
Archivo / La fachada de El Espectador el 6 de septiembre de 1952.
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El 2 de septiembre de 1952, cinco policías murieron en un ataque de guerrilleros liberales en el centro del Tolima. En medio de la indignación y en el clima de confrontación partidista que existía en el país, los cadáveres de los uniformados fueron trasladados a Bogotá y colocados en cámara ardiente en una división de la policía frente al palacio presidencial. Durante toda la semana, se rindió homenaje a su memoria, pero también el hecho se convirtió en un detonante de violencia. (Lea: Guillermo Cano, el aficionado, el futbolista)
(Le puede interesar: La jornada del 6 de septiembre, crónica escrita por Guillermo Cano sobre los hechos ocurridos aquel día de 1952)
El sábado 6 de septiembre se realizó el sepelio de los cinco policías, incluso con presencia del presidente encargado Roberto Urdaneta Arbelaez. Hacia las dos de la tarde, un grupo encabezado por varios policías, después de asistir a las exequias retornó al centro de la ciudad y la emprendió contra las instalaciones del periódico El Tiempo, situadas en la avenida Jiménez con carrera séptima. Cuando concluyó el ataque contra el diario capitalino, la turba continuó su ataque y el nuevo blanco fue la sede de la dirección Liberal. (Lea: El día que Luis Cano se retiró de El Espectador)
Tiempo después, utilizando dinamita y gasolina, los manifestantes asaltaron las instalaciones del periódico El Espectador y provocaron un tercer incendio. La jornada terminó con ataques a la casa del expresidente Alfonso López Pumarejo, situada en la calle 24 con carrera quinta, y cuando llegó la noche contra la residencia del dirigente liberal Carlos Lleras Restrepo. Al día siguiente de los ataques, el presidente Urdaneta manifestó que no se había enterado de lo sucedido porque se había ido para su casa de campo en Funza. (Lea: El día que Mariano Ospina Pérez declaró el Estado de Sitio)
El Espectador solo pudo volver a circular días después. Solo reapareció hasta el 16 de septiembre con una fotografía en una primera página con el busto ladeado del fundador Fidel Cano y un texto corto en el que se reseñaron las luchas emprendidas por el diario. Casi toda la colección del periódico ardió en el incendio. En el cuarto oscuro de fotografía apareció el cadáver de uno de los asaltantes. Un año después de los hechos, Guillermo Cano recordó lo que se vivió ese nefasto 6 de septiembre de 1952. (Vea la galería de cómo quedó la sede de El Espectador después del incendio).
Por Redacción El Espectador
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