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En Arauca, la gente no quiere o, más bien, no puede hablar de la guerra. La mayoría sabe que el Ejército de Liberación Nacional (Eln) ha permeado durante décadas las esferas sociales, pero muy pocos lo sostienen frente a una grabadora. Dicen, como un rumor, en voz baja y mirando a los lados, que después del Acuerdo de Paz y con la crisis humanitaria fronteriza con Venezuela, el grupo guerrillero se ha fortalecido.
También hablan de la presencia de grupos disidentes de las Farc y de la disputa de bandas criminales por el contrabando. Esa paz que tanto se menciona y se vive en otros lugares del país no se siente en Arauca. Y no llegará, aseguran sus habitantes, si el Estado no deja de estigmatizarlos como guerrilleros; si insiste en que su presencia se reduzca a pie de fuerza y si niega una salida negociada para el conflicto armado.
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Cuando le preguntan a Ricardo Alvarado, gobernador de Arauca, si cree que la violencia se ha recrudecido en el departamento, explica que la respuesta surge a partir del análisis de dos variables: el número de muertos y el grado de libertad de tránsito de la ciudadanía por el territorio. Alvarado señala que en ambos casos el panorama es complejo.
El año pasado y durante lo corrido de 2019 se han presentado 131 homicidios, 45 secuestros y al menos 30 miembros de la Fuerza Pública han sido afectados en medio de acciones bélicas. Según el gobernador de Arauca, “el Eln volvió a la comunidad y está nuevamente presionada por el chantaje, la extorsión, las amenazas”.
Pero Arauca insiste en la paz. Sus líderes y lideresas sociales siguen firmes en la defensa de la tierra y la vida, a pesar de las amenazas y los asesinatos. En 2019 se han presentado siete homicidios contra defensores y defensoras de derechos humanos. De hecho, justo la semana pasada fueron noticia el ataque contra Yolanda González García, líder del partido Alianza Social Independiente (ASI), en el cual estaría vinculado el Ejército, y el asesinato de la indígena de 70 años Magdalena Cucubana.
Por otro lado, los 400 excombatientes de las Farc también están comprometidos. Han hecho uno de los mejores procesos de reincorporación del país en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Filipinas: no ha habido casi desertores y, según ellos, han logrado sacar adelante sus proyectos productivos, como el de Sacha Inchi, por el apoyo de la comunidad y de las entidades departamentales. Incluso, según dicen, el Eln ha respetado su decisión de volver a la vida civil.
Video: “Estamos comprometidos con la paz”: excombatiente de las Farc en Arauca
Aunque estos son esfuerzos importantes, defensores de derechos humanos, lideresas sociales, exguerrilleros, organizaciones e investigadores sociales concuerdan en que el gran paso hacia la paz se dará en el momento en que haya un diálogo con el Eln en Arauca. Y bueno, ahora también en Venezuela, donde las autoridades han denunciado la presencia de este grupo guerrillero y de las disidencias de las Farc. La paz, afirman, debe pasar por la zona fronteriza o no será.
En palabras del gobernador: “Pongámoslo en otra dimensión: cuando uno va a enfrentar un movimiento guerrillero, uno se pregunta: ¿la guerra para qué? ¿Los instrumentos de guerra nos garantizan la victoria? No nos digamos mentiras: aquí nos podríamos quedar toda la vida echándonos bala. Mañana matan a unos guerrilleros y al día siguiente reclutan a otros. Y peor en la frontera, donde estos grupos están en Venezuela. ¿A dónde vamos a disparar? ¿Dónde está el enemigo? Por eso decimos que la paz pasa por el diálogo también con el Eln. Pero eso no puede pasar por encima de los derechos humanos”.¿Por qué la guerrilla del Eln ha logrado resguardarse con tanto éxito en Arauca? ¿Podría haber una alianza entre el Eln y las disidencias de las Farc? Para responder estas preguntas hay que hacer memoria de uno de los capítulos más particulares de la guerra en Colombia: el conflicto en este territorio entre el Eln y las Farc, principalmente, entre 2006 y 2010.
