Soroche o mal de altura: ¿qué es y cómo puede evitarlo?
Si planea viajar a destinos situados a más de 2.400 metros sobre el nivel del mar, considere estos consejos.
Leidy Barbosa
Viajar a destinos exóticos es el sueño de muchos aventureros, pero cuando la emoción del viaje se ve interrumpida por una repentina falta de aire, la alegría puede desvanecerse rápidamente y dar paso a la preocupación. Este fenómeno, conocido como mal de altura o soroche, es uno de los temores más comunes entre quienes se aventuran a lugares de gran altitud.
Pero, ¿qué es el mal de altura? Según el Dr. Alain Riveros Rivera, Médico y Fisiólogo Profesor del Departamento de Ciencias Fisiológicas de la Universidad Javeriana en entrevista con El Espectador, el mal de altura, también llamado mal agudo de montaña, “es una condición que afecta a algunas personas cuando ascienden rápidamente a altitudes donde el aire es más escaso en oxígeno”.
Explica que suele manifestarse a partir de los 2.400 metros de altitud y afecta principalmente a personas no aclimatadas a vivir en zonas de gran elevación, especialmente aquellas que habitualmente residen por debajo de los 900 metros sobre el nivel del mar. Por ello, destinos como Bogotá, situada a 2.600 metros sobre el nivel del mar, así como lugares icónicos en países montañosos como Perú, Bolivia o Nepal, presentan un riesgo potencial para los viajeros no acostumbrados a estas altitudes.
“Si es un residente habitual de tierras bajas (por debajo de 2.000 msnm) asciende rápidamente sobre los 2.500 msnm, se recomienda estar atento a esos síntomas para tomar prontamente una conducta compensadora. Conocer cuáles son las frecuencias respiratoria y cardiaca en condiciones normales es clave, ya que si monitorizamos dichas frecuencias al exponernos a la altura y vemos un cambio importante, podríamos tener signos tempranos de este mal”, advierte Rivera.
¿Cuáles son los síntomas?
“Los síntomas iniciales y más frecuentes del mal de altura son el dolor de cabeza y una sensación de fatiga inusual. Sin embargo, dependiendo de la severidad del caso, la condición puede evolucionar de manera preocupante. Los afectados pueden experimentar una pérdida gradual del apetito, seguida por náuseas que dificultan la alimentación. A medida que la situación se agrava, pueden surgir problemas respiratorios, haciendo que el simple acto de respirar se vuelva laborioso”, dice Rivera.
De hecho, menciona que en los casos más serios, la cognición puede verse afectada, llevando a un estado de confusión mental. Además, en situaciones extremas y raras, el mal de altura puede progresar hasta el punto más crítico: la pérdida de consciencia, lo cual representa una emergencia médica que requiere atención inmediata.
Advierte que, aunque las personas que viven cerca del nivel del mar son más propensas a este deficit, aún no se han identificado factores específicos que permitan predecir la aparición en una persona en particular, de hecho, estar en buen estado físico no garantiza que se evite la manifestación de estos síntomas.
Sin embargo, sí menciona que ciertas condiciones preexistentes pueden complicar el cuadro. Entre estas se incluyen:
- Diabetes
- Enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión
- Enfermedades respiratorias, tales como la EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) o la apnea obstructiva del sueño.
- Enfermedades hematológicas, como la anemia
Dada la potencial gravedad de estas complicaciones, enfatiza la importancia de la preparación médica previa al viaje, por ello recomienda que las personas que padecen estas enfermedades consulten a su médico antes de emprender un viaje a zonas de gran altitud. Esta consulta previa permite:
- Evaluar el estado actual de la condición médica del paciente
- Recibir instrucciones específicas para prevenir descompensaciones
- Obtener recomendaciones personalizadas para manejar los riesgos asociados con la altitud
“Se debe tener en cuenta que los niños residentes habituales de baja altura, particularmente menores a 14 años, tienen una mayor propensión a desarrollar mal de altura en comparación con adultos, por ello deben tener un especial cuidado con ellos y estar atentos a sus síntomas”, puntualiza el experto.
