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A Ramón Santiago, el papá de Bismarks, le dio por comenzar a arbitrar partidos aficionados a los 35 años para sentirse vinculado al fútbol, un deporte que practicó con frecuencia pero en el cual no destacó como para aspirar a ser profesional. Así que irse un fin de semana a las canchas públicas de Barranquilla a pitar partidos era una forma de relajarse, cambiar de panorama y disfrutar de un deporte que lo hacía sentir vivo. Esa pasión se la heredó a su hijo, quien lo acompañaba todos los fines de semana a que pitara en diferentes torneos aficionados.
Cuando veían partidos por televisión, Bismarks se fijaba más en el árbitro que en los jugadores. Estaba pendiente de los movimientos, de las decisiones. Juzgaba si eran correctas o no y comentaba con su padre las acciones de juego. Su primer gran referente internacional fue el italiano Pierluigi Colina, quien casualmente se retiró del fútbol el mismo año en el que él decidió que quería ser árbitro.
En agosto de 2002, con 15 años, se puso la pinta de árbitro por primera vez para dirigir un partido de los Juegos Intercolegiados de Soledad, Atlántico. Ese evento fue en la cancha Porvenir, adonde llegó con algo de nervios y afán, ya que tardó casi dos horas junto a su madre buscando unos guayos nuevos, pues no tenía y para ese día especial quería estrenar.
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El balón rodó y con el paso del tiempo se sintió cómodo, mostró autoridad en sus decisiones y aunque por momentos recibió malas palabras de algunas personas del público o incluso de algunos jugadores, no se dejó afectar. Sacó esa coraza que intrínsecamente quería su padre desde el momento que decidió llamarlo Bismarks, en honor al barco alemán acorazado Bismarck, usado por la armada germana en la Segunda Guerra Mundial.
El arbitraje era una pasión, pero sabía que debía combinarla con preparación académica, por eso apenas terminó el colegio decidió comenzar a estudiar una licenciatura en educación física en la Universidad del Atlántico. Allí fue un alumno destacado, tanto que no le costó conseguir trabajo rápidamente como profesor. Con 21 años comenzó a dar clases de educación física en el Colegio San José, de Barranquilla, en donde siempre lo han respaldado para poder seguir como árbitro.
El deporte que más le gusta enseñar es fútbol, el mismo que le inculcó su padre siendo un niño él ahora se lo transmite a los niños, que lo ven como un ídolo, pues hoy en día se sorprenden de ver que ese mismo que les da clases sale en televisión los fines de semana dirigiendo en partidos profesionales a los mejores futbolistas del país.
El domingo 1° de noviembre de 2015 dirigió su primer partido profesional, en un juego disputado en el estadio Hernán Ramírez Villegas entre Águilas Pereira y Cúcuta Deportivo. Ese día puso solo dos tarjetas amarillas y no tuvo inconvenientes. El marcador final fue 2-0 a favor de los locales. Ese mismo año, el 15 de noviembre, pitó su segundo partido, esta vez en la segunda división. Fue entre Pereira y Leones, compromiso en el que mostró ocho tarjetas amarillas y terminó con triunfo 1-0 para los locales.
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En 2016 comenzaría en forma su labor y desde entonces se ha destacado como un árbitro serio, que no les habla mucho a los jugadores y demuestra autoridad sin necesidad de excederse con shows. A la fecha ha dirigido cincuenta partidos y a comienzo de este año fue incluido de manera oficial como uno de los árbitros colombianos con escarapela FIFA, lo que le permitirá arbitrar en torneos continentales y mundiales. El sueño de Ramón Santiago se está haciendo realidad en la vida de su hijo.
Otro juez central que recibió por primera vez la escarapela FIFA en 2019 es el caleño Alexander Ospina, que también se une a los experimentados Wílmar Roldán, Gustavo Murillo, Andrés Rojas, Nicolás Gallo, Carlos Mario Herrera y John Ospina Londoño.