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Sentir que se camina en las nubes y ver en cada paso recorrido el reflejo de un atardecer que minuto a minuto muestra una gama de color diferente, pasando del amarillo a un rojo intenso. Más tarde, sentarse con un vino o un chocolate caliente en medio de la nada, a ver la Luna y la Vía Láctea. La música típica de fondo para ambientar, un poncho hecho a mano para el frío y una buena compañía para completar el momento.
Así se vive el día a día desde el Salar de Uyuni, un paraíso terrenal formado por lagos prehistóricos que se evaporaron hace muchos años. Ubicado a 3.600 metros sobre el nivel del mar, en el departamento de Potosí, en Bolivia, este mágico lugar es el salar más grande del mundo y cada año sigue creciendo. Tiene más de 12.000 kilómetros de extensión y viste el suelo con capas profundas de cristales de sal. Es todo un placer contemplar su color blanco y brillante desde el momento en el que se está sobrevolando para llegar allí, pero lo es aún más estando en el punto más central de este desierto salino.
Estar en el Salar de Uyuni se convierte en toda una experiencia sensorial en la temporada de lluvias, en los primeros meses del año, cuando este lugar se convierte en el espejo de agua más grande del mundo, ya que el charco pando que se extiende por todo el lugar y el brillo de los cristales de sal forman un maravilloso reflejo, que impide percibir la diferencia entre el cielo y la tierra.
Esta es una de las principales razones por las que cada vez este es un destino más apetecido por los turistas, que en su mayor parte son japoneses, pero últimamente se ha trabajado para ampliar la variedad de visitantes.
Sin embargo, a partir de mayo hasta fin de año, la temporada seca, que a su vez es la época de invierno en Uyuni, el salar se seca y forma otro de los atractivos para los turistas, que es la cristalización de la sal, cuando crea dibujos geométricos en la superficie. Ambos escenarios visuales hacen de este un lugar mágico y muy aprovechable para lograr tomas fotográficas y audiovisuales únicas.
Una experiencia cultural y gastronómica
Más allá de la contemplación del paisaje, en el Salar de Uyuni se vive una experiencia de intercambio cultural que todos merecen vivir al menos una vez en la vida: un almuerzo Apthapi, una celebración conservada desde tiempos prehispánicos en Bolivia, que consiste en compartir alimentos típicos y saberes de las culturas del sector. Generalmente, este evento se realiza en el suelo, tipo picnic; pero en la temporada cuando está la capa de agua recubriendo el salar se hace en mesas, donde se comparten platos tradicionales como la carne de llama deshidratada, preparaciones con quinoa y verduras, entre otros alimentos. El Apthapi está acompañado por música que ambienta el lugar, bebidas frías y calientes, y la excepcional atención por parte de los pobladores de Uyuni.
¿Dormir en una cama de sal?
Claramente, en Uyuni la sal es un mineral protagonista para la cadena productiva y la actividad económica de su gente, pero más allá de eso, los visitantes pueden vivir toda una experiencia de lujo, a las orillas del salar, hospedándose en el Hotel Palacio de Sal, que guarda una gran historia, ya que fue la primera edificación e infraestructura del mundo construida con bloques de sal, y fue una iniciativa de Juan Quesada Valda. Sus paredes, muros, techos y hasta la estructura de las camas están íntegramente hechos de sal, capa tras capa, lo que lo hace un lugar particular y fuera de todo lo antes visto. El lugar tiene además una vista privilegiada hacia el Salar de Uyuni y ventanales que permiten disfrutar de los atardeceres y amaneceres únicos que regala este destino. Hoy en día, es manejado por Hidalgo Tours, que se encarga de brindar a sus huéspedes la experiencia completa en el Salar de Uyuni en los días y en las noches estrelladas.
Uyuni, más que un salar
Aunque el Salar de Uyuni es el principal atractivo del lugar, este municipio boliviano tiene todo un listado de experiencias por regalar a sus visitantes, que tienen un componente cultural e histórico muy significativo. Por un lado está el Cementerio de Trenes, un lugar que alberga locomotoras de finales del siglo XIX, provenientes de varios países europeos, que iban en búsqueda de minerales extraídos de las montañas que rodean la ciudad, como el oro, la plata y el estaño. Y aunque no son tan viejos, los esqueletos de estas locomotoras tienen un aspecto de deterioro y oxidación considerable, producto de la combinación entre la sal y el viento, que poco a poco han corroído su estructura.
Por otra parte, la población de Uyuni, además de dedicarse al procesamiento de sal y a la ganadería incaica, plasma parte de su historia y cultura en las artesanías, entre las que se encuentran figuras hechas de sal, como muñecas cholas bolivianas, los típicos ponchos, gorros, guantes y prendas de vestir bolivianas, coloridas y hechas a mano, que además acompañan perfectamente la experiencia en el salar en las noches, cuando la temperatura baja significativamente.
Sin duda, estos lugares son imperdibles de visitar, para conocer sobre su gente, que le apuesta a mostrar su talento al mundo como una forma de sustento económico.
¿Cómo llegar al Salar de Uyuni?
Desde Colombia hay vuelos directos o con escalas hasta Santa Cruz, Bolivia, desde donde se puede viajar para llegar al Aeropuerto de Uyuni. Hidalgo Tours ofrece vuelos privados, dependiendo de la disponibilidad, que brinda a los visitantes la posibilidad de viajar cómodamente hasta Uyuni, e igualmente de Uyuni a Santa Cruz para el retorno. Si no es el caso, también hay vuelos comerciales y económicos desde La Paz u Oruro, o quienes prefieren economizar pueden llegar en bus. Cabe recordar que, por el momento, para ingresar al país, el gobierno de Bolivia exige una prueba PCR de covid-19 negativa, con máximo 72 horas antes de ingresar a Bolivia.
¿Cómo prepararse para la experiencia?
El Salar de Uyuni se encuentra a 3.600 metros sobre el nivel del mar, lo que indica que es probable que se sientan los efectos de la altura. Por eso es recomendable tomar té de coca y pastillas para controlar eventuales dolores de cabeza. Para el vestuario, lo recomendable es llevar ropa cómoda y en tipo capas de cebolla, es decir, yendo desde prendas livianas y cómodas, hasta llegar a una chaqueta o poncho abrigador, ya que en el día el sol es directo y fuerte, pero en la noche la temperatura baja considerablemente y el viento corre muy frío.
*Invitación de Hidalgo Tours.