¿Cómo evitarlo?
Según Rivera debe tener en cuenta lo siguiente:
- Descanso adecuado: El cuerpo responde mejor a los cambios y se adapta mejor a la altura cuando ha descansado lo suficiente. Dormir de 6 a 8 horas continuas es beneficioso.
- Evite el alcohol y la cafeína: Estas sustancias pueden deshidratarlo y dificultar el sueño. Lo que le generaría estrés adicional a su cuerpo cuando está elevándose.
- Protección solar: Use bloqueador solar diariamente para disminuir el riesgo de quemaduras en la piel.
- Ropa adecuada: Lleve ropa adecuada para las condiciones climáticas variables, incluyendo ropa abrigada y una sombrilla o impermeable en caso de lluvia.
- Tiempo y velocidad: El tiempo necesario para aclimatarse dependerá de la velocidad de ascenso, la altitud alcanzada y el nivel de entrenamiento previo. Para altitudes alrededor de los 3.000 msnm, 2 a 3 días suelen ser suficientes. Sin embargo, ascensos a alturas mayores pueden requerir más tiempo para una adecuada adaptación.
Agrega que es fundamental estar atento a la deshidratación, pues es un fenómeno complejo y a menudo subestimado. “En elevaciones altas, nuestro cuerpo pierde agua de manera imperceptible pero constante a través de la respiración. Esto se debe a que el aire en la altura contiene menos humedad, lo que intensifica la pérdida de agua a través del vapor exhalado. Este proceso, aunque sutil, puede llevar rápidamente a una deshidratación significativa si no se toman las precauciones adecuadas”, explica el médico.
Por ello, para monitorear el estado de hidratación, es esencial prestar atención a señales corporales clave. La mucosa oral es un indicador importante: si está seca, es una señal clara de que necesita hidratarse. Asimismo, el color de la orina es un indicador confiable; una orina oscura sugiere deshidratación, mientras que un color claro indica una hidratación adecuada.
“Sin embargo, es crucial entender que la hidratación en la montaña no se trata simplemente de beber grandes cantidades de agua. Un consumo excesivo de agua pura puede ser contraproducente, especialmente en casos de mal de altura severo, donde puede contribuir al edema (acumulación anormal de líquido en los tejidos). La solución óptima es el consumo de bebidas isotónicas. Estas bebidas contienen una proporción de sales y glucosa similar a la de la sangre, lo que permite una hidratación más efectiva y equilibrada”, puntualiza Rivera.
Por su parte, Javier García, fundador de Nativos Road, una empresa especializada en la organización de rutas en moto para todo tipo de cilindraje, incluyendo destinos como el Nevado del Ruiz, destaca la importancia de adaptarse a la altura y moderar el esfuerzo físico al llegar a lugares de gran altitud. “Es esencial permitir que el cuerpo se ajuste durante uno o dos días antes de emprender actividades exigentes. Es recomendable dejar las actividades intensas, como subir montañas o explorar senderos ecológicos, para los últimos días de la estancia, dando tiempo al sistema respiratorio para adaptarse a la presión atmosférica”, dice.
Agrega que un punto importante para considerar es la comida, por ello recomienda que:
- Las dietas bajas en carbohidratos, altas en proteínas y verduras, incluyendo las dietas cetogénicas (keto), pueden ser beneficiosas, ya que proporcionan una energía constante, lo cual es crucial para largas jornadas en la montaña. Sin embargo, es crucial tener en cuenta que pueden resultar en una ligera disminución de la velocidad.
- Las dietas altas en carbohidratos ofrecen una gran cantidad de energía, lo que puede ser útil para esfuerzos intensos de corta duración. No obstante, esta energía no es continua y puede llevar a altibajos en el rendimiento. Si opta por este tipo de dieta, es fundamental llevar comida extra en la mochila para mantener los niveles de energía durante toda la ascensión.
