descansar, consciente de que al día siguiente tendría una importante reunión con un cacique local, Guacanagarí. Sin embargo, la tranquilidad de la noche navideña se vería interrumpida por un destino trágico, sostiene un documento publicado en el español.com.

“Posiblemente, sonaron los cuatro dobles de campana que anunciaban la medianoche, acompañados del tradicional ‘¡Buena es la que va, mejor es la que viene”! Pero nadie escuchó las advertencias del mar, ni los signos de que la embarcación se acercaba a un banco de arena, hasta que fue demasiado tarde, era el inicio de su naufragio.

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La tragedia comenzó con el crujir de las maderas del Nao Santa María, que encallaba en la arena. Esa Nochebuena, el barco empezaría a hundirse mientras los marinos, en medio de la celebración, saltaban por la borda, buscando salvar sus vidas.

Las campanas de alerta no resonaron con fuerza en medio de los festejos, las oraciones al dios de los mares se mezclarán con los brindis por la Navidad y la embarcación empezaría a hacer agua, termino marinero que presagia el hundimiento.

El Almirante genovés, en lugar de castigar a los responsables, vio en la desgracia una oportunidad. “Cristóbal Colón hubiera ordenado colgar de una verga al maestre y al marinero que abandonó la guardia”, relata el documento.

Sin embargo, decidió establecer un primer asentamiento en lo que aún no sabía que era el Nuevo Mundo, dando así origen al Fuerte Navidad, en memoria de la fecha del naufragio.

Se quedaron 39 marinos, no había cupo en las otras dos embarcaciones. Un año después, el 25 de diciembre de 1493, Colón regresó al lugar. Lo que encontró fue desolador. La historia cuenta que se topó con dos cadáveres atados a un madero en forma de cruz, con cuerdas de esparto alrededor de sus cuellos.

Así, en un mar que parecía tranquilo, nació marcada por la tragedia y la esperanza, la Navidad en el caribe para los marinos, forjada en el naufragio y la supervivencia bajo el temor del dios de los vientos, en el nuevo mar, el Nuevo Mundo.

La navidad antigua en la tierra cartagenera

La Navidad es tan antigua como la misma ciudad que fue, durante 300 años, un enclave hispánico en territorio indígena.

Cartagena se integró al Reino de España, con todas sus tradiciones y aquí se instalaron los hispanos con sus esclavos de origen africano; los frailes y monjas de las comunidades católicas, dominicos, franciscanos, agustinos, mercedarios; y también los padres jesuitas, con el primer colegio del continente”, le dice a El Espectador Gonzalo Zúñiga Ángel, arquitecto, historiador y curador del Museo Naval del Caribe.

Sostiene que, en la organización impuesta por los conquistadores europeos, los indígenas fueron adoctrinados en la fe católica por misioneros: los dominicos, al norte de Cartagena; y los franciscanos, al sur. La bahía tenía siempre frailes españoles y así se convierte en un centro religioso, “al que llegó más tarde el Tribunal de la Inquisición”.

Gonzalo me da la entrevista mientras caminamos por el museo naval, ubicado en centro de la ciudad y paso obligado para visitantes nacionales y extranjeros, un punto de encuentro con la cultura naval con sus dos salas museográficas junto a dos patios extensos que tienen mucha brisa por esta época, San Carlos y Los Jesuitas.

“Para España, la fiesta central religiosa era la Semana Santa; por lo que la Navidad tenía un papel secundario. Estaban los nacimientos o belenes, que hoy llamamos pesebres, se hacían especialmente en los atrios de los templos; algunas veces representados con personas reales, especialmente por los franciscanos, comenta Gonzalo.

Agrega que una faceta interesante de estos belenes, con figuras de cerámica, madera o personas vivas, era que los personajes estaban vestidos de forma cotidiana, no ambientados a la época de Jesús, como se hace hoy.

“También estaban los cantos nocturnos por las calles de la ciudad, una tradición importada de Sevilla, durante el período de Adviento; y el ayuno como “Vigilia” todo el 24 de diciembre, que terminaba en una cena, en el mejor caso con pavo, antes de la misa de Gallo, a las doce de la noche, que era de rigor y el centro de la celebración del nacimiento de Jesús”.

Sonriendo me dice que no había fiestas ni alboroto comercial, sin embargo, “había cruce de regalos entre las clases más pudientes y actos de caridad con los más necesitados”.

