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                                                                                                                                  Nairo, único en un mundo de muchos

                                                                                                                                  Anécdotas del ciclista boyacense del equipo Movistar, uno de los favoritos para quedarse con el título del Tour de Francia, competencia que comenzó el sábado 1 de julio en Alemania.

                                                                                                                                  Camilo G. Amaya

                                                                                                                                  Nairo Quintana y su papá en una competencia en Boyacá, hace unos años. / Cortesía Rusbel Achagua.
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Nunca fue problemático, cansón o desjuiciado. Mucho menos contestón. Siempre acató lo que se le pidió. Como la noche que supo que al día siguiente tenía que competir con Juan Pistolas, el niño con el uniforme de moda, la bicicleta liviana, las zapatillas de chocles y un año mayor que él. Para Nairo fue su primera victoria. Para su papá, vencer en un duelo de honor luego de que Juan Guzmán, padre de Pistolas, lo desafiara en la plaza del pueblo de manera arrogante apostando sin pudor los $200.000 que había ganado vendiendo agua en las veredas cercanas. (Lea también: Nairo Quintana: "Hay que ser atrevidos para ganar el Tour")

                                                                                                                                  Sólo renegaba cuando su hermana Leydi quedaba a cargo de la casa y lo ponía a lavar los platos, a barrer y a trapear los cuartos mientras ella atendía la pequeña tienda. “Es que, Leydi, usted era muy mandona”, le dijo una vez mientras cocinaba pizza con su hermano Dáyer antes de la Vuelta a España del año pasado. Era difícil verlo llorar, ni siquiera cuando don Luis llamaba a la disciplina a punta de golpes. El orgullo y la valentía podían más. Tampoco lo hizo cuando el mundo real lo puso a prueba y terminó debajo de un taxi, con la cabeza rajada e inconsciente por tres días. Su vocación de andar demasiado rápido en una bajada a tumba abierta por poco le cuesta la vida. “Casi le mato al chino, don Luis”, fue lo único que dijo el conductor cuando el viejo llegó corriendo con dificultad (tiene 14 cirugías de cadera) a una de las 46 curvas que hay entre su casa y Arcabuco, donde Nairo perdió el control de la bicicleta. (Vea: "Vengo al Tour con la idea de ayudar a Nairo": Alejandro Valverde)

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Hoy, mucho tiempo después, la sonrisa tímida en medio de un rostro que parece incrédulo sigue siendo la misma. El niño que veía una subida y salía disparado sin pensar, ahora es un maestro del arte del ataque y la defensa en el ciclismo. El pequeño que se iba al paso de las tractomulas desde Villa Amparito, el hotel a las afueras de Arcabuco, hasta el alto de Sote, a 3.113 metros sobre el nivel del mar, es una máquina de potencia absoluta que se prende cuando la carretera se inclina.

                                                                                                                                  Silencioso (habla cuando le toca hablar), prudente y con una cara que invita a la confidencia, Nairo afrontará su cuarto Tour de Francia con las mismas ganas del primero. “Venimos con la misma ilusión de ganar y de dar un espectáculo para los aficionados colombianos”, dijo a un día de que comience la ronda gala un hombre que, a pesar de tener 15 títulos desde su llegada al equipo Movistar (2012), aún hace todo lo posible para mantener los pies sobre la tierra.

                                                                                                                                  Nairo Quintana y su papá en una competencia en Boyacá, hace unos años. / Cortesía Rusbel Achagua.
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Nunca fue problemático, cansón o desjuiciado. Mucho menos contestón. Siempre acató lo que se le pidió. Como la noche que supo que al día siguiente tenía que competir con Juan Pistolas, el niño con el uniforme de moda, la bicicleta liviana, las zapatillas de chocles y un año mayor que él. Para Nairo fue su primera victoria. Para su papá, vencer en un duelo de honor luego de que Juan Guzmán, padre de Pistolas, lo desafiara en la plaza del pueblo de manera arrogante apostando sin pudor los $200.000 que había ganado vendiendo agua en las veredas cercanas. (Lea también: Nairo Quintana: "Hay que ser atrevidos para ganar el Tour")

                                                                                                                                  Sólo renegaba cuando su hermana Leydi quedaba a cargo de la casa y lo ponía a lavar los platos, a barrer y a trapear los cuartos mientras ella atendía la pequeña tienda. “Es que, Leydi, usted era muy mandona”, le dijo una vez mientras cocinaba pizza con su hermano Dáyer antes de la Vuelta a España del año pasado. Era difícil verlo llorar, ni siquiera cuando don Luis llamaba a la disciplina a punta de golpes. El orgullo y la valentía podían más. Tampoco lo hizo cuando el mundo real lo puso a prueba y terminó debajo de un taxi, con la cabeza rajada e inconsciente por tres días. Su vocación de andar demasiado rápido en una bajada a tumba abierta por poco le cuesta la vida. “Casi le mato al chino, don Luis”, fue lo único que dijo el conductor cuando el viejo llegó corriendo con dificultad (tiene 14 cirugías de cadera) a una de las 46 curvas que hay entre su casa y Arcabuco, donde Nairo perdió el control de la bicicleta. (Vea: "Vengo al Tour con la idea de ayudar a Nairo": Alejandro Valverde)

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Hoy, mucho tiempo después, la sonrisa tímida en medio de un rostro que parece incrédulo sigue siendo la misma. El niño que veía una subida y salía disparado sin pensar, ahora es un maestro del arte del ataque y la defensa en el ciclismo. El pequeño que se iba al paso de las tractomulas desde Villa Amparito, el hotel a las afueras de Arcabuco, hasta el alto de Sote, a 3.113 metros sobre el nivel del mar, es una máquina de potencia absoluta que se prende cuando la carretera se inclina.

                                                                                                                                  Silencioso (habla cuando le toca hablar), prudente y con una cara que invita a la confidencia, Nairo afrontará su cuarto Tour de Francia con las mismas ganas del primero. “Venimos con la misma ilusión de ganar y de dar un espectáculo para los aficionados colombianos”, dijo a un día de que comience la ronda gala un hombre que, a pesar de tener 15 títulos desde su llegada al equipo Movistar (2012), aún hace todo lo posible para mantener los pies sobre la tierra.

                                                                                                                                  Por Camilo G. Amaya

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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