La necesaria verdad de los militares sobre el conflicto armado
El general (r) Javier Urbina, de Chile; el general Martin Luther Agwai, de Nigeria, y el exoficial Alagie Barrow, de Gambia, visitaron Colombia para hablar de la importancia del relato de las fuerzas armadas sobre la guerra. Resaltaron la necesidad del contexto para analizar los hechos.
Laura Dulce Romero @Dulcederomerooo
Uno de los grandes desafíos que tiene la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, entidad creada después del Acuerdo de Paz entre las extintas Farc y el Gobierno Nacional, es poner a dialogar relatos sobre lo que ocurrió en la guerra. Necesita escuchar, sin señalamientos a todos los sectores, para al final imprimir una foto que permita entender qué sucedió y, lo más importante, dejar claro por qué no se puede repetir.
La Comisión se ha ido acercando a excombatientes de las guerrillas, víctimas, grupos étnicos y mujeres; pero en las últimas semanas ha tenido un especial interés por integrar en este proceso a las fuerzas armadas. Por eso, invitó a tres militares extranjeros que han sido conocidos en el mundo por participar en la creación y puesta en marcha de comisiones de la verdad en otros países donde hubo dictaduras o conflictos internos: el general (r) Javier Urbina, de Chile; el general Martin Luther Agwai, de Nigeria, y el exoficial Alagie Barrow, de Gambia.
(Puede interesarle: Lo que Colombia debe aprender del genocidio en Ruanda)
En entrevista con este diario, los militares extranjeros resaltan la necesidad de que se escuche y se analice, en el contexto de la guerra, por qué se cometieron violaciones de derechos humanos. Solo así, insisten, podría haber una reconstrucción de la confianza y un proceso de reconciliación con la ciudadanía.
¿Por qué es tan importante la participación de los militares en la construcción de la verdad?
General Martin Luther Agwai (MLA): Los militares son muy importantes, porque es una de las entidades del gobierno y a través de ellas se intentó mantener la ley y el orden, sobre todo en países como Colombia, donde hubo una insurgencia. En esa construcción de verdad es inevitable que salga a relucir la percepción que la gente tiene de los militares, basándose en lo que han hecho hasta ahora. Si ellos no están, otros llenarán las brechas que existan. Y si hay un fallo, otros serán quienes respondan por qué ocurrió. Su participación debe verse como una manera de corregir los errores y también exaltar lo que se hizo bien. Los militares deben estar para contar su historia y ayudarles a los colombianos a sanar.
Cuando participaron en las comisiones de la verdad en sus países, ¿qué temas abordaron los militares para la construcción de la verdad?
Alagie Barrow (AB): Nosotros tuvimos, en el caso de Gambia, investigaciones temáticas. Entonces miramos a la historia, lo que ocurrió: ¿quiénes eran los individuos responsables por lo ocurrido? Y dado a lo que ocurrió en nuestro país, el ejército estaba en la primera línea de las violaciones a los derechos humanos. Entonces miramos muchas cosas: desapariciones forzadas, asesinatos extrajudiciales y retenciones ilegales, entre otros. Y lo hicimos para entender por fin qué ocurrió, por qué y cuál fue el contexto bajo el cual sucedió.
¿Cuál fue el alcance de la participación de los militares en esas comisiones de la verdad?
General Javier Urbina (JU): En el caso de Chile hubo una comisión verdad y al principio tuvo reparo por parte de las fuerzas armadas, de manera que no hubo allí una mayor participación de ellos. Luego se hizo una mesa de diálogo y, posterior a ella, dos comisiones más sobre detenidos y torturas. Y ahí sí participamos. Yo era jefe del Estado Mayor del Ejército y tuve las entrevistas necesarias para que existiera, al final, una aceptación de las fuerzas armadas sobre lo que se iba a poner en el informe. Quisimos poner nuestros puntos de vista, nuestros valores, la realidad de lo que ocurrió. Entendimos la importancia del alcance que estas conclusiones podían. Pensamos que incluso podría ser negativo si esto se hacía mal en las fuerzas armadas. Quisimos asegurarnos en entregar un informe que fuera más bien constructivo.
AB: Fue muy activa. Por poner un ejemplo, nuestra comisión se realizó para investigar la violación de derechos humanos que ocurrieron entre 1994 y 2017 y yo fui director de investigaciones y luego me convertí en asesor de la misma organización.
