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Los huevos de tortuga marina tienen una polaridad. Eso significa que una vez desova la mamá tortuga y los entierra en la playa, no deben cambiar de posición. Si se mueven lo más probable es que mueran, y en caso de nacer, ya no van hacia arriba, hacia la playa y el mar, sino en otras direcciones, lo cual les costará la vida.
Estamos en la isla de Providencia, su belleza natural es impresionante. El mar cristalino, un verde intenso en sus cerros interiores, lagartijas azules, un clima cálido y un paisaje submarino, debido al arrecife coralino más extenso de Colombia, que transporta a otro mundo.
No hay miseria ni indigencia. Sus habitantes no ambicionan un desarrollo turístico a cualquier costo. En contraste, quieren un turismo especializado alrededor del buceo, el sol, la playa y la naturaleza; con turistas de alto poder adquisitivo, pero dispuestos a vivir una experiencia cotidiana local y comunitaria. Y precisamente, el turismo especializado, que se caracteriza por conectarse con las experiencias y vivencias que los turistas logran tener por medio de él, es la tipología de turismo que más ha crecido, y en donde el turismo científico, basado en la ciencia ciudadana, permite generar aportes significativos en procesos de conservación e investigación.
La defensa de su territorio o, mejor, “maritorio”, y de su cultura raizal es un estandarte importante. Sin embargo, una clave para que esto suceda está en su régimen excepcional: está prohibido venir a vivir a esta isla si eres del continente o del extranjero; incluso, si compras terrenos o construyes una casa. En gran medida, eso la deja fuera del mercado salvaje, y evita que unos millonarios o unas cadenas hoteleras transnacionales se apropien de su belleza, para explotar sus valores naturales y culturales.
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Su futuro tiene incertidumbres relevantes, sobre todo en lo ambiental: el cambio climático, el aumento en el nivel del mar, el riesgo de huracanes más potentes, los incendios forestales por sequías, la erosión de las playas, la pérdida de biodiversidad marina y el narcotráfico, entre otros factores. No es fácil hablar de esto.
Su sistema turístico tiene algunos lunares: las capacidades de su hospital son mínimas. Nadie quisiera tener un percance de salud donde no hay equipos para radiografías, atender un parto ni una intoxicación severa. El trasporte público es poco, errático y su precio, alto. Sin embargo, hay soluciones como ir hasta San Andrés ante cualquier emergencia de salud o, con algo de suerte, acudir al saber ancestral de los raizales. Asimismo, es posible alquilar motos y carritos de golf para movilizarse. De todas formas, esto puede afectar la experiencia de algunos viajeros y, en la era de la comunicación digital, desteñir un poco su hermosa imagen ante eventuales comentarios desafortunados.
A pesar de lo anterior, hay cosas muy valiosas. “Hemos utilizado y destruido mucho la naturaleza, es hora de hacer algo a cambio”, señala Felipe Cabeza, presidente de la Old Providence and Ketlina Huxbill Foundation, dedicada a la conservación de tortugas marinas desde hace cinco años. Pero no siempre es fácil. Las autoridades ambientales no necesariamente valoran o entienden los esfuerzos comunitarios, y esto puede bloquear a quienes más quieren aportar.
No obstante, nace una apuesta por el desarrollo del turismo científico desde la Fundación Huxbill, con apoyo de la Universidad Externado de Colombia y el Ministerio de Ciencia. Una oportunidad para vincular el buceo (quien no bucea conoce menos de la mitad de este destino, dicen algunos locales), la conservación de las tortugas marinas y de sus ecosistemas asociados, y el ecoturismo científico. Con el apoyo de todos, procuramos que este esfuerzo colectivo se desarrolle mirando hacia arriba.
*Docentes investigadores de la Facultad de Administración de Empresas Turísticas y Hoteleras, Universidad Externado de Colombia.