La madurez de Andrés Pérez
El volante bogotano de 38 años tendrá la misión de reemplazar a Yeison Gordillo, un ídolo cardenal. Su idea es enamorar a la hinchada tal como lo hizo el vallecaucano. El conjunto cardenal recibe este domingo en el estadio El Campín al Pasto (6:00 p.m.).
Camilo Amaya - @CamiloGAmaya
Fuera del terreno de juego, Andrés Pérez tiene una voz agradable, quizás demasiado suave para lo que uno esperaría de un jugador que grita, que arroja palabras desafiantes a los rivales, que intimida con su forma de actuar en el campo, con su manera de jugar. De hecho, parece apenado, hasta tímido. Pero no lo es, solo que ha aprendido con el tiempo que la economía en las frases resulta ser más productiva, a veces digna de admiración.
Por eso habla poco, lo necesario para él, mas no para los demás, para los que esperan declaraciones que vayan más allá de la algidez con la que él se refiere a un tema. Tiene 38 años y mientras muchos de los compañeros con los que compartió en el Real Cartagena ya están retirados (debutó con este club en el profesionalismo en 1999), el futbolista bogotano se mantiene gracias a su capacidad de adaptarse al juego y a los mismos rivales.
(Lea aquí: "Ómar Pérez se entrena como un juvenil": presidente de Santa Fe)
Andrés ya tiene algunas canas que sobresalen en su pelo oscuro, incluso en su barba tupida. Cuando accedió a hablar con El Espectador prefirió hacerlo bajo la sombra, pues el sol en la altura molesta, es agobiante y no permite mirar de frente sin fruncir los párpados. El primer tema del diálogo es su regreso a Bogotá luego de estar diez años en Cali, de jugar con el Deportivo Cali, de salir campeón y de irse del club aunque no quería. “Por ahora seguimos organizando todo: casa, colegio de los niños, entre otras cosas. De eso se encarga Alejandra, pues, como es obvio, tengo otras responsabilidades”.
A lo que se refiere Pérez es al trabajo de reemplazar en Santa Fe a un hombre implacable como él (Yeison Gordillo), hacer las veces de defensor cuando sea necesario y salir jugando cuando el partido lo amerite. “A mi edad hay que ser más juicioso en el fortalecimiento, también en la parte física porque en una posición como la mía si no se es más disciplinado no se puede competir a un alto nivel. Uno tiene que correr a toda hora y el cuerpo es una máquina que funciona con base en la preparación. Y eso es lo que hago: cuidarme para poder responder como el equipo espera que lo haga.
Pérez es un hombre de buen carácter, pausado, servicial. Y no tiene problema de hablar de su pasado en Millonarios, equipo con el que se formó, en el que forjó su personalidad como futbolista, por el que sufrió en la cancha. Y del Cali con el que fue campeón en el primer semestre de 2015. “Son instantes que uno debe aprovechar y saber potenciar. Ahora me debo a Santa Fe, porque acá confiaron en mí y la manera de respaldar eso es jugando bien. Punto”. Las metas alcanzadas por Andrés no acabaron con sus propósitos (ser campeón, jugar en el exterior, entre otras); de hecho desembocaron en una meditación para programarse hacia nuevos logros, otros desafíos. “Estoy en un punto en el que me siento capaz de jugar todo. He hecho una buena pretemporada y eso ayuda en el tema de sensaciones, en lo motivacional”. Desde 2009 Pérez jugó 342 partidos por la liga local para un total de 28.853 minutos, es decir, 84,3 por encuentro. En otras palabras, participó siempre que fue convocado.
(Lea también: Abel Aguilar regresó, esta vez con el “Ciclón”)
“Por eso vine a Santa Fe, para jugar y demostrar que sigo en un alto nivel”. Puede que esas palabras lleven un tono de prepotencia, pero no. Lo que dice está respaldado en su carrera, en las estadísticas, hasta en su actitud. “No fue complicado acoplarme porque este equipo tiene valores que siempre he llevado en mi trayectoria: lucha y entrega. Y eso hace que todo sea más sencillo”.