¿Qué dificultades se presentaron cuando participaron en esas comisiones?
JU: En Chile hubo Comisión de Verdad, que se estableció al inicio del gobierno democrático de Patricio Aylwin. Duró nueve meses y se entregó un resultado. Allí se documentaron al menos 3.000 casos de violaciones de derechos humanos que finalmente llegaron a la justicia. Sin embargo, una vez se entregó el informe a la opinión pública, las fuerzas armadas formularon reparos porque sintieron que el contexto en el que ocurrieron los hechos no fue debidamente tratado por la comisión, ni si reconoció que había una guerra interna. Tampoco les gustó que se arrogara ciertas facultades de conocer hechos que son exclusivos de los tribunales de justicia. Pero también hubo efectos positivos. Se reparó a las víctimas, por ejemplo. Y también me permitió avanzar en los temas de memoria que para el sector de víctimas era importante. Los militares reconocieron su participación en los hechos.
AB: Tuvimos muchos retos, pero le daré tres ejemplos. El primero: el presupuesto. Las comisiones de la verdad son muy costosas. En el caso de África se estableció una comisión, pero sin presupuesto, sin financiación. El otro reto está relacionado con el pueblo de Gambia que está muy dividido. Cuando se estableció la Comisión aparecieron los negadores, gente que no creía en ella. Tuvimos que trabajar fuertemente para que creyeran en la Comisión. Y finalmente, muy importante, encontrar la fórmula para que funcione. No hay comisiones en el mundo exactamente iguales. Eso depende de los contextos. Nosotros no podíamos hacerla, por ejemplo, como Chile o Perú, sino que cada país debe encontrar nuestra manera y, debido a que no hay un formato establecido, es un camino lleno de retos que a veces son superados, pero en otras ocasiones no.
¿Es normal esa resistencia de los militares a participar en estas comisiones de la verdad?
JU: Es natural, porque temen que la narrativa que se puede hacer de los hechos no sea la adecuada y se deje de lado el contexto de guerra que se vivía, es decir, aspectos fundamentales para la acción militar, que contribuye a entender por qué esos hechos reprochables pudieron haber ocurrido.
Lea también: Colombia, ¿en la mira de la justicia internacional?
Desde su experiencia, ¿por qué fue tan importante la Comisión de la Verdad y cómo lograr que el trabajo no se quede solo en un informe?
AB: La comisión de la verdad para nosotros no simplemente se trata del reporte sino de establecer la verdad de lo que ocurrió, porque durante 22 años existió solo la narrativa que el dictador le contaba al pueblo. Mucha gente fue asesinada, pero el reporte oficial es que esas personas estaban siendo transportadas de una prisión a la otra y hubo un accidente y todos murieron. Nadie investigó hasta el establecimiento de esta comisión, donde algunos de los militares contaron que hicieron parte de ese crimen. Los familiares supieron la verdad después de veinte años. También hubo casos de individuos enterrados en fosas comunes y nadie había visto los cuerpos hasta que nosotros entramos. Esto demuestra que va más allá de un reporte. Esto ayuda; sin duda ayudó a la reconciliación.
JU: Es importante porque esto va unido a otras instancias valiosas. Y Colombia lo sabe en este momento. Una de ellas es el de la justicia, la otra la de la reparación y la no repetición. Si en algún momento en Colombia ocurrieron violaciones de derechos humanos, esto siempre se va a saber. Es mejor que el conocimiento de esa verdad se formalice en una comisión que lo hace bien y también se lleve a la justicia. En este país ya hay una transicional y seguro se hablará del contexto en el que ocurrieron los hechos y se explicará, en el caso de los militares, que ellos estaban en una organización jerárquica.
¿Cómo se logra construir la verdad entre países que están polarizados políticamente, como ocurre en Colombia?
MLA: En toda división política hay algo que es común en las partes. Toca encontrar cuál es ese punto. Ese es el punto de entrada. Si ustedes encuentran ese punto común, así sea económico, social, cultural, es la puerta de entrada para un gran diálogo que luego se expandirá. Cuando las partes empiezan a dialogar, la confianza inevitablemente se genera la confianza. Muchas veces lo que impiden esa construcción de verdad son las percepciones que tenemos de los otros, pero cuando se acercan y discuten se dan cuenta de que muchas de las cosas que se dijeron previamente no eran verdaderas.
