Luis Mosquera: “Al Amazonas llegó primero el COVID-19 que el Estado”

Luis “El Leticiano” Mosquera habló de lo que se vive en la ciudad colombiana con mayor cantidad de pacientes con coronavirus por cada 100 mil habitantes.

Camilo Amaya
06 de mayo de 2020 - 03:00 a. m.
Mosquera terminó contrato con Atlético Huila en enero de este año. / Óscar Pérez
Mosquera terminó contrato con Atlético Huila en enero de este año. / Óscar Pérez

Un par de días antes de que comenzara la cuarentena (24 de marzo), Luis Mosquera estuvo en Tabatinga para comprar carne. Tenía un asado en casa y, como es habitual, cruzó la frontera con Brasil para buscar, además de un buen pedazo para poner en la parrilla, unas cuantas salchichas. El precio y la calidad, la razón por la que ir al otro lado es tan habitual en Leticia, porque allá hay mejores productos.

Dos semanas después, cuando ya estaba acuartelado en su casa, Luis se enteró que en ese lugar de sol narcótico la cotidianidad no se había alterado. Todo lo contrario, que antes los brasileños salían más, que las discotecas estaban abiertas y que el distanciamiento no era obligatorio a pesar de que el Gobierno de ese país había confirmado el primer caso de COVID-19 en la población (9 de abril). “Y lo peor es que los colombianos seguían yendo por más que las autoridades cerraran los pasos. Y eso, seguramente, aumentó los casos en Leticia”.

A lo que hace referencia Mosquera es al límite curvilíneo que divide la capital de Amazonas con la primera ciudad (decir ciudad quizá sea algo excesivo) brasileña en medio de la selva, una frontera que va ceñida al arroyo San Antonio y que en algunos sectores no es fácil de diferenciar, tampoco de controlar (barrios Chingú, Gaitán, Colombia, Iane y La Unión). “Usted paga mil o dos mil pesos y la gente lo deja pasar por las casas. Es decir, entra por Colombia y sale por el patio, que ya viene siendo Brasil. Eso tiene asustados a todos y a los trabajadores de la salud”.

Mosquera, que se devolvió a Leticia en febrero luego de llegar a un acuerdo con Atlético Huila para rescindir su vinculación, es el único que sale de su casa para comprar alimentos. También el único que va hasta el centro de Leticia porque donde vive (barrio La Esperanza) hay productos que no se consiguen. “Ahora se ha normalizado un poco. Pero hay cosas que subieron mucho de precio. Por ejemplo: un cartón de huevos costaba 11 mil pesos y llegó a los 16 mil. Y hasta más. Y hay que caminar para encontrarlo. Y como ya no se puede ir al otro lado donde todo suele ser más barato”.

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El Leticiano, como es conocido Mosquera, entiende que en esa población el verbo sobrevivir lleva a traicionar la realidad y que las personas están impulsadas por los bemoles de la necesidad dejando de lado el problema del nuevo coronavirus, que se expande torrencialmente. Y sin control. “Tengo amigos que trabajan en el hospital San Rafael y lo que cuentan es aterrador. Sí, hace poco hubo una intervención de la Superintendencia de Salud, pero todavía faltan respiradores, implementos de protección para médicos y enfermeras. Y están atemorizados por el alto riesgo de contagio. Unos le siguen poniendo el pecho a la situación, otros prefieren alejarse”.

Luis también cuenta que las pruebas de coronavirus son escasas y que sabe de personas que han llamado a las autoridades correspondientes, porque tienen síntomas, pero no han obtenido respuesta, pues los que deberían de atender la emergencia siguen en el más profundo mutismo.

“Por eso no creo en las cifras que se revelan. Seguramente habrá más contagiados y mientras el Estado no se dé a la tarea de contener la pandemia y de preocuparse más por Leticia, habrá una tragedia. A Amazonas llegó primero el COVID-19 que el Estado”. Mosquera procura entrenar dos veces al día para no perder la forma, se levanta muy temprano y se acuesta tarde. A veces el calor hace que dormite, pero la lluvia y el viento refrescante lo despierta. Extraña el frío de Bogotá, y su época en Millonarios (2009-2015) por la que se dio a conocer en todo el país gracias a los 193 partidos jugados y los 14 goles anotados.

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“Por ahora hay diálogos, pero no hay nada concreto. Y no es que me esté haciendo el misterioso, solo que en medio de esta crisis es complicado conseguir un club. Tengo la esperanza de que se logre algo y que pronto haya las condiciones para que los torneos reinicien. Eso sí, si no se puede garantizar la seguridad, es mejor mantenernos en cuarentena, el tiempo que sea necesario y sin afanes”. En Leticia las gentes todavía lo reconocen, no tanto como en otras ciudades, y le hacen la misma pregunta: “¿Para qué club vas?”. No hay respuesta, sí una sonrisa cordial, un “en esas estamos” y un saludo a la distancia. Luis, a diferencia de otros colegas, no está preocupado por la situación económica, mejor, por su situación económica. “Por fortuna esta ciudad no es tan cara como otras. Y desde que tenga mi familia y ganas de jugar fútbol lo demás vendrá. He sido responsable sin imaginar que eso me serviría ahora”.

Consagrándose en la capital

Mosquera no terminó el bachillerato porque cuando estaba en décimo grado, y jugaba en un equipo llamado Fotocopias Silva, salió la oportunidad de ir a Bogotá. Un político, Douglas Botía, en ese entonces del partido de la U, lo llevó a la capital porque le veía condiciones y, sin explicación, le tenía una confianza absoluta. Estando con el club Independiente Distrital jugó el torneo del Tabora, bajo la dirección de Luis Cañón. Fue la figura y llamó la atención de Luis Augusto El Chiqui García, que al ver cómo corría sin perder el control de la pelota lo llevó a las inferiores de Millonarios para que trabajara con Cerveleón Cuesta.

Vivió en una pensión, sin dinero para los buses y llevando casi siempre en su pantalón una bolsa de fariña, un granulado de yuca que combinaba con los alimentos que le daban después del entrenamiento. Debutó en 2010, con 21 años, en un partido frente a Deportes Quindío y su primer gol como profesional se lo marcó a Santa Fe. Aunque es hincha de América, Mosquera reconoce lo que hizo el cuadro embajador por él cuando el hoy parecía tan lejos.

@CamiloGAmaya

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Por Camilo Amaya

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