Con Andrés los hinchas cardenales podrán estar seguros de que la actitud es algo que no se negocia; que así se juegue mal, siempre correrá detrás de la pelota. Así es su manera de hacer las cosas, así lo aprendió y así lo seguirá haciendo mientras sea un futbolista profesional.
Fuera del terreno de juego, Andrés Pérez tiene una voz agradable, quizás demasiado suave para lo que uno esperaría de un jugador que grita, que arroja palabras desafiantes a los rivales, que intimida con su forma de actuar en el campo, con su manera de jugar. De hecho, parece apenado, hasta tímido. Pero no lo es, solo que ha aprendido con el tiempo que la economía en las frases resulta ser más productiva, a veces digna de admiración.
Por eso habla poco, lo necesario para él, mas no para los demás, para los que esperan declaraciones que vayan más allá de la algidez con la que él se refiere a un tema. Tiene 38 años y mientras muchos de los compañeros con los que compartió en el Real Cartagena ya están retirados (debutó con este club en el profesionalismo en 1999), el futbolista bogotano se mantiene gracias a su capacidad de adaptarse al juego y a los mismos rivales.
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Andrés ya tiene algunas canas que sobresalen en su pelo oscuro, incluso en su barba tupida. Cuando accedió a hablar con El Espectador prefirió hacerlo bajo la sombra, pues el sol en la altura molesta, es agobiante y no permite mirar de frente sin fruncir los párpados. El primer tema del diálogo es su regreso a Bogotá luego de estar diez años en Cali, de jugar con el Deportivo Cali, de salir campeón y de irse del club aunque no quería. “Por ahora seguimos organizando todo: casa, colegio de los niños, entre otras cosas. De eso se encarga Alejandra, pues, como es obvio, tengo otras responsabilidades”.
A lo que se refiere Pérez es al trabajo de reemplazar en Santa Fe a un hombre implacable como él (Yeison Gordillo), hacer las veces de defensor cuando sea necesario y salir jugando cuando el partido lo amerite. “A mi edad hay que ser más juicioso en el fortalecimiento, también en la parte física porque en una posición como la mía si no se es más disciplinado no se puede competir a un alto nivel. Uno tiene que correr a toda hora y el cuerpo es una máquina que funciona con base en la preparación. Y eso es lo que hago: cuidarme para poder responder como el equipo espera que lo haga.
Pérez es un hombre de buen carácter, pausado, servicial. Y no tiene problema de hablar de su pasado en Millonarios, equipo con el que se formó, en el que forjó su personalidad como futbolista, por el que sufrió en la cancha. Y del Cali con el que fue campeón en el primer semestre de 2015. “Son instantes que uno debe aprovechar y saber potenciar. Ahora me debo a Santa Fe, porque acá confiaron en mí y la manera de respaldar eso es jugando bien. Punto”. Las metas alcanzadas por Andrés no acabaron con sus propósitos (ser campeón, jugar en el exterior, entre otras); de hecho desembocaron en una meditación para programarse hacia nuevos logros, otros desafíos. “Estoy en un punto en el que me siento capaz de jugar todo. He hecho una buena pretemporada y eso ayuda en el tema de sensaciones, en lo motivacional”. Desde 2009 Pérez jugó 342 partidos por la liga local para un total de 28.853 minutos, es decir, 84,3 por encuentro. En otras palabras, participó siempre que fue convocado.
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“Por eso vine a Santa Fe, para jugar y demostrar que sigo en un alto nivel”. Puede que esas palabras lleven un tono de prepotencia, pero no. Lo que dice está respaldado en su carrera, en las estadísticas, hasta en su actitud. “No fue complicado acoplarme porque este equipo tiene valores que siempre he llevado en mi trayectoria: lucha y entrega. Y eso hace que todo sea más sencillo”.
Con Andrés los hinchas cardenales podrán estar seguros de que la actitud es algo que no se negocia; que así se juegue mal, siempre correrá detrás de la pelota. Así es su manera de hacer las cosas, así lo aprendió y así lo seguirá haciendo mientras sea un futbolista profesional.