La paz es una precondición para el desarrollo: PNUD
El administrador del PNUD, Achim Steiner, explica por qué Colombia, a pesar de tener un conflicto de medio siglo, tiene un alto índice de desarrollo y hace un llamado a los gobernantes para que analicen el desarrollo más allá de las cifras tradicionales de crecimiento económico.
Gloria Castrillón / @Glocastri
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lanza hoy en Colombia el Informe Mundial de Desarrollo Humano, titulado Desigualdades en el desarrollo humano en el siglo XXI: Más allá del ingreso, más allá de los promedios, más allá del presente, en el que se analizan las razones por las cuales los ciudadanos se sienten frustrados y salen a las calles a protestar, como está sucediendo en Colombia y en nuestro vecindario más cercano. El informe será presentado por Achim Steiner, administrador del PNUD, junto al presidente Iván Duque. A su llegada a Bogotá, el señor Steiner contestó algunas preguntas de El Espectador.
(Lea también: La frustración que produce la desigualdad)
¿Cuáles son los principales aspectos del informe de este año?
En muchas partes del mundo vemos un debate político creciente, que a veces se manifiesta en polarización y otras veces en protestas, y tiene que ver con la insatisfacción por los resultados del desarrollo en los últimos 10, 20 y 30 años. Esto no se puede entender si examinamos solo los indicadores económicos tradicionales. Normalmente, el éxito de un país se mide según el ingreso per cápita, pero hay un debate más sofisticado sobre lo que es justo, se están cuestionando las instituciones de gobierno y los modelos económicos. Llevamos 29 años haciendo mediciones en educación y salud y hemos sumado un índice que corrige la desigualdad. Nos enfocamos en un fenómeno más reciente: las nuevas tecnologías y el cambio climático, como dos grandes aceleradores de la desigualdad. Esto sucede en una sociedad cada vez más conectada y mejor informada, que siente que se ha emancipado de la élite y de las instituciones gubernamentales tradicionales.
¿Cuáles serían las medidas prioritarias para tomar en los países de América Latina en los que hay insatisfacción?
El informe no ofrece respuestas de política pública; ofrece un modelo para que este debate se dé con base en mejor información. Si seguimos discutiendo sobre indicadores económicos tradicionales, perderemos la oportunidad de conocer los motores principales que empujan la desigualdad, la falta de justicia, la falta de esperanza. El ejemplo clásico en América Latina es Chile, el gran abanderado del camino del desarrollo neoliberal que ha traído enormes beneficios para el país; sin embargo, hay una sensación de desigualdad, de que la situación no es justa. El detonante fue el precio del transporte público, pero hay una inconformidad de muchos años sobre la forma como se han tomado las decisiones del desarrollo. Lo que procura el informe es ayudar a los gobiernos a enmarcar el debate no solo en los números y en el hoy. Hace unos años la educación superior no era necesaria para aspirar exitosamente a un empleo. En una economía digital, la capacidad de tener un título universitario es una precondición para el éxito. En países con alto desarrollo, el acceso a internet crece 50% más rápido que en países de bajo desarrollo humano; el acceso a educación superior crece 6 veces más rápido en un país de alto desarrollo, es un ejemplo de cómo una política para la educación afectará a dos o tres generaciones futuras.
¿Qué implica para un gobernante combatir la desigualdad?
Lo primero es identificar dónde se da la desigualdad, entender quiénes son los pobres, dónde viven, cuáles son los obstáculos a los que se enfrentan. La enfermedad es una de las principales causas para recaer en la pobreza. El racionamiento es: “si yo fuera rico podría salvar la vida de mi padre, pero no puedo porque soy pobre y el Estado solo ofrece lo mínimo a los pobres, y él va a morir por pobre”. Los gobiernos deben entender estas realidades. En Colombia acaban de publicar un informe sobre ciencia, tecnología e innovación; es un informe muy oportuno porque las decisiones que toma hoy un gobierno sobre educación, favorecer emprendimientos y llevar banda ancha a pueblos rurales son las políticas que definirán si la desigualdad empeorará con los cambios que se vienen o si va a mejorar.
Usted menciona el cambio climático como un factor que puede desencadenar más desigualdad, ¿por qué lo hace?
