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El Espacio, el tradicional diario popular con 48 años de trayectoria, quedará fuera de circulación este sábado. Su estilo directo, su impresión llamativa y la exposición descarnada de las muertes y casos judiciales, quedarán en la memoria de los lectores y periodistas que hicieron parte de uno de los diarios de mayor circulación del país.
Este viernes se imprime la última edición –la del sábado- después de sobrevivir a un sinnúmero de dificultades financieras a raíz del cambio en la industria de medios a nivel nacional que le ha abierto espacio a los rotativos gratuitos y a otros populares regionales que conquistaron el mercado del que alguna vez el diario de los Ardila fue amo y señor.
La familia Ardila ha insistido en que las razones del cierre nada tienen que ver con el negocio y que se da más por las razones familiares, pero coincide con una coyuntura mundial en la los impresos pierden lugar y la inversión publicitaria en los medios tradicionales declina.
El cierre significó la salida de una veintena de integrantes de una redacción que alguna vez tuvo en su nómina a periodistas de la talla de Yamid Amat y columnistas como Carlos Lemos Simmonds.
En los años 80 El Espacio reinó en la franja de los medios populares y agotaba ediciones con la famosa ‘mona’ de Juan sin miedo, y uno de los productos de mercadeos de los periódicos en Colombia, tal vez de los más exitosos: el Espaciograma, un crucigrama a doble página central de preguntas simples de resolver que se rapaban senadores, mecánicos y obreros de la construcción.
Aunque en sus inicios fue un diario político e independiente, como rezaba su lema editorial, con el paso del tiempo la transformación fue evidente: poco a poco se fueron incorporando titulares más amplios e historias más macabras, que eran apartadas o reseñadas apenas de manera muy breve por diarios de mayor magnitud: El Tiempo, El Siglo o El Espectador. Las páginas de hechos políticos fueron relegadas mes a mes y se dedicaba cada vez más espacio a la farándula y sucesos del común.
La tradicional sede de la calle 26 de Bogotá dio paso hace apenas un par de años a un proyecto inmobiliario de grandes dimensiones y ubicó su redacción en uno de los polígonos industriales cercanos a Bogotá.
Desde su traslado de sede, los periodistas vivieron entre los rumores internos y de sus colegas del eventual cierre del matutino. Sin embargo, fue hasta septiembre pasado cuando los temores dieron paso a la certeza pues desde la gerencia llamaron a 14 de los colaboradores a informarles que sus contratos habían terminado y a agradecerles por los servicios prestados.