¿Cómo manejar esa verdad dolorosa de que quien debía defenderte y al final terminó atacándote?
MLA: Creo que lo más importante que debemos entender es que hubo un conflicto y pasaron muchas cosas. No estoy negando que ha habido varias violaciones de los derechos humanos, pero en muchas ocasiones sobrerreaccionamos por cosas que ocurrieron porque no conocimos el inicio, porque simplemente vimos el resultado y luego sacamos conclusiones. Por ejemplo, discutí con el grupo de la Comisión de la Verdad sobre un incidente que ocurrió en mi país, cuando el comandante de una compañía militar fue decapitado y su cabeza fue puesta en una estaca. La gente bailaba alrededor de la cabeza. Los soldados reaccionaron porque era su comandante y al final del día murieron cien personas. Lo que la gente vio fue que cien personas fueron asesinadas por soldados, pero nadie miró hacia atrás y qué conllevó a que los soldados hicieran eso. No lo justifico, pero a lo que me refiero es que olvidamos los hechos anteriores, que esos militares también están atravesados por varias tensiones y estrés, y que en una guerra insurgente los otros también tienen armas. A veces reaccionamos peor y pensamos que aquello que hizo el ejército es imperdonable, mientras que eso que hicieron los rebeldes no, y la guerra fue de ambas partes.
JU: Claro que hay un impacto doloroso a partir de las violaciones de derechos humanos que cometieron los militares. Por eso es necesario ver los hechos en contexto de guerra y empezar el diálogo con una intención de reconciliación. Es muy distinto hacer justicia y hablar de estos casos en un ambiente de una sociedad reconciliada que en una que aún tiene las divisiones del pasado. Las reconciliaciones son procesos, que requiere varios pasos e instancias. En Colombia se puede decir que ya hubo uno: la firma de un acuerdo de paz. No es perfecto, pero es un avance.
¿Entonces usted cree que hay que mirar los dos bandos de la misma forma, a pesar de que uno represente al Estado?
MLA: Lo que quiero es que miremos todo el contexto, toda la fotografía. Si ustedes están investigando no se puede reportar que los soldados asesinaron y no sirven para nada. No. Tenemos que ver qué ocurrió en un periodo de tiempo. Voy a darle un ejemplo. En mi país pasó que un ejército estaba operando en un área por seis meses. Un día patrullando les dispararon a los soldados por la espalda. En algunas zonas, donde hay insurgencia, los hombres se visten de mujeres para atacar. Ustedes saben que las mujeres musulmanas se cubren totalmente. Al final asesinaron a esta persona. En las noticias salió que el ejército asesinó a una mujer, pero cuando se investigó se dieron cuenta de que era un hombre armado. Hay que abrirnos a la posibilidad de escucharnos.
¿En el caso de su comisión qué encontraron en común?
MLA: En Sierra Leona encontramos que todos estaban cansados de luchar una guerra civil durante 10 años. Ellos querían paz, pero no sabían cómo hacerla. Les contamos las ventajas de la paz: la educación de sus hijos, hospitales, tener un mayor contacto con los países de África occidental. Les dijimos que no podían tener eso sin paz. Para ellos fue atractiva la oferta. Vieron lo que podían ganar con la paz. Y así fue más fácil desarmarse.
(Lea también: “No podemos permitir que la violencia sea la última palabra": Mark Durkan)
¿Cómo fue su encuentro con los militares colombianos?
JU: Las fuerzas armadas de Colombia son muy jerarquizadas, muy disciplinadas. Quiero resaltar que hay una voluntad para afrontar esta transición y por eso tienen un comando para evaluar y manejar todo lo que hemos hablado en esta entrevista. Hay un profesionalismo en la manera de abordar estos temas. Por otro lado, notamos que los militares quieren construir confianza acercándose a la verdad. Y esto lo vimos en todos los niveles, desde generales hasta oficiales jóvenes.
Muchos colombianos no confían en las fuerzas armadas por las violaciones de derechos humanos que cometieron, como los falsos positivos, y que incluso hoy continúan. Se supone que estos esfuerzos apuntan a la no repetición, pero volvemos a ver estos crímenes después del acuerdo de paz...
