Dávinson Sánchez y sus días en Caloto
Así fueron los primeros años de vida del defensor de la selección colombiana de fútbol en este municipio del Cauca. Este martes será titular ante Inglaterra.
Luis Guillermo Montenegro - Enviado especial a Rusia
“Después de que tenga la capacidad, no importa la juventud”. Esa frase inspira a Dávinson Sánchez, quien ha tenido que acostumbrarse a ganarse la confianza de quienes lo tildan de inexperto. Siendo el más joven, se quedó con la titular de Atlético Nacional y ganó cuatro títulos, uno de ellos el de la Copa Libertadores. Luego pasó al Ajax de Holanda y allí, ante las dudas de muchos, se quedó con el reconocimiento al mejor jugador del club en toda la temporada. Llegó al Tottenham de Inglaterra y como si fuera un veterano, se quedó con un puesto en la titular. Ahora, con 22 años, está siendo una de las figuras de la selección colombiana en el Mundial de Rusia 2018. Seguro y preciso en sus cierres, rápido para los relevos y efectivo en la entrega del balón. “Se cuáles son mis fortalezas y trato de explotarlas”, le dijo a El Espectador, en medio de su primera Copa del Mundo, que lo está catapultando como uno de los mejores defensores del planeta. (Vea aquí nuestro especial del Mundial de Rusia 2018
Para el juego de este martes ante Inglaterra, en el Spartak Stadium (1:00 p.m., por el Gol Caracol) enfrentará a Kieran Trippier, Danny Rose, Eric Dier, Dele Alli y Harry Kane, sus compañeros en el Tottenham. Vivirá un especial duelo ante el goleador de los ingleses, de quien opina que “es uno de los grandes referentes del mundo en su posición. Harry puede marcar diferencia siempre, hay que tener mucho cuidado”.
Sus pasos en Caloto
La cancha de la vereda de Ciénaga Honda, Cauca, está justo al frente de la casa en la que nació Dávinson Sánchez. Para entrar al terreno de juego solo hay que cruzar una carretera que comunica a Guachené con Caloto, tiene cinco metros de ancho, el pavimento desgastado y arena a los costados. Parece un estadio, pero en lugar de tribunas está rodeado por casas. “¿Cómo no enamorarse de la pelota si siempre que llegaba o salía de la casa veía a gente jugando fútbol?”, se pregunta su papá Óscar Arvey, quien fue responsable, junto a Esther Mina, la mamá de Dávinson, de apoyar a su hijo desde el momento en que quiso salir a jugar al frente de su casa con una pelota de fútbol. (Lea: “De las adversidades nos sabemos sobreponer” : Luis Fernando Muriel)
Verlo correr tras un balón era ilusionarse con la posibilidad de cumplir su sueño a través de su hijo. Por eso, desde que sintió que el fútbol le gustaba, comenzó a reservar parte de su sueldo para comprarle guayos, canilleras, uniformes y todo lo que necesitara para jugar. No importaba lo extenuantes que fueran las jornadas de trabajo en el ingenio La Cabaña. Todo valía la pena por su hijo. En los primeros años también hizo las veces de entrenador. Usaba sus básicos conocimientos de este deporte para indicarle a Dávinson los movimientos que debía hacer en la cancha, cómo se debía perfilar para patear la pelota y cómo dominarla.
Hugo Mosquera, profesor de educación física del colegio Escipión Jaramillo de Caloto, conoció a Dávinson cuando entró a esta institución educativa. Asegura que quedó sorprendido desde la primera vez que vio al pequeño de 11 años con la pelota en sus pies. “Era tímido y callado, pero jugando fútbol se transformaba y como era de los mejores futbolistas del colegio, ahí sacaba su personalidad y se convertía en un líder”, recuerda. Hasta este momento su único contacto con un equipo había sido cuando en un parque de Caloto entrenaba con un instructor empírico, nunca había hecho parte de ninguna escuela y comenzó a desarrollar su talento en el equipo del colegio. (Lea: "Volveré más fuerte": James Rodríguez)
A pesar de crecer en una zona del país que ha sufrido los rigores de la guerra y en la que es común que los jóvenes tengan relación con pandillas, bandas criminales y guerrillas, él estuvo aislado, gracias a la guía de sus padres. “Siempre fue una persona muy centrada y sana. En lo único que pensaba era en fútbol”, destaca Cristian Daza, compañero de colegio y uno de sus mejores amigos. Después de clases y de entrenar con el equipo, terminaban en las casas jugando videojuegos. “Él siempre se pedía el Real Madrid y yo el Barcelona. No había un claro ganador. Ahora me gusta pedirme al Tottenham para jugar con él”, dice con emoción Cristian.