El cambio climático no solo es un tema entre países como se negocia hoy en Madrid, es un tema nacional. El impacto del cambio climático tocará a las personas que tienen pocas capacidades para defenderse y creará nuevas desigualdades dentro de un mismo país, puede empobrecer a unos sectores y favorecer a otros.
¿Qué relación tiene el conflicto armado con la desigualdad?
Están conectados estrechamente, son como primos en la historia de las naciones. La desigualdad puede ser vista como motor del conflicto, pero el conflicto también puede crear desigualdad más extrema. Lo que no es tan obvio es que la desigualdad vertical de ingresos necesariamente cause conflicto, esa desigualdad tiene que ver con si eres rico o pobre. La desigualdad se vuelve el combustible del conflicto cuando es horizontal, es decir, cuando un grupo dentro de un país siente un resultado injusto frente a otro grupo, pueden ser grupos de identidad étnica, religiosa o geográfica. El informe indica para la mayoría de los países que han tenido conflicto la desigualdad es un resultado inevitable. En Pnud publicamos un informe sobre Yemen que lleva cuatro años de conflicto y ha reducido el estatus de su desarrollo en 20 años. No tengo que decirles a los colombianos que además del dolor sufrido, el conflicto le ha costado a esta nación muchísimo a lo largo de décadas. La paz es una precondición para el desarrollo, la paz ofrece la posibilidad de abordar los motores del conflicto que tienen que ver con la desigualdad.
(Lea también: La frustración que produce la desigualdad)
¿Cómo explicar que Colombia aparece dentro de los países de índice alto, cuando ha tenido un conflicto de medio siglo?
De cierta manera se desarrolló una economía normal en este tiempo de conflicto. Esto no fue una guerra civil generalizada, fue una guerra de guerrillas concentrada en algunas zonas del país. Colombia ha progresado en su camino hacia el desarrollo, con un crecimiento económico importante, con industrialización y ha tenido muchos éxitos, este es el momento para hacerse la pregunta si la paz puede consolidar este tipo de apropiación del desarrollo, si se puede unificar y buscar una siguiente generación de éxitos en el desarrollo.
El acuerdo de paz polarizó al país, ¿cómo lograr esa consolidación de la que usted habla?
Las historias de vida de anteriores ganadores del Premio Nobel de Paz dicen que rara vez la paz nace de un acuerdo; rara vez la paz es algo que todos consideren perfecto. La pregunta es cómo se crea un liderazgo que permita unir a las partes y éstas superen el periodo de desilusión después de que el conflicto ha terminado. El acuerdo no deshace el dolor ni las cicatrices. Como parte de familia de Naciones Unidas abrazamos este momento de paz en Colombia, porque es una ventana de oportunidad. En sus primeros años el acuerdo será juzgado duramente por todas las partes. La confianza es la base para disminuir las tensiones. La unidad no se da por la firma de un papel, si un acuerdo de paz no puede entregar progresos rápidos se vuelve un acuerdo frágil.
¿Cuáles son los factores que determinan la desigualdad en Colombia?
Creo que esta economía de dos niveles, en el contexto de conflicto, ha hecho que una parte de Colombia haya sido altamente exitosa y haya logrado que surja en el escenario internacional, que se vuelva miembro de la OCDE; es un camino fenomenal. Pero con el crecimiento rápido del PIB podemos ignorar a aquellos que no están preparados para participar en esa economía, son los que se quedan rezagados. Esa es una de las razones por las cuales en los Objetivos de Desarrollo Sostenible hablamos de no dejar a nadie atrás. Nos estamos enfrentando al desafío de personas que no quieren aceptar una sociedad que avanza en dos carriles.
Un mensaje para las ciudadanías inconformes.
Hace dos siglos, 9 de cada 10 personas vivían en pobreza extrema, hoy solo son 1 de cada 10, y somos 7 mil millones de personas. Vivimos cada vez más, tenemos más acceso a la educación, a la ciencia y la tecnología. Les diría que jamás se rindan, como no lo hicieron las generaciones anteriores. Su interés por el futuro, sus protestas, hacen la diferencia, tienen el poder de influir en un sistema político que no les da el espacio que necesitan. A veces es incómodo, pero la forma en que participamos y aprendemos de ellos a pensar de otra manera el desarrollo es una posibilidad. Tenemos una opción.