JU: Tenemos que ser honestos: no porque se haya firmado el acuerdo dejarán de ocurrir este tipo de crímenes de un día para otro. Lo importante es cómo reaccionamos ahora ante esos hechos, cómo lo enfrenta el país, los responsables políticos y los mandos. Los ejércitos tienen situaciones de este tipo incluso en tiempo de paz. Está en manos de la institución militar actuar de inmediato para brindar seguridad a la gente e intentar que eso no se convierta en una generalidad que dañen los avances de paz en Colombia. Por lo que he visto, se han tomado medidas. Tienen un ejército profesional.
¿Cómo recuperar la confianza?
JU: Eso se recupera paulatinamente, pero es necesario reconstruirla porque su trabajo continúa. Existe la guerrilla del Eln y otras misiones de guerra. Sí, se sabe que se cometen errores y hay que corregirlos, pero no se puede pensar que se trata de una directriz de los militares. Hoy Colombia está preparando a sus militares en varias áreas, como derechos humanos, antropología o ciencia política. Eso seguro traerá mejores resultados.
Los perfiles
General Martin Luther Agwai (Nigeria): Exjefe de estado mayor de defensa de las Fuerzas Armadas de Nigeria. Actual Vice canciller de la Universidad de Bingham y profesor visitante en el King’s College de Londres. Tiene amplia y reconocida carrera militar y ha sido un defensor de la paz, de la estabilidad y de los valores democráticas en Nigeria y África. Fue designado como comandante adjunto de la misión para Sierra Leona en Naciones Unidas. Además, se desempeñó como consejero militar adjunto para las Naciones Unidas en Nueva York. Actualmente hace parte del Brain Trust del Instituto para las Transiciones Integrales -IFIT- en Nigeria.Alagie Barrow (Gambia): Exoficial de la Guardia Nacional del Ejército gambiano-estadounidense. Sirvió durante más de una década con el Ejército de los EE. UU., donde llegó al rango de capitán. Desde febrero de 2018 es el director de investigación de la Comisión para la Verdad, Reconciliación y Reparación de Gambia.
General Javier Urbina (Chile): El general (r) del Ejército de Chile se desempeñó como director de la escuela militar, agregado militar en la Embajada de Chile en Alemania y Suiza, secretario general del Ejército, comandante del Comando de Institutos Militares y jefe del estado mayor general. Entre los años 2006 y 2008 se desempeñó como embajador asesor en materias antárticas e internacionales en el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Uno de los grandes desafíos que tiene la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, entidad creada después del Acuerdo de Paz entre las extintas Farc y el Gobierno Nacional, es poner a dialogar relatos sobre lo que ocurrió en la guerra. Necesita escuchar, sin señalamientos a todos los sectores, para al final imprimir una foto que permita entender qué sucedió y, lo más importante, dejar claro por qué no se puede repetir.
La Comisión se ha ido acercando a excombatientes de las guerrillas, víctimas, grupos étnicos y mujeres; pero en las últimas semanas ha tenido un especial interés por integrar en este proceso a las fuerzas armadas. Por eso, invitó a tres militares extranjeros que han sido conocidos en el mundo por participar en la creación y puesta en marcha de comisiones de la verdad en otros países donde hubo dictaduras o conflictos internos: el general (r) Javier Urbina, de Chile; el general Martin Luther Agwai, de Nigeria, y el exoficial Alagie Barrow, de Gambia.
(Puede interesarle: Lo que Colombia debe aprender del genocidio en Ruanda)
En entrevista con este diario, los militares extranjeros resaltan la necesidad de que se escuche y se analice, en el contexto de la guerra, por qué se cometieron violaciones de derechos humanos. Solo así, insisten, podría haber una reconstrucción de la confianza y un proceso de reconciliación con la ciudadanía.
¿Por qué es tan importante la participación de los militares en la construcción de la verdad?
General Martin Luther Agwai (MLA): Los militares son muy importantes, porque es una de las entidades del gobierno y a través de ellas se intentó mantener la ley y el orden, sobre todo en países como Colombia, donde hubo una insurgencia. En esa construcción de verdad es inevitable que salga a relucir la percepción que la gente tiene de los militares, basándose en lo que han hecho hasta ahora. Si ellos no están, otros llenarán las brechas que existan. Y si hay un fallo, otros serán quienes respondan por qué ocurrió. Su participación debe verse como una manera de corregir los errores y también exaltar lo que se hizo bien. Los militares deben estar para contar su historia y ayudarles a los colombianos a sanar.
