“Seguiremos cumpliendo con el Acuerdo de Paz”: Joaquín Gómez
El exintegrante del secretariado, hoy en el espacio de reincorporación de Pondores (La Guajira), habla del rearme de “Iván Márquez” y “Santrich”, y envía un mensaje al Gobierno para que no se apague la esperanza de paz en el norte del país.
Edinson Bolaños / @eabolanos
Uno de los exjefes guerrilleros históricos que tuvo importancia y protagonismo en las negociaciones de paz y posterior firma del Acuerdo de La Habana fue Joaquín Gómez. Su nombre de pila es Milton de Jesús Toncel, se graduó de ingeniero agrícola, se enroló en las Farc en 1981, fue el comandante del bloque Sur y terminó ocupando una silla en la instancia decisiva de la insurgencia: el secretariado. Pasó 35 años en la guerrilla.
Desde que llegó de La Habana a Colombia, Joaquín casi no ha salido de los dos espacios territoriales de reincorporación que hay en el norte del país: el de Pondores en el municipio de Fonseca (La Guajira) y el de Tierra Grata, en Manaure (Cesar). Especialmente en el primero, desde donde atendió esta conversación. Allí permanece junto con 230 excombatientes a quienes orienta políticamente como integrante de la dirección del ahora Partido FARC.
(Lea también: Las dos alas políticas en las que se dividieron las Farc)
Desde que Jesús Santrich, otro de los exjefes guerrilleros que estuvo en La Habana, fuera visto por última vez en el espacio de Tierra Grata y luego apareciera anunciando su rearme junto al exjefe negociador de paz Iván Márquez, sobre Joaquín Gómez y su espacio de reincorporación se han tejido todo tipo de especulaciones: que estaba del lado de los rearmados, que esa situación había afectado a los excombatientes de la zona y que un posible operativo de la Fuerza Pública se iba a desarrollar contra ese espacio territorial.
No obstante, en esta conversación cuenta detalles de lo que piensa del rearme de sus compañeros Iván Márquez y Jesús Santrich, del futuro de la reincorporación y de sus diferencias con la dirección del Partido FARC en cabeza de Rodrigo Londoño o Timochenko.
¿Qué piensa de este momento del Acuerdo de Paz, donde un sector de las Farc retomó las armas?
La forma de lucha históricamente nunca ha sido un problema subjetivo de los revolucionarios. Lo que determina con qué arma hay que luchar es el enemigo de clase, el opositor político. Antes de Marquetalia, los marquetalianos sacaron un comunicado nacional e internacional donde llamaban a que detuvieran por cualquier medio el ataque que se estaba preparando de exterminio contra ellos. Y cerraron todas las puertas para participar en política. ¿Y qué pasó? Los atacaron, entonces ellos sacaron el manifiesto del programa guerrillero, donde decían: “Nosotros tocamos todas las puertas”.
¿Qué quiere decir con esto?
Que hay un sector de la clase política dominante que quiere por todos los medios que nosotros volvamos al monte, porque cuando nosotros estábamos combatiendo, a nivel periférico, a las grandes ciudades llegaba apenas el eco. Se nos utilizó como sombrilla para cubrir o desviar la atención de todo lo que estaba pasando en el país, como la corrupción de Odebrecht o el cartel de la hemofilia.
Desde que Iván Márquez, junto con otros exjefes guerrilleros, anunciaron que retomaban las armas, se ha tejido todo tipo de especulaciones sobre su continuidad en el proceso de paz. ¿Qué decir frente a eso?
Esa forma tendenciosa del manto de duda lo que busca por parte del Gobierno es estigmatizarnos. Acá nos han preguntado que cuál fue la incidencia de eso aquí en Pondores y en Tierra Grata, y lo que hay es un grupo de muchachos muy contentos, esperanzados, a pesar de que esa esperanza se está terminando. Ahora sí hay mucha incertidumbre porque nos están matando, van más de 160 exguerrilleros. Sin embargo, acá el tema de Iván y lo de Santrich no tuvo mayor impacto, sin entrar a juzgarlos. Lo importante es que estamos cumpliendo con el Acuerdo de Paz y lo seguiremos haciendo.
(Lea también: El sicariato está acabando con la vida de los exguerrilleros)
Desde este espacio territorial usted ha denunciado posibles operativos porque quizá los relacionan con las disidencias. ¿Cómo han sido estos hechos?
Supimos a través de un tuit de la senadora Aída Avella, que en julio pasado se estaba preparando un operativo militar contra Pondores. Aquí sacamos un comunicado e invitamos al señor presidente Iván Duque a desmentir o a afirmar esta noticia. Sin embargo, la respuesta fue un silencio total. Luego, llama la atención que cuando secuestraron a José Ramón Molina, que es un visible comerciante de aquí de Fonseca, automáticamente la columnista Salud Hernández escribió de la manera más irresponsable diciendo que al secuestrado se lo habían llevado para un sitio denominado las Marimondas, que queda aquí en La Guajira y que allá estaba Santrich. Eso nos pone en riesgo.
