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La ciudad china de Wuhan lleva ya dos semanas sin estar en aislamiento. Las fotos de sus habitantes en las calles, regresando a una tensa normalidad, dieron la vuelta al mundo y fueron celebradas por miles de personas. Las medidas que tomó la ciudad para contener el brote han sido aplaudidas y replicadas en todo el mundo. Wuhan es el ejemplo de lo que se debe hacer y hasta un colombiano decidió que era mejor quedarse allí que volver a su país. Pero hoy, cuando China confesó que la cifra de muertos en la ciudad era mayor a la reportada inicialmente son muchos quienes piensan que esa cuarentena, que duró casi tres meses, podía haberse evitado.
El 19 de enero, seis días después de que altos funcionarios chinos intercambiaran correos secretos que alertaban sobre una probable pandemia por el nuevo coronavirus, Wuhan, epicentro de la COVID-19, organizó un gigantesco banquete para decenas de miles de personas, que se preparaban para las celebraciones del Año Nuevo Lunar. Los organizadores del evento, con motivo del vigésimo aniversario del banquete, querían romper todos los records.
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Para ese entonces, los rumores sobre la aparición de un virus similar al SARS eran simplemente eso: rumores. El temor a un posible contagio no existía y las mesas se llenaron. Muchos viajeros llegaron de distintas partes de China a Wuhan ese día y celebraron como la ocasión lo ameritaba.
Pero la situación era diferente en Pekín. Un día después de ese banquete, el 20 de enero, el presidente chino, Xi Jinping, a través de una alocución televisada, alertó a la ciudadanía sobre la presencia de un virus altamente contagioso, parecido al SARS, y que podía ser, en algunos casos, mortal.
Pero ya para ese entonces era demasiado tarde. Durante esa semana de silencio más de 3.000 personas se contagiaron. Una demora que, de acuerdo con un experto consultado por AP, llegó en un momento crítico: el comienzo de la propagación del virus.
“Si hubieran tomado medidas seis días antes, habría habido muchos menos pacientes y las instalaciones médicas habrían sido suficientes. Podríamos haber evitado el colapso”, dijo Zuo-Feng Zhang, epidemiólogo de la Universidad de California.
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China sabía de la gravedad de la situación del coronavirus a mediados de enero, pero solo diez días después ordenó el encierro de la región de Hubei, donde está ubicada Wuhan. Pero esa tardanza no fue ni la primera ni la única mala decisión del Gobierno chino en el manejo de la crisis del coronavirus, que tres meses después se propagó por todo el planeta.
A comienzos del 2020, días antes, la policía de Wuhan arrestó a un médico que había alertado a sus colegas sobre la aparición de un virus parecido al SARS. Las autoridades lo acusaron de “querer sembrar pánico” y lo obligaron a rectificar si no quería ir preso. Un mes después, ese mismo doctor, falleció a causa de la COVID-19. Fue despedido como un héroe.
Pero la consecuencia más fatídica del silencio oficial fue que facilitó el éxodo de unas 5 millones de personas en las semanas previas a la cuarentena de Wuhan, el 22 de enero, lo que ayudó a transportar el virus a todo el país y al extranjero. De acuerdo con las cifras más recientes de la Organización Mundial de la Salud, responsable de advertir al mundo de las emergencias de salud pública, el SARS-CoV2 ha contagiado a más de 2 millones de personas y ha causado la muerte de al menos 140.000 personas en todo el mundo.
Mientras que en China, el número de muertos con covid-19, que se había mantenido estable en alrededor de 3.300 fallecidos durante semanas, saltó a más de 4.600 luego de la actualización de las cifras de Wuhan.
Las acusaciones contra la OMS
Tres meses después de que la OMS confirmara al mundo la aparición del virus, la organización se encuentra hoy en el ojo del huracán por su manejo de la crisis. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien también ha sido criticado por su respuesta tardía en su país, anunció que detendría la financiación a la OMS por su “fe ciega” a la palabra de China. “La OMS realmente se equivocó”, dijo. Lo sorprendente es que Trump no está solo, pues a sus críticas se le han sumado gobiernos como los de Japón, Francia y Taiwán.“Los críticos de la OMS dicen que ha confiado demasiado en el Gobierno chino, que inicialmente trató de ocultar el brote en Wuhan. Otros han criticado a la organización y a su líder, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, por avanzar demasiado lentamente al declarar una emergencia de salud global”, explica Javier Hernández, reportero de salud del diario The New York Times.
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De hecho, esta semana, Taiwán, abiertamente en conflicto con China, denunció que el 31 de diciembre del año pasado había enviado un correo a la OMS y a su director alertando sobre la aparición del nuevo coronavirus. Para ese momento, las denuncias del médico Li Wenliang , quien había alertado a sus colegas sobre el brote, ya estaban en línea.
La OMS negó haber recibido algún tipo de correo, pero Taiwán respondió con la publicación de una copia del mensaje a través de sus redes sociales oficiales, en el cual pide a la organización que investigue la aparición de “siete casos atípicos de neumonía reportados en Wuhan, China”.
Cuando los casos de esta “misteriosa neumonía viral” aparecieron por primera vez en Wuhan, en diciembre, los funcionarios de salud chinos silenciaron a los denunciantes y minimizaron la gravedad del brote. A mediados de enero, ya cuando el virus estaba fuera de sus fronteras, el Gobierno lo describió como “prevenible y controlable” y descartaron que se pudiera transmitir entre humanos a gran escala. La OMS respaldó esas afirmaciones; se retractó semanas después.
“Podrían haber sido más contundentes en las etapas iniciales de la crisis cuando hubo un encubrimiento y hubo inacción”, dijo Yanzhong Huang, un experto en salud especializado en China en la Universidad de Seton Hall a The New York Times.
El problema, de acuerdo con diferentes expertos, es que la OMS no tenía cómo obligar a China a entregar los datos a tiempo. “La OMS no puede obligar a los gobiernos a seguir sus recomendaciones porque los gobiernos no le dieron esa autoridad”, señala Suerie Moon, codirectora del Centro de Salud Global del Instituto de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo de Ginebra a la AFP.
“Era importante asegurarse de que el canal con China permaneciera abierto, porque las primeras semanas eran cruciales para reunir información para aprender más sobre el virus”, concluye.