Cuando participaron en las comisiones de la verdad en sus países, ¿qué temas abordaron los militares para la construcción de la verdad?
Alagie Barrow (AB): Nosotros tuvimos, en el caso de Gambia, investigaciones temáticas. Entonces miramos a la historia, lo que ocurrió: ¿quiénes eran los individuos responsables por lo ocurrido? Y dado a lo que ocurrió en nuestro país, el ejército estaba en la primera línea de las violaciones a los derechos humanos. Entonces miramos muchas cosas: desapariciones forzadas, asesinatos extrajudiciales y retenciones ilegales, entre otros. Y lo hicimos para entender por fin qué ocurrió, por qué y cuál fue el contexto bajo el cual sucedió.
¿Cuál fue el alcance de la participación de los militares en esas comisiones de la verdad?
General Javier Urbina (JU): En el caso de Chile hubo una comisión verdad y al principio tuvo reparo por parte de las fuerzas armadas, de manera que no hubo allí una mayor participación de ellos. Luego se hizo una mesa de diálogo y, posterior a ella, dos comisiones más sobre detenidos y torturas. Y ahí sí participamos. Yo era jefe del Estado Mayor del Ejército y tuve las entrevistas necesarias para que existiera, al final, una aceptación de las fuerzas armadas sobre lo que se iba a poner en el informe. Quisimos poner nuestros puntos de vista, nuestros valores, la realidad de lo que ocurrió. Entendimos la importancia del alcance que estas conclusiones podían. Pensamos que incluso podría ser negativo si esto se hacía mal en las fuerzas armadas. Quisimos asegurarnos en entregar un informe que fuera más bien constructivo.
AB: Fue muy activa. Por poner un ejemplo, nuestra comisión se realizó para investigar la violación de derechos humanos que ocurrieron entre 1994 y 2017 y yo fui director de investigaciones y luego me convertí en asesor de la misma organización.
¿Qué dificultades se presentaron cuando participaron en esas comisiones?
JU: En Chile hubo Comisión de Verdad, que se estableció al inicio del gobierno democrático de Patricio Aylwin. Duró nueve meses y se entregó un resultado. Allí se documentaron al menos 3.000 casos de violaciones de derechos humanos que finalmente llegaron a la justicia. Sin embargo, una vez se entregó el informe a la opinión pública, las fuerzas armadas formularon reparos porque sintieron que el contexto en el que ocurrieron los hechos no fue debidamente tratado por la comisión, ni si reconoció que había una guerra interna. Tampoco les gustó que se arrogara ciertas facultades de conocer hechos que son exclusivos de los tribunales de justicia. Pero también hubo efectos positivos. Se reparó a las víctimas, por ejemplo. Y también me permitió avanzar en los temas de memoria que para el sector de víctimas era importante. Los militares reconocieron su participación en los hechos.
AB: Tuvimos muchos retos, pero le daré tres ejemplos. El primero: el presupuesto. Las comisiones de la verdad son muy costosas. En el caso de África se estableció una comisión, pero sin presupuesto, sin financiación. El otro reto está relacionado con el pueblo de Gambia que está muy dividido. Cuando se estableció la Comisión aparecieron los negadores, gente que no creía en ella. Tuvimos que trabajar fuertemente para que creyeran en la Comisión. Y finalmente, muy importante, encontrar la fórmula para que funcione. No hay comisiones en el mundo exactamente iguales. Eso depende de los contextos. Nosotros no podíamos hacerla, por ejemplo, como Chile o Perú, sino que cada país debe encontrar nuestra manera y, debido a que no hay un formato establecido, es un camino lleno de retos que a veces son superados, pero en otras ocasiones no.
¿Es normal esa resistencia de los militares a participar en estas comisiones de la verdad?
JU: Es natural, porque temen que la narrativa que se puede hacer de los hechos no sea la adecuada y se deje de lado el contexto de guerra que se vivía, es decir, aspectos fundamentales para la acción militar, que contribuye a entender por qué esos hechos reprochables pudieron haber ocurrido.
Lea también: Colombia, ¿en la mira de la justicia internacional?
Desde su experiencia, ¿por qué fue tan importante la Comisión de la Verdad y cómo lograr que el trabajo no se quede solo en un informe?