En La Troja, Juan Carlos Osorio, en ese momento técnico de Atlético Nacional, se paró al borde de una de las canchas y comenzó a ver un juego de la categoría 96. Desde los primeros minutos le llamó la atención un volante de marca que medía 1,85 metros, se movía bien en la cancha y tenía gran precisión en los pases. Una, dos, tres intervenciones, y a la cuarta se animó a preguntar: “¿Quién es ese muchacho?”. “Es Dávinson Sánchez”, le respondieron.
El juego continuó y Osorio también preguntó por Deiby Balanta. Cuando el árbitro dio el pitazo final, se les acercó y se presentó. Con timidez, Dávinson sólo se atrevió a agradecer y llamó a sus padres, quienes hablaron con el DT y aceptaron que él viajara a Medellín. En agosto de 2013 Sánchez se fue para la capital antioqueña a formalizar el vínculo con el equipo verde. Firmó contrato y comenzó a entrenar con los profesionales, en la sede deportiva de Guarne. (Lea: Yerry Mina, el gigante de Guachené)
El sueño de Óscar Arvey y Esther se había cumplido, pero lo que no tenía en sus planes más próximos era que todo se lograra tan rápido. “Dao nos ha sorprendido. Ha llegado muy lejos pero él es ambicioso y nunca se va a conformar. Tiene con qué estar en los mejores equipos del mundo. Con Colombia puede seguir haciendo historia”, destaca su papá, quien está en Caloto junto a su esposa, mientras que Esther disfruta del Mundial en Rusia.
“Después de que tenga la capacidad, no importa la juventud”. Esa frase inspira a Dávinson Sánchez, quien ha tenido que acostumbrarse a ganarse la confianza de quienes lo tildan de inexperto. Siendo el más joven, se quedó con la titular de Atlético Nacional y ganó cuatro títulos, uno de ellos el de la Copa Libertadores. Luego pasó al Ajax de Holanda y allí, ante las dudas de muchos, se quedó con el reconocimiento al mejor jugador del club en toda la temporada. Llegó al Tottenham de Inglaterra y como si fuera un veterano, se quedó con un puesto en la titular. Ahora, con 22 años, está siendo una de las figuras de la selección colombiana en el Mundial de Rusia 2018. Seguro y preciso en sus cierres, rápido para los relevos y efectivo en la entrega del balón. “Se cuáles son mis fortalezas y trato de explotarlas”, le dijo a El Espectador, en medio de su primera Copa del Mundo, que lo está catapultando como uno de los mejores defensores del planeta. (Vea aquí nuestro especial del Mundial de Rusia 2018
Para el juego de este martes ante Inglaterra, en el Spartak Stadium (1:00 p.m., por el Gol Caracol) enfrentará a Kieran Trippier, Danny Rose, Eric Dier, Dele Alli y Harry Kane, sus compañeros en el Tottenham. Vivirá un especial duelo ante el goleador de los ingleses, de quien opina que “es uno de los grandes referentes del mundo en su posición. Harry puede marcar diferencia siempre, hay que tener mucho cuidado”.