A finales de septiembre se conoció otro comunicado en el que anunciaron sus discrepancias con la forma en que se está desarrollando la reincorporación. ¿Hay división en el interior del Partido FARC?
La perspectiva que tenemos frente a ese tema es la comunicación y decisión directa con los espacios de reincorporación. El Gobierno centraliza y los nuestros también. Entonces, queremos que tenga un carácter territorial para que las cosas se solucionen de inmediato, con más eficiencia y sin tanta tramitología que es una cuestión asfixiante, ese burocratismo. Ahí naufraga todo.
¿Las diferencias que tienen en el partido político han generado una ruptura?
Ese tipo de diferencias nosotros las hemos resuelto en los eventos, congresos y plenos, porque esas son las instancias donde uno tiene que exponer sus inquietudes y discutirlas con la participación de todos. Pero esto no son cosas de estarlas debatiendo públicamente, porque eso sería dar comidilla a nuestros adversarios políticos.
El ala política de Iván Márquez, de la que usted hizo parte, ¿quedó coja con el rearme?
Difiero un poco de quienes dicen que Iván Márquez era un grupo aparte. No, simplemente cuando estuvo Iván, él siempre representó los intereses del partido y se ciñó a los principios partidarios nuestros.
¿Quiere decir que siguen unidos como partido?
No voy a decir que no hay diferencias, pero hay que discutirlas y tratarlas internamente. El día que haya rupturas se anunciarán oficialmente.
(Podría interesarle: “Criticar a Timochenko no es ponernos en la línea de las disidencias”: Andrés París)
¿Por qué renunció a su campaña política a la Gobernación de La Guajira?
Es muy fácil lo que pasó, porque no tenemos garantías jurídicas ni físicas en los territorios. Jurídicas, porque si tienes opción de ganar en cualquier momento te hacen un montaje, te capturan, te sacan esposado y listo. Lo otro es que corres el riesgo de que te asesinen y le echen la culpa a las disidencias o a cualquier otro grupo. Nuestro partido tuvo que decir que no había garantías para la oposición en todo el país, pero eso no pasó y seguimos sepultando muertos.
¿En qué va la reincorporación económica de los excombatientes?
Tenemos proyectos productivos de tomate, pimentón, maíz y yuca, pero esos son pequeños y no permiten a la gente tener ingresos para satisfacer sus necesidades básicas. Para ser franco, el Gobierno hasta el momento no ha llegado con proyectos serios. Por ejemplo, la tierra en la que se cultiva no es nuestra. Los muchachos, con su renta básica de $700.000, aportan cada mes para pagar el arriendo.
Uno de los exjefes guerrilleros históricos que tuvo importancia y protagonismo en las negociaciones de paz y posterior firma del Acuerdo de La Habana fue Joaquín Gómez. Su nombre de pila es Milton de Jesús Toncel, se graduó de ingeniero agrícola, se enroló en las Farc en 1981, fue el comandante del bloque Sur y terminó ocupando una silla en la instancia decisiva de la insurgencia: el secretariado. Pasó 35 años en la guerrilla.
Desde que llegó de La Habana a Colombia, Joaquín casi no ha salido de los dos espacios territoriales de reincorporación que hay en el norte del país: el de Pondores en el municipio de Fonseca (La Guajira) y el de Tierra Grata, en Manaure (Cesar). Especialmente en el primero, desde donde atendió esta conversación. Allí permanece junto con 230 excombatientes a quienes orienta políticamente como integrante de la dirección del ahora Partido FARC.
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Desde que Jesús Santrich, otro de los exjefes guerrilleros que estuvo en La Habana, fuera visto por última vez en el espacio de Tierra Grata y luego apareciera anunciando su rearme junto al exjefe negociador de paz Iván Márquez, sobre Joaquín Gómez y su espacio de reincorporación se han tejido todo tipo de especulaciones: que estaba del lado de los rearmados, que esa situación había afectado a los excombatientes de la zona y que un posible operativo de la Fuerza Pública se iba a desarrollar contra ese espacio territorial.
No obstante, en esta conversación cuenta detalles de lo que piensa del rearme de sus compañeros Iván Márquez y Jesús Santrich, del futuro de la reincorporación y de sus diferencias con la dirección del Partido FARC en cabeza de Rodrigo Londoño o Timochenko.
¿Qué piensa de este momento del Acuerdo de Paz, donde un sector de las Farc retomó las armas?
La forma de lucha históricamente nunca ha sido un problema subjetivo de los revolucionarios. Lo que determina con qué arma hay que luchar es el enemigo de clase, el opositor político. Antes de Marquetalia, los marquetalianos sacaron un comunicado nacional e internacional donde llamaban a que detuvieran por cualquier medio el ataque que se estaba preparando de exterminio contra ellos. Y cerraron todas las puertas para participar en política. ¿Y qué pasó? Los atacaron, entonces ellos sacaron el manifiesto del programa guerrillero, donde decían: “Nosotros tocamos todas las puertas”.