La guerra entre guerrillas
El primer frente guerrillero que se fundó en Arauca fue el Domingo Laín, del Eln, en la década de los 80. Campesinos de la región, cuenta el politólogo Luis Eduardo Celis, se unieron por el inconformismo del orden social que siempre les quitaba la tierra y los ubicaba en la franja de los excluidos. Estaban tan molestos por unos cambios en el manejo de la tierra que no vieron otra alternativa que sublevarse contra el Estado. Al poco tiempo, con argumentos similares, surgió el frente décimo de las Farc.
Desde sus orígenes hubo entre ellos unos mecanismos de cooperación, de convivencia, a pesar de ser diferentes en estructura. Incluso tenían unos espacios para dirimir conflictos, llamados mixtas, donde, si había problemas, los comandantes del décimo y del Domingo Laín escuchaban a las partes y tomaban decisiones conjuntas. Incluso combatieron juntos contra la entrada del paramilitarismo a la región. Todo funcionó bien hasta cuando llegó el frente 45 de las Farc, con el objetivo de convertir a Arauca en un territorio para producir coca.
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Un investigador, que prefirió no revelar su nombre, explica la tensión: “La pelea era sobre todo por el triángulo de la coca, delimitado por los caseríos de Aguachica, La Paz y Panamá. El Eln no quería la coca, según algunos de sus comandantes, porque no podían controlar a las mafias. Quienes comercializan, compran o venden son muy poderosos económicamente y terminan teniendo poder, el control, y eso era riesgoso. No es un asunto moral, sino un asunto de control del territorio”. Entonces, mientras las Farc obligaban a los campesinos a sembrar, el Eln les ordenaba erradicar.
El Eln, en realidad, nunca ha necesitado de la coca. “En el departamento de Arauca ha manejado sus finanzas, pegado como sanguijuela, a partir del petróleo”, cuenta. El Domingo Laín nació y creció con la aparición del oleoducto Caño Limón-Coveñas, construido por la empresa alemana Mannesmann, que, temiendo que su millonario negocio se viera afectado por el grupo subversivo, decidió pagarle. “Muchos comandantes hablan de una cifra de US$10 millones. En esa época, 1983, era una cifra descomunal. Por supuesto, eso sirvió para financiar un ejército robusto. Gracias a eso el Eln se extendió de Arauca hacia Casanare y Boyacá”.
El segundo factor de la discordia entre los dos grupos se dio precisamente por el petróleo. El Domingo Laín hacía atentados de manera intermitente en contra del oleoducto, con el fin de seguir extorsionando. El frente 45, para diversificar su fuente de ingresos e incluso de poder, pensó que era una buena idea, así que también se dedicó a bombardear el oleoducto. “Se dieron cuenta de que si afectaban el oleoducto, les daban plata, pero también le dejaban de llegar regalías a la Gobernación. Y eso, para ellos, significaba un ataque en contra del Eln, que en ese entonces ponía a funcionarios en altos cargos”, asegura un periodista de la zona.
Las tensiones entre los dos grupos iban y venían hasta que la cuerda se reventó de la forma menos pensada. Un comandante del Eln, conocido como la Ñeca, decidió asesinar, por un asunto sentimental, al comandante Che del frente décimo de las Farc. Ese hecho sobrepasó los límites para las Farc y fue entonces cuando declaró la guerra abierta contra el Eln. Desde el bloque Sur se dio la orden de que Arauca debía ser de ellos y por eso llegaron los frentes 33, 12 y 18, e incuso la columna móvil Teófilo Forero.
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En 2006 comenzó una guerra en la que moriría principalmente población civil. Los pobladores pensaron que el gran derrotado sería el Eln, que en ese momento estaba debilitado. El investigador recuerda que quienes estaban en el territorio vaticinaban que las Farc iban a aniquilar al Eln: “Ibas a la zona rural y veías 100 de las Farc armados hasta los dientes, con uniformes norteamericanos, fusiles de asalto, con radios de última generación. Y veías a 10 del Eln con pistolas viejas, estuches cosidos a mano, uniformes verdes ajados”.
