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La ciudad por donde se mueve el 42 % del comercio exterior de Colombia apenas tiene quince camas de cuidados intensivos para sus 415.800 habitantes; todas en una clínica privada. Buenaventura es el puerto más importante de Colombia, sin embargo, los rezagos sociales y económicos son inmensos. El índice de necesidades básicas insatisfechas es del 16,57 % y se profundiza en las zonas rurales con el 31,21 %. Un servicio básico como el acceso a agua potable no está garantizado. Hay racionamientos en la mayoría de los barrios de la ciudad.
Para Juan David Delgado, investigador de inequidad etnorracial en Colombia, semejantes atrasos se pueden explicar desde la misma concepción de la ciudad. “Buenaventura, en su historia en general, ha sido vista como un lugar de extracción económica, un punto de entrada y salida del comercio, pero no como un lugar de poblamiento y desarrollo local”. Eso se hace evidente en un comentario recolectado por el periodista Álvaro Gärtner en el libro Un puerto contra la voluntad del destino, en el que Santiago Eder, un judío ruso importador de vinos a finales del siglo XIX, dijo que si no fuera por el potencial portuario de Buenaventura esa población era “sencillamente una agrupación de chozas infelices edificadas sobre pilotes”.
Delgado asegura que la ciudad fue pensada desde un punto de vista colonial y que las élites le dieron continuidad a ese trato durante todo el siglo XX y lo que va del XXI, sin importar que en 1925 el puerto ya tenía un lugar relevante en la economía nacional. Por allí pasaba la quinta parte del comercio exterior y el 15 % de las exportaciones de café. Sin embargo, dice que se debería dejar de lado la idea de abandono estatal para referirse a las causas de la falta de desarrollo social en la ciudad. “No es que el Estado no haya llegado, siempre ha estado ahí, pero con una lógica de expropiación y de muy poca inversión”.
Libia Mosquera, directora de Cooperación Internacional de la ciudad, señala la paradoja que envuelve a Buenaventura: “Todas las ciudades donde hay puertos son lugares muy desarrollados. Van a la par con el desarrollo. Buenaventura no. Sucede todo lo contrario. El puerto muy desarrollado y la comunidad en una pobreza extrema”. Sin embargo, ella agrega que la culpa no es exclusiva del Estado ni de las empresas que manejan los puertos. “Uno tiene que tener corresponsabilidad en las cosas y esto es de parte y parte”. Se refiere a las malas administraciones que tuvo la ciudad y el correspondiente papel que jugó la ciudadanía en esas elecciones.
Desde 1988 hasta 2018, solo dos de los diez alcaldes electos en el puerto salieron bien librados. Seis estuvieron implicados en escándalos por malversación de fondos de la salud y la educación, otro fue asesinado al terminar su mandato y el otro terminó en el exilio luego de recibir amenazas y ser investigado por peculado por apropiación a favor de terceros.
Por ejemplo, Eliécer Arboleda, alcalde de Buenaventura desde 2016, fue capturado en 2018 por supuestos actos de corrupción en el hospital Luis Ablanque de la Plata, el principal centro médico público de la ciudad. La situación se hizo evidente porque unas fuertes lluvias hicieron caer parte del techo “refaccionado” del lugar dos veces en menos de cuatro meses. La primera investigación de la Fiscalía hablaba de la apropiación de $5.104 de los $9.994 millones destinados para la adecuación del hospital.
La precariedad en los servicios de salud en Buenaventura hace que cuando un paciente presente una complicación seria tenga que ser trasladado a Cali. “A veces no hay ni ambulancias para que te lleven”, dice Marta Cuero, miembro del Proceso de Comunidades Negras. La preocupación es mayor porque en medio de la pandemia el 76 % de camas UCI en la capital del Valle están ocupadas, no solo por COVID-19, sino también por otras afectaciones.
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En 2017 el cúmulo de malos manejos en Buenaventura desembocó en un paro cívico que duró 22 días. Este movimiento expuso las carencias en servicios básicos de una sociedad que ve pasar por su lado los productos que generan bonanzas comerciales en el interior del país. Uno de los líderes de esa manifestación fue Víctor Hugo Vidal, actual alcalde de la ciudad. El punto más relevante que acordaron con el Estado fue la creación de un fondo al que llegarían $1,6 billones anuales durante diez años para invertir en el plan especial de desarrollo para Buenaventura. “Ya existe el fondo, está estructurado, tiene todos los elementos que se requieren, pero realmente los recursos no han llegado”, dice Vidal.
El alcalde explica que la presencia de los puertos no favorece en nada a los locales. “Los negocios de los puertos se hacen por fuera de Buenaventura. No hay una complementación entre la ciudad y las utilidades. Es un modelo privado en el que quien gana, gana, y el que pierde, pierde”. Juan Pablo Cepeda, gerente de la Sociedad Portuaria Regional de Buenaventura, dice que los rezagos se deben en parte a la falta de un ecosistema en función del centro principal de generación de recursos, que es el puerto.
Vidal asegura que el atraso de su ciudad es consecuencia de una estructura desigual que se instaló en el país y que el Estado dejó por fuera de la distribución de la riqueza al Pacífico. Cuando se le pregunta sobre el porqué del rezago social de Buenaventura contesta con vehemencia: “Porque estamos en Colombia y Colombia es un país racista, clasista y centralista”.