(Lea también: El colegio de Neiva que construye paz, pero no tiene paredes ni pupitres)
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lanza hoy en Colombia el Informe Mundial de Desarrollo Humano, titulado Desigualdades en el desarrollo humano en el siglo XXI: Más allá del ingreso, más allá de los promedios, más allá del presente, en el que se analizan las razones por las cuales los ciudadanos se sienten frustrados y salen a las calles a protestar, como está sucediendo en Colombia y en nuestro vecindario más cercano. El informe será presentado por Achim Steiner, administrador del PNUD, junto al presidente Iván Duque. A su llegada a Bogotá, el señor Steiner contestó algunas preguntas de El Espectador.
(Lea también: La frustración que produce la desigualdad)
¿Cuáles son los principales aspectos del informe de este año?
En muchas partes del mundo vemos un debate político creciente, que a veces se manifiesta en polarización y otras veces en protestas, y tiene que ver con la insatisfacción por los resultados del desarrollo en los últimos 10, 20 y 30 años. Esto no se puede entender si examinamos solo los indicadores económicos tradicionales. Normalmente, el éxito de un país se mide según el ingreso per cápita, pero hay un debate más sofisticado sobre lo que es justo, se están cuestionando las instituciones de gobierno y los modelos económicos. Llevamos 29 años haciendo mediciones en educación y salud y hemos sumado un índice que corrige la desigualdad. Nos enfocamos en un fenómeno más reciente: las nuevas tecnologías y el cambio climático, como dos grandes aceleradores de la desigualdad. Esto sucede en una sociedad cada vez más conectada y mejor informada, que siente que se ha emancipado de la élite y de las instituciones gubernamentales tradicionales.
¿Cuáles serían las medidas prioritarias para tomar en los países de América Latina en los que hay insatisfacción?
El informe no ofrece respuestas de política pública; ofrece un modelo para que este debate se dé con base en mejor información. Si seguimos discutiendo sobre indicadores económicos tradicionales, perderemos la oportunidad de conocer los motores principales que empujan la desigualdad, la falta de justicia, la falta de esperanza. El ejemplo clásico en América Latina es Chile, el gran abanderado del camino del desarrollo neoliberal que ha traído enormes beneficios para el país; sin embargo, hay una sensación de desigualdad, de que la situación no es justa. El detonante fue el precio del transporte público, pero hay una inconformidad de muchos años sobre la forma como se han tomado las decisiones del desarrollo. Lo que procura el informe es ayudar a los gobiernos a enmarcar el debate no solo en los números y en el hoy. Hace unos años la educación superior no era necesaria para aspirar exitosamente a un empleo. En una economía digital, la capacidad de tener un título universitario es una precondición para el éxito. En países con alto desarrollo, el acceso a internet crece 50% más rápido que en países de bajo desarrollo humano; el acceso a educación superior crece 6 veces más rápido en un país de alto desarrollo, es un ejemplo de cómo una política para la educación afectará a dos o tres generaciones futuras.
¿Qué implica para un gobernante combatir la desigualdad?
Lo primero es identificar dónde se da la desigualdad, entender quiénes son los pobres, dónde viven, cuáles son los obstáculos a los que se enfrentan. La enfermedad es una de las principales causas para recaer en la pobreza. El racionamiento es: “si yo fuera rico podría salvar la vida de mi padre, pero no puedo porque soy pobre y el Estado solo ofrece lo mínimo a los pobres, y él va a morir por pobre”. Los gobiernos deben entender estas realidades. En Colombia acaban de publicar un informe sobre ciencia, tecnología e innovación; es un informe muy oportuno porque las decisiones que toma hoy un gobierno sobre educación, favorecer emprendimientos y llevar banda ancha a pueblos rurales son las políticas que definirán si la desigualdad empeorará con los cambios que se vienen o si va a mejorar.
Usted menciona el cambio climático como un factor que puede desencadenar más desigualdad, ¿por qué lo hace?
