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“Por acá está complicada la situación. Pero solo a veces, de resto ha estado normal. Estamos con la familia, entonces, casi no salimos ni nada de eso. Hay que aprovechar la paz para que nazca mi bebé”, dijo Ánderson Pérez Osorio hace algunas semanas. El 17 de junio lo asesinaron en Caloto, Cauca. Su muerte, por cuenta de tres disparos que dos hombres le propinaron directo a la cabeza, se suma a la lista de 134 exguerrilleros que han sido asesinados desde la firma del Acuerdo de Paz, según el partido FARC.
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Sin embargo, entre sus compañeros del sur del país, su homicidio no figura como uno más. No es una cifra. Es la ausencia, el desconcierto y el dolor que llegan tras su desafortunada muerte, según expresan algunos de sus conocidos. “Era un muchacho alegre, que le interesaba mucho vivir la vida con optimismo. Eso es lo que más nos duele. Fue asesinado un compañero que, en medio de tantas dificultades, siempre tuvo una sonrisa, incluso frente a las adversidades de la implementación del Acuerdo. Reflejaba en su forma de ser y en sus expresiones ese ánimo y deseo que tenemos las personas de la FARC”, recuerda de él Manuel Bolívar, exguerrillero y director de Nueva Colombia Noticias (NC Noticias), un proyecto de comunicación del ahora partido político del cual Pérez hacía parte.
Conocido como David Marín durante la guerra, en los años de enfrentamientos en el monte colombiano hizo parte del sexto frente de las Farc, que operaba en el suroccidente del país. Entró voluntariamente a la guerrilla cuando tenía alrededor de 15 años y, según sus colegas, primero fue jefe de milicia y años más tarde se incorporó directamente al movimiento insurgente. Y una vez acogió la decisión de regresar a la vida civil, el Mono, como también le decían por cariño, se enfocó en aprender de comunicaciones. Quería contar su historia y los esfuerzos de su región por construir una paz estable y duradera y el trabajo de su partido por cumplir con lo que firmaron sus comandantes el 1° de diciembre de 2016.
Por ese deseo fue que Ricardo Coral conoció a Ánderson Pérez. En 2017, Coral, director de cine nariñense, junto a un grupo de cineastas, llegó al ETCR de La Elvira, Cauca, para producir Historias de guerra, una película de ficción dividida en cinco cortos que relata la vida de los rebeldes durante el conflicto armado. Cincuenta excombatientes participaron en el producto audiovisual; Pérez era uno de ellos. Aunque vivía en Caloto, en ese momento el Mono se encontraba allí participando de “Comunicadores para la paz”, un taller de tres meses en el que los militantes de la FARC aprendían herramientas para narrar e informar.
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“Él me dijo: profe, yo quiero estar en la película. Y realmente, muchos de los que participaron en el curso se quedaron a rodar con nosotros durante más de dos meses. David, como los demás, era una persona con una capacidad impresionante de aprendizaje y de preservar la fraternidad, solidaridad y armonía; valores de las Farc para sobrevivir en la guerra. Al acabarse esa forma de vida de violencia, conservaron esos principios. Y si algo caracterizaba al Mono era justamente esa completa disposición y entrega a todo lo que hacía”, expresa Coral.
“Él era el primero en llegar a las grabaciones. Si el llamado era a las 4:30 de la mañana, él estaba cinco minutos antes. Si no teníamos el transporte por alguna contingencia, era el primero que se ponía a buscar y a conseguir un carro para movernos. Si tenía que hacer luces, las hacía. Si llovía durante el rodaje, no importaba; tenía actitud alegre para trabajar. Tuvo un compromiso absoluto y profundo para desarrollar los proyectos en los que pudieran exponer su visión. Todos los que estuvimos en la película enfatizamos en que se reía por todo y mamaba gallo todo el tiempo”, dice. De su experiencia con Pérez, Coral recuerda anécdotas puntuales que dan cuenta de su confianza en un proceso de reincorporación que para él terminó hace ocho días.
“Sobre todo era un tipo confiado en el proceso de paz. Como muchos otros exguerrilleros, siempre creyó en la capacidad de sus comandantes y que estuvo bien lo que se hizo en La Habana. Mire, ellos entregaron las armas y para varios fue difícil, porque para ellos era su compañera, les daba seguridad. Al otro día de ese evento, algunos nos decían que ahora qué iban a hacer, que tenían susto porque no tendrían con qué defenderse. Pero cuando le preguntamos a David, se rió y dijo con una sonrisa abierta: ‘Pues nada, profe. Siempre nos ha tocado duro y ahorita no será la excepción. Pero bueno, sin armas trabajaremos’”, cuenta Coral.
Así como el cineasta, Jacinto Constante, compañero de Pérez durante el taller de comunicaciones, mantiene un recuerdo ameno de él. “Cuando yo conozco a Ánderson veo a una persona hiperactiva, soñadora, dispuesta, convencida de que su trabajo era en comunicaciones y de que por medio de ellas se pueden cumplir objetivos de nuestra línea política. En ese tiempo él se interesa por el noticiero de NC Noticias, que lo estaban transmitiendo desde La Habana. Le gusta y se vuelve presentador. Sobre personas como Ánderson, en la FARC decimos que son polifacéticos, porque saben de todo”, comenta Jacinto.
Justo por su conocimiento adquirido, Pérez se adhirió a la Cooperativa Multiactiva Ecomún de Caloto, Cauca (Coomecc), que acogía a los exguerrilleros de Miranda. De 24 años y padre de una bebé nacida hace poco más de un mes, dedicaba sus días a comunicar sobre los productos de ebanistería que generaban en esa organización. Pérez quería ser líder, trabajar por su territorio y criar a su hija en paz. Sin embargo, según explica Constante, el peligro acechaba desde hacía días al Mono.
“Hablé con él durante los primeros días de mayo, porque estuvimos en otro taller sobre comunicación en Santander de Quilichao para formar a los encargados de ese asunto en las cooperativas. En ese tiempo me dijo que las condiciones económicas no estaban tan buenas, que debían buscar otros ingresos. Pero, además de eso, también me comentó sobre la seguridad. En este año mataron a un compañero de nosotros, también de comunicaciones, que vivía en el ETCR de David. Me recordó eso y me dijo que no había seguridad, que no sabía qué iba a pasar con ellos, que teníamos que seguir denunciando para que nos pararan bolas, porque la seguridad del Ejército no es suficiente para cuidar cada ETCR”, dice.
Y añade: “Cuando matan a Ánderson, un compañero de ese ETCR me llama y me cuenta, que no saben por qué, pero que parece que lo habían amenazado. No sabemos, pero parece que lo mataron por denunciar. Yo opino que hay un plan de exterminio contra nosotros, todos los que puedan estar en contra de la paz pueden ser los que nos quieren ver muertos, porque ven que lo que estamos haciendo sí está generando conciencia. Entonces, nos quieren acallar y, como no pudieron hacernos daño cuando estábamos en guerra, nos quieren matar ahora y no tenemos con qué defendernos”, asegura Jacinto Constante.
Coral, por su lado, determina una conclusión más: “El problema no es que sean exguerrilleros, sino que como tienen una formación política y capacidad de liderar procesos sociales, los matan. Eso es clarísimo. La comunidad misma denunció su muerte porque no debía ser asesinado. Se convirtió en un líder social. Se desmovilizó, se concentró y empezó a trabajar por su comunidad. Quería construir la paz”.