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El momento que recuerdan como de los más aterradores en Sindicato Nacional de Trabajadores y Empleados Universitarios de Colombia (Sintraunicol) ocurrió en 2007. No se usaron armas, no había uniformados y, al parecer, ninguna vida estaba en peligro. Fue cuando el entonces vicepresidente de Colombia Francisco Santos y del exasesor presidencial José Obdulio Gaviria pronunciaron palabras que estigmatizaron al sindicato, cuando los acusaron de apoyar el terrorismo.
Directivos del sindicato, entre ellos el presidente, Carlos Escobar, fueron invitados a un seminario en Quito (Ecuador) que reunía a organizaciones de izquierda y que dio como resultado una declaración en la que varios de los participantes apoyaban “todas las formas de lucha”, incluyendo la armada. Entre los firmantes estaban las guerrillas de las Farc y del Eln. Pero los dirigentes de Sintraunicol no. Sin embargo, eso no lo tuvieron en cuenta ni Santos ni Gaviria. El primero dijo, en una rueda de prensa, que los sindicalistas apoyaban el terrorismo, y el segundo lo replicó en su columna de opinión del diario El Tiempo.
José Milciades Sánchez, actual coordinador de Derechos Humanos del sindicato, recuerda ese momento como si hubiera sido una amenaza generalizada. Carlos Escobar tuvo que salir del país por miedo a que atentaran contra su vida y muchos trabajadores sindicalizados renunciaron a Sintraunicol. “Tuvimos ese temor de ser señalados como un brazo político de la guerrilla, y por eso mucha gente renunció al sindicato, por temor y otros creyendo el discurso del Gobierno”, recuerda Sánchez, quien ganó en 2016 el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos, convirtiéndose en el único sindicalista que lo ha obtenido.
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Pero no se quedaron callados, interpusieron una demanda por injuria y calumnia y, años después, la ganaron. Gaviria tuvo que retractarse y Angelino Garzón, como vicepresidente del momento, debió asumir también un acto de retractación. Esa fue una pequeña lucha ganada en medio de los momentos de terror de la que está llena la historia de los empleados y trabajadores universitarios. Por eso decidieron que su memoria quedara escrita. Así, la Escuela Nacional Sindical (ENS) se encargó de investigar, recoger testimonios y escribir el libro Sintraunicol: legados de unidad, organización y luchas por la dignidad laboral y la defensa de la educación, 1963-2018.
En eso llegaron a Sintraunicol, que es uno de los 10 sindicatos más victimizados. “Todo el fenómeno de persecución contra Sintraunicol contemplan un panorama complejo porque se combinan distintas formas de violencia. Por un lado, formas de persecución: amenazas, hostigamientos, desplazamientos, y también una violencia que tiene que ver con el exterminio, donde se pueden ubicar las desapariciones forzadas y asesinatos contra líderes de esta organización”, dice Colorado.
¿De dónde viene toda esa violencia? De los casos registrados, el 54% ha venido de parte de paramilitares, en un 41% de los casos no se ha podido identificar al actor, en un 3% ha sido por parte del Estado y un 0,7% por cuenta de la delincuencia común.
¿Pero por qué? Colorado dice que son múltiples factores que se entrecruzan: “la relación que hay entre la cultura antisindical, la estigmatización histórica que han padecido las organizaciones sindicales, la persecución y la violencia. No podemos entender esos fenómenos de manera aislada, sino que se entrecruzan, que se articulan y que terminan teniendo unos daños, unos impactos muy negativos sobre la organización y sobre el libre ejercicio de la actividad sindical”.
Este informe recopila las experiencias de tres seccionales: Universidad de Antioquia, Universidad del Valle y Universidad del Magdalena, pero en investigaciones anteriores habían abordado los casos de la Universidad de Córdoba y de la Universidad Industrial de Santander. Todas tienen contextos distintos.
“Acá en el Valle no nos tocó verle la cara a Mancuso. Nuestra junta directiva nunca fue obligada a ir a un campamento de los paramilitares”, dice Sánchez, refiriéndose a lo ocurrido en la Universidad de Córdoba, que fue reconocida como sujeto de reparación colectiva, así como la seccional de Sintraunicol de este departamento. Y en la Universidad de Antioquia también fue diferente. Allá fue mayor el asesinato de empleados, profesores y estudiantes, y donde fue desaparecido el presidente del sindicato, Gilberto Agudelo Martínez, en el año 2000. En Magdalena, como en toda la costa norte, el paramilitarismo infiltró muchos espacios, persiguió a los sindicatos y asesinó a estudiantes y profesores.
Por este libro habla de lo que les pasó, pero también de lo que construyeron. De cómo ganaron derechos laborales, de la solidaridad de los trabajadores y de cómo resistieron. Es decir, una memoria integral, porque reclaman una verdad integral.
Sintraunicol, también con apoyo de la ENS, le está apostando a participar en el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, creado con el Acuerdo de Paz entre el Estado y las Farc. Su intervención va, sobre todo, hacia la Comisión de la Verdad y la Jurisdicción Especial para la Paz. Por esta razón están preparando un informe que hable de la violencia que han sufrido, y lo van a entregar con el informe aquí descrito y con otros que ya han realizado.
Esta será una nueva ventana para insistir en la verdad, la justicia y la reparación, y, muy especialmente, en que nunca más se repita la violencia que vivieron, y siguen viviendo, por defender la educación, porque de eso se trata, aunque no sean académicos, y muchas veces tampoco profesionales, mantienen una universidad funcionando. José Milciades lo resume así. “Sin esta lucha yo no sé qué sería de la universidad, no habría universidad pública”.