Así es Luzhnikí, el estadio de la final del Mundial
Se inauguró en 1956. En 1980 fue escenario principal de los Juegos Olímpicos y acogió finales de Liga de Campeones y Copa UEFA.
Jesús de la Hoz - Enviado especial Rusia
Al final de un pasillo gris y largo, tanto que hace ver diminuta una estatua de 10 metros de altura de Vladimir Lenin, el líder de una revolución que no sólo cambió a su país sino al mundo entero, hay un estadio imponente: Luzhniki. Adornado en sus alrededores por árboles y la majestuosidad del río Moscú, se levanta sobre los prados del barrio del que tomó su nombre después de la desintegración de la Unión Soviética en 1991. Es el máximo escenario del Mundial, en el que ya se jugaron seis partidos y donde hoy se cierra la Copa del Mundo. (Vea aquí nuestro especial del Mundial de Rusia 2018)
Su infraestructura es fascinante. Su fachada principal mantiene las placas de cerámica y el pedestal de granito gris claro. Aunque el gran estadio deportivo original no cumplía con los requerimientos de la FIFA, ésta aceptó la mínima interferencia con la arquitectura única. En la parte superior se lee en el alfabeto cirílico: Copa del Mundo de Fútbol FIFA 2018 en Rusia. Este escenario fue testigo de la inauguración, encuentro en el que se dio una de las máximas goleadas del campeonato (5-0, de Rusia a Arabia Saudita) y también del único 0-0 que se registró (Francia y Dinamarca). En total se marcaron 12 goles: cuatro con pierna izquierda, tres de tiro libre, un penal, un autogol y otro con pierna derecha. Cada vez que abre sus puertas, todo Moscú se paraliza.
Al frente del estadio hay una estatua de 10 metros de altura del líder ruso Vladimir Lenin. / Tomada con Galaxy S9+
El Estadio Central Lenin, como se lo llamó cuando se inauguró en 1956, fue alzado con características imperiales de la arquitectura del período de Josef Stalin, expresadas en la centralidad. Todas las zonas peatonales están orientadas hacia el escenario, mientras que la piscina de natación, de arquitectura idéntica, está situada simétricamente en relación con el estadio Luzhniki. Desde el principio, este complejo se caracterizó por su majestuosidad, distinguiéndose de los edificios de la era de la Unión Soviética. (Lea: Croacia sigue alterando el fútbol mundial)
Es un estadio que no tiene la misma historia del Maracaná de Río de Janeiro, en el que hace cuatro años se jugó la final entre Alemania contra Argentina. Sin embargo, en sus pasillos aún se escucha el eco de los gritos de campeón del Parma de Juan Sebastián Verón, Hernán Crespo y Faustino Asprilla en la Copa UEFA de 1999; el suelo que hizo mover el Manchester United con la victoria en la final de la Liga de Campeones de 2008, aún retumba por la algarabía de Cristiano Ronaldo, Carlos Tévez y Wayne Rooney; la imagen de Usain Bolt, con el rayo de fondo, que apareció por primera vez en el Mundial de Atletismo de 2013 aún aparece cada vez que se mira a la tribuna norte, al igual que esos saltos inmensos de Caterine Ibargüen cuando se empezó a afianzar como la reina del salto triple, o la alegría y sonrisas de los moscovitas en los Juegos Olímpicos de 1980 también se sienten en cada escalón.
Incluso, en sus alrededores aún se sienten los llantos y gritos que dejó la tragedia de 1982 en un partido de la Copa UEFA entre el FC Spartak de Moscú y el Haarlem de Holanda, en el que una avalancha humana originada por el embotellamiento entre los que querían salir del escenario y aquellos que pugnaban por entrar para celebrar un tanto del equipo local provocó el asfixiamiento de cientos de personas. El resultado final: 300 muertos y 61 heridos.