AB: La comisión de la verdad para nosotros no simplemente se trata del reporte sino de establecer la verdad de lo que ocurrió, porque durante 22 años existió solo la narrativa que el dictador le contaba al pueblo. Mucha gente fue asesinada, pero el reporte oficial es que esas personas estaban siendo transportadas de una prisión a la otra y hubo un accidente y todos murieron. Nadie investigó hasta el establecimiento de esta comisión, donde algunos de los militares contaron que hicieron parte de ese crimen. Los familiares supieron la verdad después de veinte años. También hubo casos de individuos enterrados en fosas comunes y nadie había visto los cuerpos hasta que nosotros entramos. Esto demuestra que va más allá de un reporte. Esto ayuda; sin duda ayudó a la reconciliación.
JU: Es importante porque esto va unido a otras instancias valiosas. Y Colombia lo sabe en este momento. Una de ellas es el de la justicia, la otra la de la reparación y la no repetición. Si en algún momento en Colombia ocurrieron violaciones de derechos humanos, esto siempre se va a saber. Es mejor que el conocimiento de esa verdad se formalice en una comisión que lo hace bien y también se lleve a la justicia. En este país ya hay una transicional y seguro se hablará del contexto en el que ocurrieron los hechos y se explicará, en el caso de los militares, que ellos estaban en una organización jerárquica.
¿Cómo se logra construir la verdad entre países que están polarizados políticamente, como ocurre en Colombia?
MLA: En toda división política hay algo que es común en las partes. Toca encontrar cuál es ese punto. Ese es el punto de entrada. Si ustedes encuentran ese punto común, así sea económico, social, cultural, es la puerta de entrada para un gran diálogo que luego se expandirá. Cuando las partes empiezan a dialogar, la confianza inevitablemente se genera la confianza. Muchas veces lo que impiden esa construcción de verdad son las percepciones que tenemos de los otros, pero cuando se acercan y discuten se dan cuenta de que muchas de las cosas que se dijeron previamente no eran verdaderas.
¿Cómo manejar esa verdad dolorosa de que quien debía defenderte y al final terminó atacándote?
MLA: Creo que lo más importante que debemos entender es que hubo un conflicto y pasaron muchas cosas. No estoy negando que ha habido varias violaciones de los derechos humanos, pero en muchas ocasiones sobrerreaccionamos por cosas que ocurrieron porque no conocimos el inicio, porque simplemente vimos el resultado y luego sacamos conclusiones. Por ejemplo, discutí con el grupo de la Comisión de la Verdad sobre un incidente que ocurrió en mi país, cuando el comandante de una compañía militar fue decapitado y su cabeza fue puesta en una estaca. La gente bailaba alrededor de la cabeza. Los soldados reaccionaron porque era su comandante y al final del día murieron cien personas. Lo que la gente vio fue que cien personas fueron asesinadas por soldados, pero nadie miró hacia atrás y qué conllevó a que los soldados hicieran eso. No lo justifico, pero a lo que me refiero es que olvidamos los hechos anteriores, que esos militares también están atravesados por varias tensiones y estrés, y que en una guerra insurgente los otros también tienen armas. A veces reaccionamos peor y pensamos que aquello que hizo el ejército es imperdonable, mientras que eso que hicieron los rebeldes no, y la guerra fue de ambas partes.
JU: Claro que hay un impacto doloroso a partir de las violaciones de derechos humanos que cometieron los militares. Por eso es necesario ver los hechos en contexto de guerra y empezar el diálogo con una intención de reconciliación. Es muy distinto hacer justicia y hablar de estos casos en un ambiente de una sociedad reconciliada que en una que aún tiene las divisiones del pasado. Las reconciliaciones son procesos, que requiere varios pasos e instancias. En Colombia se puede decir que ya hubo uno: la firma de un acuerdo de paz. No es perfecto, pero es un avance.
¿Entonces usted cree que hay que mirar los dos bandos de la misma forma, a pesar de que uno represente al Estado?
