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La violencia contra las mujeres, en cualquiera de sus formas, no es circunstancial. Es un problema estructural de toda la sociedad. Sin embargo, es evidente que el confinamiento por cuenta de la pandemia de coronavirus lo pone aún más de manifiesto. La cuarentena en todo el mundo, si bien ha sido una medida oportuna para contener el avance del virus, ha multiplicado los problemas para las mujeres: más carga laboral, violencia física, psicológica, agresión sexual, abortos no deseados y hasta mutilación genital son algunos de los problemas que se exacerbaron. Si no se actúa pronto, los daños pueden ser irreparables. Hasta ahora, el panorama es desolador.
Aumento de carga laboral y desempleo
La pandemia ha golpeado fuertemente todas las economías del mundo, pero, hasta ahora, las mujeres han sido quienes han pagado el precio más alto. El caso estadounidense es quizás uno de los más reveladores: hace solo tres meses las mujeres superaron a los hombres en las nóminas de las empresas de ese país: es decir, consiguieron más contratos. Pero con la desaceleración económica y los despidos masivos, ellas han regresado a la minoría. Estadísticas muestran que las mujeres son las que más han solicitado subsidio de desempleo en las últimas semanas.
Detrás de esto podría haber una explicación simple. Durante la recesión mundial de 2008, las industrias con mayor presencia de empleados hombres, como la de la construcción, fueron las primeras en sentir el batacazo económico de la crisis.
En esta pandemia los lugares de trabajo en donde, según las estadísticas del Gobierno, las mujeres superan en número a los hombres, como los salones de belleza o consultorios de dentistas e industrias afines al turismo, fueron los primeros en cerrar sus puertas.
“El factor más importante acá es que las mujeres estaban en el sector de servicios, que ha sido particularmente afectado”, dijo C. Nicole Mason, presidenta y directora ejecutiva del Instituto para la Investigación de Políticas de la Mujer (IWPR) con sede en Londres. Pero los despidos se han extendido a otras industrias. Hasta ahora en EE. UU. casi el 60 % de las pérdidas de empleo a nivel nacional corresponde a mujeres.
Estas cifras podrían dar una explicación por ahora, pues a medida que los despidos continúan los hombres podrían empatar a las mujeres en este dramático indicador. Sin embargo, no deja de ser preocupante que las mujeres sean las más despedidas; en un futuro cercano esto podría exacerbar la brecha salarial y “destruir algunas de las limitadas ganancias en las últimas décadas”, según la Organización de Naciones Unidas(ONU). En algunos estados las mujeres ganan menos centavos por dólar que los hombres, lo que las hace más vulnerables ante una tormenta económica o ante una eventual recesión.
Hablando de remuneración, a las mujeres se les ha multiplicado el trabajo, sin que este sea pago. Con las escuelas suspendidas y las actividades extracurriculares de los niños en pausa, han asumido la mayor parte de las labores del hogar y la atención familiar. La carga se ha multiplicado debido al aislamiento, y esto resulta agotador. Quizás la cuarentena podía ser la oportunidad para cambiar los roles de género, pero esto, según la escritora feminista Jessica Valenti, no ha pasado y es muy difícil que ocurra. Es más probable, en cambio, que el doble turno de las mujeres se transforme en una triple jornada de trabajo.
Por otro lado, algunos expertos advierten que cuando se levanten las órdenes de cuarentena muchas mujeres todavía tendrán problemas con el cuidado infantil, por lo que podrían verse forzadas a decidir entre sus hijos y el trabajo. Por ello, es fundamental elaborar políticas para evitar este escenario. Vea también: Coronavirus acentúa la desigualdad entre hombres y mujeres
Violencia doméstica: maltrato físico y psicológico
Este ha sido el efecto más aterrador hasta ahora. En los primeros tres meses de cuarentena se reportaron más de 14 millones de casos de violencia doméstica a nivel mundial. Según la ONU, si los bloqueos se extienden a seis meses, esta cifra podría crecer hasta los 31 millones de casos. Datos de la Universidad John Hopkins y de la Universidad Victoria, en Australia, señalan que si los cierres estrictos continuaran durante un año habría 61 millones de casos adicionales.
“Es una crisis creciente dentro de la crisis. Necesitamos prestar la máxima atención a esto ahora. Es realmente inquietante. Y si no hablamos o hacemos algo al respecto, si no tocamos la alarma, cada tres meses habrá 15 millones de casos adicionales”, apunta el Doctor Ramiz Alakbarov, subdirector del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
Las consecuencias han sido devastadoras. Las líneas directas de atención de abuso doméstico en diferentes países han visto un incremento de más del 50 % en las llamadas desde la entrada en vigor de las medidas de distanciamiento, lo que ha convertido al abuso doméstico en una emergencia pública a nivel universal. En Brasil, por ejemplo, según la iniciativa Spotlight de la ONU, se registró un aumento del 430 % en los casos de abuso. Y al igual que sucede con la pandemia de coronavirus, si los gobiernos no se apresuran a salvar a las mujeres del terror de sus abusadores, el daño podría ser irreparable, pues ya se han reportado casos de asesinatos en diferentes naciones, principalmente por estrangulamiento de sus parejas.
¿Por qué sucede? El abuso doméstico, según Marianne Hester, socióloga de la Universidad de Bristol, tiende a aumentar cuando las familias pasan más tiempo juntas, como en las temporadas de vacaciones y fiestas. La situación se complica debido a que las víctimas de abuso no tienen el mismo margen que antes para denunciar que son golpeadas o maltratadas. En México, por ejemplo, el presidente Andrés Manuel López Obrador niega los incrementos de la violencia doméstica y señala cifras oficiales que indican que los casos se han reducido. Esto tiene una explicación.
