Un destino mágico y económico: A ti, México de mis amores

Cuatro días en un país que no deja de sorprenderme. Esta vez el enamoramiento se dio entre pirámides, iglesias y un barrio entre agua llamado Xochimilco.

Marcela Díaz Sandoval *
27 de marzo de 2018 - 07:52 p. m.
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Querido México:

No puedo más contigo. Fui a visitarte hace una semana y lo volviste a hacer una vez más. Me mandaste con el corazón roto a Colombia y no te lo perdono. Te estás excediendo con tu encanto. Tus colores, olores, sabores, arquitectura, historia y tradición hacen que cada vez me entuse más con nuestra despedida y no me parece justo. Pero no te escribo sólo por eso; te escribo para contarte la experiencia que viví durante cuatro días en tus calles, con tu gente.

Siempre he sabido que eres un destino religioso. Desde que en 1531 la Virgen de Guadalupe se le apareció a Juan Diego, cientos y miles de creyentes de México y del mundo se congregan en tus iglesias y capillas para agradecer una ayuda o pedir un milagro. Lo comprobé con la visita que hice a la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe el viernes de cuaresma y vi, como si se tratara de una película, cómo hombres y familias entraban de rodillas al segundo recinto católico más visitado del mundo.

La belleza del lugar se percibe desde el exterior. Y aunque me gustaron las siete iglesias que allí se encuentran, fueron la Antigua y Nueva Basílica las que más me impresionaron. De la Antigua me llamó la atención su arquitectura y cómo la han conservado después de más de 300 años (aunque para ser sincera, es un poco miedoso ver cómo se está hundiendo y sentir los cuatro grados de inclinación). De la Nueva me pareció fantástico el diseño que el arquitecto mexicano Pedro Ramírez le quiso dar en forma circular para simular las lonjas donde Jesús evangelizaba.

Me di cuenta de que había viajado en el momento indicado, cuando me dijeron que en Semana Santa se estima que ingresan 850.000 personas a la basílica, por lo que la recomendación es llegar a las 8:30 a.m. para poder hacer el recorrido con mayor tranquilidad. Fui feliz comiendo en tus famosos puestos callejeros. Por 30 pesos mexicanos ($4.500 colombianos) degusté una deliciosa y auténtica quesadilla. Sin embargo, quienes prefieran las cadenas de restaurantes pueden darse el gusto en la calzada Guadalupe.

Has hecho muy bien la labor con los artesanos al permitirles tener sus negocios alrededor de las iglesias. Es el punto perfecto para que los viajeros puedan comprar medallas, estampitas, pulseras o imágenes de la Virgen para que un sacerdote las bendiga adentro. Los precios se me hicieron cómodos, en comparación con otras zonas de la ciudad. Aunque para ser sincera, México es un país que nos sale muy económico a los colombianos.

Horas más tarde, después de haber hecho el santo recorrido, y con 50 minutos de distancia, fui a descubrir uno de los lugares de los cuales te debes sentir muy orgulloso como país. Visité Teotihuacán, y ahí en esas ruinas fue donde dejé parte de mi corazón. ¡Qué lugar! ¡Qué energía tan vibrante! Mi visita coincidió con unos días antes de que ocurriera el fenómeno del Equinoccio (cuando el día y la noche tienen la misma duración), así que por recomendación del guía fui vestida de blanco y al llegar me sentía como uniformada. Me explicaban que de esta manera se absorbe más la energía del Sol.

A las pirámides se puede ir en carro particular y se paga el parqueadero y el ingreso de 70 pesos mexicanos ($10.600) por persona; o en bus, tomándolo en la Terminal del Norte; salen cada 45 minutos y cuesta 48 pesos mexicanos ($7.300) el recorrido de dos horas, y 85 pesos ($12.900) si prefieren llegar más rápido, en una hora.

Visitar las pirámides es lo más cercano a ver el mundo por primera vez. Me asombró. Me recargó. Me encantó. Ver cómo las personas aprovechan para meditar, hacer estiramiento, agradecer, desconectarse y conectarse, creo que sólo se puede vivir allí. La recomendación para esta visita es llevar gorra, protector solar, hidratación y subir al ritmo que cada persona pueda. Lo hacen desde niños hasta adultos mayores que quieren vivir la experiencia de llegar a la cumbre de la Pirámide del Sol después de 247 escalones.

De las ruinas se baja recargado, pero con hambre. La buena noticia es que en la zona arqueológica hay cerca de diez restaurantes que ofrecen platos bufé o a la carta. En ellos se pueden encontrar quesadillas de maíz, calabaza, picadillo, pollo con nopales, chicharrón en crema, así como fríjoles, arroz, sopas y postres, como flan de niche, niño envuelto o gelatina de mosaico. Todo esto por precios que oscilan entre los 200 y 250 pesos mexicanos ($30.000 y $38.000).

Te dije que una parte del corazón la dejé en las pirámides del Sol y la Luna. La otra en Xochimilco. ¿Cómo es posible que conserves un lugar turístico después de más de 80 años, en medio del agua y que forme parte de un barrio de la ciudad? Es como si estuviera dedicado a las personas amantes de los mariachis, las bandas, los colores, las artesanías y la comida callejera.

Allí hice lo mismo que hacen todos. Me subí a una trajinera (barca) acompañada de un señor que usa un polín (palo) para remar; degusté uno de los tradicionales elotes (maíz hervido con mayonesa, queso, limón y chile) -aunque en otras barcas también venden cocteles de fruta y almuerzos-, escuché mariachis, me bajé a mitad de camino para conocer uno de los viveros que allí se encuentran y conocí la historia de este particular y colorido barrio de Ciudad de México, que existe desde 1325.

Me pareció magnífico que los visitantes puedan disfrutar de este lugar cualquier día de la semana, entre las 10 de la mañana y las 7 de la noche. Para contratar una barca hay más de 20 lugares que ofrecen el servicio. El precio es de 367 pesos mexicanos ($55.000).

Y pues eso fue algo de lo que hice en los pasados días en tus calles. Suficientes para enamorarme una vez más de ti. Para regresarme a mi país con el sonido de los mariachis y el acento de tus pobladores; con el sabor de tu inigualable comida y el calor que brindan los mexicanos en cada saludo. Gracias México, lindo y querido, por compartir con el resto del mundo la magia de la que estás hecho.

 

* Invitación de Wingo.

 

Por Marcela Díaz Sandoval *

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