Sus pasos en Caloto
La cancha de la vereda de Ciénaga Honda, Cauca, está justo al frente de la casa en la que nació Dávinson Sánchez. Para entrar al terreno de juego solo hay que cruzar una carretera que comunica a Guachené con Caloto, tiene cinco metros de ancho, el pavimento desgastado y arena a los costados. Parece un estadio, pero en lugar de tribunas está rodeado por casas. “¿Cómo no enamorarse de la pelota si siempre que llegaba o salía de la casa veía a gente jugando fútbol?”, se pregunta su papá Óscar Arvey, quien fue responsable, junto a Esther Mina, la mamá de Dávinson, de apoyar a su hijo desde el momento en que quiso salir a jugar al frente de su casa con una pelota de fútbol. (Lea: “De las adversidades nos sabemos sobreponer” : Luis Fernando Muriel)
Verlo correr tras un balón era ilusionarse con la posibilidad de cumplir su sueño a través de su hijo. Por eso, desde que sintió que el fútbol le gustaba, comenzó a reservar parte de su sueldo para comprarle guayos, canilleras, uniformes y todo lo que necesitara para jugar. No importaba lo extenuantes que fueran las jornadas de trabajo en el ingenio La Cabaña. Todo valía la pena por su hijo. En los primeros años también hizo las veces de entrenador. Usaba sus básicos conocimientos de este deporte para indicarle a Dávinson los movimientos que debía hacer en la cancha, cómo se debía perfilar para patear la pelota y cómo dominarla.
Hugo Mosquera, profesor de educación física del colegio Escipión Jaramillo de Caloto, conoció a Dávinson cuando entró a esta institución educativa. Asegura que quedó sorprendido desde la primera vez que vio al pequeño de 11 años con la pelota en sus pies. “Era tímido y callado, pero jugando fútbol se transformaba y como era de los mejores futbolistas del colegio, ahí sacaba su personalidad y se convertía en un líder”, recuerda. Hasta este momento su único contacto con un equipo había sido cuando en un parque de Caloto entrenaba con un instructor empírico, nunca había hecho parte de ninguna escuela y comenzó a desarrollar su talento en el equipo del colegio. (Lea: "Volveré más fuerte": James Rodríguez)
A pesar de crecer en una zona del país que ha sufrido los rigores de la guerra y en la que es común que los jóvenes tengan relación con pandillas, bandas criminales y guerrillas, él estuvo aislado, gracias a la guía de sus padres. “Siempre fue una persona muy centrada y sana. En lo único que pensaba era en fútbol”, destaca Cristian Daza, compañero de colegio y uno de sus mejores amigos. Después de clases y de entrenar con el equipo, terminaban en las casas jugando videojuegos. “Él siempre se pedía el Real Madrid y yo el Barcelona. No había un claro ganador. Ahora me gusta pedirme al Tottenham para jugar con él”, dice con emoción Cristian.
En La Troja, Juan Carlos Osorio, en ese momento técnico de Atlético Nacional, se paró al borde de una de las canchas y comenzó a ver un juego de la categoría 96. Desde los primeros minutos le llamó la atención un volante de marca que medía 1,85 metros, se movía bien en la cancha y tenía gran precisión en los pases. Una, dos, tres intervenciones, y a la cuarta se animó a preguntar: “¿Quién es ese muchacho?”. “Es Dávinson Sánchez”, le respondieron.
El juego continuó y Osorio también preguntó por Deiby Balanta. Cuando el árbitro dio el pitazo final, se les acercó y se presentó. Con timidez, Dávinson sólo se atrevió a agradecer y llamó a sus padres, quienes hablaron con el DT y aceptaron que él viajara a Medellín. En agosto de 2013 Sánchez se fue para la capital antioqueña a formalizar el vínculo con el equipo verde. Firmó contrato y comenzó a entrenar con los profesionales, en la sede deportiva de Guarne. (Lea: Yerry Mina, el gigante de Guachené)
El sueño de Óscar Arvey y Esther se había cumplido, pero lo que no tenía en sus planes más próximos era que todo se lograra tan rápido. “Dao nos ha sorprendido. Ha llegado muy lejos pero él es ambicioso y nunca se va a conformar. Tiene con qué estar en los mejores equipos del mundo. Con Colombia puede seguir haciendo historia”, destaca su papá, quien está en Caloto junto a su esposa, mientras que Esther disfruta del Mundial en Rusia.