Mientras pasamos por una de las salas museográficas, reitera que los esclavos de origen africano, convertidos a la fe católica, “participaban, aunque marginalmente, según el grado de confianza con sus amos, de las celebraciones navideñas españolas”.

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La navidad del hoy, mar y tierra

En las calles de Cartagena, se siente el ambiente de Navidad. La ciudad tiene un circuito de 50 puntos, especialmente en el Centro Histórico. Es un alumbrado de 3 millones 450 mil bombillos led y más de 480 figuras decorativas que forman parte de esta temporada de abrazos y regalos.

El mar vuelve a ser testigo, en la Bahía de las Ánimas, se encuentra un pesebre que literalmente sostiene el agua. Con sus 15 metros de altura y 18 metros de ancho y se ha convertido en una de las principales atracciones navideñas. La obra está diseñada como una figura espejo y permite que la imagen de San José, la Virgen María y el Niño Jesús sea apreciada desde distintos ángulos.

Cartagena de Indias espera recibir 605.789 turistas durante la temporada turística de Navidad 2024 y Año Nuevo del 2025.

El Espectador habló con la presidente ejecutiva de la Corporación de Turismo Cartagena, Corpoturismo, Liliana Rodríguez. En sus proyecciones junto con la nueva Secretaría de Turismo de la ciudad, se tiene un estimado de 400 mil turistas que llegarán vía aérea, de estos el 81 % son nacionales y un 19 % internacional.

“Esto significaría un aumento del 5 % correspondiente al año anterior”. Paralelo se espera más de 173.000 turistas por vía terrestre.

Para estas fiestas se han diseñado diferentes espacios desplazando prácticas de riesgo en el contexto de turismo como lo es Vive tu Plaza. “Es una apuesta de turismo responsable que se ha trabajado con el Fondo Nacional del Turismo, -Fontur- para la promoción de espacios públicos donde el arte, la música y distintas expresiones culturales sean las protagonistas,” sostiene la Presidente Ejecutiva de Corpoturismo.

Afirma que las tradiciones navideñas en Cartagena se mantienen. “Tenemos las comidas tradicionales de esta época del año, como un buen pernil de cerdo con arroz, un pastel cartagenero. Pero también el rezo de la novena de Navidad en familia, o con los vecinos. El compartir de los alimentos con las mejores recetas de cada familia. Es tradicional también la ida a playa el 25 de diciembre y el primero de enero para descansar y disfrutar de esos festivos”.

Un valor agregado muy importante es la temporada de cruceros que arribaran por la bahía a la ciudad para estas fechas. Según cifras estimadas de la Terminal de Cruceros del Puerto de Cartagena, hay programadas 42 recaladas con un total de 129.327 turistas de diferentes partes del mundo.

Y es que el ambiente se siente también en los hoteles de la ciudad. En el Hyatt Regency al entrar en su lobby, un imponente árbol de Navidad, adornado con los colores vibrantes del rojo, dorado y verde, recibe a los huéspedes.

Han diseñado una propuesta “Sabor a navidad en casa by Hyatt” . Es llevar los sabores de un hotel de lujo al hogar donde se reúne la familia. Lo están haciendo para las novenas y por supuesto para el 24 y la noche de fin de año. Paralelo a eso, también, como los demás hoteles de la ciudad se preparan para atender en estas fechas a sus huéspedes e invitados.

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Diana Carolina Ariza Ortegón es la directora ejecutiva de Cotelco Capítulo Cartagena y Bolívar, le dice a El Espectador que, en caso de Cartagena, se prevé una ocupación hotelera superior al promedio nacional, la cual se estima entre el 66 % y el 70 %.

“En cuanto al inicio del año 2025, las proyecciones indican que la ocupación hotelera en Cartagena se ubicará entre el 73 % y el 75 %, mientras que el promedio nacional será del 51,8 %.”.

Agrega la líder gremial que están reforzando las acciones de promoción y mercadeo para destacar los beneficios de alojarse en los hoteles afiliados, “enviando un contundente mensaje sobre la importancia de elegir establecimientos formales.

“Esto no solo garantiza la seguridad de los visitantes, sino que también protege la reputación del destino, evitando los riesgos asociados con experiencias desfavorables en apartamentos o viviendas turísticas no reguladas”.

Ya sea en el mar de Colón, en la antigua Cartagena, con sus frailes y monjas o en cualquier parte del universo, como escribió el nobel Gabriel García Márquez.

“Para los niños, en la Nochebuena, el amanecer no es la salida del sol, sino la llegada de los juguetes”.

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Por Pedro Mendoza

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