Para esta Copa del Mundo, con algunas modificaciones sencillas, entre las que se resaltan las graderías con asientos de diferentes colores y amplitud del aforo para 80.000 espectadores, entrará en la memoria del deporte: se convertirá en el cuarto escenario en recibir una final de Liga de Campeones y de Mundial. De a poco, el estadio más grande de Rusia impone su nombre ante el mundo y hoy un pedazo de la historia quedará escrito en este recinto cuando Francia y Croacia definan el campeón del vigésimo primer campeonato mundial. (Puede leer: La selección, símbolo de una Francia multicultural)
Al final de un pasillo gris y largo, tanto que hace ver diminuta una estatua de 10 metros de altura de Vladimir Lenin, el líder de una revolución que no sólo cambió a su país sino al mundo entero, hay un estadio imponente: Luzhniki. Adornado en sus alrededores por árboles y la majestuosidad del río Moscú, se levanta sobre los prados del barrio del que tomó su nombre después de la desintegración de la Unión Soviética en 1991. Es el máximo escenario del Mundial, en el que ya se jugaron seis partidos y donde hoy se cierra la Copa del Mundo. (Vea aquí nuestro especial del Mundial de Rusia 2018)
Su infraestructura es fascinante. Su fachada principal mantiene las placas de cerámica y el pedestal de granito gris claro. Aunque el gran estadio deportivo original no cumplía con los requerimientos de la FIFA, ésta aceptó la mínima interferencia con la arquitectura única. En la parte superior se lee en el alfabeto cirílico: Copa del Mundo de Fútbol FIFA 2018 en Rusia. Este escenario fue testigo de la inauguración, encuentro en el que se dio una de las máximas goleadas del campeonato (5-0, de Rusia a Arabia Saudita) y también del único 0-0 que se registró (Francia y Dinamarca). En total se marcaron 12 goles: cuatro con pierna izquierda, tres de tiro libre, un penal, un autogol y otro con pierna derecha. Cada vez que abre sus puertas, todo Moscú se paraliza.
Al frente del estadio hay una estatua de 10 metros de altura del líder ruso Vladimir Lenin. / Tomada con Galaxy S9+
El Estadio Central Lenin, como se lo llamó cuando se inauguró en 1956, fue alzado con características imperiales de la arquitectura del período de Josef Stalin, expresadas en la centralidad. Todas las zonas peatonales están orientadas hacia el escenario, mientras que la piscina de natación, de arquitectura idéntica, está situada simétricamente en relación con el estadio Luzhniki. Desde el principio, este complejo se caracterizó por su majestuosidad, distinguiéndose de los edificios de la era de la Unión Soviética. (Lea: Croacia sigue alterando el fútbol mundial)
Es un estadio que no tiene la misma historia del Maracaná de Río de Janeiro, en el que hace cuatro años se jugó la final entre Alemania contra Argentina. Sin embargo, en sus pasillos aún se escucha el eco de los gritos de campeón del Parma de Juan Sebastián Verón, Hernán Crespo y Faustino Asprilla en la Copa UEFA de 1999; el suelo que hizo mover el Manchester United con la victoria en la final de la Liga de Campeones de 2008, aún retumba por la algarabía de Cristiano Ronaldo, Carlos Tévez y Wayne Rooney; la imagen de Usain Bolt, con el rayo de fondo, que apareció por primera vez en el Mundial de Atletismo de 2013 aún aparece cada vez que se mira a la tribuna norte, al igual que esos saltos inmensos de Caterine Ibargüen cuando se empezó a afianzar como la reina del salto triple, o la alegría y sonrisas de los moscovitas en los Juegos Olímpicos de 1980 también se sienten en cada escalón.
Incluso, en sus alrededores aún se sienten los llantos y gritos que dejó la tragedia de 1982 en un partido de la Copa UEFA entre el FC Spartak de Moscú y el Haarlem de Holanda, en el que una avalancha humana originada por el embotellamiento entre los que querían salir del escenario y aquellos que pugnaban por entrar para celebrar un tanto del equipo local provocó el asfixiamiento de cientos de personas. El resultado final: 300 muertos y 61 heridos.
Para esta Copa del Mundo, con algunas modificaciones sencillas, entre las que se resaltan las graderías con asientos de diferentes colores y amplitud del aforo para 80.000 espectadores, entrará en la memoria del deporte: se convertirá en el cuarto escenario en recibir una final de Liga de Campeones y de Mundial. De a poco, el estadio más grande de Rusia impone su nombre ante el mundo y hoy un pedazo de la historia quedará escrito en este recinto cuando Francia y Croacia definan el campeón del vigésimo primer campeonato mundial. (Puede leer: La selección, símbolo de una Francia multicultural)