Las mujeres no se atreven a denunciar a sus agresores debido a que permanecen encerradas con ellos. Ahora presentan violaciones a su privacidad y están constantemente vigiladas; por tanto, son más frágiles a las situaciones de acoso. Además, los servicios judiciales en la mayoría de los estados han suspendido actividades, lo que las deja desprotegidas para presentar denuncias.
En algunos países como España, Francia, Reino Unido y Colombia los comercios se convirtieron en los salvadores, pues habilitaron en sus cajas registradoras espacios para que las víctimas hagan sus denuncias a través de códigos secretos a los cajeros que informan la situación a las autoridades. La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, en su intervención del viernes pasado explicaba esta medida: “Lanzamos la estrategia ‘Espacios Seguros’ para que en las tiendas de Justo y Bueno, Ara, D1 y Farmatodo ellas puedan llegar y hacer la denuncia. Agradecemos a estas tiendas porque una mujer sale más a hacer mercado, y si vive con su agresor puede denunciar en estos espacios”.
El Gobierno nacional informaba hace unas semanas que desde que comenzó la cuarentena aumentó en 142 % el número de llamadas a la línea 155 para reportar hechos asociados a violencia intrafamiliar. La situación más grave la vive Bogotá, seguido por Antioquia, Valle del Cauca, Cundinamarca y Santander. Le puede interesar: El coronavirus tiene mayor impacto en la vida de las mujeres
Embarazos no deseados y abortos
Otra de las consecuencias de la cuarentena ha sido el incremento de los embarazos no deseados debido a condiciones como el abuso sexual: en Perú, en tan solo 15 días de cuarentena, se registraron 43 violaciones de las cuales 23 víctimas eran niñas. Pero también se observan las dificultades que hay para acceder a anticonceptivos; la ONU ha advertido sobre una desastrosa escasez de preservativos debido a la pandemia, pues los circuitos de su fabricación y producción se han paralizado.
Asimismo, Naciones Unidas estima un aumento de 7 millones en los embarazos no deseados tras un aislamiento de seis meses, principalmente en países en desarrollo. Esta crisis se suma al ya profundo problema de acceso a anticonceptivos en países de ingresos bajos y medios antes de la pandemia. Por lo menos 232 millones de mujeres no pueden acceder a métodos de planificación familiar pese a querer evitar un embarazo, debido a su situación económica o a los precarios sistemas de salud en sus respectivos países. Y esta situación conducirá lamentablemente a un problema más grave: más abortos inseguros que conllevan a una mayor mortalidad materna.
Según un estudio del Guttmacher Institute, organización líder en investigación de políticas comprometidas con los derechos sexuales de la mujer, se proyecta una disminución del 10 % en la provisión de atención médica relacionada con el embarazo, lo que nos dejaría con 28.000 muertes maternas más y 168.000 fallecimientos de neonatos adicionales.
Las mujeres se han visto desde ya atrapadas en un desierto del aborto. En Estados Unidos, los políticos de línea conservadora aprovecharon la pandemia para restringir el acceso a estos procedimientos en varios estados. Los vetos, como era de esperarse, perjudicaron primero a las mujeres indocumentadas y pobres, aumentando el riesgo para sus vidas al obligarlas a aplazar el procedimiento.
Esto conduce, según proyecciones, a un aumento de las muertes de mujeres por interrupciones del embarazo inseguras. Planned Parenthood, una de las redes de clínicas de salud reproductiva en Estados Unidos, dice que han llegado más casos de mujeres que advierten que si no las ayudan a abortar “seguirán instrucciones que han visto en internet”.
“En América Latina, en general, donde el aborto está prohibido en varios países y en otros es muy limitado, la pandemia agrava la vulnerabilidad en la que viven millones de mujeres y niñas. Permanecer en casa no significa, para muchas de ellas, estar más seguras porque aumenta el riesgo de agresión sexual. Ya antes de la epidemia, América Latina era una de las zonas del mundo con mayores índices de violencia sexual y la única región en la que aumentaron los partos en las niñas. Ambos factores están relacionados. También en Europa, aunque una mayoría de países tienen leyes garantistas sobre el aborto, incluida España, los gobiernos deben pensar en las mujeres al abordar la emergencia sanitaria creada por el coronavirus. Los servicios para la interrupción voluntaria del embarazo y la asistencia pre y posnatal deben ser considerados como esenciales durante los periodos de confinamiento”, advirtió en un comunicado Amnistía Internacional.
Mutilación genital e higiene personal
En África, continente donde se espera que la pandemia tenga sus efectos más dañinos en las próximas semanas, la violencia de género ya se ha disparado. Según un informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la pandemia traerá consigo un aumento de la mutilación genital femenina y de los casos de matrimonio infantil en varias naciones. Se espera que 2 millones de mujeres se sumen a las 200 millones que han sido sometidas a mutilación genital. Y debido a las cuarentenas, los programas que luchan contra este tipo de violencia se han visto interrumpidos.
Las comunidades rurales de algunas escuelas en Kenia aprovecharon el cierre de actividades por el coronavirus para realizar la mutilación genital a niñas y mujeres entre 15 y 49 años. Este procedimiento implica la extirpación parcial o total de los genitales femeninos, lo que causa graves complicaciones en su salud.
De igual manera, en esta década, los esfuerzos para prevenir los matrimonios infantiles forzados en el continente se verán frustrados: se espera que debido a las obstaculizaciones se produzcan 13 millones más, y eso dependiendo del tiempo que continúe la actual crisis. Los matrimonios infantiles suelen llevarse a cabo con mayor frecuencia en países con altos niveles de pobreza, los mismos en donde la pandemia aumentará las pérdidas.