Las buscadoras de los desaparecidos: mujeres que traducen el dolor en lucha y valentía
Durante tres días, más de 400 mujeres y familiares que buscan a sus desaparecidos están en el Encuentro por la Verdad en Pasto (Nariño), organizado por la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas.
Carolina Ávila - @lacaroa08
En un café ubicado en la esquina del Teatro Imperial de la Universidad de Nariño, en Pasto, hay colgado un pequeño cartel con una frase atribuida al asesinado nobel de paz Martin Luther King: “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados, sino la indiferencia de los buenos”. Las personas que estaban sentadas allí lo pasaron por alto, pero un grupo de mujeres buscadoras de desaparecidos que se iban a reunir la tarde del 26 de agosto en ese teatro sí se fijaron en él.
Al otro día, en medio de un conversatorio sobre experiencias de búsqueda de personas desaparecidas en Colombia, donde las mujeres eran mayoría y protagonistas, la frase fue acuñada nuevamente. La han tomado como suya porque, además del dolor de no saber qué pasó con sus seres queridos en décadas, lo que más las hiere es la indiferencia de una sociedad que les ha dado la espalda.
Vea: ¿Por qué son las mujeres las que buscan a los desaparecidos?
El Encuentro por la Verdad, organizado por la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), que se lleva a cabo en la ciudad de Pasto entre el 26 y 28 de agosto, es un acto de reconocimiento del coraje con el que han buscado por más de 40 años a los desaparecidos del país. Pero también es una reflexión dirigida al Estado, ausente durante décadas en su obligación de averiguar qué pasó con ellos y encontrarlos; a las autoridades y medios de comunicación que por muchos años hemos invisibilizado el delito de la desaparición forzada, y a la sociedad en general, por esa indiferencia que permite que en Colombia haya un eterno retorno a la guerra.
Las más de 400 mujeres que llegaron ayer a Pasto provenientes de todas las regiones del país, indígenas, campesinas, exiliadas, víctimas de la desaparición de un hijo militar o guerrillero, o de un padre militante o político, son solo una pequeña parte de los miles de familiares que no desisten en la búsqueda. Han sido ellas sobre todo las que transformaron el dolor de la ausencia en una lucha política por la verdad.
Rosa Helena Rodríguez, Mary Arellano y Martha Oviedo son protagonistas de algunas de estas historias. Vienen de distintas ciudades: Puerto Boyacá (Boyacá), Cumbal (Nariño) y Bogotá, respectivamente, pero tienen en común que llevan más de diez años buscando a su hijo, su hermano y su abuelo, en cada caso. La impunidad para los victimarios también es una realidad que desafortunadamente comparten.
“Busco a Mamma Mia”
“Por eso lo mataron”, cuenta Rosa. Los paramilitares le dijeron que a Mamma Mía se la habían llevado por involucrarse en trata de mujeres y venta de estupefacientes, pero para Rosa eso no es más que una justificación. A varios de sus amigos, gais y mujeres trans, también los desaparecieron y otros tuvieron que huir para no correr con el mismo destino.
Lea también: Por la memoria de las “maricas” de Puerto Boyacá
Arnulfo Triana le confesó a Rosa que su hija había sido desmembrada y tirada al río. Ella intentó suicidarse. “Me hace mucha falta ese hijo que era tan cariñoso conmigo, pero a medida que me convertí en líder y hablé con otras personas lo fui asimilando”.
Rosa conformó la Asociación de Víctimas de Desaparición Forzada y Homicidio (Asovidh) de Puerto Boyacá, hace cinco años. Además pertenece a la mesa municipal de víctimas y logró terminar su bachillerato en 2014, a los 52 años. No ha encontrado el cuerpo de su hija, pero sí ha ayudado a muchas familias en la misma situación en ese municipio. “No ha sido posible encontrar muchos cuerpos, pero seguimos buscando”.
“El amor por mi hermano ha hecho que no desista”
A los 14 años, en el año 2000, a su hermano Jaime Ómar Arellano se lo llevó la guerrilla. Cinco años después, Mary cuenta que le dieron dos días de permiso a su hermano para visitarla porque su mamá había muerto. “Ese día él me dijo que era la oportunidad para poder salir de allá, que lo ayudara a escaparse. Nos fuimos en un carro y llegamos a Cumbal de noche, a donde una tía. Ese día fue tan horrible porque parecía que venían atrás de nosotros. A mí me daba mucho miedo”, cuenta.
