Lo que debe saber sobre Svalbard, el reino del oso polar

La ruta entre Noruega y el Polo Norte alberga un paraíso natural ártico, compuesto por numerosas islas. El archipiélago de Svalbard es hogar de renos, zorros y del imponente oso polar.

Nicolás Fernández Sánchez
06 de diciembre de 2018 - 08:03 p. m.
Dos tercios de los 61.045 km de extensión de Svalbard son área natural protegida. / Getty Images
Dos tercios de los 61.045 km de extensión de Svalbard son área natural protegida. / Getty Images
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Una enorme e imponente silueta contrasta con la infinita capa de nieve que se apropia de la zona norte del continente europeo. Sus pasos son lentos, pero nunca se detiene. Deambula con seguridad y confianza como si conociera aquel blanco paisaje que parece repetirse kilómetro a kilómetro en el ar­chipiélago de Svalbard. Es el amo de la tierra y el mar de esta región, conocida como ‘El reino del oso polar’.

Svalbard es un archipiélago ubicado en el océano ártico. Allí, aunque existen asentamientos habitados por el hombre, el protago­nismo recae en la fauna local. Zorros, osos y renos se apropian del lugar durante todo el año. Cada una de estas especies se cuenta en miles y para asegurar su supervivencia las autoridades estatales han decidido proteger casi dos tercios de los 61.045 kilómetros que tiene de superficie.

Un amplio grupo de islas componen Svalbard, siendo la Isla del Oso, Hopen y Spitsbergen las únicas tres en las que habita el hombre. En esta última está el mayor asentamiento en el archipiélago, Long­yearbyen, que, con un poco más de dos mil habitantes, es sede de la gobernación municipal.

Es allí donde los colores se apoderan del paisaje. Verde, rojo y azul se concentran en la urbe. En ocasiones ambos colores aparecen en las construcciones de no más de dos plantas. Hay vías en las que las líneas de los neumáticos quedan impresas en la fina capa de hielo sobre la que transitan carros, camiones cargados de minerales y cru­do e incluso uno que otro reno de Svalbard, uno de los más pequeños de esta especie.

Aquellos espacios en los que el hombre no ha construido vías son frecuentemente transitados por trineos empujados por entre seis y diez perros adiestrados. Los gritos y jalones de sus conductores señalan el destino, y mientras lo hacen, con frecuencia se asoman cu­riosos dos enormes ojos negros. Es el zorro ártico, cuyo tierno rostro recuerda más a una figura de peluche que a un cánido carnívoro que caza pequeños mamíferos y aves, y que en ocasiones se alimenta de los cuerpos sin vida de los osos polares.

Svalbard es un lugar único y particular. Cuenta con tres es­taciones: verano polar (mayo-septiembre), invierno aurora boreal (octubre-febrero) y soleado de invierno (marzo-mayo). Las tem­poradas de sol son las preferidas por los turistas para realizar caminatas, a pie o en trineo, en los al­rededores de algunas de las islas más pobladas.

Cuando la oscuridad se apropia del cie­lo, entre los meses de octubre y enero, estas pequeñas ciudades se convierten en román­ticos escenarios cargados de luces de algu­nos de los mejores restaurantes de sushi del país. Es una tradición asistir a eventos socia­les y culturales en este periodo, considerado por muchos como el mejor del año.

Hay quienes dicen que en esta zona hay más motos de nieve que personas. No es descabellado, pues desde el cielo las comunidades que allí se han radicado des­de finales del siglo XIX parecen pequeñas porciones de luz parpadeante, mientras a su alrededor, decenas de especies conviven en estado salvaje, camufladas bajo el blan­co manto de nieve que se expande sobre el océano y la tierra.

¿Cómo llegar?

Primero, debe llegar al Aeropuerto de Oslo-Gardermoen. Una vez esté en la capital noruega, puede tomar un vuelo hasta la isla de Tromsøya y allí uno hasta el aeropuerto de Svalbard.

Por Nicolás Fernández Sánchez

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