Misión: derrotar el coronavirus y el hambre

El coordinador de la Misión de Sabios plantea en este texto la necesidad de que el país asuma una estrategia frente a la pandemia de forma más integral, que tenga capacidad de anticipar con foco en el doble objetivo sanitario y social.

Clemente Forero Pineda
14 de abril de 2020 - 05:42 p. m.
Reciente Consejo de Ministros. "Es una lástima que no se aborde la estrategia frente a la pandemia de forma más integral y 'mission oriented', como se recomendó planear estas cosas desde la Misión de Sabios, dice su coordinador Clemente Forero. / Efraín Herrera - Presidencia
Reciente Consejo de Ministros. "Es una lástima que no se aborde la estrategia frente a la pandemia de forma más integral y 'mission oriented', como se recomendó planear estas cosas desde la Misión de Sabios, dice su coordinador Clemente Forero. / Efraín Herrera - Presidencia
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Hace dos semanas participé en un panel que evaluaba propuestas de investigación sobre desarrollo de métodos de diagnóstico y pruebas rápidas, al lado de profesionales muy competentes. Como eran proyectos técnicos muy específicos, consulté a algunas personas que están laborando en el corazón del sistema de salud. Por ellas me enteré del estado de la capacidad del país en pruebas sanitarias. No estamos bien en este frente ni en la coordinación y articulación del sistema de salud, como para tener información oportuna, anticipar adecuadamente la evolución de la pandemia y enfrentarla.

Sin embargo, me impresionaron la respuesta y la capacidad de los científicos colombianos. Casi 600 propuestas en toda la convocatoria, preparadas en tres días, pero cuya calidad mostraba que eran fruto de sólidos procesos de investigación previamente desarrollados. Entre las que vi, 60 % eran muy buenas. En otros paneles, se propusieron respiradores, ensayos sobre tratamientos, modelos con GPS, y otras investigaciones con tecnologías de punta y ciencia de frontera. También hubo propuestas sobre el impacto social, que es grave para muchos grupos. Los medios de comunicación han dado cuenta de otras iniciativas de peso, en todos los eslabones de la cadena de conocimiento. La premura de la convocatoria y la selección que se hizo de los proyectos puede discutirse, pero es claro que la comunidad científica del país respondió por encima de cualquier expectativa.

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Mi conclusión sobre ese contraste entre la limitada capacidad del sistema de salud para atender crisis de envergadura y el inmenso potencial de la comunidad científica es que, si hacemos las cosas bien ahora, y este y los gobiernos futuros persisten en apoyar la ciencia, estaremos preparados para la próxima pandemia. El sistema ha podido manejar la actual, hasta este momento, pero el riesgo de desbordamiento es muy grande.

Es una lástima que no se aborde la estrategia frente a la pandemia de forma más integral y mission oriented, como se recomendó planear estas cosas desde la Misión de Sabios. A pesar de las experiencias de malaria, dengue, chikunguña y sika, la desarticulación de todo el sistema nacional para intervenir en esta crisis es fuerte. Si todo el aparato de intervención de la sociedad colombiana, liderada por el gobierno, se plantea la misión de “derrotar el coronavirus y el hambre” será necesario involucrar a muchos actores y a muchos sectores de la población.

Quienes hasta hace poco proclamaban que la competitividad debía ser el único objetivo de la ciencia deben cambiar de visión, así sea empujados por la tragedia. Las estrategias de abajo hacia arriba pueden y deben ir más allá de las consignas sociales de lavarse las manos y mantener el distanciamiento social. La imposibilidad de predecir la propagación del virus con mayor exactitud, aunada a la complejidad del problema y a la insuficiencia del conocimiento de la humanidad, indican la necesidad de experimentar simultáneamente con distintas estrategias.

Con los confinamientos generales y parciales estamos ganando un poco de tiempo para organizarnos, porque la pesadilla estará ahí hasta que se obtengan una o varias vacunas eficaces y podamos producirlas. La producción local de vacunas contra coronavirus SARS-Vov-2, responsable de la COVID-19, implicaría la inmediata construcción de una fábrica o la reconversión de otras. Este es un proyecto que los ministerios de Ciencia y de Salud deberían liderar, como parte de esa misión, teniendo en cuenta que, a pesar de los esfuerzos de la OMS y Naciones Unidas, la colaboración internacional ha sido insuficiente.

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Una cosa es que se descubra y pruebe una primera vacuna a nivel mundial (cosa que no haremos nosotros) y otra que, a partir de allí, evaluemos su efectividad en el país o, si es necesario, logremos desarrollar una vacuna específica para las cepas que se habrán desarrollado en nuestro medio. Nuestros científicos tienen la capacidad de hacerlo.

Como país, debemos comenzar a pensar en un sistema que no solo reaccione pasivamente, sino que tenga capacidad de anticipar; que esté enfocado en el doble objetivo sanitario y social; y que a largo plazo le apunte a estar listos para la próxima pandemia, ojalá en un proceso de más estrecha colaboración científica y logística internacional.

En el frente social y económico de esta misión, ojalá la ortodoxia económica recuerde la historia de las grandes crisis: en condiciones de fuerte contracción, las políticas deben enfocarse en disparar la demanda, no en controlar el déficit. ¿Cómo hacerlo? No toda la demanda se puede estimular, pero sí se pueden salvar las vidas de los más vulnerables asegurándoles ingresos por medio de subsidios y crédito, y permitiendo la circulación de quienes producen lo esencial para la supervivencia de todos: alimentos, implementos de salud, servicios básicos.

Esto implica masivas transferencias a favor de los vulnerables (que son muchos, como resultado de más de dos décadas de divisas fáciles y enfermedad holandesa) y un cambio estructural tanto de oferta como de demanda, sin el cual los objetivos de salud y economía no son compatibles. En la economía de guerra que Galbraith, Ackley, Lauchlin Currie y otros diseñaron en 1942, se impuso el keynesianismo militarista, pues los meros instrumentos monetarios fueron insuficientes. Aquí debemos adoptar el keynesianismo salubrista y social.

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Las tasas de interés deben caer mucho más. Sumando crédito del FMI, contrarreforma tributaria y emisión, el Estado debe poner a circular dinero por la vía de subsidios a los vulnerables y crédito amplio a las empresas, especialmente las pequeñas y las que se reconviertan hacia la economía del coronavirus, como han sugerido algunos analistas.

Pero eso no basta. Masivas transferencias de ingresos a informales, desempleados y pobres, e inversión abundante y eficaz en insumos, equipos, articulación de centros de investigación y fortalecimiento del sistema de salud, son indispensables. El Estado también deberá impedir que el sistema financiero sea una barrera que impida el acceso al crédito de las empresas y personas que lo necesitan para aguantar el cierre. Así evitaremos sumirnos en el pozo económico y a la vez protegeremos la vida de los colombianos, doble objetivo de la misión integradora de esfuerzos que se propone.

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Por Clemente Forero Pineda

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