Le puede interesar: Los desaparecidos que nadie busca en la frontera con Venezuela
Su hermano pudo pasar desapercibido por varios meses en Ecuador, pero un día volvió a donde Mary a contarle que se iba a Samaniego a cosechar café, que les iba a traer regalos a todos en diciembre. “Al muchacho que iba con él lo encontraron muerto, pero no sabemos absolutamente nada de qué pasó con él, quién se lo llevó, si está vivo o si está muerto. Lo he buscado por varios sitios y nadie me da razón”. Mary nunca declaró por miedo. En otras ocasiones la guerrilla les había mandado cartas con amenazas. Actualmente, asegura, no está reconocida en el Registro Único de Víctimas. Sin embargo, ahora pertenece a la asociación Una Esperanza en Medio del Dolor, a la que llegó gracias a la Mesa Departamental de Víctimas, que sí la ha asesorado. Con ellos lleva casi siete meses y dice que ahora se siente respaldada para seguir indagando por su hermano.
“Heredo la búsqueda por mi abuelo”
Fue así que Gladys comenzó su búsqueda a través de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes) y en el 2005 ayudó a conformar la organización Familiares Colombia, que durante muchos años presidió. Desde allí persistió en dar con el paradero de su padre y acompañó muchos procesos más de búsqueda con otras mujeres.
Vea: Las familias no esperan a sus desaparecidos, los buscan
Hoy, Martha Oviedo, la única de sus cinco hijos que decidió acompañarla en la búsqueda, es la actual directora de Familiares Colombia. Martha creció viendo a una mamá que aguantó amenazas y persecuciones con tal de tener alguna respuesta de su padre. Ella también lo vivió años después, cuando más grande se metió de lleno a trabajar con su mamá. “Por cuestiones de seguridad tuve que alejarme un tiempo. Fui secuestrada, violentada sexualmente y amenazada en mi trabajo. A uno de mis hermanos lo asesinaron”. Trabajó durante cinco años como profesora de preescolar hasta que un derrame cerebral se lo impidió. Su tiempo completo lo ocupa Familiares Colombia, donde acompañan los casos de 136 personas asociadas, a través del trabajo documental, talleres y acompañamientos en la búsqueda.
Hace cuatro meses volvieron junto a Gladys a la casa en Puerto Boyacá que estaba construyendo su padre. “Dicen que está enterrado en esa casa, pero no hemos podido recuperar el cuerpo, porque ahora le pertenece al paramilitar involucrado en su muerte”.**
Los relatos de estas mujeres podrán escucharlos en vivo a través de la transmisión que la Unidad de Búsqueda y la Comisión de la Verdad harán a través de sus páginas web y redes sociales.
En un café ubicado en la esquina del Teatro Imperial de la Universidad de Nariño, en Pasto, hay colgado un pequeño cartel con una frase atribuida al asesinado nobel de paz Martin Luther King: “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados, sino la indiferencia de los buenos”. Las personas que estaban sentadas allí lo pasaron por alto, pero un grupo de mujeres buscadoras de desaparecidos que se iban a reunir la tarde del 26 de agosto en ese teatro sí se fijaron en él.
Al otro día, en medio de un conversatorio sobre experiencias de búsqueda de personas desaparecidas en Colombia, donde las mujeres eran mayoría y protagonistas, la frase fue acuñada nuevamente. La han tomado como suya porque, además del dolor de no saber qué pasó con sus seres queridos en décadas, lo que más las hiere es la indiferencia de una sociedad que les ha dado la espalda.
Vea: ¿Por qué son las mujeres las que buscan a los desaparecidos?
El Encuentro por la Verdad, organizado por la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), que se lleva a cabo en la ciudad de Pasto entre el 26 y 28 de agosto, es un acto de reconocimiento del coraje con el que han buscado por más de 40 años a los desaparecidos del país. Pero también es una reflexión dirigida al Estado, ausente durante décadas en su obligación de averiguar qué pasó con ellos y encontrarlos; a las autoridades y medios de comunicación que por muchos años hemos invisibilizado el delito de la desaparición forzada, y a la sociedad en general, por esa indiferencia que permite que en Colombia haya un eterno retorno a la guerra.
Las más de 400 mujeres que llegaron ayer a Pasto provenientes de todas las regiones del país, indígenas, campesinas, exiliadas, víctimas de la desaparición de un hijo militar o guerrillero, o de un padre militante o político, son solo una pequeña parte de los miles de familiares que no desisten en la búsqueda. Han sido ellas sobre todo las que transformaron el dolor de la ausencia en una lucha política por la verdad.
