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“Lo especial de Groenlandia es la naturaleza, salvaje. Es un gran país con poca población. Es muy único, no es como el resto del mundo. El visitante tiene que experimentarlo por sí mismo”, comenta a EFE Maren Louise Polsen Kristensen, propietaria del hotel Inuk en la capital groenlandesa.
Este hospedaje se ha convertido en uno de los símbolos del desarrollo turístico en Nuuk y en sus instalaciones firmó esta semana la comisaria europea de Asociaciones Internacionales, Jutta Urpilainen, una concesión de un millón de euros para apoyar microcréditos que permitan a pequeñas empresas ampliar sus negocios.
Antiguo beneficiario de una de esas ayudas respaldadas con fondos comunitarios, el hotel pudo gracias a ello modernizar sus instalaciones y apostar por la instalación de una sauna y varias cabinas como las que se usan ampliamente en Laponia (Finlandia) para observar cómodamente la aurora boreal desde la cama, que atraen no solo a turistas sino también a los habitantes locales.
Pese al rápido desarrollo del turismo que Polsen Kristensen explica que está experimentando el país, su negocio permanece anclado en la tradición: “Hablamos a los visitantes de nuestros ancestros, de cómo sobrevivieron al frío ártico”, explica.
En un territorio con solo 56.600 habitantes en 2,166 millones de kilómetros cuadrados, en su mayor parte cubiertos por hielo de forma permanente desde hace milenios. Los visitantes, procedentes principalmente de Europa y Estados Unidos pero cada vez más de Asia, vienen buscando mayoritariamente una cosa: “Silencio”, asegura Polsen Kristensen.
Revolución turística
Groenlandia trata de encontrar un delicado equilibrio entre la protección de sus tradiciones y su naturaleza única y el desarrollo económico, con la mira puesta en un turismo y una explotación de minerales sostenibles.
Actualmente acusa la falta de conexiones e infraestructuras, y está prácticamente unida al mundo por escasos vuelos a Islandia y Dinamarca, lo que acentúa su aislamiento.
Sin apenas carreteras que unan asentamientos, el país ha hecho una fuerte inversión en nuevos aeropuertos en Nuuk, Ilulissat y Qaqortoq, ciudades en las que augura un aumento de la accesibilidad y, por tanto, de la ocupación hotelera.
Según datos del Gobierno, en 2023 septiembre fue el mes con mayor ocupación en la capital durante la temporada alta de verano, con un 72,6 % de las 579 habitaciones existentes ocupadas (207 por turistas extranjeros y 186 por groenlandeses).
Pero de cara a 2030 se espera un incremento de la demanda de hasta el 15 %, lo que se traduce en una carestía de alojamientos desde 2027 a menos que se empiecen a construir nuevos ya en 2024.
En conjunto, 2023 fue el mejor año hasta la fecha para el turismo en Groenlandia, con más de 64.900 visitantes que llegaron por avión (un millar de ellos procedentes de España) y un incremento del 9 % respecto del año anterior, y el mayor número de cruceristas de su historia (76.477 en total, un 73,8 % más que en 2022).
En cualquier caso, Groenlandia quiere llevar a cabo una política integral para acoger al turismo que va más allá de las plazas hoteleras y de restauración.
El Centro del Fiordo de Hielo de Ilulissat, situado dentro del círculo polar ártico, quiere sentar cátedra como el primero creado para los visitantes en toda Groenlandia.
Desde su moderno edificio, diseñado por la arquitecta danesa Dorte Mandrup, ofrece información y vistas privilegiadas sobre este fiordo patrimonio mundial de la Unesco desde 2004 y los macizos bloques de hielo que lo invaden.
El proyecto es el primero de estas características que ha recibido apoyo financiero de la Unión Europea pero no será el último en Groenlandia, de acuerdo a los planes del Gobierno.
El objetivo es principalmente dar a conocer a los turistas la extraordinaria naturaleza y cultura groenlandesas y la importancia del hielo para ambas al encerrar en sus capas información desde la prehistoria, sobre el auge y la decadencia de civilizaciones y los efectos de los diferentes cambios en el clima, señalan desde el centro de Ilulissat.