Valle de Tenza, tesoro entre montañas
Sus esmeraldas fueron el gran atractivo durante años. Hoy son sus cascadas, embalses y parajes los que seducen a los visitantes.
El Espectador
Es difícil entender porque este pequeño paraíso no está repleto de turistas, aunque para quienes ya lo han descubierto precisamente es esa tranquilidad de la que gozan los sitios no muy concurridos uno de sus grandes atractivos. La entrada al Valle de Tenza está a tan sólo una hora de Bogotá. Por la autopista norte, vía Tunja, se toma el desvío al embalse del Sisga hasta Macheta, un municipio de Cundinamarca que da la bienvenida a esta extraordinaria región, que luego se extiende por el departamento de Boyacá.
El clima es una de sus grandes bondades. La temperatura promedio es de 20 °C y aunque en las noches hace frío y durante el invierno las lluvias no cesan, en el día es muy agradable e incluso por esta época de verano ideal para broncearse. A pesar de que las carreteras no están en muy buen estado, vale la pena recorrerlo, visitar sus municipios de arquitectura colonial y probar su gastronomía. Los chicharrones de cuajada son famosos en Somondoco, la mogolla rellena de bocadillo se ve casi en todas partes, al igual que las almojábanas, arepas de laja, el pan de maíz, los envueltos y la carne oreada.
Disfrutar de la naturaleza es la consigna en este destino que esconde senderos ecológicos y cascadas extraordinarias, a muchas de las cuales solamente se puede llegar desde la represa de Chivor, en lancha o kayac. Justamente esta represa se ha convertido en punto de encuentro de los aficionados a deportes como el kitesurf o el windsurf. Los fines de semana el plan es navegar y disfrutar de picnis en una especie de playa de pasto.
Cerca de Garagoa, en cuyo parque principal hay una ceiba de 38 metros de alto, la invitación es a liberar adrenalina haciendo parapente o simplemente admirar el paisaje desde el mirador Alto de Santa Bárbara. A menos de una hora de este municipio está Guateque, que no goza de una infraestructura muy llamativa, pero produce las chirimoyas más dulces de la región, cuenta con una amplia oferta de balnearios y durante celebraciones como la de Fin de Año es famoso por sus espectáculos de juegos pirotécnicos.
Las excursiones a la Laguna del Volcán, el Alto de los Reyes o la Cueva de las Águilas es otro programa que vale la pena cuando el viaje va a durar varios días. La laguna, como la bautizó la población, es en realidad un humedal en el que habitan patos, garzas y peces. Su imponencia la convirtió en protagonista de algunas narraciones locales que le atribuyen energías especiales.
El Alto de los Reyes o Alto de la Cruz, ubicado en la vereda de Aposentos, tiene dos antiguas casonas coloniales desde donde antiguamente salía la caravana del 6 de enero para festejar la llegada de los Reyes Magos. Y la Cueva de las Águilas, en la vereda de Caguatoque, es un filón de roca sobre una pendiente que ofrece una vista de valles y montañas en todas las tonalidades de verdes y ocres. El nombre surgió debido a que por cuenta de su altura fue por años el lugar donde anidaron los aguiluchos o gavilanes.
Las artesanías, los típicos mercados de domingo y la calidez de la gente también han hecho de este Valle un paraje único colombiano. La facilidad para llegar y su cercanía con Bogotá garantizan el pronto regreso de sus visitantes.
Es difícil entender porque este pequeño paraíso no está repleto de turistas, aunque para quienes ya lo han descubierto precisamente es esa tranquilidad de la que gozan los sitios no muy concurridos uno de sus grandes atractivos. La entrada al Valle de Tenza está a tan sólo una hora de Bogotá. Por la autopista norte, vía Tunja, se toma el desvío al embalse del Sisga hasta Macheta, un municipio de Cundinamarca que da la bienvenida a esta extraordinaria región, que luego se extiende por el departamento de Boyacá.
El clima es una de sus grandes bondades. La temperatura promedio es de 20 °C y aunque en las noches hace frío y durante el invierno las lluvias no cesan, en el día es muy agradable e incluso por esta época de verano ideal para broncearse. A pesar de que las carreteras no están en muy buen estado, vale la pena recorrerlo, visitar sus municipios de arquitectura colonial y probar su gastronomía. Los chicharrones de cuajada son famosos en Somondoco, la mogolla rellena de bocadillo se ve casi en todas partes, al igual que las almojábanas, arepas de laja, el pan de maíz, los envueltos y la carne oreada.
Disfrutar de la naturaleza es la consigna en este destino que esconde senderos ecológicos y cascadas extraordinarias, a muchas de las cuales solamente se puede llegar desde la represa de Chivor, en lancha o kayac. Justamente esta represa se ha convertido en punto de encuentro de los aficionados a deportes como el kitesurf o el windsurf. Los fines de semana el plan es navegar y disfrutar de picnis en una especie de playa de pasto.
Cerca de Garagoa, en cuyo parque principal hay una ceiba de 38 metros de alto, la invitación es a liberar adrenalina haciendo parapente o simplemente admirar el paisaje desde el mirador Alto de Santa Bárbara. A menos de una hora de este municipio está Guateque, que no goza de una infraestructura muy llamativa, pero produce las chirimoyas más dulces de la región, cuenta con una amplia oferta de balnearios y durante celebraciones como la de Fin de Año es famoso por sus espectáculos de juegos pirotécnicos.
Las excursiones a la Laguna del Volcán, el Alto de los Reyes o la Cueva de las Águilas es otro programa que vale la pena cuando el viaje va a durar varios días. La laguna, como la bautizó la población, es en realidad un humedal en el que habitan patos, garzas y peces. Su imponencia la convirtió en protagonista de algunas narraciones locales que le atribuyen energías especiales.
El Alto de los Reyes o Alto de la Cruz, ubicado en la vereda de Aposentos, tiene dos antiguas casonas coloniales desde donde antiguamente salía la caravana del 6 de enero para festejar la llegada de los Reyes Magos. Y la Cueva de las Águilas, en la vereda de Caguatoque, es un filón de roca sobre una pendiente que ofrece una vista de valles y montañas en todas las tonalidades de verdes y ocres. El nombre surgió debido a que por cuenta de su altura fue por años el lugar donde anidaron los aguiluchos o gavilanes.
Las artesanías, los típicos mercados de domingo y la calidez de la gente también han hecho de este Valle un paraje único colombiano. La facilidad para llegar y su cercanía con Bogotá garantizan el pronto regreso de sus visitantes.