- Es recomendable mantenerse alejado de los dulces, alimentos con mucha fibra, verduras que generen fermentación (como brócoli, coliflor, repollo, col de Bruselas y coles de hoja), bebidas gaseosas y comidas grasosas. Estos alimentos pueden causar malestar estomacal, hinchazón y fatiga, lo cual puede afectar negativamente el rendimiento durante la ascensión.
“La preparación mental es tan importante como la física. Por ello, practique ejercicios de meditación, ya que estos pueden ayudarle a desarrollar la concentración y la calma necesarias para enfrentar los desafíos de la montaña”, menciona Garcia.
Si tiene mal de altura, haga lo siguiente
Rivera explica que si se experimenta dolor de cabeza, el primer paso es evaluar el estado de hidratación, pues dependiendo de esta evaluación, se debe ajustar la ingesta de líquidos. Por otro lado, es aceptable tomar analgésicos de venta libre, como el acetaminofén, para aliviar el malestar.
“No obstante, debe mantenerse alerta, pues si los síntomas persisten o empeoran, es imperativo buscar atención médica inmediata. Si se siente mal, puede descender a una altitud menor donde el oxígeno sea más abundante, o suministrar oxígeno suplementario si está disponible. Sin embargo, en casos de síntomas severos, la prioridad debe ser acceder a un servicio de salud profesional para una evaluación exhaustiva”, recomienda el experto.
Esto se debe a que en situaciones graves, los médicos tienen a su disposición una variedad de tratamientos específicos. Estos pueden incluir medicamentos que ayudan a prevenir complicaciones más serias asociadas con el mal de altura. La intervención médica oportuna es crucial para evitar el desarrollo de condiciones potencialmente peligrosas como el edema pulmonar o cerebral de alta montaña.
Por ultimo, tenga en cuenta que, aunque estos consejos no garantizan la prevención absoluta del mal de altura, ayudan a que, en caso de presentarse síntomas, el organismo responda de manera más efectiva. Por ello, la clave radica en la preparación y en la capacidad de reconocer y actuar ante los primeros indicios.
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Viajar a destinos exóticos es el sueño de muchos aventureros, pero cuando la emoción del viaje se ve interrumpida por una repentina falta de aire, la alegría puede desvanecerse rápidamente y dar paso a la preocupación. Este fenómeno, conocido como mal de altura o soroche, es uno de los temores más comunes entre quienes se aventuran a lugares de gran altitud.
Pero, ¿qué es el mal de altura? Según el Dr. Alain Riveros Rivera, Médico y Fisiólogo Profesor del Departamento de Ciencias Fisiológicas de la Universidad Javeriana en entrevista con El Espectador, el mal de altura, también llamado mal agudo de montaña, “es una condición que afecta a algunas personas cuando ascienden rápidamente a altitudes donde el aire es más escaso en oxígeno”.
Explica que suele manifestarse a partir de los 2.400 metros de altitud y afecta principalmente a personas no aclimatadas a vivir en zonas de gran elevación, especialmente aquellas que habitualmente residen por debajo de los 900 metros sobre el nivel del mar. Por ello, destinos como Bogotá, situada a 2.600 metros sobre el nivel del mar, así como lugares icónicos en países montañosos como Perú, Bolivia o Nepal, presentan un riesgo potencial para los viajeros no acostumbrados a estas altitudes.
“Si es un residente habitual de tierras bajas (por debajo de 2.000 msnm) asciende rápidamente sobre los 2.500 msnm, se recomienda estar atento a esos síntomas para tomar prontamente una conducta compensadora. Conocer cuáles son las frecuencias respiratoria y cardiaca en condiciones normales es clave, ya que si monitorizamos dichas frecuencias al exponernos a la altura y vemos un cambio importante, podríamos tener signos tempranos de este mal”, advierte Rivera.
¿Cuáles son los síntomas?