MLA: Lo que quiero es que miremos todo el contexto, toda la fotografía. Si ustedes están investigando no se puede reportar que los soldados asesinaron y no sirven para nada. No. Tenemos que ver qué ocurrió en un periodo de tiempo. Voy a darle un ejemplo. En mi país pasó que un ejército estaba operando en un área por seis meses. Un día patrullando les dispararon a los soldados por la espalda. En algunas zonas, donde hay insurgencia, los hombres se visten de mujeres para atacar. Ustedes saben que las mujeres musulmanas se cubren totalmente. Al final asesinaron a esta persona. En las noticias salió que el ejército asesinó a una mujer, pero cuando se investigó se dieron cuenta de que era un hombre armado. Hay que abrirnos a la posibilidad de escucharnos.
¿En el caso de su comisión qué encontraron en común?
MLA: En Sierra Leona encontramos que todos estaban cansados de luchar una guerra civil durante 10 años. Ellos querían paz, pero no sabían cómo hacerla. Les contamos las ventajas de la paz: la educación de sus hijos, hospitales, tener un mayor contacto con los países de África occidental. Les dijimos que no podían tener eso sin paz. Para ellos fue atractiva la oferta. Vieron lo que podían ganar con la paz. Y así fue más fácil desarmarse.
(Lea también: “No podemos permitir que la violencia sea la última palabra": Mark Durkan)
¿Cómo fue su encuentro con los militares colombianos?
JU: Las fuerzas armadas de Colombia son muy jerarquizadas, muy disciplinadas. Quiero resaltar que hay una voluntad para afrontar esta transición y por eso tienen un comando para evaluar y manejar todo lo que hemos hablado en esta entrevista. Hay un profesionalismo en la manera de abordar estos temas. Por otro lado, notamos que los militares quieren construir confianza acercándose a la verdad. Y esto lo vimos en todos los niveles, desde generales hasta oficiales jóvenes.
Muchos colombianos no confían en las fuerzas armadas por las violaciones de derechos humanos que cometieron, como los falsos positivos, y que incluso hoy continúan. Se supone que estos esfuerzos apuntan a la no repetición, pero volvemos a ver estos crímenes después del acuerdo de paz...
JU: Tenemos que ser honestos: no porque se haya firmado el acuerdo dejarán de ocurrir este tipo de crímenes de un día para otro. Lo importante es cómo reaccionamos ahora ante esos hechos, cómo lo enfrenta el país, los responsables políticos y los mandos. Los ejércitos tienen situaciones de este tipo incluso en tiempo de paz. Está en manos de la institución militar actuar de inmediato para brindar seguridad a la gente e intentar que eso no se convierta en una generalidad que dañen los avances de paz en Colombia. Por lo que he visto, se han tomado medidas. Tienen un ejército profesional.
¿Cómo recuperar la confianza?
JU: Eso se recupera paulatinamente, pero es necesario reconstruirla porque su trabajo continúa. Existe la guerrilla del Eln y otras misiones de guerra. Sí, se sabe que se cometen errores y hay que corregirlos, pero no se puede pensar que se trata de una directriz de los militares. Hoy Colombia está preparando a sus militares en varias áreas, como derechos humanos, antropología o ciencia política. Eso seguro traerá mejores resultados.
Los perfiles
General Martin Luther Agwai (Nigeria): Exjefe de estado mayor de defensa de las Fuerzas Armadas de Nigeria. Actual Vice canciller de la Universidad de Bingham y profesor visitante en el King’s College de Londres. Tiene amplia y reconocida carrera militar y ha sido un defensor de la paz, de la estabilidad y de los valores democráticas en Nigeria y África. Fue designado como comandante adjunto de la misión para Sierra Leona en Naciones Unidas. Además, se desempeñó como consejero militar adjunto para las Naciones Unidas en Nueva York. Actualmente hace parte del Brain Trust del Instituto para las Transiciones Integrales -IFIT- en Nigeria.Alagie Barrow (Gambia): Exoficial de la Guardia Nacional del Ejército gambiano-estadounidense. Sirvió durante más de una década con el Ejército de los EE. UU., donde llegó al rango de capitán. Desde febrero de 2018 es el director de investigación de la Comisión para la Verdad, Reconciliación y Reparación de Gambia.
General Javier Urbina (Chile): El general (r) del Ejército de Chile se desempeñó como director de la escuela militar, agregado militar en la Embajada de Chile en Alemania y Suiza, secretario general del Ejército, comandante del Comando de Institutos Militares y jefe del estado mayor general. Entre los años 2006 y 2008 se desempeñó como embajador asesor en materias antárticas e internacionales en el Ministerio de Relaciones Exteriores.