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El luto une a toda la comunidad. Es de noche y en la sala de una casa de Tumaco, en Nariño, están las cantaoras sentadas, un grupo de hombres jugando dominó y los amigos y familiares de un hombre negro que falleció hace poco. Él está en el centro para hacer parte de esa vida que se sigue manifestando a su alrededor. Allí están todos para cuidar de su espíritu mientras llega su momento de descansar en paz.
Le rezan y la cantan alabanzas a las 9 de la noche, después a las 12 y por última vez a las 5 de la mañana. Los tumaqueños le rezan estas tres veces para que el espíritu no deambule con el aire, sino que encuentre la paz. A las 5, el espíritu ya ha partido. Después, comienza el recorrido para enterrar el cuerpo en el cementerio. Las cantaoras le cantan versos como este:
De la tierra dulce
Tu nombre quedó grabado en los cielos y en la tierra
Por aquí pasó María viendo el monte calvario
Y preguntando a su hijo, y allá lo estaban enclavando
Cantan desde su vientre, con dolor. Ellas también han llorado a sus muertos, pero ¿qué pasa cuando no hay ningún cuerpo para velar? ¿Esos cantos para quién van, para dónde?
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Nurys Angulo, la líder de las cantaoras se hace esas preguntas. Cada vez que ensaya con el grupo de música recuerda el lugar que su primo Jacob ocupaba tocando el bombo. Hace cuatro años desapareció. “Le hago misas para que le vaya bien en su vida o para que descanse en paz en su muerte”. Eso no lo sabe. Ahora le canta a los muertos que sí aparecen, a los que sí se les puede despedir su alma.
El recorrido con el ataúd llega hasta el cementerio municipal de Tumaco, pero allí ya no hay más ritos. Hay olores nauseabundos, huesos desperdigados en algunas partes y tienen que verse a gachas para encontrar un espacio, en medio de bolsas negras con restos de seres humanos en su interior, porque ya no hay sitio para un muerto más.
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Así es la relación de los pueblos del Pacífico con la muerte, interrumpida por la falta de infrestructura y presencia estatal. Una tradición que hace parte de la cultura afrocolombiana para darle dignidad a la persona incluso después de la muerte. Toda esta tradición la rompe un cementerio olvidado, donde las posibilidades de un entierro respetuoso se acaban.
El muerto al que no le encuentran un lugar, porque la familia no tiene la plata para enterrarlo en algún osario o porque fue dejado allí por funcionarios del Estado y nadie responde, es muy probable que se pierda entre los restos de otros muertos. Hasta donde ha averiguado el Colectivo Orlando Fals Borda, en el cementerio municipal de Tumaco hay 235 cuerpos que llegaron desde Medicina Legal, pero de los que no se conoce su ubicación actual dentro del cementerio. Pueden ser más. A veces, los cuerpos son dejados allí sin que nadie responda por ellos, a veces los administradores del lugar no tienen de otra que colocar un rótulo en la bolsa negra que diga “N.N”. Y así quedan. Y así ocurre en los 426 cementerios del país, según el Ministerio del Interior, donde están desaparecidas, sin identidad, 26.395 personas.
“Muchos cementerios son administrados por la curia. Este es mixto, es decir, también tiene responsabilidad la administración municipal. Pero acá no hay Dios, ni ley”, describe Naya Parra del Colectivo Orlando Fals Borda. “Por tanto desempleo y pobreza que hay en Tumaco muchas personas trabajan pagadas por las familias para enterrarlos, pero no hay ningún conocimiento de cómo deben cuidar los cuerpos para protegerlos”.
“El cementerio municipal se encuentra en grave riesgo, de acuerdo con el reporte realizado por parte del Instituto de Salud de Nariño. Desde hace algunos años se construyó un plan de mejora por parte de la Alcaldía de Tumaco, pero los avances son pocos, por ello en la actualidad existe un proceso sancionatorio en contra del distrito”, asegura Anny Castillo, personera de este municipio.
Parra agrega que no hay quien haga un trabajo de archivo adecuado para registrar los cuerpos y saber en qué momento llegaron, por qué razón, si era hombre, mujer o menor de edad. Alguna manera de identificarlos. Tampoco hay espacio, por eso se ven las bolsas regadas unas sobre otras, “y no se puede extender porque queda en medio del pueblo. Debería ser trasladado”.
Desde hace cuatro años, la Mesa de trabajo sobre Desaparición de Nariño le pide al Estado que intervenga y mejore las condiciones de este cementerio. Y hace dos, buscaron el apoyo del Colectivo Fals Borda, ya que esta organización ha trabajado con cinco cementerios del Meta y ha logrado la identificación de 899 personas de los 2.304 cuerpos sin nombre ni información en esos cementerios.
Uno de los primeros avances en Tumaco fue la construcción de 300 bóvedas y 500 osarios en el cementerio de Chilví para inhumar a las personas no identificadas. La donación la hizo el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), en convenio con la Alcaldía y Medicina Legal.
Pero el segundo avance, el que más esperaban, ocurrió el 6 de agosto, cuando el Colectivo Fals Borda y la Mesa de trabajo sobre Desaparición de Nariño establecieron la ruta de trabajo de intervención del cementerio con la Fiscalía, la alcaldía, la Defensoría, Medicina Legal, la Unidad de Víctimas y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD).
El primer paso de la ruta será la exhumación por parte de la Fiscalía de 46 cuerpos ubicables y su posterior traslado al cementerio de Chilví. Allí, esta entidad y Medicina Legal se encargarán de su posible identificación y entrega de restos a sus familiares, a través de un equipo de criminalística que se espera que llegue pronto a la zona.
Es una tarea que necesita el compromiso de todas las organizaciones. La UBPD se encargará de asesorar el proceso de archivo y preservación documental, mientras que la administración municipal, antes de que comience el traslado de los cuerpos, hará el mantenimiento del cementerio de Chilví, construirá caminos peatonales dentro de él y se encargará del pago de un vigilante.
Esta ruta de identificación llega un mes después de que la UBPD y Medicina Legal anunciaran un plan piloto de identificación de 2100 cuerpos en Norte de Santander y Nariño. En este último departamento se hará este proceso con 500 cuerpos, de manera que coincide con el trabajo de identificación de los cuerpos del cementerio de Tumaco.
“A nosotras nos embarga la angustia de no encontrarlos, de no poderles hacer nuestras tradiciones para que descansen en paz. Con este proceso vemos una salida a esa incertidumbre y vuelve la esperanza de encontrarlos”, dice Nurys, la cantaora.
Naya Parra, asegura que esta ruta es importante porque es un mensaje de que debe haber una atención a lo que está sucediendo en la región, donde día a día siguen llegando muertos por la violencia. “Ocuparse de estos temas también es trabajar hacia la no repetición de la guerra porque se concientiza a la población de que esto tiene que parar, de que los muertos también deben ser tratados con dignidad".
La ruta recién comienza. Se espera que en los próximos días llegue el equipo de la Fiscalía para empezar con el levantamiento topográfico y así se le dé inicio a esta ruta. Las organizaciones resaltan que así como ocurre en Tumaco, el estado de otros cementerios están en las mismas o peores condiciones, así que su llamado al Gobierno es a que cumpla con las funciones de mantener en buen estado los cementerios en todo el país, con sepulteros capacitados en proceso de archivo y conservación de los cuerpos para evitar que los desaparecidos sigan siendo cada vez más en este país.