“Los síntomas iniciales y más frecuentes del mal de altura son el dolor de cabeza y una sensación de fatiga inusual. Sin embargo, dependiendo de la severidad del caso, la condición puede evolucionar de manera preocupante. Los afectados pueden experimentar una pérdida gradual del apetito, seguida por náuseas que dificultan la alimentación. A medida que la situación se agrava, pueden surgir problemas respiratorios, haciendo que el simple acto de respirar se vuelva laborioso”, dice Rivera.
De hecho, menciona que en los casos más serios, la cognición puede verse afectada, llevando a un estado de confusión mental. Además, en situaciones extremas y raras, el mal de altura puede progresar hasta el punto más crítico: la pérdida de consciencia, lo cual representa una emergencia médica que requiere atención inmediata.
Advierte que, aunque las personas que viven cerca del nivel del mar son más propensas a este deficit, aún no se han identificado factores específicos que permitan predecir la aparición en una persona en particular, de hecho, estar en buen estado físico no garantiza que se evite la manifestación de estos síntomas.
Sin embargo, sí menciona que ciertas condiciones preexistentes pueden complicar el cuadro. Entre estas se incluyen:
- Diabetes
- Enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión
- Enfermedades respiratorias, tales como la EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) o la apnea obstructiva del sueño.
- Enfermedades hematológicas, como la anemia
Dada la potencial gravedad de estas complicaciones, enfatiza la importancia de la preparación médica previa al viaje, por ello recomienda que las personas que padecen estas enfermedades consulten a su médico antes de emprender un viaje a zonas de gran altitud. Esta consulta previa permite:
- Evaluar el estado actual de la condición médica del paciente
- Recibir instrucciones específicas para prevenir descompensaciones
- Obtener recomendaciones personalizadas para manejar los riesgos asociados con la altitud
“Se debe tener en cuenta que los niños residentes habituales de baja altura, particularmente menores a 14 años, tienen una mayor propensión a desarrollar mal de altura en comparación con adultos, por ello deben tener un especial cuidado con ellos y estar atentos a sus síntomas”, puntualiza el experto.
¿Cómo evitarlo?
Según Rivera debe tener en cuenta lo siguiente:
- Descanso adecuado: El cuerpo responde mejor a los cambios y se adapta mejor a la altura cuando ha descansado lo suficiente. Dormir de 6 a 8 horas continuas es beneficioso.
- Evite el alcohol y la cafeína: Estas sustancias pueden deshidratarlo y dificultar el sueño. Lo que le generaría estrés adicional a su cuerpo cuando está elevándose.
- Protección solar: Use bloqueador solar diariamente para disminuir el riesgo de quemaduras en la piel.
- Ropa adecuada: Lleve ropa adecuada para las condiciones climáticas variables, incluyendo ropa abrigada y una sombrilla o impermeable en caso de lluvia.
- Tiempo y velocidad: El tiempo necesario para aclimatarse dependerá de la velocidad de ascenso, la altitud alcanzada y el nivel de entrenamiento previo. Para altitudes alrededor de los 3.000 msnm, 2 a 3 días suelen ser suficientes. Sin embargo, ascensos a alturas mayores pueden requerir más tiempo para una adecuada adaptación.
Agrega que es fundamental estar atento a la deshidratación, pues es un fenómeno complejo y a menudo subestimado. “En elevaciones altas, nuestro cuerpo pierde agua de manera imperceptible pero constante a través de la respiración. Esto se debe a que el aire en la altura contiene menos humedad, lo que intensifica la pérdida de agua a través del vapor exhalado. Este proceso, aunque sutil, puede llevar rápidamente a una deshidratación significativa si no se toman las precauciones adecuadas”, explica el médico.
Por ello, para monitorear el estado de hidratación, es esencial prestar atención a señales corporales clave. La mucosa oral es un indicador importante: si está seca, es una señal clara de que necesita hidratarse. Asimismo, el color de la orina es un indicador confiable; una orina oscura sugiere deshidratación, mientras que un color claro indica una hidratación adecuada.
