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Jenni Kivistö y Jussi Rastas, dos finlandeses que han vivido en Colombia, vinieron para vacacionar hace tres años, apenas cuando el proceso de paz estaba en su etapa más compleja: la dejación de armas de la guerrilla comunista más antigua del mundo desde la Guerra Fría: las Farc. Trajeron los equipos por si acaso, porque son cineastas, y ya en Bogotá surgió la posibilidad de viajar al sur del país, al puerto de Tumaco, donde se encontraron con otra realidad y se quedaron. Por un año y medio grabaron en varias partes del país, y se quedaron a convivir durante cinco meses con los exguerrilleros, campesinos, afrodescendientes y cocaleros, en donde conocieron y grabaron a personas que meses después morirían en los albores de la implementación del acuerdo firmado en La Habana (Cuba) a mediados de 2016.
Llegaron para conocer esa Colombia en miniatura, dicen ellos, que hoy está retratada en un documental de noventa minutos, que no tiene la estética de un reportaje periodístico ni de un documental con narrador, sino que es más una película con historias reales de la vida cotidiana de quienes, por un corto tiempo, pasaron de la pesadilla de la guerra a soñar con un país en paz. Por eso, a través de los campesinos y afros, del exguerrillero, los cocaleros, de una congresista del Centro Democrático y de un aristócrata, muestran por qué todo siguió igual, por qué no se logró la paz como se tenía planificado. “Estamos mostrando una complejidad que no se ha mostrado del Acuerdo de Paz y para eso escogimos a seres humanos que pueden ser moralmente difíciles. Por eso, es una película universal”, resaltan los directores del audiovisual.
Colombia fue nuestra, título del documental, surgió de un personaje de la película que se refirió al país en estos términos: “Colombia era nuestra”. “Es interesante porque es una frase que todas las personas que aparecen podrían decir. Se divide así a ‘nosotros’ y ‘ellos - los demás’. Obviamente Colombia es y debería ser de todos los colombianos, pero el país se ve polarizado y fragmentado, en continuas luchas entre diferentes poderes, y de esto se trata el título”, resaltan los autores. ¿Qué le sucede a una paz muy frágil, en un país desigual, si hacer lo “incorrecto” puede justificarse fácilmente como el único medio de lucha? ¿Las personas son capaces de detener el ciclo de violencia que ha durado siglos?, es de lo que trata este documental.
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En enero de 2017, hace tres años, llegaron por primera vez a Tumaco, justo cuando la exguerrilla se estaba concentrando en las zonas veredales para hacer la dejación de sus armas. Durante los cinco meses en los que estuvieron a los dos lados del río Mira, pudieron ver la realidad del segundo puerto más importante de Colombia en el Pacífico: Tumaco. “Los campesinos están en la mitad del conflicto. Se ven afectados por diferentes grupos armados y por la situación de escasez de recursos para vivir. Son personas muy interesantes, porque podemos entender su situación, pero, muchos de ellos, en la película, son víctimas y actores al mismo tiempo de una misma situación caótica. Los campesinos que no hacen parte de ningún eslabón del narcotráfico viven en medio de la escasez y la miseria. No tienen escuelas, no hay vías, las han construido ellos mismos, pero al mismo tiempo hay gente que está produciendo cocaína. Entonces, ellos están tratando de sobrevivir y los Acuerdos de Paz se presentan como una solución, pues creen en la sustitución de cultivos como un futuro próspero si se ejecutara”, comenta Jenni Kivistö.
La última vez que estuvieron en Tumaco fue en marzo de 2018. En esa época, ya el ambiente estaba enrarecido. Apenas en octubre del año anterior, tres días después de la masacre del Tandil, Jenni y Jussi llegaron al lugar donde murieron siete campesinos presuntamente por disparos de la Fuerza Pública. Justo para el tiempo que regresaron, en marzo, apenas se había registrado el secuestro de los periodistas ecuatorianos, cuyo desenlace fue la muerte, precisamente en el lugar donde ellos estaban grabando. Después, encontraron un muerto con muchos tiros en la cabeza y, a medida que han ido editando el documental, se han ido dando cuenta de cómo murieron personas que los ayudaron o que hicieron parte de sus grabaciones, uno de ellos fue el líder afrodescendiente José Jair Cortés. Esas fueron sus últimas estancias en Tumaco, adonde quisieran regresar para proyectar una película que promete estar en los principales festivales de cine del mundo.
El martes pasado ya se presentó en Suecia, como uno de los diez documentales finalistas, en el Festival de Cine de Gotemburgo, el más importante de los países nórdicos. Este viernes, se estrenará en Finlandia y esperan clasificar para el Festival de Cine de Cartagena. El documental, que en inglés se llama Colombia In My Arms, y será proyectado, en las próximas semanas, en las cadenas de televisión nacional en Francia, Noruega, Dinamarca y Finlandia, para exponer una visión más de lo que ha sido el inicio convulso de la paz de Colombia.