¿Qué quiere decir con esto?
Que hay un sector de la clase política dominante que quiere por todos los medios que nosotros volvamos al monte, porque cuando nosotros estábamos combatiendo, a nivel periférico, a las grandes ciudades llegaba apenas el eco. Se nos utilizó como sombrilla para cubrir o desviar la atención de todo lo que estaba pasando en el país, como la corrupción de Odebrecht o el cartel de la hemofilia.
Desde que Iván Márquez, junto con otros exjefes guerrilleros, anunciaron que retomaban las armas, se ha tejido todo tipo de especulaciones sobre su continuidad en el proceso de paz. ¿Qué decir frente a eso?
Esa forma tendenciosa del manto de duda lo que busca por parte del Gobierno es estigmatizarnos. Acá nos han preguntado que cuál fue la incidencia de eso aquí en Pondores y en Tierra Grata, y lo que hay es un grupo de muchachos muy contentos, esperanzados, a pesar de que esa esperanza se está terminando. Ahora sí hay mucha incertidumbre porque nos están matando, van más de 160 exguerrilleros. Sin embargo, acá el tema de Iván y lo de Santrich no tuvo mayor impacto, sin entrar a juzgarlos. Lo importante es que estamos cumpliendo con el Acuerdo de Paz y lo seguiremos haciendo.
(Lea también: El sicariato está acabando con la vida de los exguerrilleros)
Desde este espacio territorial usted ha denunciado posibles operativos porque quizá los relacionan con las disidencias. ¿Cómo han sido estos hechos?
Supimos a través de un tuit de la senadora Aída Avella, que en julio pasado se estaba preparando un operativo militar contra Pondores. Aquí sacamos un comunicado e invitamos al señor presidente Iván Duque a desmentir o a afirmar esta noticia. Sin embargo, la respuesta fue un silencio total. Luego, llama la atención que cuando secuestraron a José Ramón Molina, que es un visible comerciante de aquí de Fonseca, automáticamente la columnista Salud Hernández escribió de la manera más irresponsable diciendo que al secuestrado se lo habían llevado para un sitio denominado las Marimondas, que queda aquí en La Guajira y que allá estaba Santrich. Eso nos pone en riesgo.
A finales de septiembre se conoció otro comunicado en el que anunciaron sus discrepancias con la forma en que se está desarrollando la reincorporación. ¿Hay división en el interior del Partido FARC?
La perspectiva que tenemos frente a ese tema es la comunicación y decisión directa con los espacios de reincorporación. El Gobierno centraliza y los nuestros también. Entonces, queremos que tenga un carácter territorial para que las cosas se solucionen de inmediato, con más eficiencia y sin tanta tramitología que es una cuestión asfixiante, ese burocratismo. Ahí naufraga todo.
¿Las diferencias que tienen en el partido político han generado una ruptura?
Ese tipo de diferencias nosotros las hemos resuelto en los eventos, congresos y plenos, porque esas son las instancias donde uno tiene que exponer sus inquietudes y discutirlas con la participación de todos. Pero esto no son cosas de estarlas debatiendo públicamente, porque eso sería dar comidilla a nuestros adversarios políticos.
El ala política de Iván Márquez, de la que usted hizo parte, ¿quedó coja con el rearme?
Difiero un poco de quienes dicen que Iván Márquez era un grupo aparte. No, simplemente cuando estuvo Iván, él siempre representó los intereses del partido y se ciñó a los principios partidarios nuestros.
¿Quiere decir que siguen unidos como partido?
No voy a decir que no hay diferencias, pero hay que discutirlas y tratarlas internamente. El día que haya rupturas se anunciarán oficialmente.
(Podría interesarle: “Criticar a Timochenko no es ponernos en la línea de las disidencias”: Andrés París)
¿Por qué renunció a su campaña política a la Gobernación de La Guajira?
Es muy fácil lo que pasó, porque no tenemos garantías jurídicas ni físicas en los territorios. Jurídicas, porque si tienes opción de ganar en cualquier momento te hacen un montaje, te capturan, te sacan esposado y listo. Lo otro es que corres el riesgo de que te asesinen y le echen la culpa a las disidencias o a cualquier otro grupo. Nuestro partido tuvo que decir que no había garantías para la oposición en todo el país, pero eso no pasó y seguimos sepultando muertos.
¿En qué va la reincorporación económica de los excombatientes?
Tenemos proyectos productivos de tomate, pimentón, maíz y yuca, pero esos son pequeños y no permiten a la gente tener ingresos para satisfacer sus necesidades básicas. Para ser franco, el Gobierno hasta el momento no ha llegado con proyectos serios. Por ejemplo, la tierra en la que se cultiva no es nuestra. Los muchachos, con su renta básica de $700.000, aportan cada mes para pagar el arriendo.