Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
A quienes más conocen a Egan Bernal no les extraña que con apenas 22 años haya ganado el Tour de Francia. Fue precoz antes de nacer. A las carreras tuvo que salir de Zipaquirá su madre, Flor, horas antes de dar a luz. El hospital del municipio cundinamarqués estaba cerrado y tuvo que trasladarse de urgencias a Bogotá. Luego de su primera “etapa”, aún en el vientre materno, una contrarreloj de 47 kilómetros, el niño maravilla nació en la Clínica San Pedro Claver el 13 de enero de 1997.
Y muy chiquito aprendió a montar en bicicleta. Y a Fabio Rodríguez, su primer entrenador, no lo sorprendió por su talento, sino por su constancia. “Era muy disciplinado y nunca faltaba a los entrenamientos”. Así se convirtió en campeón infantil de ciclomontañismo, hasta que llegó a la Fundación Mezuena, de Pablo Mazuera. Allí comenzó realmente su carrera. En las montañas del altiplano cundiboyacense aprendió los secretos del deporte. Y poco a poco el diamante se fue puliendo.
Lea también: El Tour de Francia, el nobel de Egan
Llegaron los primeros triunfos internacionales, siempre sobre bicicletas todo terreno. Su contacto con las carreteras era poco. Se coronó campeón latinoamericano y panamericano. Después fue doble medallista en el mundial de su categoría, hasta que entendió que su futuro estaba en el ciclismo de ruta, pues le ofrecía mejores opciones económicas.
Optó, sin embargo, por comenzar a estudiar en la universidad. Necesitaba un plan B en caso de que su anhelo de ser deportista profesional no se diera. Durante seis meses su entrenamiento se limitó al trayecto entre su casa en Zipaquirá y la Universidad de La Sabana, en Chía, 42 kilómetros diarios en la ida y vuelta. Pero era un ritmo infernal, casi como el de las etapas de montaña que lo consagraron en los Alpes este fin de semana.
Por eso alcanzó a pensar en retirarse. No tenía dinero para financiar los viajes a eventos internacionales e incluso recurrió a pedir apoyo económico en redes sociales. Se planteó dejar la bicicleta y formarse como periodista. Pero como siempre ha sabido escuchar consejos, le hizo caso a Pablo Mazuera y se propuso dedicarse un año más al ciclismo.
Lea también: Así fue el camino de Colombia para ganar el Tour de Francia
Fue entonces cuando apareció Gianni Savio, un entrenador italiano viejo amigo de Colombia, artífice de las buenas actuaciones de varios de nuestros pedalistas en Europa, entre ellos Nelson Cacaíto Rodríguez y Mauricio Soler. El carismático estratega llevó a Egan al equipo Androni y le ayudó en su adaptación a Europa.
En sus primeras dos temporadas en el Viejo Continente el colombiano confirmó que era un fuera de serie. Ganó cuatro carreras, entre ellas el Tour de L’Avenir, la prueba más importante del mundo para ciclistas menores de 23 años, esa que conquistó Alfonso Flórez en 1980 y les abrió las puertas a los “escarabajos” en Francia.
Era cuestión de tiempo que llegaran ofertas por Bernal. Gianni Savio lo sabía y por eso las estudió con calma y escogió la más conveniente: la del Sky, el mejor equipo del mundo. La idea era que tuviera la posibilidad de correr con libertad, que trabajara para Chris Froome, por supuesto, pero que también pudiera ir como líder a carreras menores en las que fuera confirmando su potencial.
Y en sus primeras competencias con la escuadra británica deslumbró. Fue campeón nacional contrarreloj y ganó la Colombia Oro y Paz y el Tour de California, donde se impuso en las dos etapas más duras. Pero probablemente la actuación que le sirvió para ganarse el respeto de sus jefes fue en el Tour de Francia 2018, en el que fue el gregario de lujo para que Geraint Thomas se vistiera de amarillo en París y Froome lo acompañara en el podio. Egan sacrificó el título de los jóvenes y una mejor posición en la general (al final terminó 15), por apoyar a sus compañeros.
Lea también: "No veo la hora de llevar la camiseta a Colombia", Egan Bernal
Para este año su gran objetivo era pelear el Giro de Italia. Había ganado la París-Niza, en marzo, y llegaba como favorito, pero una semana antes del inicio, sufrió una caída y se fisuró la clavícula. Precoz, como siempre, a los diez días ya había recorrido cien kilómetros sobre la bicicleta. El equipo Ineos (antes Sky) decidió llevarlo al Tour para volver a ayudarles a Thomas y Froome, pero ante el accidente del tetracampeón en el Criterium del Dauphiné y un nuevo título de Egan, esta vez en la Vuelta a Suiza, el colombiano se convirtió en la alternativa en caso de que el campeón defensor flaqueara.
Así fue. Bernal estuvo mucho mejor, tanto que por momentos se vio atado en las primeras semanas, excepto en la contrarreloj individual, que él mismo calificó como decepcionante. Pero el Ineos ha ganado siete de los últimos ocho Tours precisamente por su profesionalismo y estrategia. El viernes, en la subida a L’Iseran, Thomas le preguntó a Egan que cómo se sentía y el colombiano le respondió que bien. El número uno, que no tenía tantas fuerzas, le indicó que entonces atacara, a sabiendas de que incluso él estaba sacrificando la posibilidad de vestirse de amarillo.
La etapa se suspendió y a Egan le alcanzó para ser líder. Y el sábado no hubo contrataques de sus rivales porque las fuerzas estaban ya muy justas. Entonces, el sueño amarillo se hizo realidad. Egan disfrutó el paseo victorioso en París escoltado por el mejor equipo del mundo y acompañado por quienes recientemente le mostraron el camino al podio: Nairo Quintana y Rigoberto Urán.
Y su madre, Flor Marina, quien voló el viernes desde Bogotá hacia París, así como lo hizo en un taxi hace 22 años entre Zipaquirá y la capital colombiana para dar a luz, lo esperó en la meta, con su hermano Ronald y su novia Xiomara. Fueron ellos los primeros en felicitarlo y abrazarlo con sentimiento, porque así lo hace él, abraza con el corazón a mil, como siempre ha latido.
Le puede interesar: "Colombianos en el Tour de Francia: de 'Cochise' a Egan Bernal"