“El Acuerdo logró su finalidad”: Humberto de la Calle

Reflexiones del jefe del equipo negociador del gobierno Santos a tres años de la firma.

David Leonardo Carranza Muñoz - dcarranza@elespectador.com
24 de noviembre de 2019 - 12:00 p. m.
Humberto de la Calle Lombana dirigió la negociación con el apoyo del comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo (izquierda). / AFP
Humberto de la Calle Lombana dirigió la negociación con el apoyo del comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo (izquierda). / AFP
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Barrancabermeja era un hervidero en abril de 1991. El primer fin de semana de ese mes fueron asesinadas nueve personas. Dos días después lanzaron una granada contra la casa de Olgher Santodomingo, el entonces secretario de la Unión Sindical Obrera de la Industria del Petróleo, y la guerrilla intensificaba los ataques contra la infraestructura de Ecopetrol. A finales de ese mes, el entonces ministro de Defensa, general Óscar Botero, y el de Gobierno, Humberto de la Calle, presidieron un consejo de seguridad en la ciudad. “Había paramilitarismo, guerrilla, insatisfacción social. Era un crisol de lo que era Colombia”, cuenta De la Calle. Una vez instalados le preguntó a uno de los asistentes: “Pero bueno, en definitiva, ¿ustedes con quién están?”. La respuesta se hizo un lugar en la memoria del exministro: “Usted no ha entendido. Estamos con el fusil más cercano”.

Ese fue uno de los episodios que le permitieron a De la Calle conocer de primera mano la crueldad y complejidad de la violencia en Colombia. 21 años después del encuentro en el puerto petrolero, el 20 de agosto de 2012, fue convocado a otra reunión, esta vez en la Casa de Nariño. Juan Manuel Santos le pidió que fuera el jefe negociador del Gobierno durante la parte pública del proceso de paz con las Farc. “¿Cómo es posible que obtengamos algo bueno hablando con tipos malos?”, le preguntó uno de sus seis nietos. Ese sería el cuestionamiento ético fundamental que daría vueltas en su cabeza.

“Me pareció que lo ético era precisamente auscultar ese camino del diálogo. Lo que hubiera sido totalmente contrario a la ética era desoír esa posibilidad y continuar en una guerra de ocho millones de víctimas. Ese es el núcleo inicial, los temas de carácter moral: ¿qué es lo que estoy haciendo aquí? Y tuve, tengo y tendré siempre la satisfacción de creer que era el camino correcto”, aseguró De la Calle al querer aclarar cuál fue su lógica de pensamiento al hacerse cargo de un proceso de paz que se vislumbraba tortuoso desde el principio.

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No parece una buena idea encargarle la llegada a buen puerto de unos diálogos de paz a alguien que se reconoce como un pesimista profesional. De la Calle dice que esa condición le sirve como antídoto para la frustración, para estar psicológicamente preparado para reveses estrepitosos, como el del 2 de octubre de 2016, cuando el plebiscito por la paz perdió por poco menos de 54.000 votos.

Sin embargo, el pesimismo del exjefe negociador del Gobierno dista mucho de ser producto de la inconstancia. “Nunca estuve en términos de tirar la toalla”, cuenta. Hoy, cuando se cumplen tres años de la firma del Acuerdo de Paz en el teatro Colón, luego de la refrendación a través del Congreso, De la Calle insiste en la nobleza de lo pactado entre el Estado y las Farc.

Creo que el Acuerdo logró su finalidad, y me parece que es una pieza compleja. Es como un reloj suizo o como un castillo de naipes, si usted le quita una pieza se desbarata. Por lo tanto, el mejor acuerdo es ese, porque fue el que permitió que estos señores entregaran las armas, se destruyeran, formaran un partido político y reconocieran el sistema democrático en Colombia —dijo no sin antes evitar quedar como un soberbio—. Sin arrogancia, esto es muy difícil de decir, porque a veces se malinterpreta”.

El gobierno Santos, en el cual se originó, desarrolló y concluyó el diálogo por la paz, estuvo en el poder después de la firma del Acuerdo por un año y ocho meses. Sin embargo, el mismo jefe de negociación aceptó que pareció como si ese mismo gobierno no hubiera estado preparado para el posconflicto, pese a que el proceso llevaba cinco años en La Habana.

El 7 de agosto de 2018 llegó a la Presidencia Iván Duque y con él se encumbraron en el Gobierno los enemigos acérrimos del proceso de paz. La fuerza política que estuvo al frente de la campaña del No en el plebiscito sería la encargada de la implementación de lo firmado con las Farc. “Pensé que el Gobierno estaba realmente más preparado. En los primeros meses nadie sabía qué era lo que estaba pasando, pero ha insistido lealmente, creo, en lo que se llama la reincorporación de la base guerrillera. Por ejemplo, el doctor Emilio Archila (consejero presidencial para la estabilización y la consolidación) lo está haciendo bien, tiene metas claras y ahí vamos, con dificultades fiscales, etcétera, pero ahí tengo una visión optimista. Pero resulta que es un error pensar que el Acuerdo es solo eso. Va mucho más allá, y ahí hay un enorme error estratégico del Gobierno. No porque me lo inventé, sino porque ha sido explícito el doctor Duque y también el doctor Uribe en decir ‘nos entendemos con los guerrilleros de base, pero no con la dirigencia’; con el ánimo de despojar al Acuerdo de los elementos estructurales”, dijo De la Calle, quien además asegura que el entorpecimiento de lo pactado es un error para Colombia.

