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30 de septiembre del 2011, James Rodríguez no paraba de gritar, saltar y celebrar. Seis meses había sufrido esperando a que lo incluyeran en la lista de convocados a la selección Colombia de mayores para disputar las eliminatorias a Brasil 2014. Mientras el técnico fue Hernán Darío Gómez, por distintas vías le habían contado que figuraba en los planes sin que se concretara el llamado.
Solo cuando sacaron a ‘El Bolillo’ y Leonel Álvarez asumió la dirección, se produjo la renovación de la nómina y el técnico llamó personalmente a James. Cumplía así el sueño de niño, la primera vez que se fijó como meta la selección Colombia, viéndola por televisión jugar el Mundial de Francia. Hacía meses sus tíos lo habían llevado por primera vez a ver jugar al Deportes Tolima al Manuel Murillo Toro, el estadio profesional de Ibagué, que años después estaría presidido por una valla gigante con el letrero ¡Gracias James!. También había influido en él la historia de su padre biológico, el James Rodríguez que es muy recordado en Ibagué porque defendió la camiseta "vino tinto y oro" del Tolima y la amarilla de la Selección juvenil de Colombia en el Mundial de Rusia.
La meta no le pareció imposible luego de un viaje —ahora enmarcado en fotos— en el que fue a conocer la sede del Deportivo Cali con sus compañeros de la academia tolimense. Quedaron maravillados con la infraestructura, las canchas de césped podado, los camerinos, nada que se pareciera a lo que tenían en Ibagué. Vieron entrenar a las divisiones inferiores a las que luego les ganarían la final de la Pony y conocieron a un grande del fútbol colombiano: el exgoleador del Cali y de la Selección Colombia que fue al Mundial Italia 90, Bernardo Redín, el hombre que hacía los goles que fabricaba “El Pibe” Valderrama. En una postal James sale tirado a los pies del grupo que rodea al famoso, y con el brazo izquierdo hace la V de la victoria. Le preguntó cómo hizo para llegar a ese nivel y Redín le respondió: "disciplina pelao y algo de suerte". (Siga nuestro especial del Mundial).
Más cerca vio la posibilidad, a los 11 años de edad, cuando jugó con la selección del departamento de Tolima el campeonato nacional infantil Asefal en Barranquilla. No fue campeón, pero el premio de consolación fue ganar el partido que definía el tercer lugar. Los veedores eran "El Pibe" Valderrama e Iván René Valenciano, otro goleador insigne de la selección Colombia, quienes eligieron a James el mejor jugador del evento. Lo mismo sucedió luego en un campeonato nacional juvenil en Pasto donde el entonces técnico del Deportivo Pasto, el exjugador profesional de Millonarios y exdefensa de la selección Colombia, Miguel Augusto Prince, era el veedor del evento y dejó constancia de que James fue el mejor jugador que vio. Después vino lo que sabemos, la Copa Pony Fútbol, el torneo profesional colombiano con Envigado, selecciones Colombia sub 15 y sub 17, campeón en Argentina con Banfield, campeón en Portugal con Porto. Hasta que le dieron la oportunidad de la selección nacional de mayores.
Pues el 11 octubre del 2011 fue su estreno con la selección en La Paz ante Bolivia, en el Siles Zuazo, el peor estadio en el que un jugador profesional quisiera debutar, a 3.600 metros de altura sobre el nivel del mar. Ayudó al triunfo 2 a 1, pero los malos resultados como local frente a Venezuela y Argentina en la tercera y cuarta jornadas de las eliminatorias llevaron a la salida de Leonel Álvarez. Tuvo miedo de los cambios que pudiera realizar el argentino José Pékerman. Sin embargo, James estaba más que recomendado por sus éxitos en Banfield y el Porto. (Le puede interesar: Higuita hizo el escorpión para el papa).
El alma le volvió al cuerpo cuando sintió la buena energía de “José”, como le pidió que lo llamara, luego de que el respetuoso James lo saludara como “don José”. Buena parte del crédito se debe a la continuidad y liderazgo que le refrendó el técnico argentino que dijo: “Jamás tuve dudas sobre él. Le aposté muchísimo porque le veía condiciones superlativas”. Con la confianza del jefe, su presencia en el campo se hizo necesaria y la creación empezó a sumarle goles. El primero fue el que anotó para ganarle a Perú, en Lima el 3 de junio de 2012, tras una jugada con Guarín y Pabón.
Otro gol que repite en video una y otra vez es el de tiro libre en el Estadio de Santiago contra Chile, el 11 de septiembre, no solo porque lo define como cobrador sino porque cuando acomodaba el balón en el césped se acordó de la concentración que le reclamaba su padrastro, Juan Carlos Restrepo, en los partidos juveniles de El Jordán y Envigado. Lo demás está claro: se puso la 10 y reemplazó con creces al Pibe Valderrama; maduró para ser pieza clave de la clasificación a Brasil, goleador de ese Mundial y estrella en Rusia 2018.
* Autor del libro James, su vida. Historia de un héroe y de un país, sello editorial Aguilar.