Sin embargo, el Eln tiene una forma distinta de operar que las Farc. Luis Eduardo Celis explica que este grupo guerrillero parte de una estrategia centrada en los milicianos. Su tropa no está concentrada en campamentos. Además, contaba con una ventaja enorme: sus familiares están en Arauca y conocen perfectamente la región. Por supuesto, eso también ha desencadenado en la estigmatización que hasta hoy sufren los campesinos del departamento, pues no quieren la guerra, pero han tenido que apoyar sus lazos de sangre.
Sin que las Farc se dieran cuenta, el Eln se agrupó en las áreas más estratégicas y desde ahí despojó a las Farc de sus zonas históricas. Los combates fueron arduos y terminaron debilitando militarmente a ambas partes, sobre todo a las Farc, teniendo en cuenta que el Eln contó con el apoyo de funcionarios del Estado, según denuncian varios sectores. Hoy, los pobladores de Arauca recuerdan esta época con tanto dolor que pocos se atreven a mencionarla. Y si lo hacen, piden ocultar sus nombres, como si no hubiesen pasado casi 10 años. La población civil, tildada de ayudar a un bando u otro, fue la más violentada.
El conflicto se acabó con un acuerdo que tuvo varias particularidades. Por un lado, estuvo mediado por la Iglesia católica y, por el otro, fue pactado en Norte de Santander. Los niveles de violencia fueron tan abrumadores en Arauca que el Comando Central del Eln y el Secretariado de las Farc decidieron detener los enfrentamientos en una zona por fuera de Arauca. El periodista, el investigador y el politólogo y la lideresa coinciden en una verdad: después de esa disputa, y con la ausencia permanente del Estado, hoy el Eln tendría el control del departamento. Si bien existen otros grupos armados ilegales, no tienen el poder del grupo guerrillero en la zona.
El Eln ya no solo extorsiona a las empresas o las iniciativas comunitarias, como asegura una lideresa de la región que prefirió no identificarse, sino que también le sacan provecho a una frontera donde hay contrabando de gasolina y trata de personas. “El Eln tiene el control total en la frontera en el departamento de Arauca. Incluso parte de Norte de Santander. Todo lo que es el alto Apure venezolano es controlado por el Domingo Laín, parte del Zulia. Ahora está tratando de llegar hasta el Catatumbo y por eso su pelea con el Epl y las disidencias”.
La pregunta que la mayoría en la región se hace es: ¿podría unirse hoy el Eln con las disidencias de las Farc? Para quienes participaron en este artículo, la respuesta se inclina hacia el no. Consideran que el Eln no va a soltar el dominio territorial que ha tenido durante décadas. Sin duda, otro actor en el territorio, que actualmente está buscando maneras de financiarse, podría poner en riesgo su control político y económico. Además, han buscado otras alternativas para aumentar su pie de fuerza. Las entidades departamentales han denunciado cómo reclutan a venezolanos, quienes en medio de la necesidad aceptan irse a las filas del Eln por $400.000 o $600.000 mensuales. Y por problemas financieros no sufren. Siguen detrás del contrabando y de la extorsión a empresas petroleras.
El sacerdote Deisson Moreno, defensor del Pueblo, en un evento de la Comisión de la Verdad sobre el asesinato de líderes y lideresas sociales, aseguró: “A Arauca no la entiende nadie”. No lo hace el Estado, que la ignora, ni el resto del país, que la estigmatiza. Y eso se debe a sus complejidades y a que lo improbable, como esta guerra entre grupos subversivos, siempre busca un espacio allí. Hoy esperan que ese diálogo con el Eln, que nadie ve posible, en algún momento pueda darse, por la paz de la que tanto se habla, pero que los habitantes de la región aún no conocen.