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Por ejemplo, uno de los puntos del Acuerdo que está estancado es la reforma rural integral. Este se acordó en La Habana el 13 de junio de 2013, pero no ha habido avances significativos en esta materia. La pretensión de este consenso era erradicar la pobreza rural extrema, reducir la brecha entre el campo y la ciudad, y el desarrollo de la agricultura campesina, familiar y comunitaria, entre otros. El exjefe negociador considera que hay una nueva frustración para el país en este tema. Advierte que, además de ser uno de los ejes estructurales del Acuerdo, es un asunto que tiene que ver “con la productividad del campo, con la apertura de las fuentes que brinda la industria y no con las Farc ni con el Gobierno del señor Santos”.

El problema de tierras es histórico en Colombia. Los predios grandes (de más de 500 hectáreas) pasaron de ocupar cinco millones de ha en 1970 y a 47 millones de hectáreas en 2014, según un estudio de Oxfam. Además, en el país el 1 % de las explotaciones agrícolas de mayor tamaño ocupan el 81 % de la tierra, es decir, el 99 % ocupan tan solo el 19 %.

Otro de los grandes retos para el Estado era llegar a los territorios que históricamente carecieron de presencia institucional y donde, a falta de ella, las Farc eran la ley. “No lo hemos logrado por razones seguramente geográficas, por las dificultades de estas tres cordilleras tan abruptas, por deficiencias del Estado que se derivan de su pobreza fiscal. ¿Fue desidia? ¿Fue que el Estado no apareció rápidamente para copar esos vacíos o incapacidad? Y, además, ¿basta la presencia militar? Creo que esa es la clave. No basta. Por eso necesitamos algún grado de tranquilidad para la tarea de construir Estado en esas zonas remotas donde no lo hay o lo que hay de cuando en cuando es un Ejército que parece más un Ejército de invasión: llega, actúa y luego se retira”, concluye De la Calle, quien además sostiene que Colombia es un país con más territorio que soberanía.

Precisamente el jefe negociador del Gobierno está preocupado por el rol de los militares durante la implementación del Acuerdo. A pesar de que generales del Ejército, como Javier Flórez, y el general (r) Jorge Enrique Mora, participaron activamente durante los diálogos, De la Calle cree que se gestó una división dentro de la fuerza que puede tener repercusiones nefastas y que estimular esa ruptura es una “irresponsabilidad enorme”. De un lado estarían los oficiales que llaman santistas, quienes respaldaron el proceso de paz, y del otro los del ala conservadora, quienes están cerca de la línea de pensamiento de la Asociación Colombiana de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares (Acore), organización que ha dicho públicamente que el Acuerdo fue un fracaso.

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Esas voces en contra de lo pactado con la guerrilla tomaron fuerza con uno de los episodios críticos de este proceso: el anuncio de rearme hecho por Iván Márquez, quien fuera la contraparte de De la Calle durante los diálogos, acompañado por Jesús Santrich, y Hernán Darío Velásquez, alias el Paisa, entre otros. “Fue un momento muy difícil y triste, porque siempre había la hipótesis de que pequeñas fracciones se convirtieran en disidencias, pero que estos personajes hayan tomado esa decisión es una cosa tan anacrónica. Es patético. Arguyen que ha habido incumplimientos del Estado y, en efecto, los ha habido, pero me parece que la respuesta más constructiva ha sido la de Rodrigo Londoño (Timochenko), que dijo que sí hay incumplimientos, pero eso no los desvía del camino de la paz”.

Para De la Calle las elecciones regionales del 27 de octubre fueron un espaldarazo a la reconciliación. Según dice, los resultados rechazaron los extremos y los fanatismos en la escena política. Sin embargo, su pesimismo utilitario y la lección del plebiscito lo ayudan a mantenerse en alerta. “No hay que bajar la guardia. No. Hay fuerzas que están hibernando, que todavía buscan suprimir el pluralismo en la sociedad colombiana”.

El exjefe negociador dice sin vacilar que los cinco años de diálogos de paz en La Habana valieron la pena. Que hoy por hoy le aconsejaría a un niño de Manzanares, Caldas, su pueblo natal, que se eduque, trabaje y crea en su potencialidad. “La palabra central que explica todo esto es ‘oportunidad’. Creo que es una oportunidad que está ahí, que tiene riesgo, pero que los colombianos no deberíamos desechar”.

Por David Leonardo Carranza Muñoz - dcarranza@elespectador.com

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