El cambio climático no solo es un tema entre países como se negocia hoy en Madrid, es un tema nacional. El impacto del cambio climático tocará a las personas que tienen pocas capacidades para defenderse y creará nuevas desigualdades dentro de un mismo país, puede empobrecer a unos sectores y favorecer a otros.
¿Qué relación tiene el conflicto armado con la desigualdad?
Están conectados estrechamente, son como primos en la historia de las naciones. La desigualdad puede ser vista como motor del conflicto, pero el conflicto también puede crear desigualdad más extrema. Lo que no es tan obvio es que la desigualdad vertical de ingresos necesariamente cause conflicto, esa desigualdad tiene que ver con si eres rico o pobre. La desigualdad se vuelve el combustible del conflicto cuando es horizontal, es decir, cuando un grupo dentro de un país siente un resultado injusto frente a otro grupo, pueden ser grupos de identidad étnica, religiosa o geográfica. El informe indica para la mayoría de los países que han tenido conflicto la desigualdad es un resultado inevitable. En Pnud publicamos un informe sobre Yemen que lleva cuatro años de conflicto y ha reducido el estatus de su desarrollo en 20 años. No tengo que decirles a los colombianos que además del dolor sufrido, el conflicto le ha costado a esta nación muchísimo a lo largo de décadas. La paz es una precondición para el desarrollo, la paz ofrece la posibilidad de abordar los motores del conflicto que tienen que ver con la desigualdad.
(Lea también: La frustración que produce la desigualdad)
¿Cómo explicar que Colombia aparece dentro de los países de índice alto, cuando ha tenido un conflicto de medio siglo?
De cierta manera se desarrolló una economía normal en este tiempo de conflicto. Esto no fue una guerra civil generalizada, fue una guerra de guerrillas concentrada en algunas zonas del país. Colombia ha progresado en su camino hacia el desarrollo, con un crecimiento económico importante, con industrialización y ha tenido muchos éxitos, este es el momento para hacerse la pregunta si la paz puede consolidar este tipo de apropiación del desarrollo, si se puede unificar y buscar una siguiente generación de éxitos en el desarrollo.
El acuerdo de paz polarizó al país, ¿cómo lograr esa consolidación de la que usted habla?
Las historias de vida de anteriores ganadores del Premio Nobel de Paz dicen que rara vez la paz nace de un acuerdo; rara vez la paz es algo que todos consideren perfecto. La pregunta es cómo se crea un liderazgo que permita unir a las partes y éstas superen el periodo de desilusión después de que el conflicto ha terminado. El acuerdo no deshace el dolor ni las cicatrices. Como parte de familia de Naciones Unidas abrazamos este momento de paz en Colombia, porque es una ventana de oportunidad. En sus primeros años el acuerdo será juzgado duramente por todas las partes. La confianza es la base para disminuir las tensiones. La unidad no se da por la firma de un papel, si un acuerdo de paz no puede entregar progresos rápidos se vuelve un acuerdo frágil.
¿Cuáles son los factores que determinan la desigualdad en Colombia?
Creo que esta economía de dos niveles, en el contexto de conflicto, ha hecho que una parte de Colombia haya sido altamente exitosa y haya logrado que surja en el escenario internacional, que se vuelva miembro de la OCDE; es un camino fenomenal. Pero con el crecimiento rápido del PIB podemos ignorar a aquellos que no están preparados para participar en esa economía, son los que se quedan rezagados. Esa es una de las razones por las cuales en los Objetivos de Desarrollo Sostenible hablamos de no dejar a nadie atrás. Nos estamos enfrentando al desafío de personas que no quieren aceptar una sociedad que avanza en dos carriles.
Un mensaje para las ciudadanías inconformes.
Hace dos siglos, 9 de cada 10 personas vivían en pobreza extrema, hoy solo son 1 de cada 10, y somos 7 mil millones de personas. Vivimos cada vez más, tenemos más acceso a la educación, a la ciencia y la tecnología. Les diría que jamás se rindan, como no lo hicieron las generaciones anteriores. Su interés por el futuro, sus protestas, hacen la diferencia, tienen el poder de influir en un sistema político que no les da el espacio que necesitan. A veces es incómodo, pero la forma en que participamos y aprendemos de ellos a pensar de otra manera el desarrollo es una posibilidad. Tenemos una opción.
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