Rosa Helena Rodríguez, Mary Arellano y Martha Oviedo son protagonistas de algunas de estas historias. Vienen de distintas ciudades: Puerto Boyacá (Boyacá), Cumbal (Nariño) y Bogotá, respectivamente, pero tienen en común que llevan más de diez años buscando a su hijo, su hermano y su abuelo, en cada caso. La impunidad para los victimarios también es una realidad que desafortunadamente comparten.
“Busco a Mamma Mia”
“Por eso lo mataron”, cuenta Rosa. Los paramilitares le dijeron que a Mamma Mía se la habían llevado por involucrarse en trata de mujeres y venta de estupefacientes, pero para Rosa eso no es más que una justificación. A varios de sus amigos, gais y mujeres trans, también los desaparecieron y otros tuvieron que huir para no correr con el mismo destino.
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Arnulfo Triana le confesó a Rosa que su hija había sido desmembrada y tirada al río. Ella intentó suicidarse. “Me hace mucha falta ese hijo que era tan cariñoso conmigo, pero a medida que me convertí en líder y hablé con otras personas lo fui asimilando”.
Rosa conformó la Asociación de Víctimas de Desaparición Forzada y Homicidio (Asovidh) de Puerto Boyacá, hace cinco años. Además pertenece a la mesa municipal de víctimas y logró terminar su bachillerato en 2014, a los 52 años. No ha encontrado el cuerpo de su hija, pero sí ha ayudado a muchas familias en la misma situación en ese municipio. “No ha sido posible encontrar muchos cuerpos, pero seguimos buscando”.
“El amor por mi hermano ha hecho que no desista”
A los 14 años, en el año 2000, a su hermano Jaime Ómar Arellano se lo llevó la guerrilla. Cinco años después, Mary cuenta que le dieron dos días de permiso a su hermano para visitarla porque su mamá había muerto. “Ese día él me dijo que era la oportunidad para poder salir de allá, que lo ayudara a escaparse. Nos fuimos en un carro y llegamos a Cumbal de noche, a donde una tía. Ese día fue tan horrible porque parecía que venían atrás de nosotros. A mí me daba mucho miedo”, cuenta.
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Su hermano pudo pasar desapercibido por varios meses en Ecuador, pero un día volvió a donde Mary a contarle que se iba a Samaniego a cosechar café, que les iba a traer regalos a todos en diciembre. “Al muchacho que iba con él lo encontraron muerto, pero no sabemos absolutamente nada de qué pasó con él, quién se lo llevó, si está vivo o si está muerto. Lo he buscado por varios sitios y nadie me da razón”. Mary nunca declaró por miedo. En otras ocasiones la guerrilla les había mandado cartas con amenazas. Actualmente, asegura, no está reconocida en el Registro Único de Víctimas. Sin embargo, ahora pertenece a la asociación Una Esperanza en Medio del Dolor, a la que llegó gracias a la Mesa Departamental de Víctimas, que sí la ha asesorado. Con ellos lleva casi siete meses y dice que ahora se siente respaldada para seguir indagando por su hermano.
“Heredo la búsqueda por mi abuelo”
Fue así que Gladys comenzó su búsqueda a través de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes) y en el 2005 ayudó a conformar la organización Familiares Colombia, que durante muchos años presidió. Desde allí persistió en dar con el paradero de su padre y acompañó muchos procesos más de búsqueda con otras mujeres.
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Hoy, Martha Oviedo, la única de sus cinco hijos que decidió acompañarla en la búsqueda, es la actual directora de Familiares Colombia. Martha creció viendo a una mamá que aguantó amenazas y persecuciones con tal de tener alguna respuesta de su padre. Ella también lo vivió años después, cuando más grande se metió de lleno a trabajar con su mamá. “Por cuestiones de seguridad tuve que alejarme un tiempo. Fui secuestrada, violentada sexualmente y amenazada en mi trabajo. A uno de mis hermanos lo asesinaron”. Trabajó durante cinco años como profesora de preescolar hasta que un derrame cerebral se lo impidió. Su tiempo completo lo ocupa Familiares Colombia, donde acompañan los casos de 136 personas asociadas, a través del trabajo documental, talleres y acompañamientos en la búsqueda.
Hace cuatro meses volvieron junto a Gladys a la casa en Puerto Boyacá que estaba construyendo su padre. “Dicen que está enterrado en esa casa, pero no hemos podido recuperar el cuerpo, porque ahora le pertenece al paramilitar involucrado en su muerte”.**
Los relatos de estas mujeres podrán escucharlos en vivo a través de la transmisión que la Unidad de Búsqueda y la Comisión de la Verdad harán a través de sus páginas web y redes sociales.