“Sin embargo, es crucial entender que la hidratación en la montaña no se trata simplemente de beber grandes cantidades de agua. Un consumo excesivo de agua pura puede ser contraproducente, especialmente en casos de mal de altura severo, donde puede contribuir al edema (acumulación anormal de líquido en los tejidos). La solución óptima es el consumo de bebidas isotónicas. Estas bebidas contienen una proporción de sales y glucosa similar a la de la sangre, lo que permite una hidratación más efectiva y equilibrada”, puntualiza Rivera.
Por su parte, Javier García, fundador de Nativos Road, una empresa especializada en la organización de rutas en moto para todo tipo de cilindraje, incluyendo destinos como el Nevado del Ruiz, destaca la importancia de adaptarse a la altura y moderar el esfuerzo físico al llegar a lugares de gran altitud. “Es esencial permitir que el cuerpo se ajuste durante uno o dos días antes de emprender actividades exigentes. Es recomendable dejar las actividades intensas, como subir montañas o explorar senderos ecológicos, para los últimos días de la estancia, dando tiempo al sistema respiratorio para adaptarse a la presión atmosférica”, dice.
Agrega que un punto importante para considerar es la comida, por ello recomienda que:
- Las dietas bajas en carbohidratos, altas en proteínas y verduras, incluyendo las dietas cetogénicas (keto), pueden ser beneficiosas, ya que proporcionan una energía constante, lo cual es crucial para largas jornadas en la montaña. Sin embargo, es crucial tener en cuenta que pueden resultar en una ligera disminución de la velocidad.
- Las dietas altas en carbohidratos ofrecen una gran cantidad de energía, lo que puede ser útil para esfuerzos intensos de corta duración. No obstante, esta energía no es continua y puede llevar a altibajos en el rendimiento. Si opta por este tipo de dieta, es fundamental llevar comida extra en la mochila para mantener los niveles de energía durante toda la ascensión.
- Es recomendable mantenerse alejado de los dulces, alimentos con mucha fibra, verduras que generen fermentación (como brócoli, coliflor, repollo, col de Bruselas y coles de hoja), bebidas gaseosas y comidas grasosas. Estos alimentos pueden causar malestar estomacal, hinchazón y fatiga, lo cual puede afectar negativamente el rendimiento durante la ascensión.
“La preparación mental es tan importante como la física. Por ello, practique ejercicios de meditación, ya que estos pueden ayudarle a desarrollar la concentración y la calma necesarias para enfrentar los desafíos de la montaña”, menciona Garcia.
Si tiene mal de altura, haga lo siguiente
Rivera explica que si se experimenta dolor de cabeza, el primer paso es evaluar el estado de hidratación, pues dependiendo de esta evaluación, se debe ajustar la ingesta de líquidos. Por otro lado, es aceptable tomar analgésicos de venta libre, como el acetaminofén, para aliviar el malestar.
“No obstante, debe mantenerse alerta, pues si los síntomas persisten o empeoran, es imperativo buscar atención médica inmediata. Si se siente mal, puede descender a una altitud menor donde el oxígeno sea más abundante, o suministrar oxígeno suplementario si está disponible. Sin embargo, en casos de síntomas severos, la prioridad debe ser acceder a un servicio de salud profesional para una evaluación exhaustiva”, recomienda el experto.
Esto se debe a que en situaciones graves, los médicos tienen a su disposición una variedad de tratamientos específicos. Estos pueden incluir medicamentos que ayudan a prevenir complicaciones más serias asociadas con el mal de altura. La intervención médica oportuna es crucial para evitar el desarrollo de condiciones potencialmente peligrosas como el edema pulmonar o cerebral de alta montaña.
Por ultimo, tenga en cuenta que, aunque estos consejos no garantizan la prevención absoluta del mal de altura, ayudan a que, en caso de presentarse síntomas, el organismo responda de manera más efectiva. Por ello, la clave radica en la preparación y en la capacidad de reconocer y actuar ante los primeros indicios.
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